miércoles 24 de octubre de 2018
De no creer: El macrismo es marxista
Groucho Marx escribió: “No me importa mentir, si con ello saco algo”. La mentira es un componente predominante del ADN PRO. Para describir la tragedia socio-económica que el gobierno generó, Hugo Presman afirma que la mejor definición de Cambiemos la proporcionó un acto fallido de la actual gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, cuando eufórica afirmó: “Cambiamos futuro por pasado”.
Por Hugo Presman *
(para La Tecl@ Eñe)
Uno de los grandes humoristas fue Groucho Marx. Exquisito exponente del humor judío estaba basado en frases certeras e ingeniosas, sacándole lustre y música a las palabras.
En nuestro país, la revista Barcelona se caracteriza por su humor vitriólico, su desparpajo, su ironía despiadada. Sin embargo, encuentra desde hace tres años una competencia desleal en los actos y declaraciones del gobierno. Bajo la denominación CAMBIEMOS, un indudable acierto publicitario, su mejor definición acerca de su propuesta la proporcionó un acto fallido de la actual gobernadora de la Provincia de Buenos Aires María Eugenia Vidal cuando eufórica afirmó: “Cambiamos futuro por pasado”. La coalición electoral tiene la conducción del PRO, la mano de obra del radicalismo que disfruta de su condición de servidumbre genuflexa y la pretendida supervisión moral de la autoproclamada fiscal de la República, la primera actriz Elisa Carrió. Lo paradójico es que la histriónica diputada, acompañada de una veintena de seguidores, ejerce un poder mucho más potente que el centenario partido radical, con una fiscalización absolutamente sesgada, donde el vaciamiento y el endeudamiento del país no entran en sus preocupaciones. Carrió se burló de los radicales, de los cuales proviene, cuando afirmó en un acto en Entre Ríos que “los manejo desde afuera, y ese es su castigo por misóginos”. Y agregó: “Los radicales harán lo que Macri y yo digamos ¿no es así Benedetti?” le preguntó al diputado nacional entrerriano de la UCR que integraba el auditorio. Raro en una mujer hablando de misoginia cuando no vacila en meterse con la vida privada de otra mujer, en su lucha en el barro contra el ex presidente de la Corte Suprema Ricardo Lorenzetti.
El acuerdo Macri-Carrió, tiene la particularidad que el empresario necesitaba purificar un pasado ético poco defendible por lo cual buscó tener una cobertura moralista de teflón para presentarse en el presente como un cruzado anticorrupción. Carrió es la encargada de jugar ese papel, de volver potable a un presidente que no podría pasar ningún examen, como lo sabía la chaqueña cuando lo calificaba de contrabandista y gestionando lo denostaba como un estúpido. Para Carrió significó haber resucitado del menos del 2% de los votos en las presidenciales del 2011, a superar levemente el 50% del electorado de la Capital que la eligió diputada en las legislativas del 2017. Más allá de los chisporroteos entre ellos, la ruptura sería un daño grande para ambos. El poder de Carrió no deriva fundamentalmente de los votos, sino de La Embajada y de ser la espada política de Clarín, como Jorge Lanata, que fue y sigue siendo ahora con menor eficacia, el espadachín periodístico del poderoso multimedio. No por mera casualidad, Carrió y Lanata son amigos.
El irónico escritor Jorge Asís afirma que el triunfo de Cambiemos estuvo basado en la CCC (no la Corriente Clasista y Combativa) sino Córdoba, Clarín y Carrió.
Clarín, con la firma del periodista Santiago Fioriti, el 7 de octubre relata: “Sus encuentros cara a cara nunca son fáciles. Alguna vez Macri apuró a su aliada, que buscaba condicionarlo: “Yo soy el presidente”; ella le respondió: “Pero yo soy Carrió”. Riña entre dos protagonistas que integran la misma escudería. Remake con distintos actores de la anécdota entre Menem y Magnetto, donde el mandamás de Clarín calificó a la presidencia como un puesto menor, ante la suposición del riojano que “el contador”, principal gestionador del multimedio, aspiraba a su puesto.
