miércoles, 31 de octubre de 2018

'El Cohete a la Luna': DE PERÓN A VACA MUERTA

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El Cohete a la Luna
miércoles 31 de octubre de 2018




DE PERÓN A  

VACA MUERTA





Ni Yrigoyen en 1930 ni Perón en 1955 entregaron la soberanía ni los recursos hidrocarburíferos


1.   La energía es esencial para el desarrollo de una Nación y el gobierno que no controla sus fuentes de energía no puede conducir el desarrollo económico.
Sin embargo, la energía y los hidrocarburos no ocupan en el debate político el lugar central que merecen. Y esto no es nuevo. Un ejemplo: se habla muchísimo del golpe a Yrigoyen como un hito de ruptura institucional, de la intervención militar, de la acordada de la Corte o aun de anécdotas como la del “diario de Yrigoyen” que, según parece, fue una mentira de los golpistas. Pero poco y nada se recuerda que la causa principal fue la decisión de Yrigoyen de federalizar el control de los hidrocarburos, es decir, de sacarlos del código de minería y por ello de la jurisdicción provincial para que fueran de dominio de la Nación.

Von Pepe Uriburu, el general del golpe petrolero


Esto lo recordó Sampay en la Convención Constituyente de 1949. Dijo así, refiriéndose a Yrigoyen   “cuya deposición, que impidió sancionar la ley que nacionalizaba el petróleo, fue festejada ‘por los ricos terratenientes   –   según anota Waldo Frank, testigo del 6 de septiembre  —    sacando de sus bodegas el champaña de las mejores vendimias para acompañar el menú de los petroleros americanos”.   Sampay le atribuye esta frase: “El subsuelo mineral de la República no puede ni debe ser objeto de otras explotaciones que las de la Nación misma” (Convención Nacional Constituyente, Buenos Aires, Imprenta del Congreso de la Nación, 1949, Reunión 6º, p. 282; La Constitución de 1949 Comentada por sus autores, Ed. El Coloquio, Buenos Aires, 1975, p. 301). Si iba a nacionalizar la jurisdicción sobre los hidrocarburos, estaba bastante lúcido y nadie le escribía ningún diario.

2.   Lo anterior demuestra que las petroleras tienen una enorme capacidad política, económica y suficiente estrategia como para crear relatos y aun ocultar su intervención. Cuanto menos se hable de su negocio, mejor. La mejor noticia es que no haya noticia.
El disparatado valor que Macri fijó al gas en 2016 los hizo salir del escondite. Tanto que su renta fue un punto central del fallo de la Corte que anuló el primer aumento de tarifas (Caso “CEPIS”, Fallos 339:1077, cons. 20 y ss.). Pero el poder de presión fue tal que una resolución administrativa los sacó enseguida del escenario, incumpliendo el fallo de la Corte.

3.   Hoy la formación de Vaca Muerta es la esperanza del gobierno de Cambiemos y de un gran sector de la Nación.
El sentido común indica que, si tenemos grandes cantidades de hidrocarburos, su explotación debería traer como consecuencia energía abundante y barata que permita el desarrollo industrial.
Pero no parece ser ese el horizonte del gobierno que solo habla de exportar los hidrocarburos. El plan sería entonces un negocio para la petrolera que vendería los hidrocarburos a precio internacional. La Argentina profundizaría su rol de exportador de materias primas sin valor agregado. Y si se mantiene el régimen de Cambiemos de no exigir el ingreso de las divisas, el beneficio para la Nación de alojar grandes reservas sería un desarrollo minero local y el pago del impuesto a las ganancias. Nada de desarrollo industrial. Un horror.

