Libertad a Carlos Zannini
Por Sandra Russo
Imagen de: Majo Malvares
En enero de 2016, cuando el gobierno de Gerardo Morales encarceló arbitrariamente a Milagro Sala, muchos leímos un primer movimiento amenazante, una primera mueca monstruosa de un régimen antidemocrático, y dijimos: "Si queremos saber qué tiene Macri en la cabeza, hay que mirar a Jujuy". Lo que leíamos en esa payasada institucional plagada de irregularidades – imposible, por otra parte, sin un Tribunal Superior de Justicia cosido a mano por el poder político - era un acto destinado al escarmiento ejemplificador y proscriptivo: los liderazgos populares se pagarían con cárcel, sin necesidad de pruebas. Y por el otro lado, esas detenciones vendrían acompañadas de la destrucción total, material y simbólica, de las organizaciones políticas del pueblo.
Hemos visto impotentes después cómo el régimen fue cumpliendo ese plan, que Macri simplificó en su pobre modo de decir, cuando confesó que hay centenares de personas a las que habría que mandar en un cohete a la luna: necesita sacárselos de encima para extirpar de las mentes y los corazones la esperanza de una alternativa al régimen, planteado ya como una máquina de extracción de derechos, recursos materiales y garantías constitucionales.
Un régimen extractivista que vive sólo a fuerza de aplastar, acallar, proscribir, explotar: la humillación de millones es el combustible que lo hace funcionar.
Carlos Zannini es uno de los pres@s polític@s que hoy están a merced de jueces que ya sabemos que no aplican el derecho sino la necesidad de revanchismo presidencial.
La anestesia que sobre este tema y tantos otros aparenta experimentar nuestra sociedad es diariamente administrada en dosis mediáticas por sicarios de pauta abultada que han asesinado el periodismo.
Pero su poder no es infinito ni su frazada tapa todo el cuerpo del monstruo.
Es doloroso pensar que Cambiemos es minoría, y que todos sus atropellos hasta ahora han sido posibles por el consentimiento cobarde y la rosca política miserable de sectores que hubiéramos considerado afines pero no lo son en tanto entregan tanto nuestra soberanía como a nuestros compañeros.
Fuera de los focos y las pantallas, hay una Argentina que no se doblega, que no olvida, que está dispuesta, como a lo largo de toda nuestra historia, a persistir en el sueño de la emancipación.
Los compañer@s detenid@s, por otra parte, diariamente nos dan pruebas de su fortaleza.
No podemos dejar de soñar, ni de luchar, ni de creer, ni de intentar de nuevo, una vez y otra vez, y otra vez más, hacer de este país la patria justa, libre y soberana de la que ningún sello partidario es dueño.
En ese sueño colectivo, quienes hoy están privados ilegalmente de su libertad tendrán su página.
Dime quién te persigue, y te diré quién eres y al servicio de quiénes has puesto tu vida.
Fuerza Carlos.
Te pensamos, como a los otros compañer@s, todos los días.
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