sábado, 30 de abril de 2016

Lo femenino, aproximaciones a las mujeres como enigma

sábado 30 de abril de 2016



ADELANTO EXCLUSIVO DE LO FEMENINO, EL NUEVO LIBRO DE  
SANDRA RUSSO

Aproximaciones a las mujeres como enigma 


"¿Las mujeres nacemos así?", "¿lo 'femenino' es natural?" Estas y otras preguntas responde la periodista y escritora Sandra Russo en su último libro, que la editorial Debate distribuye estos días en librerías, donde despliega diversos registros de investigación, observación y reflexión para acercarse de diferentes maneras al tema, como lo muestran los fragmentos que se reproducen en estas páginas.

Por     Sandra Russo

CFK y Angela Merkel: contrapunto de mujeres con poder
En el caso de la ex presidenta argentina, una de las cosas que me intrigaban en 2010, antes de hablar con ella, era precisamente –como dije – su tipo de feminidad. Porque había advertido además y lo seguí confirmando que ella defendía su "coquetería" – lo expresa así – como un derecho personal, digamos que como millones de mujeres, mientras que hay otros millones que usan zapatos bajos, pero piensan muy distinto de Merkel. Es decir, no hay nada intrínseco de lo femenino en un zapato. Lo que hay son lecturas sobre un zapato en particular en un contexto determinado. Y esas lecturas y esos contextos generalmente no están bajo el control de esa mujer, ni de mujeres.
Sobre su maquillaje, Cristina dijo en público varias veces que "desde chica me gusta pintarme como una puerta". Decirlo así formaba parte de una posición tomada sobre el asunto. No era que se pintaba mucho y ya, sino que se pintaba mucho a conciencia y además lo verbalizaba como una elección. Como quien dijera: no me van a venir a decir a mí cómo tengo que maquillarme.

En efecto, una de las críticas sexistas que comenzó a recibir en 2008 fue esa: exceso de maquillaje (después fue acusada de muchos otros "excesos"). Esa crítica en particular contenía un ingrediente de clase. Las mujeres de las clases más acomodadas usan maquillaje invisible o directamente usan la cara lavada. No las que tienen dinero, sino las que tienen apellidos. Sin embargo, esa crítica traspasaba el sexismo y lo hacía jugar políticamente. Baste recordar nuestros noventa.

La fiesta neoliberal con arranque peronista y continuidad radical impregnó de Versace la escena nacional. Mientras se destruía la industria, se privatizaban las empresas estatales y se ajustaban los salarios, el dorado, el animal print y las narices y las tetas operadas no molestaban. El menemismo y su estética kitsch fueron un telón de fondo apenas pintoresco para los maridos de las mujeres de maquillajes invisibles, dado que eran ellos los que estaban ganando mucho dinero.

Cristina se pinta con los colores y la densidad de las chicas de los años setenta que desaparecieron. Uno de esos parecidos que siempre me llamó la atención fue el de la hija de Estela Carlotto, Laura, cuyo recordatorio sale publicado, como tantos miles, todos los años en el diario Página/12. La foto de Laura la mostraba con los ojos delineados y sombreados en un estilo muy similar al de Cristina. Era como un tatuaje de su generación.

Y el pelo, y la cintura. Cristina siempre tuvo cintura. De todas las presidentas que me acuerde es la de vestuario más entallado, con vestidos o conjuntos marcados por un cinturón o unas pinzas. Eso le dio una silueta diferente a la de, por ejemplo, Merkel. Hay una curva en Cristina que no está en Merkel. Y sobre el pelo, sintetizando, la alemana lo usa corto y apenas pasando la nuca. Es un corte práctico, que le corresponde a esa personalidad que no tiene tiempo para vestirse, peinarse o maquillarse. Cristina persiste en su melena que inevitablemente necesita ser producida cada día con secador y cepillo para estar impecable. Hay algo en su cabellera que está sexuado y que provoca una sorda reacción, no solo entre opositores.

De modo que al cabo de tantas diferencias en relación con el cuidado de sí y de la manera de transmitir en público una personalidad, se arriba a la conclusión de que, en este contrapunto de feminidades tan distintas, cuando se trata de cuestiones de poder, queda más a la vista que nunca que el patriarcado es una cuestión de poder. El establishment mediático que sostiene un modelo de mundo al que Angela Merkel no solo es funcional, sino neural, apenas si se sirvió de los rasgos de su feminidad. Merkel no es noticia por sus zapatos, más allá de cómo sean, sino por sus decisiones, que son las que se comunican a través de miles de dispositivos mediáticos diarios, y que la desdibujan como mujer porque precisamente lo que quieren que irradie su figura pública es poder.

De esta manera, Merkel representaba el opuesto a la frivolidad. ¿Y quién se daba tiempo para la frivolidad según la prensa? Cristina Fernández, claro. Por eso me interesa rescatar su propia lectura política de esa operación periodística del Corriere della Sera de 2008 porque, aunque ya sabemos que el cuento era falso, no sabemos cómo y por qué se le ocurrió a una periodista italiana mentir descaradamente y con tanto desprecio por una mandataria latinoamericana. No sabemos si ella ofreció la nota o se la pidieron de la redacción. Pero lo cierto es que fue publicada, que el diario no quiso disculparse pese a saber que había ofrecido a sus lectores información envenenada y que, como interpretó la propia ex presidenta, esa información no estaba dirigida a revelar la frivolidad de Cristina, sino a denunciar su hipocresía. Dar un discurso sobre el hambre y salir a gastarse 160.000 euros en joyas y sábanas de lujo no retrata a una mujer frívola, sino a una mujer de doble discurso y poca moral.


Lo que los medios perdonan y lo que no

Cuando una persona, hombre o mujer, es realmente frívola, no hace falta que los medios lo expliquen, solo que lo muestren. El público se da cuenta enseguida de la frivolidad, ya que la frivolidad nunca es un secreto, sino que incluye su exhibición: la frivolidad contiene su propia norma y excluye la culpa. Ninguna persona realmente frívola –caracterizada básicamente por ese rasgo, que en dosis tenemos todos, y a mi criterio, por suerte – lo disimula. Basta recordar: "La Ferrari es mía, mía, mía" de Carlos Menem ante el impudoroso regalo que recibió en su segundo mandato, y hasta el exceso de velocidad en una ruta con la Ferrari, y su sonrisa cómplice ante los periodistas de entonces, que lo dispensaron: después de todo, ¿quién no se excedería de la velocidad permitida en una ruta si manejara una Ferrari? Qué pillo ese presidente que excedía los límites de velocidad.

La frivolidad en las mujeres no solo no es peligrosa, sino que es alentada permanentemente por la cultura de masas. A menudo se la confunde con la alegría o el optimismo. La frivolidad femenina es – se diría – en ese nivel de sentido de los grandes medios y el marketing, la regla que permite generar noticias sobre mujeres inteligentes o concentradas en problemáticas específicas. La dirigente política, la científica, la luchadora por los derechos de alguna minoría, la directora de una corporación, la asociada a un estudio jurídico de renombre, la empresaria exitosa, son noticia porque precisamente son casos que han dejado atrás la tontera de género que se nos atribuyó durante siglos.

El tratamiento mediático en relación con algunos atributos de las mujeres con poder político no está vinculado apenas con el sexismo, sino que usa al sexismo para traficar la crítica política. Eso me empezó a parecer cuando vi la otra foto que recuerdo de Angela Merkel. Había sido tomada en la Opera de Oslo, adonde la canciller había concurrido por invitación del rey Harald V de Noruega. Ella lucía un vestido negro con un escote tan profundo que, si no hubiese sido Merkel la que estaba adentro de ese vestido, sino Cristina, con esa sola foto hubiesen salido decenas de tapas de revistas hablando de su ninfomanía o algo por el estilo. Sin embargo, Merkel, decían los medios, lo había pasado muy bien esa noche y "había deslumbrado" con su atractivo. Algunos de los títulos de diarios europeos que publicaron la foto fueron "Merkel saca pecho" o "Merkel enseña escote".

El portavoz del gobierno alemán, Thomas Steg, hizo entonces una declaración al respecto, no porque los medios hubiesen criticado a la canciller, sino porque la habían halagado. Merkel "no esperaba provocar tal furor con el traje de noche, que no era más que un intento de salir de la rigidez de vestuario de un jefe de Gobierno", dijo. Finalizó afirmando, con una sonrisa compartida por los cronistas, que Merkel obtuvo "gran reconocimiento" por su vestido.

En materia de mujeres al comando de poder político, primero hay que saber qué política aplica para entender si el pelo largo o corto, si la cara pintada o despintada, si el taco bajo o alto son rasgos positivos o negativos. No es importante qué tipo de feminidad se tenga cuando se está en lo más alto, sino a quién se beneficia o se perjudica con las políticas que se aplican. El sexismo, al fin y al cabo, siempre es más una herramienta de dominación que un manual donde está escrito cómo debe ser una mujer. Sea como fuere esa mujer, el sexismo garantiza que apenas haga algo que ponga en peligro el statu quo, solo por ser mujer, podrá ser objeto de las críticas que indefectiblemente circularán para abonar la idea de que esa mujer no está a la altura de las circunstancias.


Olga y sus hermanas


Por S. R.

Una tarde de 2005 llegué al diario extenuada después de la visita a la clínica. Era todo muy reciente. Me abalancé sobre la computadora y escribí "El otro lado de la vía", una contratapa de la que este ensayo es su ampliación. Allí narraba que ese mediodía me había adelantado al horario de los familiares y que al entrar al enorme comedor de la clínica fui testigo de una clase de coro. Los pacientes, con algunos de los cuales ya teníamos trato, tenían puesta una cintita roja en el pecho, ese era su uniforme para cantar. Y cantaban, algunos a viva voz, y otros para adentro, una canción de amor. Mi madre estaba sentada en una silla al costado. Cuando me vio llegar, me sonrió. Me senté a su lado. No hablamos, éramos el público. Cuando terminó la canción, ella me dijo al oído: "A mí me hubiera gustado cantar". "¿Y por qué no cantaste?", le pregunté. "No me alcanzó la voz", me dijo.

Ese fue el momento. Ahí la escuché y la vi una segunda primera vez.

Me alejé un poco, ya que estábamos muy cerca, hablándonos al oído. El sonido de fondo era un griterío de locos excitados por ese momento de alegría y de sensibilidad. Me alejé para verle mejor los rasgos. Esos rasgos que ahora reconozco todavía más, dado que los he dibujado muchas veces, copiando sus fotos con lápiz y acuarela. En algunas estamos juntas. Yo regordeta, de unos dos años, vestida muy primorosa, con ese corte de pelo que no sé por qué me condenó a usar durante toda mi primera infancia, un casquito parecido a una escafandra de astronauta. Ella tan joven, tan con todo por delante, sonriente y agarrándome de la cintura. En la clínica, esa tarde del coro, me alejé para comprobar que era ella la que me decía ese secreto, ese deseo insatisfecho de cantar.

Eso dio vuelta esta historia porque no escuché la voz de una madre, sino la voz de una mujer. Mi madre era una mujer. Una obviedad, pero los hijos, cuando funcionamos como tales, tendemos a creer que la identidad de nuestros padres nos fue donada por completo en nuestro nacimiento. Los hijos somos su obligación, así como nuestros hijos son la nuestra. Como hijos, somos devoradores de padres. Y quizá viceversa. Quizá así sea la condición humana. Quizá sea por la necesidad de supervivencia. Pero somos proclives al ansia devoradora de los que dependen de nosotros y de quienes dependemos.

Nos vienen mal los equilibrios, nos escasean. Somos recipientes de corrientes en choque, huéspedes de contradicciones en cuyo vaivén y tensión se nos va la vida. Yo recién en ese momento, cuando la vi a Olga esa tarde un poco más de lejos, y le vi esos rasgos tan parecidos a los míos, pero ya mucho más ajados y tajeados por el sufrimiento, la percibí multifacética y en toda su amplitud de mujer. Hubo algo de mujer que hizo contacto. Una mujer que estaba loca y que yo creía que estaba loca porque no había sido feliz.