4.   A mi modo de ver, el debate sigue girando sobre los mismos ejes:
a) Si el “dominio” o, mejor, la potestad regulatoria sobre los yacimientos hidrocarburíferos debe corresponder a la Nación (como querían Yrigoyen, Perón, Sampay, Oyhanarte, etc.) o a las provincias (tesis defendida por Menem, Cavallo, antes Martínez de Hoz, casi todos los gobernadores de provincias petroleras, y las multinacionales petroleras), y, posteriormente a 1994 que lamentablemente consagró la tesis provincial, cómo queda el reparto de competencias;
b) La constitución de un monopolio –de hecho o de derecho— a favor del Estado para exploración, explotación, transporte y comercialización de hidrocarburos; y
c) Cuando la explotación es realizada por un privado, cuál es la relación jurídica del concesionario con el hidrocarburo extraído, es decir, si tiene la propiedad y libre disponibilidad o está sujeto al destino que el Estado le dé, de suyo respetando la remuneración por la inversión y valor de las tareas que desarrolla.

5.   Volviendo a Vaca Muerta es notable lo poco que se difunde y discute el programa nacional sobre esos yacimientos.
Por ejemplo, ¿qué participación tiene YPF, que fue el descubridor? Aparentemente no ha sido el mayor desarrollador. Macri se fotografía con Rocca, pero nunca aparece YPF en las fotos.
¿No sería lógico capitalizar a YPF y que invierta en Vaca Muerta todo lo que resulte necesario?
Los difusores de las ideas de la derecha en la materia afirman como una verdad revelada que la Argentina no tiene capitales. Sin embargo, entre Sturzenegger y sus sucesores dilapidaron miles de millones de dólares de reservas. Los préstamos del FMI no se van a usar para capitalizar YPF sino para pagar los bonos emitidos por Prat Gay y Dujovne.
Cuando se dan estas discusiones, los liberales nos recuerdan que Perón firmó un contrato con la California en los ’50. Lo enuncian como una verdad indiscutida que mostraría que, o bien Perón era un hipócrita que alardeaba nacionalismo con Sampay en la constituyente del 49, pero en los hechos era un entreguista (tesis de los golpistas del ’55). O bien que era “inteligente” y “entendía el mundo” en contraposición con tontos que aun creemos en la soberanía nacional, la independencia económica y la justicia social.
Sin embargo, así como no hay evidencia del diario de Yrigoyen, tampoco el análisis del contrato permite concluir que Perón fuera liberal o entreguista.

6.   La historia cuenta que en un período de alza del petróleo luego de la finalización de la Segunda Guerra, Perón, entonces presidente, suscribió en abril de 1955 un contrato con una empresa controlada por una poderosa compañía petrolera multinacional (Standard Oil de California).
Se decía que Perón quería mejorar las relaciones con los Estados Unidos luego del distanciamiento producido por la intervención del embajador Braden en las elecciones de 1945, la negativa de Perón de enviar tropas a Corea, etc.

7.   Lo concreto es que por el contrato se daba en concesión de exploración con facultades de explotar en caso de encontrar hidrocarburos una amplia zona en la actual provincia de Santa Cruz, entonces territorio nacional.
Según la información que pude recoger, el sector abarcaba lo que hoy se conoce como la cuenca austral, que explotan Oil y CGC (antes Pecom y Petrobrás S.A.) con un petróleo de calidad mediana. También zonas de gas que aún no fueron desarrolladas. Y los pozos Santa Cruz I y II ya casi agotados. Es decir, no se incluía la cuenta del norte santacruceño que es la más rica y productiva ni la franja costera.
El contrato dio lugar a muchas críticas. Fue una de las excusas del salvaje golpe de Estado de ese año. Y se lo calificó como una contradicción con la doctrina de nacionalización de los hidrocarburos sostenida por Sampay en la convención constituyente de 1949.

8.   Un hecho relevante es que Perón, en ejercicio de la presidencia, remitió el contrato al Congreso para su aprobación. El dato no es menor desde el punto de vista jurídico y político. ¿Cuántos contratos sobre hidrocarburos fueron debatidos en el Congreso entre 1955 y 2018?
Más allá de que algunos aspectos tributarios, aduaneros o cierto compromiso arbitral hubieran aconsejado una ratificación legal desde el punto de vista constitucional, no creo que la remisión haya estado basada en ese aspecto, sino en lo político. Implicaba llevar al máximo lugar de debate político la discusión sobre la política petrolera, y requerir la conformidad del Congreso como órgano de representación popular y de soberanía. No es ilógico pensar que la empresa también prefería una ley.