En medio de la ofensiva de Carrió contra el Ministro de Justicia Germán Garavano -al que pretende llevarlo a juicio político y a quien previamente le pidió su renuncia-, al tiempo que precediendo en un acto a Macri, aseguró: “Voy a amigarme con el presidente cuando me lo saque a Garavano”; luego retrocedió diciendo que era una broma, y volvió a desmentirse a sí misma el día siguiente continuando su ofensiva. Realizó el ataque más desestabilizador que desde sus propias filas se le haya hecho a Macri: “Perdí la confianza en el presidente, en lo que se refiere a la lucha contra la corrupción. Lo quiero mucho al presidente, lo quiero más de lo que debería. Siempre dije que el presidente está entre la línea de Angelici y la línea Carrió. Y va a tener que elegir, y tiene tiempo para elegir. Pero sabe que elige o cae.”
Ante este desplante, los ministros salieron a defender al presidente, colocando en él y no en Carrió, la vara alta de la anticorrupción. Barcelona no se lo hubiera imaginado, pero se pudo leer: “Desde el minuto uno Macri ha luchado contra la impunidad y la corrupción” (Finocchiaro) “Macri es el principal motor de la lucha contra la corrupción y la persona que más ha hecho por la trasparencia en nuestro país” (Carolina Stanley).
Siguiendo un razonamiento similar se podría afirmar: “El odontólogo Barreda debe ser reconocido como un adalid del feminismo”; “El marino Acosta que fue el mandamás de la ESMA, debería ser designado como Secretario de Derechos Humanos”; “Jack el destripador, realizó aportes invalorables al avance de la cirugía”.
Groucho Marx escribió: “El secreto de la vida es la honestidad y el trato justo. Si puedes fingir eso, lo tiene hecho”.
Todo esto mientras se hace apología del trabajo en equipo, y en realidad parece una escenificación del dúo Pimpinela, con múltiples conflictos (Bullrich-Stanley; Dujovne -Iguacel; Vidal y Larreta versus Macri-Peña, entre tantas otras). En el Poder Judicial se pudo observar en otra versión del dúo Pimpinela en la Suprema Corte, de interpretación exitosa a cargo de los supremos Carlos Rosenkrantz y Ricardo Lorenzetti, que buscaron un momento tan propicio como una reunión de jueces del G-20. Un adelantado en este aspecto fue el ex presidente del Banco Central Luis Caputo que renunció a su cargo en el mismo momento que su gran amigo, el presidente de la Nación, enarbolaba la bandera de la previsibilidad, mientras pasaba la gorra en EE.UU.
El Secretario de Energía Javier Iguacel que actúa como escribano que recoge y ejecuta las exigencias de las empresas energéticas, en la línea operativa del “si pasa, pasa”, convalidó un pago retroactivo del gas a cargo de los usuarios financiado a tasas usurarias. El presidente lo reafirmó como único camino. Ante el rechazo generalizado y la reacción de los radicales, que desmintieron por una vez no estar en estado cataléptico, el ejecutivo retrocedió. Nuevamente recurrieron al increíble argumento de la capacidad de reconocer errores, el recurso más transitado por el mejor equipo de los últimos 50 años, como si hubieran llegado al gobierno para hacer una residencia de práctica y aprendizaje.
Y pensar que Iguacel reemplazó al increíble Aranguren que no confiaba en el gobierno del que formaba parte para repatriar su patrimonio en el exterior. No se conoce un intérprete más certero que hizo realidad la humorada a Groucho Marx: “No me gustaría pertenecer a un club que me tenga a mí de socio”.
Lo que siempre tuvieron en claro es para quién gobiernan, lo que se destaca de manera contundente en el caso del gas: el intento de transferir veinte mil millones de pesos de los usuarios a las empresas. Nada menos que un 17 de octubre, como un elefante en un bazar Mauricio Macri afirmó en la inauguración de un parque eólico: “Cada uno tiene que cobrar lo que corresponde. Nadie puede pretender más de lo que vale su trabajo, porque eso deja a cientos de miles de argentinos sin trabajo” Un mensaje desnudo e impúdico: para las empresas energéticas “Hay que pagar lo que vale” Traducido: hay que pagar más. Para los trabajadores: “No pueden cobrar más de lo que vale su trabajo” Traducido: tienen que cobrar menos.
