martes 29 de marzo de 2016
Habita en mí la etrusca y solemne pujanza mediterránea de ese lúcido padre nacido en el Golfo del
Tigullio, niño de diecinueve años que rememora su desesperación tornando embrujado de la Gran
Guerra a patear guijarros en la Soberbia, rica de tortuosas callejas y mansiones, ligurino perdido en
el exiguo semicírculo del paese amado entre antiguos castillos, playas y colinas presumidas.
Ese labrador de amores ondula el austero paisaje rocoso my fantasea volver al aire de villas con
pescadores rústicos, nadar en bahías cuya gracia cantaron Plinio y Petrarca o pisar las uvas ávido de
besos en la belle rivera levantina, sin perder nunca de vista el azul cristalino de su mar.
Habita desolado en mí, cual inquietante velo de sombras, su trajinar solitario a través del fulgor de
las Cinque Terre, esplendor de ensueño célebre por sus plácidas vistas, franja costera estrecha,
desnuda, trasmutada en cornisa con pueblos atrincherados entre el mar y los peñascos.
Y aquel dolido retorno con sangre de soldado en las manos para hallar fría indiferencia en los ojos
y falta de trabajo, acometer un viaje agobiado, sin espacio, comida ni higiene hacia la taciturna
esperanza inmigrante de América, su hambre reflejando un bocado de la tristeza del hombre y acaso,
entre naranjales, la fe ciega de mi abuela analfabeta.
Habita en mí su silente melancolía en los atardeceres de grafía pendular al escalar quimeras o
terrenos empinados sobre abismos de agua esmeralda, oler un perfume de jardines y subir el
sendero hacia el Mesco, paraíso que he explorado uniendo cíclicos pueblos entre sí.
SOCIEDAD
OPINIÓN
Genes
"El presente como entidad temporal sin el futuro y sobre todo sin el pasado no existe, porque en tanto hablo el tiempo pasa. El presente existe si se coloca entre el pasado y el futuro. El tiempo es una trinidad". (Antonio Tabucchi). Dedico este poema de "Desnudo ante el viento" (2011) a 4.500.000 inmigrantes sin destino, deambulando por Europa, y a 400 nietos que aún no conocen su real identidad.
POR ALBERTO DANERI
Habita en mí la etrusca y solemne pujanza mediterránea de ese lúcido padre nacido en el Golfo del
Tigullio, niño de diecinueve años que rememora su desesperación tornando embrujado de la Gran
Guerra a patear guijarros en la Soberbia, rica de tortuosas callejas y mansiones, ligurino perdido en
el exiguo semicírculo del paese amado entre antiguos castillos, playas y colinas presumidas.
Ese labrador de amores ondula el austero paisaje rocoso my fantasea volver al aire de villas con
pescadores rústicos, nadar en bahías cuya gracia cantaron Plinio y Petrarca o pisar las uvas ávido de
besos en la belle rivera levantina, sin perder nunca de vista el azul cristalino de su mar.
Habita desolado en mí, cual inquietante velo de sombras, su trajinar solitario a través del fulgor de
las Cinque Terre, esplendor de ensueño célebre por sus plácidas vistas, franja costera estrecha,
desnuda, trasmutada en cornisa con pueblos atrincherados entre el mar y los peñascos.
Y aquel dolido retorno con sangre de soldado en las manos para hallar fría indiferencia en los ojos
y falta de trabajo, acometer un viaje agobiado, sin espacio, comida ni higiene hacia la taciturna
esperanza inmigrante de América, su hambre reflejando un bocado de la tristeza del hombre y acaso,
entre naranjales, la fe ciega de mi abuela analfabeta.
Habita en mí su silente melancolía en los atardeceres de grafía pendular al escalar quimeras o
terrenos empinados sobre abismos de agua esmeralda, oler un perfume de jardines y subir el
sendero hacia el Mesco, paraíso que he explorado uniendo cíclicos pueblos entre sí.
Atisbo su pena entre barrancos al golpear el oleaje mientras bebe sciacchetra y come pan mojado
en aceite.
La madre espera allí donde amó Byron y se ahogó Shelley, mi padre remonta vidas gastando sueños
treinta años: no olvida las parcelas sudadas durante generaciones ni su costa salvaje con arboledas de
olivares verdosos y vuelve para que ella lo bese antes de darse a la muerte.
en aceite.
La madre espera allí donde amó Byron y se ahogó Shelley, mi padre remonta vidas gastando sueños
treinta años: no olvida las parcelas sudadas durante generaciones ni su costa salvaje con arboledas de
olivares verdosos y vuelve para que ella lo bese antes de darse a la muerte.
Calla, nostalgia: ese abrazo de adiós es su hasta siempre.
Habita en mí, parido en tercera clase de dos viejos navíos, la impura y lúbrica belleza de Trincaria,
isla testigo; griegos, romanos, árabes, normandos, españoles: todos conquistaron su siciliano sol
bordeando el Mar Tirreno; veo limones de oro (bajo el sol amarillo igual a un girasol) rodar pálidos
por el valle en la bruma roja del crepúsculo o el siroco clavarse en la frente antes de que emerja la l
luna; veo el teatro griego de Tíndari y a mis abuelos de Patti, manuscrito que escribe vidas nacientes
borrando las viejas.
Habita en mí el balcón hacia el mar sombrío de Pirandello cuyo bramido inasible coronaron Esquilo
y Platón, palacios corroídos por el tiempo y una inusual siesta súcula, laderas en forma de terrazas c
contorneadas por siglos, balcones rizados lamiendo el mar con flores voluptuosas cosidas a viñedos,
montes de olivos, volcanes y mafia; veo a esa pareja colmada de hijos expatriada a L´América,
prisioneros que rompen ligaduras y cortan en dos su alma con la negrura viscosa de una añoranza
permanente, veo a mi quinceañera madre destinada a amar a mi padre, el mañana abrirse y un
enigma , la orfandad llamada exilio en la memoria del origen.
http://www.diarioregistrado.com/opinion/genes_a56f9128b484259fc626e2b86
isla testigo; griegos, romanos, árabes, normandos, españoles: todos conquistaron su siciliano sol
bordeando el Mar Tirreno; veo limones de oro (bajo el sol amarillo igual a un girasol) rodar pálidos
por el valle en la bruma roja del crepúsculo o el siroco clavarse en la frente antes de que emerja la l
luna; veo el teatro griego de Tíndari y a mis abuelos de Patti, manuscrito que escribe vidas nacientes
borrando las viejas.
Habita en mí el balcón hacia el mar sombrío de Pirandello cuyo bramido inasible coronaron Esquilo
y Platón, palacios corroídos por el tiempo y una inusual siesta súcula, laderas en forma de terrazas c
contorneadas por siglos, balcones rizados lamiendo el mar con flores voluptuosas cosidas a viñedos,
montes de olivos, volcanes y mafia; veo a esa pareja colmada de hijos expatriada a L´América,
prisioneros que rompen ligaduras y cortan en dos su alma con la negrura viscosa de una añoranza
permanente, veo a mi quinceañera madre destinada a amar a mi padre, el mañana abrirse y un
enigma , la orfandad llamada exilio en la memoria del origen.
http://www.diarioregistrado.com/opinion/genes_a56f9128b484259fc626e2b86
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