9.   El contrato y el mensaje que lo acompaña puede verse en el Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación de 1955 (pp. 119-154). En él el Poder Ejecutivo informa que propone otorgar la zona antes referida de Santa Cruz en concesión de exploración y, en caso de hallarse hidrocarburos, de explotación a la Compañía California Argentina de Petróleo S.A., constituida en Delaware, Estados Unidos.
Decía el mensaje que el objetivo era llegar al autoabastecimiento para evitar la importación ante el crecimiento capitalista posterior a la Segunda Guerra. A criterio del Ejecutivo, el régimen del contrato permitía la inversión extranjera en recursos estratégicos, pero subordinados a la economía nacional.
El contrato establecía que todo el petróleo o gas que la compañía descubriera y explotara debía ser entregado a precio de mercado a Yacimientos Petrolíferos Fiscales (ENDE), para su industrialización y comercialización. El excedente de petróleo que YPF no pudiera procesar era exportable por la compañía. Además, el privado podía construir una destilería para procesarlo, pero en ese caso debía llevar las contabilidades en forma separada.
El régimen económico era de 50% para cada parte. Es decir, la empresa podía disponer libremente de la mitad de las utilidades anuales que obtuviera, pudiendo remesarlas al exterior sin limitaciones, siendo la otra mitad para el Estado en concepto de participación directa e impuestos.
El contrato no hace referencia al dominio nacional, inalienable e imprescriptible de los hidrocarburos, tal como prescribía la Constitución sancionada en 1949. Sin embargo, aun cuando otorga cierta libre disponibilidad al privado luego de abastecer a YPF, no parece que hubiera contradicción con la prescripción constitucional entonces vigente.
Para el caso de controversias el contrato preveía la conformación de un tribunal arbitral, si fracasaban las gestiones amigables para resolver el conflicto. Ese tribunal arbitral no quedaba afuera de la jurisdicción nacional ni es similar a las prórrogas de jurisdicción habituales desde los años ’90 con intervención del CIADI, ni mucho menos tribunales extranjeros con sede en Nueva York o Londres.
El tribunal arbitral se componía por tres miembros, uno por cada parte, y el tercero era designado por el presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

10.   El proyecto no llegó a tratarse. Cada uno puede realizar consideraciones y valoraciones. El contrato suponía realmente riesgo empresario. No se otorgaban para explotar áreas ya descubiertas por YPF, que fue lo que hicieron las dictaduras de Onganía y Videla, y, luego, el gobierno de Menem al privatizar YPF, sino áreas para explorar que, además, no resultaron tan ricas en hidrocarburos. Y sobre el eventual beneficio, mantiene un control y una participación no desdeñable. Pienso por esto que, en ningún caso, puede plantearse que el contrato autorice a descalificar a Perón.







'IntraMed News de Psicología' #1027 martes 30 de octubre de 2018


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IntraMed News de Psicología 
#1027
personalizado para
Lic. Aníbal Horacio Lentini Iturraldemartes 30 de octubre de 2018


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'NUESTRAS VOCES': El subsuelo de la patria reaccionaria

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miércoles 31 de octubre de 2018




El subsuelo de la patria reaccionaria










Cambiemos interpela los temores más íntimos de la vecinocracia creando consensos que no son racionales sino emocionales, y que articulan la mano dura y el linchamiento vecinal a través de clichés microfacistas disfrazados de libertad de expresión. La política convertida en un litigio morbo judicial. Microfacismos, resentimiento vecinal y celebración política.
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1.

¿Cómo puede ser que el macrismo conserve su adhesión al mismo tiempo que sus adherentes  –  o gran parte de ellos  -   reconozcan abiertamente el fracaso económico de la gestión de Macri? Tal vez la respuesta a semejante cuestión no haya que buscarla solamente en la historia que nos tocó -el gorilismo remanente sedimentado en el imaginario social-, sino en la capacidad que tiene el macrismo para fragmentar los consensos a través de sus habituales ejercicios de antipolítica. A diferencia del kirchnerismo que construía el consenso sobre un gran eje articulador nacional y popular, el macrismo desplaza constantemente la atención de los vecinos a diferentes cuestiones menores que, por más trivial que éstas sean, se llevan gran parte de la atención cotidiana.