El mismo día que el presidente declara: “Nadie se puede creer por arriba de la ley….”, la vicepresidenta Gabriela Michetti, para salvar las formas, firmó en lugar del presidente un decreto para dar por cerrada la investigación administrativa sobre la condonación de la millonaria deuda del grupo Macri en perjuicio del Estado. La mentira es un componente predominante del ADN PRO. Groucho Marx escribió: “No me importa mentir, si con ello saco algo”
Es un gobierno que violenta la ley de la gravedad económica: importa deuda y exporta ahorros; que distribuye en sentido inverso a lo que lo hace el populismo, es decir de abajo hacia arriba; y que considera que los derechos de los pobres son privilegios y los privilegios de los poderosos son derechos. El resultado son los números en rojo en todos los ítems de la economía, con algunos guarismos notables: la mayor inflación desde la crisis del 2001 (en el 2002 fue del 41%) y un endeudamiento sideral.
La ensayista, filósofa y politóloga belga, Chantal Mouffe, en el prólogo del libro de Edgardo Mocca “El antagonismo argentino”, caracterizó al macrismo de la siguiente forma: “…El macrismo se presenta como la “nueva política”, como portador de la misión histórica de refundar la cultura política argentina. Pretende establecer un nuevo orden hegemónico liderado por los sectores oligárquicos y basados sobre la exclusión y la resignación de los sectores populares. Negando la existencia de una confrontación entre proyectos antagónicos, el macrismo reduce lo que representó el kirchnerismo a una estrategia discursiva para dividir a los argentinos y asegurar la permanencia de un régimen corrupto. Para deslegitimar a sus oponentes presenta a todos los que no aceptan su proyecto neoliberal como fuerzas reacias al progreso y a la realización del interés general”
La imagen de los protagonistas es penosa: Macri con su humor futbolístico que no causa gracia, sus tropezones verbales, su genuflexión ante el poder nacional e internacional; Michetti con su verba de jerigonza y su papa adquirida en la Recoleta (aunque nació y se crió en Laprida); Dujovne como muñeco de la ventrílocua Lagarde; Patricia Bullrich actual que no se puede reconocer en el espejo de su juventud; Marcos Peña siempre peleándose con la realidad en nombre de la verdad, mientras enhebra un collar de mentiras; el rabino Bergman vestido de árbol y recitando frases de autoayuda en modo capicúa. Humoristas involuntarios de una revolución de la alegría que riega de dolor y penas al país.
Si embargo, el relato macrista desafía una humorada de Groucho Marx: ¿“A quien va Ud. a creer, ¿a mi o a sus propios ojos?”
Si la situación la ejemplificamos mediante los géneros teatrales, lo que para el gobierno es una comedia rosa, con final feliz, los espectadores la padecen en términos de drama, mientras se acentúan las medidas que concluyen en un final de tragedia. Los analistas políticos críticos lo visualizan como un grotesco mixturado con un sainete, pero observado desde un dron, es un refinado teatro del absurdo. Si se lo analiza en versión psicoanalítica tenemos un presidente maltratado por su padre al que intenta probarle que no es el boludo que su progenitor descalificaba y emprende un camino para probarlo: su tránsito por la presidencia de Boca y la jefatura de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, con éxitos en gran parte debido a Carlos Bianchi y a Horacio Rodriguez Larreta; y al llegar a la Presidencia de la Nación, su padre, al que le hizo un juicio por insania, es reemplazado en el maltrato por Elisa Carrió y sus exabruptos, y Cristine Lagarde, a la que le acaba de instalar una oficina del Fondo Monetario Internacional en el mismísimo Banco Central en otra excelsa escena de coloniaje.
Una historia circular con el título de Síndrome de Estocolmo, mientras por abajo los millones de víctimas se sienten interpretados por el tango de Enrique Santos Discépolo, “Yira- Yira” en la parte que puede aplicarse al gobierno cuando dice: “Verás que todo es mentira”.
De no creer.
Macri es marxista, de Groucho Marx
Barcelona sufre de una dura competencia desleal.
* Coconductor del programa radial EL TREN, con más de 14 años en el aire. Contador Público recibido en UBA. Fue profesor de Economía Política en la Facultad de Ciencias Económicas de la misma Universidad. Es Periodista. Sus trabajos son publicados en diversos medios nacionales e internacionales. Es autor del trabajo de investigación “25 años de ausencia” y participó con trabajos en los libros “Damián Carlos Álvarez Pasión por el libro” “Insignificancia y autonomía. Debates a partir de Cornelius Castoriadis."
Además es coautor del libro “Bicentenario de la Revolución de Mayo y de la Emancipación Americana”
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