Una mujer abnegada, desconocida hasta para sí misma, que se había salteado las propias contradicciones para ser una madre y una esposa ejemplares, o lo que ella iba entendiendo que era eso. Y que terminó consumida en esa renuncia, porque no pudo. Ni ser buena madre ni buena esposa, ni dejar de desear otra cosa, algo un poco más oscuro o un poco más oblicuo. No es que no hubiera amor en ella. Pero había más resentimiento y un gran enojo que en el fondo no era en contra de nadie, sino de sí misma. La vida no le había funcionado bien.


El país de la felicidad

Hay un párrafo de Madame Bovary que transcribí en una nota que publiqué hace ya muchos años en la revista Lamujerdemivida y que se llamó "Lamer el chocolatín". El tema general de esa edición completa era la insatisfacción. Allí narraba que de muy pequeña mi programa preferido era El capitán Piluso y que mi festival cotidiano era sentarme en el piso del cuarto en el que estaba el televisor en blanco y negro, dispuesta a verlo y a comerme un bloquecito amarillo de Suchard –el de cereales– que a veces me compraba mi mamá cuando iba a hacer los mandados.

Narraba una relación infantil con el tiempo y con el deseo: no mordía el Suchard, no lo masticaba. Me privaba de escarbarme el chocolate en las encías, de hacer explotar el cereal entre los dientes, de saborearlo en toda su intensidad. Prefería hacerlo durar la media hora que duraba Piluso. Lo lamía. Lentamente, ablandando con la lengua el chocolate por sus cuatro extremos. Gozando discretamente el desprendimiento de alguna pizca que cediera ante mi lengua. "No era la lamida del Suchard trampa, sino estrategia", describía en esa nota. Y seguía: "Ahora, escribiéndolo, creo que esa maniobra dilatoria de la lamida sería una clave para vérmelas después con otras cosas que me gustan y pueden terminarse".

Allí también citaba un párrafo del capítulo 7 de Madame Bovary, que es el que luego descubrí que me remitía a la ternura y a la piedad que – como Emma – me despertó mi madre cuando la pude reenfocar como una mujer insatisfecha:

Pensaba a veces que aquellos eran, sin embargo, los días más felices de su vida, la luna de miel, como la gente la llamaba. Para saborear sus dulzuras seguramente habría que haber puesto el rumbo hacia esos países de nombre sonoro donde los días que siguen a la boda propician la más suave languidez. En sillas de posta bajo cortinitas de seda azul, se sube al paso por senderos escarpados, mientras se escucha la canción del cochero que deja su eco entre las montañas. Por la noche, solos los novios, con los dedos entrelazados, hacen proyectos mirando las estrellas. Le parecía que en algún sitio de la tierra se tenía que dar la felicidad, como una planta oriunda de aquel suelo y que en cualquier otro lugar prospera mal. Hubiera deseado tal vez poder hacerle a alguien aquellas confidencias, pero ¿cómo podría hablar de un malestar inaprensible que cambia de apariencia como las nubes y forma remolinos como el viento?

Emma estaba descubriendo en su luna de miel que las cosas no eran como "la gente" las contaba. Descubría que ella jamás viajaría a esos países de nombre sonoro en los que la felicidad florece espontáneamente, como una planta autóctona. Que ella llevaba dentro de sí la ilusión inabarcable por esos países que no eran territorios externos, sino internos, lugares de sí que le estaban vedados. Descubría que esa ilusión, ubicada en un lugar preciso de su cuerpo, se ahondaba a medida que la vida iba transcurriendo, como ahora, que se había casado con el médico de un pueblo más grande que el suyo. Ya no era una joven casi campesina, atada a lo rústico, condenada a la exclusiva alegría de la sencillez. Había tenido un golpe de suerte y era la mujer de un médico. Y aun así, ascendida, su ascesis estaba aún más lejos. Descubría que esa ilusión, mientras se ahondaba, se iba frustrando. Porque ella no sentía nada de lo que "la gente" decía que pasaba cuando se estaba de luna de miel. No era su vida la que ella quería vivir, sino la de otra que no era nadie, pero habitaba en un lugar preciso de su cuerpo. En Emma, esa ansiedad, esa palpitación, la provocaba el deseo de ser amada apasionadamente por un hombre rico y cultivado, que le devolviera el espejo de ella en ese estado de refinamiento. Ese deseo nunca fue satisfecho pero –incluso si lo hubiera sido– no habría garantizado que Emma pudiera sentir felicidad. Porque ella misma no era un país en el que la felicidad crecía.

Quizá eso nos garanticen algunos de nuestros deseos. La frustración. Algunas personas no son capaces de perseguirlos y realizarlos, y viven en la zozobra interna de su represión. Otras se animan, corren riesgos, pero comprueban luego que lo que emprendieron no era "exactamente" lo que deseaban, algo se corre de lugar, no estaba tan lleno como para colmar el vacío. Después de todo, no es algo fácil ser consciente del deseo. El deseo es un pálpito sin texto.

En eso no somos todos iguales. Hay hombres y mujeres más y mejor dotados para la felicidad. Hay otros que extrañan toda la vida lo que nunca tuvieron. Y eso toma formas diversas en los ánimos. A veces de parquedad, otras de melancolía, otras de angustia. Pero en las mujeres, en las sucesivas épocas en las que el patriarcado ni siquiera se concebía como algo distinto al granizo o la sequía, y hoy también, el derecho a la felicidad es mucho más esquivo que en los hombres. La abnegación, esa operación emocional y psíquica de hacer retroceder el yo, y aun así mantener en equilibrio los pilares del carácter, no es algo de lo que se salga indemne cuando no es un rasgo personal, sino un destino irrevocable, cuyo desvío provoca culpa.

Claro que esto tiene que ver con que somos las mujeres las que nos embarazamos, las servidoras de la especie. La maternidad merece una parrafada aparte, pero en el patriarcado, que probablemente sea una construcción basada en la envidia, las mujeres hemos llevado adelante con nosotras mismas y con las demás miles de operaciones subjetivas que ubicaban el bien en el acto de postergarse y el mal en atenderse, escucharse y darse valor.

Esos son valores fuertes para los varones, básicamente en el ámbito público. Es la semilla de la ambición: no postergarse y atenderse. Es el camino al éxito. Desplegar todas las potencialidades. En el ámbito doméstico, las mujeres desde hace muchos siglos hacemos lo contrario: resignarnos. Esta palabra es una caja de sorpresas. La resignación leída literalmente es volver a afirmarse de otra manera, cambiar la firma, tener otro nombre, ser otra, una zorra que mira las uvas muy altas y ya no las quiere.

¿Nacimos así? ¿Somos así? ¿Eso es natural? Ya sabemos que no. Lo que no registramos muchas veces es cómo esa postergación del yo hecha carne y repetición a lo largo de toda una vida puede estallar dentro de nosotras. Sabemos poco de esos malestares. Son demasiado íntimos. No se los contamos a nadie. Como Emma.

Si Emma fue Madame Bovary y su historia marca no solo un hito en la novela moderna, sino también en el registro de la psiquis femenina, es porque Emma, la gran descarriada, la buscadora de pureza en el barro, después de todo fue una criatura de acción. Y a las mujeres nos han contado desde el principio de la civilización que existimos para acompañar, nutrir y calmar, no para actuar. No solo Flaubert fue Madame Bovary. Emma era una insatisfecha, pero no porque le faltara algo, sino porque le sobraba lo real.

Así también fue mi madre. Olga no pudo explorarse y descubrir que ella misma era la tierra fértil en la que esa planta de la felicidad podía tener chance, pero que el abono debía provenir de otras renuncias, de otras decisiones prescindentes de la opinión generalizada sobre el goce. No se animó a ser menos esposa y menos madre, y eso la enojó siempre. Parecía vivir reaccionando permanentemente contra alguna clase de injusticia. Es probable que eso fuera cierto.

EL DÍA DEL TRABAJO


sábado 30 de abril de 2016


EL DÍA DEL TRABAJO


HISTÓRICA MOVILIZACIÓN CONJUNTA DE LAS CENTRALES  

OBRERAS CONTRA LAS POLÍTICAS DEL GOBIERNO DE  

MAURICIO MACRI

"Estamos preparados para pelear"


Las CGT y las CTA se reunieron por primera vez en un multitudinario acto frente al Monumento al Trabajo. Plantearon un reclamo de cinco puntos y advirtieron que si no se producen cambios harán medidas de fuerza.
Las centrales prepararon un documento con duras críticas al 
gobierno de Mauricio Macri.



Por     Nicolás Lantos

La convocatoria del movimiento obrero organizado en vísperas del Día de los Trabajadores aglutinó a prácticamente todo el arco político opositor y convocó a cientos de miles de personas a la calle para transformarse en la primera advertencia seria al gobierno nacional, durante su quinto mes de administración. Ayer, cuatro centrales sindicales más el peronismo en pleno, sus aliados en el Frente para la Victoria, las organizaciones sociales y políticas más convocantes del país y algunos partidos de izquierda coincidieron para manifestar su repudio a las políticas económicas y sociales llevadas adelante por la administración que encabeza Mauricio Macri y amenazaron con escalar el plan de lucha e incluso hacer un paro general en caso de que no se tomen medidas inmediatas para paliar la situación social y económica.

En la misma semana que la oposición en el Senado dio media sanción, con más de dos tercios de los votos, a una ley de emergencia ocupacional que es rechazada por el Gobierno, el mensaje fue claro: si no hay en el corto plazo medidas concretas y que sirvan para paliar la drástica pérdida de poder adquisitivo y el creciente desempleo, el Presidente deberá enfrentar un escenario de alta conflictividad social y eventualmente un paro general en el primer semestre de su gobierno. "Estamos dispuestos a contribuir pero queremos que se nos respete", planteó el secretario general de la CGT Azopardo, el camionero Hugo Moyano, último orador del acto. La alternativa fue tácita y la dejó flotando en el aire: "Si no hay respuesta...".

Los focos fueron para Moyano, Antonio Caló, Hugo Yasky y Pablo Micheli, secretarios generales de las dos CGT y las dos CTA: las cuatro principales centrales obreras en el atomizado mapa gremial argentino. Pocas horas antes se bajó del convite, sin elegancia, el gastronómico Luis Barrionuevo, quien desde hace más de una década encabeza la CGT Azul y Blanca, una central chica conformada por gremios menores. Un acto aparte organizado a último momento para salir del paso no logró disimular el motivo de su ausencia, y el 1º de mayo compartirá un locro con Macri (ver página 9).

La ausencia de la Celeste y Blanca barrionuevista y de un sector del Movimiento de Acción Sindical Argentino, que encabeza el poderoso gremio metalmecánico Smata -que igualmente ayer dio a conocer un comunicado con duras críticas al Gobierno- no alcanzó para hacer mella entre los organizadores de la multitudinaria movilización de ayer, que durante todo el acto hablaron de "las cinco centrales obreras". Incluso Caló llegó a ponerle fecha a la siempre prometida unificación de la CGT: el 22 de agosto, en un nuevo aniversario del Renunciamiento Histórico de Eva Perón, cuando se celebre el próximo congreso nacional de esa organización. En la CTA todavía no hay fecha pero ya hay charlas entre los dos sectores para normalizar ese espacio.

Cerca del escenario se soplaba que el nombre elegido para la lista de unidad era Juan Carlos Schmid, de Dragado y Balizamiento y hombre de confianza de Moyano, y que por eso fue elegido para leer el documento que confeccionaron las cuatro centrales en conjunto al comienzo del acto, minutos después de las tres de la tarde y cuando las nubes se abrieron paso para dejar pasar, por un rato, el sol, que dio calor a la multitud abrigada que desbordó las avenidas Independencia y Paseo Colón. Los organizadores calcularon la asistencia en 350 mil personas.

Las principales columnas fueron las de los sindicatos más poderosos: la verde, de Camioneros, justo frente al escenario y estirándose por varias cuadras por Independencia; la azul de la UOM; la de la Uocra con sus banderas de color amarillo fluorescente apostados sobre Colón de espaldas a la Casa Rosada; la de ATE, blanca y verde, junto al resto de la CTA, blanca y azul, del otro lado, como siguiendo camino hacia Parque Lezama. También se veían las columnas de gremios como Luz y Fuerza, el Suterh, los textiles y los de subterráneos.Contra el cielo cambiante flotaban los clásicos inflables con siglas trabalenguas cuyo significado preciso pocos conocen.