No hay consenso sino muchos consensos que no son, precisamente, consensos racionales, sino químicos, afectivos. No sólo porque Cambiemos interpela el voyeurismo morbo de la audiencia sino los temores más íntimos de la vecinocracia. El macrismo aprendió a tocar sus fibras más profundas, allí donde el miedo individual se confunde con el resentimiento colectivo, donde las aspiraciones de clase están chocando ahora mismo contra la pared.

No es casual, entonces, que el gobierno aliente la construcción constante de enemigos internos (los corruptos, los pibes chorros, los narcovilleros, los activistas, los mapuches terroristas). Construyen enemigos para poder ir tras ellos porque sabe que su destrucción le agregará legitimidad política. Pero también porque intuye que al ponerle un rostro y asignarle un lugar determinado al pánico moral, el miedo abstracto se vuelve miedo concreto, y la inseguridad ontológica, producto del declive económico, se transforma en inseguridad ciudadana. La angustia se contiene y redirige hacia cuestiones aprehensibles. El gobierno busca llevar la política hacia esas regiones profundas y abyectas, para convertir la cuestión social en una cuestión policial, para despolitizar la política, para convertirla, en última instancia, en un litigio judicial. De modo que los problemas que acucian a los argentinos ya no son la inflación, la fuga de divisas, la desocupación, el cierre de fábricas, las tarifas exorbitantes, sino el robo callejero, los accidentes fatales, las catástrofes naturales, el caos de tránsito producto de las manifestaciones, o los bolsos llenos de dinero.


2.


En las últimas semanas hemos visto en los grandes medios, una serie de videos que se habían viralizado por las redes sociales donde se veía a los policías en acción. En el primero de ellos vimos a un par de agentes de la Bonaerense deteniendo a un abogado por “resistencia a la autoridad” después de que éste –según la policía- haya “frustrado un operativo de rutina”, en realidad haya intercedido ante la detención arbitraria de un joven por simple portación de rostro. En las imágenes vimos que uno de los policías tenía al abogado esposado e inmovilizado en el piso. El abogado se quejaba de dolor porque el policía tenía clavada una de las rodillas en su espalda. El agente le apretaba la cara contra el asfalto y gritaba: “callate botón, maricón, quedate quieto”. Mientras tanto el otro policía se dedicaba a agredir a otra persona que estaba intercediendo por el abogado, que se había identificado como magistrado. La escena fue filmada por un vecino que festejaba con otras vecinas la detención del abogado. Todos ellos colaboraban con los policías insultando al juez y al abogado. En el registro se puede ver cómo el policía prepotea con su cuerpo al magistrado gritándole “delincuente”, “usted es una vergüenza para la democracia, para la nación”, mientras se escucha el coro de los vecinos: “salga garantista”, “corrupto”, “manga de ladrones”, “así estamos”, “forro hijo de puta”, “kirchnerista”, “chorro de la nación”. La escena transcurrió en la ciudad de Mar del Plata. Días después nos enteramos que los policías fueron ascendidos por el ministro de seguridad de la Provincia, Cristian Ritondo.

La segunda escena tuvo lugar, esa misma semana, en el partido de Quilmes: Un vecino filma el arresto de un joven en una villa. La detención policial no estaba hecha con buenos modales sino acompañada con las patadas de rigor, golpes de puño, risas, gritos, insultos y más patadas. Las imágenes fueron subidas también al foro vecinal Alerta provincia. Allí sus usuarios, los vecinos alertas, festejaron el linchamiento policial con estas frases: “Bien echo, negro hdp así tienen que hacer la policía en todos lados”. “Extasis…esa es la policía que quiero…tienen idea de lo que es laburar con esos nenes?” “Lo bien que hacen si los dejas a estos pendejos de mierda te matan por dos peso bien por la policía. “No creo q lo estén agarrando x ir a comprar una gaseosa !!! Cuando los agarran siempre lloran y piden piedad. Forros después nos matan por cien mangos”. “Le hubieran pegado un tiro bien en la frente así no sigue robando o matando para robar”. Esta vez los policías fueron exonerados de la fuerza por el Ministerio de Seguridad.

