miércoles 24 de octubre de 2018
Las fronteras políticas
La división de la sociedad en tres partes es un artefacto electoral funcional a los intereses que representa Cambiemos. Es necesario construir un bloque popular que retome lo mejor de las tradiciones nacional y popular del peronismo como así también de la izquierda y diversos progresismos. Un espacio que articule las diversas luchas y cristalice en un proyecto con aspiraciones de transformación.
Por SACHA PUJÓ *
La sociedad argentina está dividida en tres partes según sus preferencias políticas, tal como puede observarse en los últimos relevamientos de opinión publicados por consultoras que trabajan incluso para diferentes clientes. Esta imagen es una construcción analítica de un momento histórico concreto.
La partición en tres se consolidó en el último gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en la cual un tercio responde al núcleo duro que se identifica y defiende las políticas públicas implementadas por ese proyecto político. En el otro extremo se consolidó un núcleo antikirchnerista alentado por los medios concentrados de comunicación, un gran sector del poder judicial, la embajada de EEUU y el gran capital financiero internacional, el cual constituye la base social en la que el actual gobierno del presidente Mauricio Macri se apoya para sostener su gestión. El otro tercio está constituido por los adherentes al frente de izquierda y diversas construcciones territoriales del llamado peronismo no kirchnerista.
Sin embargo, como toda construcción analítica refleja en parte la realidad, pero no deja de ser una construcción artificial. En este sentido, la sociedad argentina demuestra ser dinámica y las adhesiones políticas no tan sólidas.
Si el macrismo extrajo su legitimidad electoral del núcleo opositor antik, sumando sectores de diferentes estratos sociales, principalmente urbanos, pero también de zonas rurales, hoy es una incógnita que lo pueda sostener como ya indican las encuestas con escenarios de balotaje para 2019. A través del engaño con la promesa de “mantener lo bueno y corregir lo malo”, como fue por ejemplo la estafa de la eliminación del impuesto a las ganancias, logró llegar al gobierno. Una vez allí, Cambiemos se sostuvo en la construcción y el pedido de un sacrificio en el presente – producto de la “pesada herencia” – a cambio de promesas de futuros segundos semestres prósperos. Fabricaron así una crisis económica para legitimar una redistribución regresiva del ingreso para terminar con el Fondo Monetario Internacional como garante de las políticas públicas de ajuste
Si se observan las políticas que promueve y los intereses que defiende el actual gobierno puede concluirse que esa división en tres tercios es un artefacto electoral destinado justamente a defender esos intereses. Los sectores medios, trabajadores formales, pequeños y medianos empresarios, profesionales y los sectores populares tienen mas en común en un proyecto de desarrollo con impulso al mercado interno y producción nacional, que en uno donde la acumulación pasa por la especulación financiera y la exportación de commodities por parte de grandes conglomerados extranjeros y argentinos.
Los espacios políticos opositores reales a ese modelo de acumulación se juegan el futuro del país en la capacidad para desarmar el esquema de tres tercios ya que lo que existe históricamente en argentina es una polarización entre dichos proyectos o modelos. En esa capacidad se juega la inmensa tarea de desarrollar espíritu crítico que cuestione el orden de las cosas, que rompa con la estandarización del pensamiento que lleva al conformismo en la sociedad burguesa donde pareciera que el pobre elige ser pobre viviendo de la asistencia del estado en condiciones poco dignas, y el rico lo es por esfuerzo propio.
En esta coyuntura resalta la necesidad de construir un bloque popular que retome lo mejor de las tradiciones nacional y popular del peronismo como así también de la izquierda y diversos progresismos. Con una perspectiva de futuro, sin dejar de marcar el antagonismo que lo separa del bloque agro financiero que representa el macrismo. La construcción política de ese bloque requiere de un trabajo de articulación de las diversas demandas y luchas que cristalice en un proyecto con aspiraciones de transformación. Como señalan Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, sin la identificación clara del adversario y la frontera política que lo separa no puede haber proyecto transformador radical. En este marco, es preciso aceptar que el antagonismo y el conflicto no pueden ser eliminados de la democracia en una sociedad compleja y diversa. Por el contrario, como quedó manifiesto durante los gobiernos kirchneristas, los conflictos sociales pueden motorizar cambios progresivos en la redistribución del ingreso y en la adquisición de derechos.
En las antípodas, el macrismo reprime el conflicto y considera que puede haber consenso pleno a partir de una concepción individualista, acrítica y meritocrática de la sociedad que oculta la desigual distribución de poder de los distintos tipos de capital entre grupos sociales.
Antonio Gramsci señalaba que en las crisis que enfrenta el sistema una de las posibles salidas es el transformismo como parte de las formas de la revolución pasiva que llevan adelante las clases dominantes, esto es: la capacidad de expansión de los grupos dominantes producto de la absorción de grupos aliados y adversarios que parecían enemigos irreconciliables. Esto implica la corruptela y la integración de dirigentes e intelectuales de los grupos adversarios. Se genera así un efecto ideológico y desmoralizador sobre la sociedad.
Con el cambio de gobierno en 2015 este fenómeno se desarrolló con varios sectores del peronismo como pudo observarse en el tratamiento de leyes claves en el Congreso para el nuevo modelo de acumulación, así como en la negociación con algunos movimientos sociales para controlar la conflictividad. Se aceptó y naturalizó de esta manera la agenda de un gobierno neoliberal, que es diseñada y monitoreada por el Fondo Monetario Internacional.
Además de estas consecuencias, se genera el clima propicio para la antipolítica y la posible emergencia de liderazgos políticos ejercidos por outsiders al estilo fascista como es el caso de Brasil. De aquí la necesidad histórica de constituir el bloque popular con capacidad transformadora ya que de lo contrario se genera una división del campo de los trabajadores, empresarios nacionales, sectores medios y sectores populares, y se corre el riesgo de una profundización de las políticas regresivas.
* El autor es Magister en Políticas Públicas – FLACSO - y Lic. y Prof. en Sociología - UBA -.
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