Pero la convocatoria excedía largamente el ámbito sindical, y hubo aportes importantes de sectores del PJ, organizaciones kirchneristas y hasta partidos que forman parte del Frente de Izquierda y los Trabajadores. También fue la presentación en sociedad de la Central de Trabajadores de la Economía Popular, una iniciativa del Movimiento Evita para representar a trabajadores informales y de cooperativas. La diversidad de la convocatoria quedó en evidencia cuando al comienzo del acto algunos aprovecharon el minuto de silencio en memoria de "quienes dejaron su vida luchando por los trabajadores, como Rucci, Eva y Perón" para entonar el ya célebre "Vamos a volver".

Más allá de eso no hubo incidentes y el acto se desarrolló con normalidad. Antes de las tres de la tarde, hora señalada, mientras las columnas se enredaban por las callejuelas de San Telmo para confluir frente a la Facultad de Ingeniería y el Monumento al Trabajo, los principales dirigentes hicieron quincho en el edificio histórico de la CGT sobre la calle Azopardo, a una cuadra de ahí. Moyano, Yasky, Caló, Micheli, el estatal Andrés Rodríguez, el judicial Julio Piumato, el docente Roberto Baradel, el canillita Omar Plaini y, un colado, el senador correntino Nito Artaza fueron algunos de los que participaron de esa tertulia.

Ya en el escenario, Schmid leyó el documento que plantea al gobierno cinco puntos: emergencia ocupacional, impuesto a las ganancias, asignaciones familiares, 82 por ciento móvil, derecho a huelga sin aplicación del protocolo de seguridad y la no intromisión del gobierno en la vida sindical. Luego fue el turno para los cuatro secretarios generales, aunque los primeros tres fueron breves y concretos y Moyano, que estuvo a cargo del cierre, se extendió un poco más con un discurso de tono más político.

Cuatro discursos

El primero fue Micheli, que destacó que los dirigentes hayan sido "capaces de dejar de lado por un momento las diferencias para defender a los trabajadores" ante los avances del gobierno PRO. El titular de la CTA Autónoma destacó el proyecto de ley de emergencia ocupacional y advirtió que si el Presidente la rechaza se va a "agudizar la lucha" y habrá paro general. También apuntó contra la política económica: "Dice que después de julio la inflación va a bajar a un punto pero es una expresión de deseo, no es un dato de la realidad. No es cierto que tenga un plan para cambiar esto, el plan que tienen es que la crisis la sigan pagando los trabajadores y el pueblo".

A continuación, Yasky sostuvo que ayer comenzó "una historia distinta" y que la marcha de las cuatro centrales "va a pasar a la historia" por haber cambiado el rumbo del gobierno de Macri. "No queremos volver a ver en las escuelas a los pibes pidiendo un plato de comida, no queremos volver a ver a compañeros revolviendo un tacho de basura", indicó el docente que conduce la CTA de los Trabajadores, que también destacó que "si bien es importante" la "mesa de unidad" entre las cúpulas sindicales, "es más importante ver al pueblo en estas calles que demuestran la unidad y la voluntad de lucha".

Caló, presentado en una pequeña victoria de nomenclatura de Moyano como secretario general de la CGT Alsina, dio la noticia del día al anunciar la fecha de la reunificación de "las tres CGT". Ignorando la ausencia barrionuevista, el flamante vicepresidente segundo del PJ señaló que el 6 de junio se llevará a cabo una reunión del Comité Central de la confederación y que el 22 de agosto se realizará el Congreso Nacional en el que se reunificará la central obrera, si todo sale según está previsto.

Moyano, encargado de cerrar la tarde, comenzó amonestando a las gobernadoras de Tierra del Fuego, Rosana Bertone, y Santa Cruz, Alicia Kirchner, por los conflictos que hay en esas provincias. También se dio tiempo de comentar el problema de la aplicación Uber contra los taxistas, que enmarcó como un caso de "precarización laboral, que es la nueva flexibilización". El dirigente camionero, presentado como secretario general de la CGT, a secas, destacó que "los intereses de los trabajadores están por encima de los dirigentes" y celebró la presencia de "sectores sociales y políticos" en la marcha.

"Lo importante es que los que queremos defender los derechos de los trabajadores estemos todos juntos", agregó Moyano, en una involuntaria cita al discurso de Cristina Fernández de Kirchner frente Comodoro Py, a comienzos de este mes. "No somos enemigos del gobierno, sino de las políticas que lleva este gobierno en contra de los trabajadores", definió el dirigente. "Quien se ponga enfrente de los trabajadores lo vamos a enfrentar. Estamos preparados para pelear hasta las últimas consecuencias".














Un documento con reclamos



Ley de emergencia ocupacional, la derogación del Impuesto a las Ganancias, la universalización de las asignaciones familiares, el 82 por ciento móvil para los jubilados, el derecho a huelga sin limitación por parte del protocolo de seguridad y la no intromisión del gobierno en la vida sindical son los seis puntos que tiene el documento que firmaron ayer las cuatro centrales obreras más importantes con la amenaza de escalar la conflictividad laboral y social en caso de que sean deoídos por el gobierno nacional.

"Unidad para la justicia social" es el nombre del texto planteado por el moyanismo y que, con el visto bueno de los otros tres sectores que oficiaron ayer de anfitriones del multitudinario acto frente al monumento del Trabajo, fue leído al comienzo de la ceremonia por Juan Carlos Schmid, el lugarteniente de Hugo Moyano que podría ser la prenda de unidad para encabezar la futura CGT unificada si es que el camionero no puede reclamar ese lugar para él.

"El movimiento obrero organizado unido se moviliza después de tanto tiempo para expresar en las calles que el pueblo argentino sigue con inocultable preocupación las medidas económicas hasta aquí aplicadas" por el gobierno nacional, comienza el texto, sin anestesia. "La CGT observa con preocupación la política de shock dispuesta por el actual Gobierno. Las medidas hasta aquí adoptadas, siguen atentando contra el poder adquisitivo y profundizan las necesidades de los sectores populares", agrega.

"La caída de la actividad económica golpea a nuestros compañeros, tanto públicos como privados donde más de 50.000 empleos se han perdido en este último trimestre", plantea el documento, que promete llevar el reclamo al Congreso "para que el Parlamento argentino, trate la emergencia ocupacional con la finalidad de impedir cualquier política que genere la pérdida de puestos de trabajo".

A continuación destaca que "la promesa de campaña de Macri de que el trabajo no es ganancia, ha sido incumplida" y que ante ese incumplimiento también harán llegar "a los representantes legislativos el reclamo de una pronta modificación de la normativa vigente"y advierte sobre la situación vulnerable de los trabajadores ante el conjunto de medidas económicas tomadas por el gobierno en sus primeros meses.

Resulta "urgente adoptar medidas de naturaleza socioeconómicas para que las soluciones no se dejen libradas al mercado o a promesas de derrame de la riqueza, sino que la política económica y social gire alrededor de una expresión que evite la consolidación de una solución empresaria para los problemas de los argentinos", concluye el comunicado.














PANORAMA POLÍTICO

El avión y el aluvión

Imágenes: Bernardino Avila.



Por    LUIS BRUSCHTEIN



Mucha gente otra vez. El gobierno de Macri moviliza a los peronistas más que los gobiernos peronistas. Gente por todos lados en el acto de las centrales obreras en Paseo Colón, un acto diferente al de los derechos humanos del 24 de marzo, como fue también diferente el de Comodoro Py el 13 de abril. Mucha gente movilizada en cuatro meses. Cambia parte del público y otro se comparte. En todos hubo seres humanos, expectativas, miedos o broncas que no figuran en Clarín o La Nación, es mucha gente que no aparece en la tele ni en las encuestas. Gente que no existe para intelectuales o creyentes de un espectáculo monopolizado por el show Lázaro Báez y la insólita búsqueda del tesoro kirchnerista enterrado en la Patagonia.

Ni siquiera comparten la pantalla. La estrategia de los medios oficialistas ha sido inundarla con las villanías de Lázaro Báez para tapar una crisis que se escurre por zonas invisibilizadas o que se trata de invisibilizar. La velocidad con que el gobierno conservador ha tomado las medidas económicas se quiso interpretar como demostración de fuerza. Pero, en realidad, ha sido expresión de debilidad. Un gobierno fuerte busca tiempos más políticos. Uno débil tiene que ejecutar todo lo que pueda antes de perder la fuerza que ganó en las urnas. El gobierno deja entrever una apuesta al borde del abismo: "Este es el peor momento, en el segundo semestre se verán los beneficios". Esperan que baje la inflación. Pero su política antiinflacionaria es a costa de los trabajadores, de su estabilidad laboral y de la capacidad adquisitiva. Cuando baje la inflación (si es que sucede) será porque los trabajadores estarán en su peor momento, del cual será difícil recuperarse porque habrán cerrado fuentes de trabajo y el salario habrá quedado muy atrasado. El acto en Paseo Colón demostró que ni las aventuras del fiscal Marijuán en Santa Cruz alcanzan a tapar el temor que despertaron las medidas económicas.

Fue el acto sindical más grande de los últimos 20 años por lo menos. Independencia estaba repleta hasta la 9 de Julio. Y varias cuadras de Paseo Colón hacia los costados del escenario, también. Un aluvión de Camioneros, Uocra, ATE, UPCN y Suteba en las columnas más nutridas, pero hubo presencia de todos los sindicatos incluyendo el de serenos de buques. Con este acto, los gremios han recuperado un protagonismo que había retrocedido desde los años 90.

Analistas PRO, medio PRO o algo PRO siguen con las encuestas que dan imagen favorable al gobierno. O las encuestas no consultan a todas estas personas o leen mal los resultados. Para la gran mayoría de los argentinos la principal preocupación es la inflación y el trabajo. No una o la otra, sino las dos. Y no está instalado por ninguna campaña mediática como sucede en otros temas como la inseguridad que ahora visiblemente ha sido erradicado de las ediciones y de las prioridades. En la cabeza de la gente se enquistó el dúo inflación y trabajo. En sectores humildes, medios y más arriba también. Hay nubarrones para cualquier clima de negocios, menos para los grandes capitales que tienen espalda para aguantar el sacudón y ocupar el espacio de los chicos. Es el horizonte más probable. En ese brusco retorno de millones de argentinos a la pobreza y el desempleo, la única apuesta que puede existir, por parte del que ha promovido ese escenario, es dividir o comprar a la oposición y acorralar al que se quiera instalar como alternativa. Claramente y a pesar de sus límites, es donde trata de instalarse el kirchnerismo y claramente también es la estrategia para dividirlo y aislarlo. Hay variantes de corto aliento, como el millón de soluciones de vivienda que prometió el gobierno el jueves, de los cuales, la mitad son créditos por quince mil pesos. No alcanzan ni para una puerta, pero le van a servir para punterear en las villas y competir con los movimientos sociales.

Cuanto más se desgasta más se cierra el espacio de maniobra. Hay un tiempo de desgaste del oficialismo que ha sido muy rápido, más que el de la oposición para generar una alternativa. Esos son tiempos más lentos. En esa diferencia de tiempos, el desgaste del oficialismo todavía no puede ser capitalizado por algún sector de la oposición. Se los puede enumerar según la distancia con el gobierno: el progresismo antiperonista, el massismo, ahora el sindicalismo, y el más lejano, el kirchnerismo. Sacando los primeros, los demás son más o menos peronistas. Hay una zona impenetrable en el corazón del macrismo, en las clases altas y en un sector de las clases medias que es irreductible y que se convierte en la esencia de un microclima que los medios y algunas encuestadoras tratan de extender al resto de la sociedad. Esa zona puede ser importante, pero es una minoría muy representada por los que patotearon a Carlos Zannini en un avión. En el resto hay preocupación y a medida que el malestar aumente, la distancia con el gobierno será mayor e irá beneficiando al opositor que se encuentre en la distancia adecuada. Parece una cuestión geométrica, pero en realidad se trata de contenidos. Los que están más cerca, no solamente lo hacen por los beneficios de esa cercanía, sino también porque tienen más expectativa en el funcionamiento de estas políticas. En su intento por acorralar al kirchnerismo, el macrismo lo convirtió también en el principal interlocutor de oposición.