Estas escenas no sólo son cada vez más frecuentes sino que se repiten en todo el territorio. Hay una clara articulación entre el punitivismo de arriba y el punitivismo de abajo, entre el olfato policial y el olfato social, entre la mano dura y el linchamiento vecinal. Los policías no están solos sino que, muchas veces, cuentan con el consentimiento entusiasta de los vecinos. De hecho, como siempre decimos, no hay detenciones sistemáticas por averiguación de identidad sin procesos de estigmatización social: detrás de la brutalidad policial está el prejuicio vecinal reclamando mano dura, avivando al policía, festejando la violencia.

Hace rato que los jueces perdieron el monopolio de la administración de justicia. Policías, vecinos y periodistas estrellas practican aunadamente una justicia veloz, sin pruebas, sin principio de inocencia a través de un castigo ostentoso y emotivo. La violencia es un castigo anticipado, extrajudicial y de facto practicado a veces por los policías y otras veces por los vecinos alertas. Ni el gatillo fácil ni las palizas en masa son patrimonio de la policía. Una violencia arengada y blindada por el periodismo con sus coberturas morales y sensacionalistas.

Lo peor de todo es que el gobierno no suele ser ajeno a estas celebraciones vecinales y periodísticas. Al contrario, rápidamente se hace eco no sólo para amparar a los policías, como suele hacer la ministra Patricia Bullrich, sino para subir la apuesta proponiendo, por ejemplo, castigos ejemplificantes, aumento de las penas, más facultades discrecionales para los policías, más patrulleros, más armas. Funcionarios que mandan mensajes ambiguos a la tropa, que van sembrando su cotidiano con pistas falsas que luego los policías deberán aprender a descifrar para no pisar el palito y quedar afuera de la fuerza. Quiero decir, por un lado los policías reciben palmadas en la espalda y por el otro, le sueltan las manos cuando las cosas adquieren demasiada visibilidad y amenazan con salpicar al resto del funcionariado.


3.

El gobierno testea a su hinchada con los grupos fecales organizados, por un lado, por el periodismo a través del espacio dedicado a los comentarios del lector y los llamados de los oyentes que luego se utilizan como separadores radiales y, por el otro, organizados por los vecinos alertas a través de sus redes sociales donde se dedican a practicar la delación y el linchamiento virtual. Esas mediaciones imaginarias son los espacios que los emprendedores morales proponen para que el resto de la hinchada vomite y se desquite practicando tiro al blanco, o mejor dicho, tiro al “negro de mierda”. Estas tribunas son el vertedero donde “la gente” puede ir apilando su indignación, opiniones hechas de pasiones antes que de razones; la canaleta donde fermentan las pasiones punitivas. Posteos que no sólo generan un extraño efecto de unanimidad sino que van sincronizando las emociones para después ser canalizarlas hacia el chivo expiatorio propuesto para la ocasión.

Más aún, aquellos clisés que repasábamos arriba se convierten en la partitura de las políticas securitarias, le imprimen un temperamento a las actuaciones policiales. Hay química entre la vecinocracia y el gobierno, entre las bravatas de los vecinos alertas y la pirotecnia verbal que destila Bullrich. Estos clisés son la mejor prueba que tenemos para reconocer la existencia de una articulación intima entre la vecinocracia y Cambiemos. Esos clisés, son los conectores, los mejores puntos de apoyo que le agregan legitimidad social a la violencia institucional. No hay paliza policial sin consenso vecinal. Un consenso que va fermentando cotidianamente a través de las habladurías condimentadas por la prensa parapolicial.

