miércoles 31 de enero de 2018
Los prisioneros
El estado de excepción se consolida primero en el tablero de ajedrez de los medios y luego se concreta en la corporación judicial. El periodista Juan Alonso revela la construcción simbólica que hacen los medios oficialistas sobre el caso Maldonado. Buscan destruir la credibilidad de los organismos de derechos humanos. Van por las Madres y las Abuelas. Apuntan a crear un colectivo para lapidar.
El Grupo Clarín no desapareció. El heredero de Ernestina Herrera de Noble aparece posando en una playa de Uruguay con su mujer y un perro de la calle. Así mientras desguazan el INTI con 200 despidos y persiguen a los sindicatos, avanza “la humanización” del poder en una construcción simbólica que busca controlar el sentido común con la lógica de la clase dominante. De esa forma las clases subalternas adoptan los intereses de la clase del poder.
La tapa de la revista Noticias busca esa empatía con el lector. Los dueños de todos los medios y de la fusión de Cablevisión con Telecom son tan buenos que adoptaron un perro pulguiento y te lo muestran en los kioscos. De Papel Prensa, nada; de la media carilla con la que la Corte archivó la causa, menos. Todo pasa, como decía Julio Humberto Grondona. De él también se olvidaron y ahora Clarín se apoderó del fútbol, vuelven a filmar las tribunas y la pelota es tan ajena como las vacas de los sojeros.
Poco a poco, lo inhumano se convierte en “normal”. Los economistas darwinistas van a los canales de televisión a sostener la muerte social del 70 por ciento de la población marginada de la fuga de divisas y la economía de mercado con dólares en todas partes menos en tu salario depreciado por la inflación incurable.
En este clima de posverdad, el tratamiento “periodístico” de la muerte de Santiago Maldonado de Clarín es un calco de las campañas de la dictadura que ese diario publicaba en 1977.
La reciente nota de Bufano culpa a los mapuches de la Pu Lof en Resistencia de Cushamen por la muerte de Santiago. Califica a los mapuches como “guerrilleros” y avanza con la maniática hipótesis de que Santiago murió a causa de un “ahogamiento accidental”, tal como afirma el Ministerio de Seguridad y su vocería rentada. O sea: los medios de la derecha conservadora humanizan a sus dueños, deshumanizan a la víctima (primero la negaron 78 días) y lanzan una cacería estigmatizante contra los mapuches.
Para ello no ahorran “gastos” ni “orga”. También se sumó Gambini, supernumerario de la mesa chica de Clarín, ex editor de Policiales y muy habituado a dar por cierto (todo) lo que comunican los herederos intelectuales de Ramón Falcón. Gambini no hizo más que confirmar la bochornosa saga de los cronistas Sánchez y Andrade (el mismo que dio como 100 por ciento cierta la versión de que Santiago había sido herido de una puñalada por un puestero de Benetton en Epuyén) y ahora defiende a ultranza la idea de que Santiago murió solo sin gendarmes a su alrededor, porque dice, “se ahogó”.
Los lectores y lectoras de Nuestras Voces saben que he seguido el caso en los últimos seis meses. Viajé tres veces al lugar de los hechos y entrevisté a todos los protagonistas. Como es obvio, Gendarmería no aceptó una entrevista conmigo. Prefieren hablar con Clarín y La Nación, y es comprensible.
Ya he recordado una decena de veces la situación en el río Chubut entre las 11:30 y las 11:40 del 1 de agosto, cuando desapareció Santiago. Andrade de Clarín afirma que no había gendarmes, pero eso no está probado en la causa. Veamos:
1. Echazú bajó al río luego de ser golpeado, dijo, en la tranquera.
2. Echazú dijo que habló con el escopetero Zoilán, que disparó 22 veces su escopeta. El alférez ascendido por este gobierno no recuerda qué le dijo a Zoilán.
3. En la causa se sabe que Santiago estaba vivo a las 11:32 fotografiado por Gendarmería. A las 11:33 los gendarmes rompieron la tranquera y entraron con un eurocargo y una camioneta Ford Ranger blanca patente 237.
4. A la derecha de Echazú en el río estaba el gendarme Gómez con Pelozo y Robledo, que le arrojó una piedra a “un manifestante”.
5. Uno de los gendarmes quiso meterse al río, pero el comandante Escola se lo impidió.
6. Clarín con Andrade dicen que ese manifestante era el testigo Lucas Pilquiman. Pero Lucas iba con Santiago, según declaró en la causa ante el juez subrogante Gustavo Lleral. Entonces, ¿cómo es posible que los gendarmes no hayan visto a Santiago si estaban dispersos a cincuenta metros rodeando la zona de sauces?
7. El cuerpo de Santiago fue hallado por buzos de Prefectura el 17 de octubre a las 12:20. Estaba a siete metros de la costa en línea recta a la casilla de vigilancia mapuche con la misma campera azul celeste que le prestó el testigo Matías Santana la noche del 31 de julio. Sin embargo, el gobierno lo sabía y negó a Santiago hasta último momento.
Ya hemos dicho nuestra opinión sobre la pésima instrucción de los jueces Guido Otranto y Gustavo Lleral, y de la sugestiva defensa de Gendarmería de la fiscal Silvina Ávila.
Y de la vocación estigmatizadora de los pueblos originarios que promueve la Policía y sus medios oficiales. Ese panorama de lo siniestro no sería lo peor: lo que en verdad anhela el poder es destruir la credibilidad de los organismos de derechos humanos. Van por las Madres y Abuelas. Frases como “los ultra K”, “mapuches guerrilleros” y otras delicias semióticas de Clarín y sus asociados, apuntan a crear un colectivo para lapidar.
El estado de excepción se consolida primero en el tablero de ajedrez de los medios y luego se concreta en la corporación judicial. Que aún haya presos desde el 14 de diciembre refleja el espíritu inquisidor de esta gestión del diálogo. Las voces de los presos políticos acusados con causas truchas y jueces serviles son el espejo del escarnio.
A este panorama de época se suma la desaparición de la víctima, en este caso, Santiago, muerto durante un operativo represivo de una fuerza federal del Estado.
En 1967, la serie británica “El prisionero” narraba la manipulación del poder en un escenario surrealista y lisérgico. Los humanos eran peones de ajedrez.
Lo real no ha cambiado. El poder elige palabras y notarios para elevar su propia narrativa. La trama de la ruindad está a la vista.
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