Este malestar con las medidas económicas del gobierno, que no aparece en la información de los medios corporativos ni en las encuestas, impulsó las conversaciones para reunificar las dos CTA. Y Antonio Caló anunció ayer que el 22 de agosto se realizará un Congreso para reunificar a las CGT, donde es probable que se incorporen los gremios que maneja Luis Barrionuevo. Hay un trasfondo de malestar en las bases que presiona sobre esos procesos. En el caso de la izquierda no hay mucha diferencia entre lo que moviliza y su base social. Pero una concentración como la de ayer, con sus cientos de miles de personas, es una punta de iceberg. En esa concentración está representado un entorno social mucho más amplio donde prima la preocupación por las medidas del gobierno. Puede decirse que era predominante la imagen positiva del gobierno en el avión de American, donde el empresario Leandro Liberman, el abogado Juan Manuel Parafita y el patovica Claudio Palumbo hostigaron a Zannini. Entre los que participaron en el aluvión humano de ayer, la imagen de Macri es mala. Pero en los medios, la que sobresale, la que promueven, es la de los tres cobardes del avión.

Son comparaciones: un aluvión, el acto del movimiento obrero de ayer, por un lado, y el avión de American, por el otro. Son dos climas, uno favorable al gobierno, que ha sido muy difundido, y otro muy crítico pero que nunca se revela en las encuestas ni en la información de los medios oficialistas. Pareciera que todo el mundo está feliz con tarifazos y despidos masivos. En el universo de esos medios manda Macri y la especulación con el dólar que arruinó el salario de los trabajadores o la millonaria fuga de divisas más la evasión de impuestos en off shore, son rebusques honorables y no delitos graves de corrupción como en todo el mundo. Después de los Panama Papers, en el exterior empiezan a definir al presidente como el Berlusconi argentino.

El principal factor que produjo el acto de ayer – el primero que realizan en conjunto las cinco agrupaciones en que está dividido el movimiento obrero – es que las bases que se movilizaron tampoco le dan demasiada importancia a las diferencias que pueda haber entre los dirigentes. Están más enfocadas en resolver los problemas que les plantea el nuevo gobierno. Descreen de la mejora que les prometen para el segundo semestre y piensan que la situación empeorará para ellos. Al principio Moyano se había mostrado conciliador con el macrismo e incluso participó en algunas de sus reuniones públicas. Le pesaba más su disputa con el kirchnerismo y asumía una cercanía con el oficialismo parecida a la del massismo. El acto de ayer lo aleja del gobierno y lo pone en un territorio donde el massismo no existe y ni siquiera mandó una adhesión, como sí lo hicieron el PJ y bloques legislativos del Frente para la Victoria. Al mismo tiempo le devuelve un protagonismo en el terreno sindical, que había disminuido por las divisiones y por sus choques con Cristina Kirchner. El contenido fuertemente político del acto de ayer no quita que haya sido un acto esencialmente gremial que no tiene dueño político. Tampoco implica que las diferencias entre las centrales haya sido saldada. Pero la convocatoria tan masiva impacta en esos dos procesos limando asperezas y dibujando espacios comunes.



















CADA COLUMNA GREMIAL SE DISTINGUIÓ CON GORROS Y  

BANDERAS Y TODOS MARCHARON JUNTOS CONTRA EL  

AJUSTE Y LOS DESPIDOS

"Se necesitaban los muchachos en la calle"


Juan Carlos Schmid entusiasmó con "más de 350 mil trabajadores". Frente al monumento Canto al Trabajo una multitud reclamaba contra los cientos de miles de despidos y se entusiasmaba con "la presencia unida" de todo el movimiento obrero.

Las avenidas Belgrano, Independencia, San Juan, Garay y Brasil 
fueron desbordadas por la multitud.



Por     Ailín Bullentini


La jornada de protesta por las políticas de ajuste del gobierno nacional estuvo signada por la confluencia de las centrales obreras y una asistencia de trabajadores y trabajadoras que desbordó las calles que rodean el monumento Canto al Trabajo. La presencia de centenas de miles encendió en muchos de ellos y ellas la esperanza de "un movimiento obrero unificado".
Las avenidas Belgrano, Independencia, San Juan, Garay y Brasil fueron las arterias por las que el torrente de movimientos sindicales y sociales circuló con dirección al epicentro: el monumento al trabajador. Allí, sobre la avenida Paseo Colón y de espaldas a las escalinatas de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires el escenario desde donde los dirigentes de las dos CGT y las dos CTA ofrecieron las arengas con las que clausuraron la jornada contuvo el caudal de manifestantes que se fue agolpando de a poco, cerca del mediodía.

Las multitudes

"Más de 350 mil trabajadores", anunció desde el micrófono el titular del gremio de Dragado y Balizamiento, Juan Carlos Schmid. Todavía no eran las 16. Schmid leyó el documento consensuado y las calles lo celebraron. La masividad de la asistencia, tema obligado en todos los comentarios, así como la convocatoria conjunta de centrales obreras que durante los últimos tiempos no solo estuvieron separadas entre sí sino que también sufrieron rupturas internas fueron los puntos que la calificaron como "histórica" en el análisis posterior. Sin embargo, las calles, los cuerpos e incluso el aire, ocupado con globos inflables gigantes con el nombre de diferentes organizaciones – Uocra, Sadop, CGT, entre otros – ayer fueron territorios de disputa identitaria. Cada colectivo marchó ataviado con gorros, remeras, camperas o chalecos con el nombre del sindicato o agrupación que los aúna. A excepción del Frente de Izquierda, que reclamó un paro nacional en grandes letras negras, las organizaciones no dijeron más que su nombre en las banderas que portaron. El gol lo anotó el sindicato de Panaderos, que enarboló la mitad de la fachada de la facultad con una gigante tela celeste y blanca con una leyenda que marcó presencia nomás. A unos edificios de distancia, UPCN intentó lo suyo.
Había que buscar finamente a los autoconvocados, que los había, pero en bastante menor medida que en otras movilizaciones populares. Hugo y Ernesto se ubicaron en el escalón de una fachada comercial de Independencia, a metros de Paseo Colón. Son jubilados, pero supieron ser panaderos y participar del gremio. "Ojalá el reclamo prenda. Se necesitaban los muchachos en la calle", apuntó Ernesto, con la vista puesta en un pogo de una decena de camioneros que se había armado ahí nomás, entre carros de choripán y baños químicos bastante poco usados por los "muchachos".

Inquietas

Hasta la 9 de Julio, Independencia quedó gobernada por Camioneros, quienes protegieron a la organización sindical liderada por Andrés Rodríguez UPCN, refugiada entre Perú y Bolívar. La disputa con ATE por la representación de los empleados públicos no está en su mejor momento, luego de que se le endilgue a UPCN una ausencia marcada en el reclamo por los recientes despidos en las diferentes carteras del Ejecutivo nacional. Las columnas de trabajadores que marcharon ayer con ATE miraron con recelo la enorme bandera que los que los "abandonaron en la lucha" colgaron de la fachada de uno de los edificios cercanos al escenario. "No les da vergüenza. Ni aparecieron en todo el conflicto, fueron los primeros en arreglar con los nuevos funcionarios y hoy aparecen acá a pedir por los derechos de los trabajadores", se descargó Aníbal, un empleado público que "por suerte" resiste en su puesto de trabajo en el Ejecutivo nacional.
Del otro lado de la 9 de Julio, Independencia fue territorio de organizaciones sociales y sindicales de izquierda del Encuentro de los Pueblos. La columna de los colectivos gremiales representados en el Frente de Izquierda, tras una bandera sostenida por sus principales dirigentes políticos, avanzó por Paseo Colón desde Hipólito Yrigoyen.
El ala norte de la principal avenida del Bajo porteño se repartió entre centros de estudiantes universitarios, el rojo del Nuevo Mas y el amarillo fluorescente de la Uocra. El ala sur fue territorio de los obreros textiles, de la Federación de Obreros y Empleados de la Industria del Papel, de la CTA y de ATE. "Los trabajadores públicos estamos siendo víctimas de un Gobierno que no quiere un Estado activo", puntualizó Paula Enz, que se desempeña en el área de Salud y ejemplificó el "abandono" que sufre con sus compañeros integrantes del Programa Organización Comunitaria en Salud: "Sin tareas, destinados más de 40 personas a una oficina en donde caben diez, yendo a cumplir horario ocho horas sentados en el piso desde hace cuatro meses". Con uno de los pilares de la bandera de Ate Salud en la mano rescató que "si bien cada gremio tiene su problemática, acá los unifica la defensa de lo popular y de los derechos de los trabajadores".
Desde el extremo sur de la ciudad, más temprano, ingresó la Asociación Bancaria, que pisó la calle tras cerrar una de las negociaciones paritarias más auspiciosas de los últimos meses: 33 por ciento de aumento con posibilidad de revisión "si la inflación supera esa cifra" y la reincorporación de todos los despedidos de los bancos Central y Provincia. "Por la coyuntura se necesita la fuerza de los trabajadores juntos y unidos, esperábamos una manifestación con todas las centrales gremiales en la calle", opinó Victoria Prado, una de las integrantes de la Comisión de Cesanteados del Banco Central que desde el lunes volverá a su puesto de trabajo. Para ella, quien destacó la labor de "la Bancaria" en el conflicto que les permitió recuperar el trabajo, "la unidad es muy importante para que el movimiento de trabajadores pueda imponer políticas públicas que no sean las de los poderes económicos". Al final de ese extremo de la avenida quedaron Barrios de Pie, la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular y la Federación Universitaria Buenos Aires.








OPINIÓN

Un acto monumental


Por     Mario Wainfeld


El Monumento Canto al Trabajo está emplazado en el cruce de las anchas avenidas Independencia y Paseo Colón. El palco estaba de frente a la primera. Los manifestantes que colmaban cuadras y cuadras podían ver detrás la gigantesca Facultad de Ingeniería y al fondo una torreta del edificio de la CGT identificable por la sigla con una despintada bandera celeste y blanca.

La sede histórica de la Central está en Azopardo, la primera paralela después de Paseo Colón. Hugo Moyano, a quien se le reconoció primacía, eligió el lugar, ahorrándole al gobierno una movilización en Plaza de Mayo o, así más no fuera, en el Congreso.

La multitud no mosqueó, fatigó las avenidas. El otoño porteño, años ha, prodigaba innumerables días lindos, frescos, soleados. Hablamos de antes del cambio climático. Ayer, como en tantas otras facetas, retomó las costumbres de viejos, buenos tiempos.



Buenos Aires tiene un trazado sencillo, inteligible, legado de la tradición colonial. Las calles son rectas, las cuadras miden cien metros. Cada cuatro o cinco hay una avenida. Algunos barrios, pocas diagonales alteran el diseño, son excepciones.

El borde de la Plaza de Mayo está a cuatro cuadras de Paseo Colón y a ocho de Independencia, redondeando. Dos horas antes de la fijada para los discursos una mujer con pechera de ATE preguntaba "¿adónde es el acto?". Cuando se va a la cancha, se sabe: hay unanimidad en el rumbo elegido. Ayer, temprano, columnas o peatones desconcertaban: se entrecruzaban buscando seguramente el lugar de cita. Toda la jornada fue una romería en las avenidas y en las calles aledañas. La desconcentración empezó antes de los discursos.



El cronista se arrima al palco y luego camina en sentido opuesto a la oleada humana. El ojímetro registra a la clase trabajadora hecha cuerpos. Si se afina la medición, a riesgo de ser más falible, más hombres que mujeres aunque la proporción varía según el sindicato. Las representaciones de los territorios llegan con más paridad de género.

Laburantes desde ya... ¿Cuántos pagarán Impuesto a las Ganancias? Una minoría, marca el ojímetro, sin arriesgar mucho.

Sin un dron, ni un helicóptero, a pura infantería, se renuncia al inventario de todas las columnas. Muchísimas, con marcada hegemonía gremial.

La vastedad del movimiento obrero se expresa en las siglas: la Uocra, Camioneros y UPCN abarcan cuadras y cuadras, las dos CTA se dejan ver y oír.

Los sindicatos se identifican y autocelebran con cánticos sencillos, clásicos. "Olé, olé, olé, olé, oleé, olée, olá" entonan un montón. "Oh, Luz y Fuerza"... los compañeros expertos en percusión son vanguardia. "Sos un sentimiento". La orquesta lleva bombos, redoblantes, tambores, algún platillo. "No puedo paraar". El cronista cuenta los músicos, llega a cien y para. ¿Quién le va a creer? Créame, por favor, se midieron con el ábaco digital.