Parafraseando a Scalabrini Ortiz podemos agregar que estos espacios constituyen el subsuelo de la patria reaccionaria, expresión del resentimiento y el odio visceral que recorre todas las clases sociales, inclusive a los sectores populares. Un matonerismo que está dispuesto a linchar al otro cuando la policía no actúa o llega tarde. No se trata de un tema menor que merezca ser pasado por alto. Los vecinos no están haciendo literatura cuando aplauden a la policía, cuando teclean su odio en esa cloaca que llamamos “periodismo independiente”. Son microfascismos disfrazados de libertad de expresión, que disimulan con buenos modales y a veces con estilo canchero. Pero ese veneno está incubando otra serpiente que está empezando a mostrar sus colmillos.








'LA TECL@ EÑE': Resistencia vs. Depresión

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Resistencia vs. Depresión


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El totalitarismo es consciente de que no es posible resistir con una sociedad deprimida, por ello es importante insistir en que toda transformación comienza desde el conjunto de las microcríticas sociales que van resquebrajando la base de la verticalización corporativa inherente a toda estructura de poder totalitaria.
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Por      E. Raúl Zaffaroni    *                                                                          (para La Tecl@ Eñe)




Es innegable que todos los días nos bombardean noticias poco confortantes y tratamos de no leer el diario temprano para no comenzar mal el día. Es verdad que es muy desagradable saber que tenemos presos políticos  –  con Milagro a la cabeza  -   se entrega el país a la voracidad financiera con una creciente deuda, se suscriben acuerdos que nos someten a organismos internacionales y cuyo contenido desconocemos (y lo desconocen también todos los legisladores), hay jueces que criminalizan opositores, se aprueba un presupuesto con cálculos falaces y que no promete otra cosa que miseria, que la policía infiltra anarquistas para provocar desórdenes y desarmar nuestra capacidad de movilización popular, el ejecutivo felicita y asciende a los autores de ejecuciones sin proceso, el presidente mueve jueces a su antojo en su tablero de ajedrez judicial cuyas cúpulas se lo consienten, se  persigue a jueces por el contenido de sus sentencias, los gobernadores son presionados con amenazas de recorte o retraso en la remisión de partidas, los medios monopólicos estigmatizan para preparar la criminalización judicial (lawfare  o los once principios de Göbbels actualizados), y no sería del caso seguir enunciando lo que todos vivenciamos cotidianamente, mientras esquivamos la mampostería demolida de lo que otrora fue un Estado de Derecho más o menos aceptable, con un mercado interno de consumo considerable y cierta distribución de riqueza menos inequitativa.

Ahora, para detener la inflación, será necesario no tener dinero para consumir, o sea, que los seres humanos estamos al servicio de la economía y no ésta a nuestro servicio. Parece que el ideal es la inflación cero aún a costa de la vida cero.  

En síntesis, todo esto es resultado de la decisión de entregar nuestra Nación al poder de las transnacionales que hoy quieren vaciar todas las democracias del mundo, sin que importe si los pueblos votan por socialdemócratas, conservadores, liberales o quien sea, puesto que, cualesquiera fuesen los electos, no deberán obedecer lo que quieren quienes les votaron, sino lo que les manden acreedores autócratas de transnacionales, que gobiernan ficciones de dinero de las que no son propietarios y que en los propios países sede han privado de soberanía a sus pueblos.

Desde hace quinientos años la polarización básica en nuestra región está dada entre independencia y colonialismo. Es posible llamar izquierda a cierta distribución de la riqueza y derecha a la mayor concentración, pues una sociedad colonizada trabaja para otros y nunca puede tener una discreta distribución. Pero esa denominación es inofensiva a condición de no confundirnos, es decir, siempre que seamos conscientes de que todo lo que decide nuestra distribución de riqueza se juega conforme a la polarización básica, porque nuestra posición geopolítica siempre hizo que nuestro capitalismo haya sido derivado y, por ende, sería absurdo razonar como si viviésemos los tiempos europeos de la acumulación originaria en la Revolución Industrial. 

Si apartamos la máscara del neoliberalismo como ideología encubridora que coopta hoy las academias, veremos que esconde el rostro de un Pennywise o de un Chuk: se trata del totalitarismo financiero mundial, en manos de los chief executives officers (autócratas neuróticos bajo estress continuo) de corporaciones transnacionales, que mantienen como rehenes y lobistas a los gobernantes de sus países sede (cuyos gobernantes otrora decidían en el marco del antiguo imperialismo neocolonial).

