lunes, 18 de abril de 2016

¿La última carta?


lunes 18 de abril de 2016

¿La última carta?




Dante Augusto Palma

Hace un tiempo ya que, desde esta columna, venimos advirtiendo maniobras distractivas dirigidas a la opinión pública y la agudización del proceso a través del cual la moralización de la política se ha naturalizado en las discusiones que solemos ver y escuchar a través de los medios tradicionales y las redes sociales. La apuesta parece ser quién le descubre más empresas truchas al otro, más millones escondidos y más negociados, en una suerte de carrera enloquecida por resolver judicialmente las diferencias políticas. También comentamos hasta el hartazgo que este fenómeno que, en breve, puede derivar en que cuarenta millones de argentinos estemos imputados en algo, no es inocente ni salpica a todos por igual porque regresar a la idea de que la política es corrupta beneficia a los que hacen política sin calzarse el traje de "político" o "partidario". En otras palabras, con la política desacreditada la política no va a desaparecer sino que la van a seguir haciendo unos señores que, a diferencia de los políticos, no se van a someter a las decisiones de las urnas ni se van a exponer a rendir cuentas frente a la opinión pública. 

Pero si nos restringimos a la coyuntura, las últimas semanas han tenido una tensión que pocos preveían. Cuando usted lea esta nota probablemente ya haya declarado CFK en Comodoro Py por la insólita causa de la venta del "dólar futuro". Igualmente, más allá de esto, lo cierto es que en pocos días tuvimos el escándalo de los Panamá Papers, la espectacularizada y ansiosa detención de Lázaro Báez y la imputación de CFK por una causa de sospecha de lavado de dinero a partir de la declaración de un muchacho famoso que está preso y una vez dijo una cosa, luego se desdijo, después desdijo lo que ya había negado y ahora nadie sabe del todo qué dijo. Si bien ninguna persona en la Argentina podría afirmar que en el gobierno anterior no hubo casos de corrupción, convengamos que los testigos utilizados por los sectores antikirchneristas, en su mayoría sujetos con prontuarios y condenas varias y graves, no brindan demasiada confianza. Pero hace tiempo que abandonamos, al menos en el terreno de la discusión pública, la búsqueda de la verdad y ni siquiera nos esmeramos en alcanzar atisbos de verosimilitud. Por eso todo vale lo mismo y la veracidad se mide por rating, cantidad de Me Gusta en Facebook o Trending Topics en Twitter. Por suerte, quienes somos parte de esta revista, con nuestras diferencias, tratamos de salir de esa lógica de modo tal que creo más conveniente adentrarnos en la lectura política de esta andanada de denuncias cruzadas pues tampoco hay que olvidar que desde sectores del kirchnerismo se ha denunciado y se ha logrado la imputación de Macri por la aparición de cuentas offshore en Panamá (hasta el momento se encontraron doce empresas del Grupo Macri aunque el actual presidente solo figuraría en algunas de ellas).
Ahora bien, que la oposición denuncie es casi un clásico pero que el oficialismo avance tan salvajemente sobre funcionarios del anterior gobierno y sobre la propia ex presidenta con enorme celeridad, más que independencia y fortaleza, puede mostrar complicidad y debilidad pero, sobre todo, supone un error estratégico. De hecho, debe ser verdad ese rumor que transita hace ya varias semanas y que afirma que hay sectores del macrismo que intentan frenar la citación de CFK. ¿Lo hacen porque negocian impunidad? ¿Lo hacen porque son buena gente? ¿Acaso porque se dieron cuenta de que aquello de lo que se la acusa es un delirio? Nada de eso. Lo hacen por razones políticas y creo que ven bien los peligros que esto puede ocasionar para su gobierno. ¿Por qué la citación y el eventual procesamiento de la ex presidenta podrían afectar al actual gobierno? Porque es jugar en un terreno desconocido donde nadie sabe ciertamente cuál será el comportamiento de los actores. No estamos frente a un nuevo 17 de octubre porque la historia nunca es la misma aun cuando parezca retornar; pero tampoco nadie podría afirmar lo contrario. Asimismo: ¿está descartado que haya hechos de violencia si un juez con prontuario decide, al menos circunstancialmente y para deleite de los medios opositores, en un futuro mediato, montar la escena para obtener la foto de una CFK esposada? Lamentablemente no, pues el nivel de conflictividad social está creciendo, la ex presidenta es representativa de amplios sectores de la población que ven en esta medida del poder judicial una profunda arbitrariedad y porque desconocemos cómo van a comportarse las fuerzas de seguridad. ¿Usted se imagina qué podría ocurrir si se desata una represión con cientos de miles de personas en la calle? Este tipo de preguntas, algunas retóricas, no deben tomarse como una amenaza aunque quizás sí como una advertencia frente a un gobierno o a sectores que, o bien por ignorancia o bien por revanchismo, no parecen abonar al diálogo y al reencuentro de los argentinos mientras actúan, como si esto fuera poco, en un contexto de licuación del poder adquisitivo y ataque sistemático a ciertos símbolos y personas representativas del gobierno anterior.

Así, insólitamente, la actual administración, a cuatro meses de haber asumido con un buen porcentaje de votos y una economía con dificultades pero creciendo al 2,1%, parece haberse dirigido, por su propia inoperancia pero también arrastrada por sus odios personales, hacia una situación límite en lo económico, lo social y lo político. Insisto en la inoperancia y el revanchismo porque no acuerdo con aquellos que afirman que el Gobierno, maquiavélicamente, está generando su propia crisis para salir de ella a través de un shock.

Pero lo cierto es que no parece haber plan "B" tras el acuerdo con los buitres y se le reza a la "Virgen (liberal) de la Confianza" para que no sobrevengan juicios y que lleguen, por fin, los siempre prometidos inversores. ¿Y si las grandes inversiones no vienen y la lluvia de dólares se transforma en un goteo que viene a hacer su renta financiera para luego fugar? Por otra parte, tampoco parece haber plan "B" ni plan alguno en lo que respecta a lo social y a lo político. Todo queda reducido a destrozar, por la vía judicial, al adversario político, al tiempo que al malestar social se le pide paciencia porque "estamos cerquita de bajar la inflación" que siempre sube y a la que se pretende atacar a fuerza de recesión. Más allá de algunas encuestas que darían una baja en la imagen del Presidente, encuestas que van y vienen, lo importante es que el Gobierno mismo parece haberse ido encerrando y eliminando alternativas frente a una oposición que no le ha puesto palos en la rueda sea por benevolente, transera, necesitada o en proceso de recomposición. No hay gobierno en la historia de la Argentina que haya tenido un campo libre de dificultades porque en casi todos los casos se ha tratado de gobiernos que asumían por la crisis del anterior. Pero para una administración que encontró un país con dificultades aunque mínimamente ordenado, el escenario es de una enorme complejidad y es un escenario en el cual el Gobierno se ha metido solito gracias a desmantelar algunas de las conquistas que había prometido no desmantelar y al tipo de soluciones que eligió dar a problemas objetivos que había heredado. Es como si alguien comenzara un juego con un mazo completo de cartas y embroncado rompa alguna de ellas y, con torpeza, pierda otras tantas hasta que le quede una sola. Será difícil jugar así y, sobre todo, hacerlo supondría jugar a todo o nada. Si tomamos en cuenta que a este gobierno le faltan cuarenta y cuatro meses de administración, el riesgo parece demasiado grande como para estar despreocupados. 




http://www.veintitres.com.ar/article/details/59073/la-ultima-carta

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