En el aire había olor a pólvora, exclusivo producto de petardos, bombas de estruendo y cuetes. Optamos por la escritura fonética retomando enseñanzas de Domingo Faustino Sarmiento y deslices de Jorge Luis Borges, formulados con libertá.

Es un acto tranqui, la gente se disemina en las laterales. Es un acto opositor, se escuchan consignas contra (el presidente Mauricio) Macri.

La policía brilla por su ausencia, casi absoluta. Ha de ser difícil cumplir con el protocolo de la ministra Patricia Bullrich y estipular de antemano el número de asistentes. Una masa, ministra. Ambulancias al costado, las provee "Sanidad".



"¿Cuántos somos?" es la pregunta consabida en cualquier acto. El interés cuantitativo se complementa con uno histórico: "¿desde cuándo no se vive una convocatoria con todas las vertientes del movimiento obrero?".

La división de la CTA ocurrió en la etapa kirchnerista. La coexistencia de dos CGT no es pura novedad. La suma de cuatro expresa una fragmentación excesiva, que no se corresponde con representación de sectores.

Todas las vertientes del peronismo, las centrales autónomas, expresiones de la izquierda... La Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) que aspira a representar a la enorme cantidad de informales también cubre varias cuadras.

El mapa de la clase trabajadora es otro, distinto a los 90 o a los años dorados (1945-1975). De cualquier forma, para dar con una convocatoria comparable en contextos muy diferentes habría que remontarse al apogeo de Saúl Ubaldini, durante la presidencia de Raúl Alfonsín y el primer tramo de Carlos Menem. Los ochenta, los primeros noventa.

Insinuamos que no se congrega un abanico tan amplio desde hace un cuarto de siglo: se aceptan debates y disquisiciones.



Hay micro emprendedores en calles chicas con una oferta alimenticia nac & pop. Algunos se colocan a diez cuadras, no en línea recta. El olfato les indica que venderán, la demanda parece darles razón.

En la pituitaria del cronista ranquean alto bondiolas fragantes seguramente dispensadas de controles del Estado, siempre enojosas. Y las hamburguesas sin marca con un huevo candente encima. Por sentido del deber profesional y auto preservación se auto reprime. Promete clavarse una hamburguesa a medio caballo con chimichurri en la próxima marcha. No ha de tardar mucho si el macrismo sigue obcecado con la política económica "market friendly" y "pro ricos".



En casi todas estas tenidas la procesión, el pueblo, los cánticos y la liturgia son más interesantes que el sermón. De cualquier manera, hubo contenido en los discursos, de diferente nivel.

Hugo Yasky, el expositor más dotado, y Pablo Micheli interpelaron frontalmente al gobierno: un paro responderá al eventual y factible veto a la ley antidespidos. Movilizaciones frente al Congreso se lo harán saber de cerca a los legisladores.

El metalúrgico Antonio Caló quedó por debajo del marco. Anunció la inminente reunificación de la CGT sin mística ni elocuencia.

Moyano es un autodidacta inteligente, de cuna humilde, formado desde abajo, aunque ha recorrido un largo camino ascendente. Elige su registro: no se "saca" ni se posesiona cuando supone que no le conviene. "Cuidó" al presidente. Enalteció a los trabajadores, cuestionó la política oficial, fue cauto para comprometerse en acciones futuras. Su verbo se ubicó en las antípodas de sus años de oficialismo kirchnerista y fue notoriamente más considerado que cuando enfrentó a la ex presidenta Cristina Fernández Kirchner. De cualquier modo, marcó distancias respecto del gobierno. Dos campos, si se quiere. Contrapuso a la clase trabajadora con el oficialismo. Un gobierno de ricos versus los humildes. Un planteo sencillo, un buen común denominador.

El documento conjunto que leyó Juan Carlos Schmid, el fiel y cerebral aliado de Moyano, rumbeó para el mismo lado, demarcó mejor las críticas.

La advertencia, todo modo, se expresaba en la calle. ¿Cuántos asistentes habrán votado a Macri en la segunda vuelta? No la mayoría pero sí una cantidad apreciable, ponderemos.



Pancartas inmensas, zepelines de gremios o intendentes o líderes territoriales. La visibilidad es un objeto de deseo.

La muchedumbre matancera camina tras un cartel "Fernando Espinoza conducción. Verónica Magario intendente". El politólogo sueco el que hace su tesis sobre la Argentina le remite fotos por Whatsapp al Decano de Sociales de Estocolmo. Insaciable, el jefe pregunta: "¿qué es más por importante: "¿conducir o ser alcaldesa?". "No es sencillo, profesor, le respondo en unos días" mensajea oral el sueco. La pelirroja progre camina a su lado, canta, grita. Dejó de lado las reservas de "ir a un acto con Moyano". Está de fiesta. La noche del 29 se promete grata. Cambio y fuera, Decano.



Un mercadito con la reja puesta expende Cocas grandes, a granel. Los ciudadanos consumidores practican una cultura híbrida, anota el politólogo. Media cuadra más allá, un morocho hace su agosto vendiendo fernet al hielo. La realidad es compleja, hay que leerla con visión panorámica.

Está en boga debatir si Macri ha disuelto la combatividad de los argentinos. La polémica es interesante, da para más que el final de la crónica. Va un anticipo. El oficialismo supo capitalizar la derrota del Frente para la Victoria, la dispersión lógica ulterior. Se manejó bien con los dirigentes. En las últimas semanas sus políticas re-juntaron a los adversarios.

Es buen ejercicio rememorar la condición de la clase trabajadora a fines del siglo pasado o a principios de éste. La gente de a pie que demandaba en calles y plazas. Cambió, mucho. Los laburantes se ven mejor, con autoestima superior. Han ascendido social y económicamente, en promedio. El macrismo pone en jaque sus conquistas, sus puestos de trabajo y el nivel de ingresos. Se los convocó a la protesta, vaya si se sumaron.

La movilización de ayer es una señal para los diputados que tratarán la ley de emergencia laboral. Y para el gobierno, en particular. La expresan decenas o cientos de miles de trabajadores. En paz, disfrutando del encuentro colectivo pero haciendo notar la majestad del número. La historia continuará.

mwainfeld@pagina12.com.ar








DIRIGENTES DEL PJ, LA CÁMPORA Y EL FIT  

ACOMPAÑARON A LOS TRABAJADORES

Un acto con apoyo opositor


Estuvieron también Scioli, Espinoza, Larroque y Kicillof. Además Del Caño y Bregman. Massa y el Bloque Justicialista, ausentes.
El vice del PJ, Daniel Scioli, junto a trabajadores bancarios.



Por      Sebastian Abrevaya

La multitudinaria movilización de las principales centrales obreras, que por primera vez marcharon juntas contra el gobierno de Mauricio Macri, marcó también un mensaje político hacia adentro del peronismo y el Frente para la Victoria. Las conducciones del PJ nacional, bonaerense y porteño adhirieron a la convocatoria realizada por el Día de los Trabajadores, así como otros movimientos sociales y dirigentes kirchneristas alineados con la conducción de Cristina Fernández, que asistieron al acto frente al monumento Canto al Trabajo. Daniel Scioli, Fernando Espinoza, intendentes bonaerenses y legisladores nacionales se mezclaron entre las distintas columnas y apoyaron el reclamo de los sindicalistas: "Mi solidaridad y acompañamiento a todos los trabajadores y organizaciones gremiales por la gran muestra de unidad", afirmó Scioli. "Vamos a defender el empleo en el Congreso y en la calle junto a los trabajadores. Basta de despidos", afirmó Eduardo "Wado" de Pedro, diputado de La Cámpora. Referentes del Movimiento Evita como Jorge Taiana y Leonardo Grosso ocuparon un lugar en los palcos, a la izquierda del escenario. Sergio Massa no asistió, como tampoco el Bloque Justicialista, aunque algunos de sus integrantes expresaron su adhesión. El Frente de Izquierda marchó pero dejó en claro sus diferencias con las "cúpulas sindicales".

Con el protagonismo concentrado en las cuatro mayores centrales sindicales del país y en los cientos de miles de trabajadores manifestándose en las calles, el grueso de la dirigencia política opositora optó por adoptar un perfil más bajo. El ex gobernador de San Juan y flamante presidente del PJ, José Luis Gioja, había viajado a su provincia la noche anterior, por lo que la delegación peronista estuvo encabezada por Scioli, acompañado por el titular del PJ bonaerense, Fernando Espinoza, los intendentes Verónica Magario (La Matanza), Leonardo Nardini (Malvinas Argentinas), Gustavo Menéndez (Merlo), Marisa Fassi (Cañuelas) y Alberto Descalzo (Ituzaingó), el senador nacional Juan Manuel Abal Medina, la diputada nacional Cristina Alvarez Rodríguez y los legisladores provinciales Gustavo Arrieta y Walter Abarca, entre otros. En ese grupo también estuvo el ex precandidato a gobernador, Julián Domínguez.

"Fue un acto muy contundente. Las centrales han dado un gesto enorme de madurez anteponiendo el reclamo colectivo de terminar con los despidos a históricas y profundas diferencias políticas e ideológicas. En ese sentido le han marcado un camino a la política", señaló Abal Medina. En diálogo con Página/12, el senador remarcó la unidad del FpV-PJ en la aprobación de la declaración de la emergencia ocupacional y llamó a los diputados a seguir ese camino. Espinoza también hizo un llamado a la unidad: "Es un mensaje muy fuerte para la dirigencia política esta gran movilización del pueblo trabajador. Está diciendo claramente: unidos seremos fuertes y organizados invencibles".

Desde el PJ bonaerense evitaron criticar a sindicalistas como Luis Barrionuevo y Gerónimo Venegas, que a último momento decidieron bajarse del acto. Ninguno de los dirigentes de las CGT, Hugo Moyano y Antonio Caló, así como los de la CTA, Hugo Yasky y Pablo Micheli, los cuestionaron. "A lo mejor cometieron un error, ellos no querían la participación de otro tipo de dirigentes que no fueran gremiales pero estoy seguro que van a recapacitar porque acá hay un problema contundente que es el trabajo y el salario y hay que defenderlo", afirmó Magario.

Los grandes ausentes fueron los dirigentes del peronismo más cercano al Gobierno. Algunos de los diputados del Bloque Justicialista como Diego Bossio expresaron su apoyo en las redes sociales: "Si el Congreso aprueba la ley para proteger el empleo y el presidente decide vetarla cometería un grave error político. Tiene que escuchar a los gremios, a los partidos de la oposición y a los 40 millones de argentinos", afirmó Bossio vía Twitter. Mientras tanto el gobernador salteño, Juan Manuel Urtubey, estaba en Estados Unidos celebrando la "reintegración de la Argentina al mundo" junto a la vicepresidenta Gabriela Michetti.

El sector más cercano a la ex presidenta Cristina Fernández también estuvo presente. "Estamos acompañando a los miles de trabajadores que salieron a la calle para defender su dignidad. Por el empleo y el salario, contra el ajuste y los despidos", dijo Mariano Recalde, perdido entre la multitud junto a su padre y jefe del bloque de Diputados del FpV, Héctor Recalde y el ex ministro de Economía, Axel Kicillof, entre otros. Otro que se mezcló entre distintas columnas fue el ex ministro de Trabajo, Carlos Tomada, quien denunció que "todas las medidas que ha tomado el gobierno nacional favorecen a los grupos más poderosos de la economía".

"Hoy es un día muy importante porque las cinco centrales tradicionales y la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular están en la calle defendiendo los derechos de los trabajadores y rechazando las políticas de ajuste y de despidos que impulsa Macri", aseguró Taiana, presidente del Parlasur. El Evita marchó junto a la CTEP con una agenda propia que incluyeron un salario mínimo de 4 mil pesos para trabajadores de programas sociales y el impulso a la ley de emergencia social. En el acto también estuvieron los dirigentes del Frente Grande Adriana Puigross y Eduardo Sigal, el ex embajador ante el Vaticano, Eduardo Valdés, el ex jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra y el líder del Suterh, Víctor Santa María. Pese a sus diferencias internas, el FIT logró reunir a sus dos facciones, el PTS y el PO, detrás de una bandera del sindicalismo combativo. Exigió un paro nacional con movilización como el inicio de un plan de lucha contra el ajuste macrista.