En nuestra región practican una etapa avanzada del colonialismo, valiéndose de sustituibles títeres locales, que descartarán cuando, una vez cumplida la misión de endeudar, por su voracidad e incapacidad de gestión pierdan funcionalidad para garantizar el pago de los intereses de las deudas siderales.    

Al describir esto, se producen diferentes reacciones, sin perjuicio de los rasgos de personalidad como explicación psicológica, desde la interacción se ponen de manifiesto claros condicionamientos sociales.

La reacción más extrema es el negacionismo frente al colonialismo que sufrimos, lo que no se explica simplistamente alegando que hay muchos fascistas. Esto último no es cierto, ante todo porque los que pululan entre nosotros no son fascistas, sino algo peor si lo hay, o sea, personalidades autoritarias propias de sujetos frustrados dispuestas a impulsar cualquier atrocidad represiva. Por suerte, no son demasiados y nunca dejarán de ser como son.

El negacionismo más difundido consiste en una defensa frente a la perspectiva de una depresión, que es la que sufre toda víctima de estafa, cuya primera reacción consiste en negar su victimización y luego, cuando ante la evidencia ya no puede hacerlo, cae en depresión, porque todos nos deprimimos cuando nos damos cuenta de haber jugado el papel de tontos, crédulos o ingenuos y que otros más hábiles nos han usado.

Pero hay otras reacciones a veces más preocupantes, que corresponden a quienes caen en depresión por supuesta impotencia. Nos hemos ocupado antes de estas reacciones, pero queremos ahora hacerlo con un poco más de detalle. Las reacciones depresivas son de dos tipos: (a) una es la que atribuye todo a una suerte de destino manifiesto, por llamarlo de alguna manera (los argentinos somos así, siempre nos pasa, pasamos una etapa buena y después viene esto); (b) la otra, más corriente, es la reacción de impotencia total frente al poder verticalizador (no podemos hacer nada, lo tienen todo, medios, dinero, justicia, policía, y no hay reacción, la gente sigue igual).


La primera de este tipo de respuestas ignora que tenemos a nuestras espaldas quinientos años de tradición de resistencia al colonialismo, empezando por el Padre Las Casas y la resistencia de los indios, de los quilombos de esclavos fugitivos, de movimientos de liberación, de gobiernos populares, de luchas sindicales, y todo lo que sería largo enumerar y respecto de lo que no cabe menos que recomendar que revisen un poco la historia de nuestro continente y de nuestro país.

¿Y de qué han servido, si estamos como estamos? Sería la objeción del deprimido. La respuesta es obvia: para que estemos como estamos. Pero de esa obviedad no es consciente quien responde sin darse cuenta de que sin todo eso no sólo no estaría como está y tal vez, ni siquiera estaría, porque lo hubieran abortado por miseria, hubiera muerto de enfermedad infantil, le hubieran faltado proteínas en la infancia y no tendría suficientes neuronas en su cerebro, no hubiera aprendido a leer y escribir y, si es el caso, nunca hubiera pisado la universidad.

Sencillamente, está aquí y ahora y puede hablar porque otrora por aquí pasó nuestro pueblo, con sus próceres a la cabeza, esos que ahora reemplazan por animalitos en los billetes (dejo de lado a Roca y Mitre, claro, y faltaron Yrigoyen y Perón, aunque por suerte estuvo Evita), porque los animalitos son la vida y los próceres están muertos, según el inefable vocero del actual gobierno (o régimen si gustan). Lo que calla el creativo vocero es que el totalitarismo (del que él es agente local colonialista) es tanático, no tiene en mira la vida, sino la muerte, pues de seguir adelante hará desaparecer también a los animalitos, dado que no genera dos crisis, una ambiental y otra social, sino una única crisis socioambiental (perdón por citar al Papa, que según los bien pensantes hace bien en ocuparse de los pobres, pero hace mal en destapar la olla y explicar por qué hay pobres).  