La dilación de Cambiemos


El macrismo no escatima métodos para dilatar el tratamiento en el Congreso de la ley de emergencia ocupacional que suspende los despidos por seis meses y que respaldó todo el arco opositor en el Senado. El proyecto que obtuvo media sanción el miércoles todavía no fue girado a Diputados por la vicepresidenta Gabriela Michetti. El jefe del bloque de Diputados del FpV-PJ, Héctor Recalde, intentó presentar su queja con una nota por la "inexplicable demora" e intimar que se realice en 24 horas, pero la nota fue rechazada en la Mesa de Entradas del Senado y en las oficinas de Michetti y del senador macrista Federico Pinedo. Ayer por la noche, un escribano certificaba el derrotero de la misiva que no llegó a destino.










 OPINIÓN

Luz y sonido


Por     Martín Granovsky

Las cinco centrales obreras no solo demostraron un enorme poder de movilización: marcaron que son la mayor herramienta disponible para canalizar la oposición concreta a medidas del Gobierno. Ya lo habían hecho en el Congreso, cuando juntaron a todas las variantes opositoras para discutir proyectos de ley contra los despidos. Ayer, además, ganaron la calle. Y la ganaron, otra vez, todas las centrales juntas. Las tres que usan la sigla CGT y las dos que usan la sigla CTA.
No hay otra herramienta con igual capacidad de respuesta frente al Poder Ejecutivo y de articulación entre sectores políticos dispersos e incluso enfrentados entre sí.

Los sindicatos se recompusieron en los 12 años de kirchnerismo. Lo hicieron en buena medida por el crecimiento económico y en buena medida por una gimnasia constante que puede sintetizarse en un dato: negociaron y firmaron dos mil convenios colectivos homologados por un Estado que alentó ese marco. Ni siquiera la ruptura entre el gobierno y el sector liderado por Hugo Moyano en 2011 – una ruptura que se revelaría electoralmente letal para el peronismo en 2015 – debilitó el poder de los gremios.

Con Mauricio Macri en la Presidencia el riesgo para los sindicatos era que un escenario de despidos atenuara su potencia. Que el miedo a perder el empleo licuase la fuerza reivindicativa. Cada una de las cinco centrales leyó esa realidad por su cuenta y muy pronto todas entendieron que debían reaccionar antes de sufrir el desgaste. Por eso el vértigo. Todavía Macri no cumplió cinco meses en la Casa Rosada y las centrales trabajan en conjunto hacia la sociedad mientras, de paso, las CGT discuten la unificación orgánica.

La inflación y los despidos son grandes temas de proyección social. Por eso el Gobierno quiere enfrentar al movimiento obrero con las pequeñas y medianas empresas. A Macri lo seduce la idea de que carniceros, textiles o verduleros piensen que se fundirán si hay una ley que les prohíbe despedir empleados por 180 días.

La realidad es distinta. Hoy en ese sector el costo más importante no está dado por la acumulación de recursos para pagar eventuales indemnizaciones. El costo que sienten ya mismo las pymes es el aumento en las facturas de luz. El estallido de tarifas puede derribar un comercio con dos o tres empleados. Peligran las ganancias del dueño y el sueldo de los operarios de una fábrica de pastas o una imprenta de barrio.

El futuro dirá si el peligro que viene de las tarifas acabará unificando a los trabajadores con una franja numerosa de la clase media.

La historia revela que la unificación sucedió en el pasado. Un ejemplo es el movimiento en la zona sur del conurbano, con centro en Avellaneda, que en 1962 se organizó con una consigna: "No pague la luz". La misma consigna se repitió en Mendoza en 1972. Los mendocinos crearon una "Coordinadora Provincial No Pague la Luz" y en los frentes de casas y comercios pusieron carteles de "Yo no pago la luz, ¿y usted?". La CGT local acompañó la protesta con paro y movilización. Como gobernaba una dictadura y el Ejército decidió reprimir las manifestaciones, los trabajadores y la clase media se alzaron en lo que fue conocido desde entonces como "Mendozazo".

Las circunstancias son obviamente diferentes. El país de hoy es una democracia con instituciones que funcionan. Pero la luz puede convertirse, como antes, en un factor común.

Alguien dirá: "Si no pagás la luz te la cortan y chau protesta". Error. En 2004 Alberto Ferrari Etcheberry, un ex funcionario de Raúl Alfonsín que había vivido su exilio en Inglaterra, escribió que cortar la luz sin proceso judicial es lo mismo que hacer justicia por mano propia. La nota completa, con la fundamentación jurídica y el antecedente inglés, puede leerse haciendo click en http://bit.ly/1rondy1. Incluso admitiendo que el kirchnerismo atrasó demasiado las tarifas, si el Gobierno no planifica un nuevo tipo de subsidios, uno que mantenga el que reciben los beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo y lo amplíe a trabajadores y pequeñas empresas, terminará aumentando el malestar que ya se huele en el ambiente. La novedad, desde el acto sindical de ayer, es que ya existe la estructura que puede canalizar las demandas cotidianas y ponerles luz y sonido.

martin.granovsky@gmail.com







OPINIÓN

Abrieron la puerta


Por     Alfredo Zaiat

Durante muchos años el kirchnerismo se enredó en estadísticas de precios acomodadas por el Indec, minimizó el impacto en la percepción social de la inflación, eludió un debate profundo sobre cuáles eran las fuentes de esa tensión y hasta los funcionarios tenían vedado hablar de ese acontecimiento económico. Los aumentos de precios constantes aunque sin espiralizarse condicionaron la discusión económica sin respuestas oficiales convincentes. En un comportamiento espejo, el macrismo está haciendo lo mismo con la ola de despidos. Dibuja números sobre el empleo privado, promete una lluvia de inversiones con creación de empleo y lanza a sus funcionarios a colisionar con el drama sociolaboral de miles de trabajadores diciendo que es una "sensación" (Alfonso Prat Gay), que "no hay despidos" (Marcos Peña) y hasta el más audaz "hay aumento del empleo" (Jorge Triacca). Es un juego arriesgado este relato ficcional: el desempleo es un factor de inestabilidad social bastante mayor que la inflación con generación de empleo del kirchnerismo.

Como no hay datos oficiales confiables con el inédito apagón estadístico del Indec, las cifras de despidos se van construyendo con información proveniente de sindicatos, de los propios trabajadores, de cámaras empresarias y conflictos difundidos por medios de comunicación. El Observatorio del Derecho Social de la CTA-Autónoma relevó que entre el 1º de diciembre y el 4 de marzo de este año hubo 68.563 despidos, de los cuales 37.627 se produjeron en el sector público y 30.936 en el privado. El informe aclara que es un relevamiento de mínima, ya que no incluye las denuncias realizadas por dirigentes sindicales en términos generales ni las pérdidas de puestos de trabajo que no llegan a difundirse públicamente y que, por distintas razones, encuentran mayores obstáculos para ser resistidas sindicalmente.

Otro informe elaborado por el Centro de Economía Política Argentina (CEPA) calculó que en el sector público y privado suman en total 141.542 despidos en el primer trimestre del año, con mayor incidencia en la construcción (mano de obra menos calificada) en la actividad privada, y en las provincias en el ámbito público. Hasta la Unión Industrial Argentina que formó parte del frente empresario en contra de la ley de emergencia ocupacional advirtió que en el primer semestre del año es posible que el sector industrial pierda entre 100.000 y 200.000 empleos.

El gobierno comenzó su gestión presumiendo que estaba eliminando "la grasa militante", "los ñoquis", "el empleo inútil" en el Estado, iniciando una persecución política a trabajadores estatales y además despidiendo en cantidad por el cierre de programas específicos de varios ministerios. Además puso en revisión la totalidad de los contratos de trabajadores que se desempeñaban en planta transitoria y a través de convenios de asistencia técnica con universidades nacionales. Creo el Ministerio de Modernización conducido por Andrés Ibarra que hasta ahora ha actuado como un ministerio de despidos y de agencia colocación laboral en el Estado para familiares y amigos de funcionarios, políticos y allegados al macrismo y radicalismo. Si a las desvinculaciones producidas a nivel nacional se le agregan las efectivizadas en provincias y municipios, la totalidad de los despedidos en el sector públicos supera los 40 mil trabajadores. Los retiros fueron además sin la indemnización correspondiente pese a que la mayoría de los contratados llevaban años ejerciendo tareas en una situación de precariedad laboral.

Este mismo comportamiento está siendo imitado por empresas que se desprenden de personal sin abonar indemnizaciones, estimando que un juicio laboral puede tardar de 3 a 4 años mientras va aliviando sus costos inmediatos y especulando a la vez que un acuerdo-mediación posterior le será menos oneroso. Así el gobierno de Macri con despidos masivos y sin indemnización está indicando a los empresarios cuál es el camino a transitar en relación a la plantilla de personal.

La información disponible de despidos en el sector privado está más dispersa, y mientras continúa el apagón en el Indec sin dar cuenta de la situación del empleo, el Ministerio de Trabajo salió al rescate del resto del gobierno realizando la tarea de adornar el panorama laboral. Distribuyó un informe que pretende demostrar que la economía en lo que va de la gestión Macri no ha destruido puestos de trabajo en el sector privado registrado. Destaca que en febrero pasado con respecto el mes anterior hubo un incremento de 17.972. Como el informe descriptivo no lo menciona, es necesario recorrer los cuadros estadísticos completos para verificar que durante el gobierno de Macri, de diciembre del año pasado a febrero de éste, hubo una pérdida neta de empleo de 19.938. En diciembre la caída fue de 23.156 y en enero 14.754, parcialmente compensada con la cifra de febrero. O sea, el propio Ministerio de Trabajo tiene identificado destrucción de puestos de trabajo.

Esta información proviene de la base de registros administrativos de los sistemas de la seguridad social de la AFIP. Es la misma fuente oficial que desmiente al propio Presidente Mauricio Macri acerca de que no hubo creación de empleo en el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner. Según los datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) desde 2011 se creó empleo formal de manera ininterrumpida. Fueron 440.829 nuevos puestos en blanco desde 2011 y 830.623 desde 2010. Entre 2011 y 2015 el sector privado generó 285.731 puestos, mientras que el sector público, 155.098 trabajadores. El mismo cuadro distribuido por el Ministerio de Trabajo para demostrar que no hay problemas en el mercado laboral revela que el empleo privado formal subió 71.749 trabajadores en el último año de gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.

El gobierno de Macri ha creado las condiciones para que el sector privado quede habilitado para desprenderse de personal, primero abriendo la puerta a los despidos masivos sin indemnización en el sector público, y después con una política económica recesiva en un contexto internacional desfavorable. Abrió la puerta para que el empleo quede bajo una amenaza permanente con el objetivo de disciplinar las demandas salariales y de ese modo provocar un impacto regresivo en la distribución del ingreso. La extraordinaria movilización obrera de ayer marcó límites a esa pretensión del poder económico expresada en política de gobierno por el macrismo.

azaiat@pagina12.com.ar








 PANORAMA ECONÓMICO

Conflictividad laboral



Por      David Cufré

Las concentraciones del 24 de marzo en Plaza de Mayo, el 13 de abril en Comodoro Py, cuando Cristina Fernández de Kirchner se presentó en Tribunales, y ayer, 29 de abril, en el Monumento al Trabajo fueron convocadas por diferentes motivos, pero expresaron puntos en común. Marcaron la continuidad de un proceso, inesperado para el Gobierno e inédito desde la recuperación democrática, que nunca antes había registrado tres manifestaciones gigantescas, históricas, desafiantes, en apenas cuatro meses desde la asunción de un Presidente. El primero de los eslabones que conecta los tres momentos es el rechazo de un amplio sector social a la restauración neoliberal que intenta el oficialismo. La percepción de una vuelta a los '90 activó anticuerpos en quienes padecieron esa etapa. El segundo eslabón entre las marchas es la necesidad de demostrar en las calles la existencia de una realidad agobiante que las autoridades nacionales no alcanzan a dimensionar y que un férreo cerco mediático escamotea. El tercero es la identificación de Mauricio Macri como responsable de generar angustias y preocupaciones crecientes en miles de trabajadores y pequeños empresarios. El cuarto, la participación masiva de ciudadanos no encuadrados, quienes se sumaron a los actos de organismos de derechos humanos, del kirchnerismo y de las centrales sindicales para poner en escena agendas que no son las de los CEO que ocupan los principales cargos del Poder Ejecutivo. El quinto fue el clima pacífico y en cierto modo festivo en que se desarrollaron los actos, permitiendo que la representación del conflicto social no quedara asociada a la violencia. Y el sexto fue la demolición del mito de que la sociedad se moviliza por el choripán y los planes asistenciales.