La segunda de las reacciones arriba referidas, la de la depresión por impotencia, es frecuente entre los que nunca se engañaron y tienen las cosas claras, por lo que debe preocupar incluso más. Se trata de quienes dan la razón a la descripción cruda de la realidad, la tienen incluso incorporada, pero reaccionan con un no podemos hacer nada y no pasa nada.

Aunque parezca mentira, estos también son víctimas del totalitarismo financiero, porque como todo totalitarismo, éste se esfuerza por desarmar cualquier resistencia mediante la depresión y, por supuesto, sabe muy bien que la sensación de impotencia (o su omnipotencia propia) genera depresión

Sin perjuicio de todas las espectaculares demostraciones de fuerza de cualquier totalitarismo (paradas, desfiles, muestras de fuerza, represión policial abierta, fanfarronadas autoritarias, etc.), en nuestra Patria, en Latinoamérica y en el mundo, gran parte de la población es víctima fácil de una doble ilusión, que la lleva a creer que las transformaciones sociales sólo se pueden producir desde el poder y con fuertes conducciones, o bien que, por el contrario, surgen como explosiones espontáneas sin historia ni preparación previa, algo así como movimientos que aparecen porque Dios quiere y sólo podemos rezar para que ocurran.

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Si bien ambas percepciones son erróneas, todos los totalitarismos las explotan, estimulan y fortalecen, precisamente porque saben que son las que provocan depresión, que es el mayor antídoto para la resistencia. Quede claro que todo totalitarismo es consciente de que no es posible resistir con depresión.

Pero en la realidad, los fenómenos de transformación social responden a una dinámica del todo diferente: ninguna cúpula podría cambiar nada sin un previo debilitamiento del verticalismo social (descorporativización social), generado lenta y casi en silencio por la crítica y resistencia producida en cada punto de interacción o encuentro social (fábrica, escuela, sindicato, barrio, hospital, lugar de culto, asociaciones, clubes, ONGs, cooperadoras, sociedades vecinales, carnicería, panadería, farmacia, etc.).

Aunque parezca extraño, toda transformación comienza desde lo microsocial y el conjunto de esas microcríticas sociales es el que va resquebrajando la base de la verticalización corporativa inherente a toda estructura de poder totalitaria y, a su vez, es el presupuesto necesario que prepara el momento en que se produce una convocatoria convergente de la que emergen los grandes movimientos de transformación.

Sólo que la espectacularidad del momento en que se manifiesta el movimiento convergente, con demasiada frecuencia encandila y deja oculta la miríada de críticas microsociales que lo preceden y lo impulsan, y eso es lo que facilita alguna de las ilusiones de impotencia. No hay ninguna cúpula ni fragmento de ella que pueda hacer nada transformador sin esto, ni tampoco ninguna transformación que surja de la nada, pero el totalitarismo, para deprimir y debilitar toda resistencia, alimenta estas ilusiones.     

Aunque parezcan insignificantes, locales, de pequeño contorno, son todas las microcríticas sociales que surgen en nuestros círculos reducidos de interacción, las que lentamente se van enlazando para desembocar en un momento en el movimiento convergente de transformación.

De allí la importancia de insistir en ellas y de pensar desde esos encuentros -que parecen menores- cómo haremos para que, superada la emergencia colonialista que padecemos, surja un nuevo Estado, un nuevo nunca más al endeudamiento colonizador, una valla institucional sostenida por nuestro Pueblo, para interrumpir el círculo viciado de irrupciones colonialistas que hacen regresar etapas de soberanía, en particular desde 1955 hasta la fecha.

Los sesenta años que el presidente considera perdidos, porque durante ese tiempo las minorías colonialistas no lograron entregar por completo a la Nación y consolidar definitivamente nuestro sometimiento al colonialismo, deben invertirse de una vez por todas con un fuerte basta que consolide hacia el futuro la soberanía nacional. Nadie debe ignorar que esta dinámica no se detiene y vacunarse contra la depresión que quiere provocarle este totalitarismo financiero.



*   Profesor Emérito de la Universidad de Buenos Aires