La marcha de ayer se impuso incluso a la intención inicial de al menos una porción de la dirigencia gremial, que empezó a congregarse para reclamar por el Impuesto a las Ganancias y tuvo que ajustar la sintonía a medida que las demandas populares se tornaron más intensas. El agravamiento del cuadro social por la inflación y los despidos activó los reflejos de preservación de varios dirigentes. Una descripción de esa realidad aparece en el último informe de la consultora Tendencias Económicas, que desde mediados de los 80 mide el pulso de la conflictividad laboral. Allí dice que ésta experimentó en marzo "un nuevo y pronunciado aumento, con el incremento de los despidos, las suspensiones y los paros".

"Los despidos sumaron 19.424 casos, para totalizar 127.144 en el primer trimestre. Poco menos de dos tercios se localizaron en el sector privado, donde prevalecieron los verificados en la construcción, que representaron el 44 por ciento del total, seguida por la industria siderometalúrgica, mecánicos, alimentos, autopartes, comercio, transporte y prensa. El tercio restante tuvo lugar en el sector público, en la administración nacional, el Congreso, provincias y municipios", describe el informe. "Las suspensiones fueron 8083 en marzo, registro 16 veces superior al de igual mes de 2015. En el trimestre fueron 27.588, unas 8 veces más que el año anterior", detalla. "También crecieron los paros en marzo, 15 por ciento anual si se considera el número de obreros involucrados y el triple si se toma la duración de las huelgas", completa.

Los datos desmienten la versión del Gobierno de que no existe una emergencia laboral. Sí la hay, y lo peor es que en abril la situación empeoró, según cifras preliminares de la misma consultora que serán difundidas la próxima semana. Allí se llega a la conclusión de que el escenario de conflictividad laboral es el más grave desde 2002. En un índice base 100 para 1986, el año 2002 marcó 1276 puntos para los despidos, 631 para las suspensiones y 50 para las huelgas. En el primer trimestre de este año, el índice para los despidos fue mayor, 1323, lo mismo que en los paros, con 71, mientras que las suspensiones anotaron 417. La información coincide en líneas generales con otras mediciones de centrales obreras, e indirectamente con el relevamiento de pobreza de la Universidad Católica Argentina o los registros de confianza del consumidor de la Universidad Di Tella, fuentes confiables para el oficialismo.

La respuesta del Presidente, sus ministros y el titular del Banco Central, Federico Sturzenegger, a esta realidad es la profundización de las políticas que la generaron. El banquero central, por ejemplo, ratificó esta semana que la única estrategia para enfrentar una disparada de precios de más de 25 puntos en un semestre de noviembre a abril es mantener en las nubes las tasas de interés, castigando a la economía a una dura recesión. El titular de Trabajo, Jorge Triaca, prometió a su vez como paliativo a la desocupación un aumento del seguro de desempleo, en lugar de medidas para evitar que siga creciendo. En tanto, el proyecto laboral más ambicioso del Gobierno para intentar generar empleos, en una economía que expulsa trabajadores por la recesión, es bajar los aportes patronales a la seguridad social, mientras que el jefe de la Anses, Emilio Basabilbaso, proyecta contribuir al desfinanciamiento del sistema jubilatorio con la venta de acciones en empresas privadas que atesora el fondo de cobertura constituido por el organismo en los últimos años. Desde lo simbólico, la calificación de "campeón de las reformas económicas" que le dedicó el buitre Paul Singer a Macri y los elogios del FMI a la nueva orientación del Palacio de Hacienda alertan que lo peor está por venir.

Eso explica en parte el volantazo de cúpulas sindicales en su posicionamiento frente al Gobierno. Ser el interlocutor favorito de Macri en el mundo gremial no resulta ahora tentador para Hugo Moyano, quien prefirió cambiar esa aspiración por la foto de la unidad sindical. Pero más allá de la situación personal de algunos dirigentes, la manifestación de ayer demostró que uno de los activos más valiosos del campo popular es la densidad de su movimiento gremial. Así lo destaca un informe de la Cepal del año 2010, elaborado por Patricio Frías Fernández. Compara la situación en Argentina, Chile y Centroamérica. El economista explica que la absoluta debilidad de la representación sindical en esta última región agrava los escenarios de desigualdad social y explotación laboral, mientras que en el país su fortalecimiento permitió que la participación de los sectores asalariados en el ingreso nacional trepara al primer puesto del ranking en América latina. Chile, por su parte, tiene una tradición de lucha y organización, aunque el acoplamiento del país a los patrones neoliberales de la globalización debilitaron su estructura sindical.

El Grupo de Trabajo Autorreforma Sindical estimó que en Argentina la afiliación gremial alcanza al 42 por ciento de los asalariados, frente al 28 por ciento de Brasil, el 22 de Venezuela y el 18 de Nicaragua y Paraguay. Registros del Ministerio de Trabajo dan cuenta de la participación de 70 mil cuadros sindicales en comisiones internas, secretariados de provincias y federaciones nacionales, más allá de las cúpulas de las centrales obreras. Este universo creció en los últimos años de la mano de la recuperación de las negociaciones colectivas, que volvieron a involucrar a los trabajadores en la defensa de su salario. Eso permitió una ampliación de la afiliación sindical y la incorporación de jóvenes a la militancia gremial, superando la estigmatización del gremialismo por parte de la prensa dominante.

Este cuerpo social se expresó frente a las políticas del Gobierno con una contundencia que Macri no podía imaginar el 10 de diciembre, cuando se puso a bailar en el balcón de la Casa Rosada. La distancia entre aquella imagen festiva de hace apenas cuatro meses y la realidad otoñal no es resultado de ninguna herencia, es consecuencia de lo que Cambiemos realmente significa.














 OPINIÓN

Ruido en la comunicación


El desinterés en comunicar, nueva falacia del relato macrista. Los mensajes cuidados, el rostro humano del Gobierno. De la campaña a la gestión: todo se complica. Los anuncios y los hechos, diferencias sensibles. La agenda "de los otros" y la agenda que escriben los rotos. La coyuntura que mete ruido.


Por     Mario Wainfeld


"La crisis es una situación en que alguien puede cambiar su posición relativa de poder"
Estrategias en las crisis públicas. Luciano H. Elizalde
"Noticia: 1.Información sobre algo que se considera interesante divulgar. Dar noticia de un acuerdo.
2. f. Hecho divulgado. Se ha producido una triste noticia"
Diccionario de la lengua española. Real Academia Española.

Formadores de opinión oficialistas, confesos o culposos, recriminan al oficialismo que comunica mal o, aun, que no dedica bastante atención a hacerlo. El primer reproche es discutible, el segundo una falacia. El presidente Mauricio Macri y su elenco aplican mucho a "la comunicación", como casi todos los gobiernos de la aldea global.
Se comunica 24 x 24 horas, 365 x 365 días en los años no bisiestos. Se eligen el momento, el ámbito, el protagonista que emite. Un protocolo, minuciosas, que ha debido cambiarse desde el 10 de diciembre por motivos que iremos contando.
Macri, funcionarios y legisladores articulan un relato, se desesperan por generar agenda y mantener su control. Sus intervenciones son homogéneas, filo calcadas. Cuentan con especialistas que los asesoran. Son avispados, estudiosos, están on line todo el tiempo, cobran bien.

La base está: Macri dispone de un formidable aparato informativo, sin precedentes en la Argentina.
La base está. Es el apoyo del mayor Grupo multi mediático de habla castellana y, seguramente y en términos comparativos, uno de los más expandidos del mundo. Clarín y sus propaladoras ocupan mucho espacio, en papel, en la radio, en la televisión, en portales.
Una de las primeras medidas del macrismo, la derogación quirúrgica de cláusulas esenciales de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, consolida la posición dominante de Clarín.
Esos fierros (a los que hay que sumar La Nación, Cadena Tres y otros voluntarios) conjugan un poder gigantesco. Los "integrados" que divagan sobre "la prensa independiente" se entretienen en negar un hecho tan obvio.
Los apocalípticos de la vereda de enfrente deben prevenirse de exagerar. De creer que ese poder es omnímodo, que la agenda pública puede ser creada y manipulada sin contrapesos sociales, políticos y también comunicacionales. David contra Goliat, diría un optimista de la voluntad. El gigante contra muchos batalladores de menos tamaño, acotaría un costumbrista.
Vamos a lo micro, para volver a empezar.

Todo bajo control: Las palabras, los gestos, los formatos, la estética M son elaborados y pensados. Claro que hasta el diseño más sofisticado puede fallar. Ningún equipo decoroso de fútbol se priva de practicar jugadas con pelota parada... de ahí a que meta goles hay una gran distancia.
Macri habla poco, para disimular su falta de elocuencia, para no aburrir a la platea (Jaime Durán Barba, bolilla uno). Y diferenciarse de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner (imperativo kantiano de la comunicación M).
El Presidente modula mejor que hace pocos meses. Redujo el tamaño de la papa en la boca, controla el abuso de manierismos de Palermo Chico. No es un milagro, es producto de un buen trabajo.
Siempre empieza los discursos aludiendo a una persona del común que le dijo algo gratificante. En su Facebook, caminando en pueblos inundados, antes de llegar al centro de jubilados, en su interior. "La gente" se coloca adelante, póngale.
Las reuniones de Gabinete se escenifican en espacios abiertos, verdes, amables, distintos a la frialdad y encierro de los lugares en los se discute en serio.
"Equipo", "estamos muy contentos" son expresiones icónicas.
Como señaló ayer Washington Uranga en este diario "ayudar" es uno de los verbos predilectos.
Los "derechos" se mencionan poco. O nada. La ideología también existe: no todo es envoltorio.
Las fotos de la intimidad junto a la querible hija Antonia y la presentable primera dama se distribuyen desde la Casa Rosada o sus agencias. Cero improvisaciones o descuido. El cúmulo de recursos intenta acentuar (o inventar, cada quién juzgará) el rostro humano, "normal" de dirigentes de clases altas.
Las "instantáneas" o selfies de la gobernadora María Eugenia Vidal son un amable recurso. La cámara la "sorprende" como ama de casa, madre, jefa de hogar que compra en el supermercado. En un inicio, ay, remoto el ministro de Hacienda y Finanzas Alfonso Prat-Gay también se lucía empujando el changuito. La temática debió suspenderse porque el changuito deja de ser una referencia gratificante para "la gente", que cada vez lo llena menos y pagando más. La inflación existe, achalay... la imagen no alcanza si propicia asociaciones incómodas. ¿Vaciamos el carrito de "Alfonso" o "María Eugenia"...? Poco serio. ¿Lo llenamos? Puede sonar a provocación.
Es otro aspecto de lo que queremos contar.

El trípode y su pata floja: Tres puntos no alineados determinan un plano al que pertenecen. La narrativa macrista se asienta en un trípode. Los cuestionamientos al gobierno kirchnerista, la corrupción K y las medidas del oficialismo actual.
El primero es de manual, irrenunciable: nadie se priva de culpar al rival, máxime si lo precedió. La historia que escriben los que ganan hilvana recuerdos y olvidos. "El fin del default" es un simplismo que omite que su base es el formidable desendeudamiento "heredado". Macri anunció el aumento semestral a los jubilados reconocer que aplicaba una ley dictada por sus adversarios, que PRO votó en contra. Hay, también, reproches o críticas válidos o al menos opinables.
La corrupción completa la fijación en el pasado. El afán es trasmutar una etapa política en un capítulo policial. Una asociación ilícita y no un gobierno que produjo reformas estructurales e institucionales, avances, ampliaciones de derechos. Despolitizar el debate y judicializarlo es sinónimo.
La cooperación de "la prensa libre" es esencial. Los jueces federales dan una manito. Nadie influye sobre ellos, subrayan opineitors que líneas después cuentan que Daniel Angelici existe, opera. La diputada Elisa Carrió machaca el dato que interrumpe la uniformidad del relato M.
Las capturas espectacularizadas, las imágenes de sospechosos esposados, los allanamientos relatados en vivo y en directo son menú cotidiano. Los académicos llaman "agenda setting" al arte de instalar hechos o temas y "agenda cutting" al de soterrarlos. La edición es esencial, las tapas de Clarín sintomáticas. La corrupción del pasado prevalece sobre los acontecimientos del presente. Prevalece, eclipsa.
El Jefe de Gabinete Marcos Peña es el abanderado de la consigna. Le exige a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner que se dedique a defenderse ante "la Justicia". El miércoles, en Diputados quiso gambetear preguntas de la bancada del Frente para La Victoria (FpV) insertando en la conversación a Lázaro Báez. Estaba para informar sobre su gestión, lo oscurece con lo ajeno, con lo que (dicen) corresponde a "la Justicia".
Hasta ahí, la mejor herramienta de Cambiemos. La "agenda del otro" repiquetea: la escena del hijo de Báez contando billetes en una cueva tiene más visitas que el gol de Maradona a los ingleses. O que Costa Salguero.
La dificultad surge cuando se quiere embellecer la agenda propia, la del presente. Es la plata floja del trípode. "Es lindo dar buenas noticias" decía el ex presidente Fernando de la Rúa y repite Macri. Pero muchas movidas del gobierno son malas nuevas para la mayoría de los argentinos.

Un recuerdo, revivido: Evoquemos, en parte como parábola, un clásico de la comunicación pública: De la Rúa en el programa de Marcelo Tinelli. Se recuerda como una prueba de la fatuidad del ex presidente, su torpeza, sus bloopers. La historia completa es instructiva.
La presencia presidencial fue premeditada, negociada, pactada con "Marcelo" para levantar la imagen. Pautaron un diálogo divertido, chistes con el imitador que lo parodiaba... agradar a tres millones de argentinos. Un joven militante de HIJOS, Esteban Belli, se coló en la transmisión: le reclamó por la huelga de hambre que realizaban presos del Movimiento Todos por la Patria. De la Rúa se trabucó, se colgó, el libreto se borroneó. La aparición de "la realidad" trastrocó la escena. Darío Lopérfido fue el gestor de la operación, que terminó en grotesco. Hoy se dedica a otros menesteres, con igual talento pero más brutalidad.
La movida se empiojó porque la realidad convive con los discursos, los interfiere. Fue un ejemplo único, extremo, de algo que ocurre permanentemente.

Los anuncios y los hechos: Las dos acepciones de "noticia" aludidas en el epígrafe son diferentes. Puesto de otra forma: algunas noticias son hechos, otras intentan serlo. Los anuncios del gobierno son hechos cuando impactan en el presente: aumentos de tarifas, del transporte, pago especial a jubilados y beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo, mezclando ejemplos indigestos y positivos.
Las consecuencias futuras e inciertas de los anuncios no son hechos sino promesas. El público confía o no pero siempre sabe que no atañen al presente. Si "bajan los subsidios" aumentan las boletas de gas y electricidad. La reactivación llegará o llegaría o llegariola más adelante. Ninguna persona en sus cabales se calza el overol para ir a las obras en construcción fechadas desde el segundo semestre hasta 2019.
Ni Miguel del Sel, embajador en el país adecuado, podría convertir en divertidos los anuncios de aumentos. El protocolo del gobierno confía la labor a grandes empresarios o CEQ. Son pésimos emisores, demasiado langas, con contados registros expositivos. Se esmeran para ser amables, carecen de soltura ante preguntas forzosas, no complacientes. La torpeza e insensibilidad de los ministros Guillermo Dietrich o Juan José Aranguren distan de ser graves: contadas personas los ven o los registran. El quid son las subas no las palabras, mejor o peor dichas.

Agendas alternativas: La muralla informativa es inmensa pero plenamente maciza. Periodistas que simpatizan con el gobierno y aborrecen al kirchnerismo formulan cuestionamientos a Laura Alonso por su embanderamiento rústico. O señalan que el Jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta se escondió después de la tragedia de Costa Salguero. Se la asocia con Cromañón. Ese criterio común damnifica al macrismo porque remite a responsabilidad gubernamental que no se detiene en el primer peldaño: inspectores y prefectos.
Más allá de las fisuras, el apoyo mediático es formidable pero el funcionamiento de la sociedad democrática promueve agendas diversas. Se las menosprecia, se las reduce a un slogan, se las ningunea en los títulos. De cualquier forma, resuenan y se propagan. Ni un mago podría ocultar dos movilizaciones masivas opositoras en menos de un mes o la ley de emergencia ocupacional. Atribuirlas a la perfidia kirchnerista distorsiona: el FpV es la oposición más sólida pero la muchedumbre congregada ayer enarbola también otras banderas. En el Congreso ocurre igual.
El GPS macrista recalcula: redefine tácticas sin mudar de estrategia. Menos conferencias de prensa en las que se soslaya a los medios críticos. Reportajes solo a los periodistas amigables, con contadísimas excepciones. Las reuniones de gabinete plantadas se espacian. Las internas se van conociendo, los cronistas amigables las divulgan, tal vez por profesionalidad, tal vez porque intervienen en ellas.
La campaña de Cambiemos fue perfecta y exitosa. Era
una apuesta a plazo fijo con un final nítido. Las elecciones presidenciales son un juego de suma cero: el que gana copa la banca.
Al pasar de pantalla los plazos son más largos, los hechos más contradictorios. La ecuación de los receptores complica la unidireccionalidad de los mensajes. Desbarata el sueño eterno de los mentores, de los Goebbels de pacotilla que hay en cualquier gobierno: una población que segregue saliva como los perros de Pavlov ante los estímulos ingeniosos, articulados, uniformados. La realidad mete ruido en la comunicación, caramba.
mwainfeld@pagina12.com.ar











El tiempo de las certezas




Por      Horacio Verbitsky


Como en las grandes ocasiones de la historia, el centro de la ciudad de Buenos Aires estuvo convulsionado desde varias horas antes hasta varias horas después del primer acto unitario en el que confluyeron todos los agrupamientos gremiales, algo que jamás había ocurrido. No sólo coincidieron en la calle las tres CGT y las dos CTA, sino también las organizaciones sindicales de la izquierda nucleada en el FIT.
Por supuesto, cada uno marchó con sus consignas y fundamentaciones y varios trataron de marcar diferencias, a derecha e izquierda: desde los resabios de la derecha lopezreguista de Luis Barrionuevo, que anunció un desagravio gastrononómico al presidente Maurizio Macrì para mañana, hasta el PTS, que exigió un paro activo con movilización y anunció otro acto hoy frente a la embajada del Brasil para reclamar contra el golpe en cámara lenta y legislativa. Sin desdeñar la importancia de los respectivos postulados teóricos, la importancia de la movilización de ayer no debe buscarse en el palco, las dirigencias, los documentos o los discursos, de muy dispar factura. Tampoco en las adhesiones de distintos sectores políticos ni en las respuestas que provocaron en los demás. Lo definitivo estuvo en las calles, donde esas diferencias no existieron porque una imponente manifestación se unió en repudio a las políticas del gobierno nacional, que no precisó ni cinco meses para sembrar el pánico en capas muy amplias y diversas de la sociedad argentina, reclutadas entre el 66 por ciento que en las elecciones presidenciales de octubre de 2015 prefirió otras alternativas distintas a la Alianza Cambiemos.
Que el documento acordado entre las cinco centrales haya sido leído por el secretario de la Confederación de Trabajadores del Transporte, Juan Carlos Schmid, prenuncia su probable designación al frente de la CGT cuando sus tres fracciones se reunifiquen, cosa que ocurrirá el 22 de agosto según anunció ayer mismo Antonio Caló. Es una buena noticia, porque se trata de uno de los dirigentes con más firme tradición combativa y mejor formación y uno de los más alertas contra el riesgo de privilegiar diferencias secundarias por encima de los factores de unidad ante el embate impiadoso que el gobierno conduce contra los derechos e intereses de todos. También se anunció que funcionará una Mesa de Enlace con las dos CTA, para extender en el tiempo la coordinación estrenada ayer. Como todo producto de una negociación entre organizaciones diversas, el texto no será recordado como un modelo de pensamiento político. Pero tanto allí como en los discursos de Caló, Pablo Micheli y los dos Hugos, la protección de los trabajadores contra el despido y la inflación desplazó a cualquier otro tema, lo cual implica hablar en serio.
Hace casi medio siglo el sector más combativo del movimiento obrero propuso "unirse desde abajo y organizarse combatiendo". La situación es incomparable en todo sentido, pero el palco de ayer frente a la Facultad de Ingeniería no hubiera sido posible sin esa presión que desde las bases de la sociedad llega incluso hasta una dirigencia que sólo se pone en movimiento cuando los márgenes para otra cosa se estrechan demasiado. Esta coincidencia sindical se refleja en el proyecto de prohibición de despidos ya votado por los Senadores y que el miércoles la Cámara de Diputados podría convertir en ley, poniendo al gobierno frente al dilema de su primer veto. De producirse, le advirtieron ayer, la lucha seguirá en las fábricas y en las calles. A su vez, es discutible si todo esto hubiera ocurrido sin el acto también multitudinario pero menos diverso del 13 de abril, en el que Cristina convocó como tarea excluyente de un propuesto frente ciudadano el reclamo por los derechos arrebatados o perdidos. Esto carece de connotación electoral, ni de política partidaria, pero muestra una faceta del liderazgo que nadie puede darse el lujo de ignorar.
Por todo eso, lo sucedido ayer no constituye la mejor noticia para el gobierno, cuya reacción osciló entre el humor involuntario del ministro de Obras Públicas Rogelio Frigerio (fue una celebración del día del trabajo) y el cinismo presidencial (según Maurizio Macrì, "el gobierno trabaja todos los días para bajar la inflación y generar más empleo" y de acuerdo con su jefe de gabinete, Marcos Peña Braun, el gobierno coincide con las preocupaciones del sindicalismo). Eso no es cierto. El aumento del desempleo y la caída del salario no son efectos colaterales indeseados sino objetivos explícitos de la política económica. Quien lo fundamentó con todas las letras es el actual vicepresidente del Banco Central, Lucas Llach. En su libro de 2004 Entre la equidad y el crecimiento. Ascenso y caída de la economía argentina, 1880-2002, escrito junto con Pablo Gerchunoff, Llach afirma que existe un "rasgo genéticamente igualitario de la Argentina", acentuado "a partir de la inauguración de una democracia auténtica" con el Yrigoyenismo, que contradice las tendencias "más favorables al crecimiento". La equidad se convirtió en un "valor político prioritario" que fue transmitiéndose de padres a hijos durante más de cien años. Ese rasgo genético que la Alianza Cambiemos se propone modificar se transmitió en la primera generación del Yrigoyenismo al peronismo y en las siguientes al kirchnerismo. Y si se escucha a quien preside el Banco Central en pareja con Llach, Federico Sturzenegger, incluso el actual ministro de Hacienda y Finanzas Alfonso de Prat-Gay sería portador sano de ese gen defectuoso. En el idioma críptico que usan los economistas para encubrir su pensamiento, se lo están diciendo a gritos de una tribuna empresarial a otra.
Para Llach y Gerchunoff la baja salarial es precondición del crecimiento y les parece que tanto Menem cuanto De la Rúa fueron débiles para oponerse a la abominada pasión igualitaria. Algo parecido llegó a opinar sobre Martínez de Hoz uno de los maestros de ambos, Adolfo Canitrot. En esta concepción, el salario sigue siendo el enemigo principal, ayer, hoy y mañana.
Macrì tiene a su favor la pesada herencia, como el primer presidente de la democracia argenta que recibió una economía en crecimiento, con bajo desempleo y menor endeudamiento externo. Pero en estos meses ya ha sentado las bases para una seria crisis económica y social. La magnitud y el carácter del acto de ayer permiten ir prefigurándola. Lo único que no puede predecirse con exactitud es su tiempo de incubación y sus consecuencias políticas. Pero ayer comenzó el tiempo de las certezas.