La cuarta ola feminista y,
¿la resurrección de las ideologías de América Latina?
Pese al imperio de un neoliberalismo tardío que se expande a fuerza de propaganda y estrados, numerosos sectores de la sociedad civil marcharon en estas últimas semanas por las calles de Argentina, y en éstos hay una característica común: la juventud es apabullantemente mayoritaria en estas expresiones. Desde hace más de una década se ha constituido en el actor central de la escena política, manifestándose a favor y en contra de gobiernos y consolidando uno de los mayores actos de transgresión: militar activamente en la política, antagonizando la desafección contagiosa de generaciones ascendentes.
Parafraseando al genio alemán, un espectro se cierne sobre América Latina…
Los latinoamericanos hemos visto en Europa el reflejo de lo que podíamos ser. Imponiendo patrones a la fuerza o asimilando y re-definiendo ideologías acorde a los dolores de nuestro suelo, sin embargo, no hemos logrado transformaciones estructurales como las que se dieron en el viejo continente: el cíclico regreso de gobiernos de tintes autoritarios, un desarrollo económico que no logra consolidarse, la violación sistemática de los derechos humanos fundamentales y una considerable actual pasividad ciudadana en sociedades históricamente movilizadas. Las ideologías en América Latina terminaron en rimbombantes discursos bizantinos, sin praxis en la arena política.
La hegemonía neoliberal y la intelligentzia de las burguesías nacionales en estos países han dado un gran golpe cultural, fuertemente anquilosado en determinados estratos generacionales.
La sociedad posneoliberal sudamericana supo ser haz de grandes transformaciones, importantes conquistas en derechos económicos y sociales, comenzado por la reparación histórica a la defensa de los derechos humanos, el reparto de la renta nacional y la consagración de nuevas libertades civiles; pero la historia ondulante de estas tierras nos devolvió al punto de partida.
Nuestras Voces
Pese al imperio de un neoliberalismo tardío que se expande a fuerza de propaganda y estrados, numerosos sectores de la sociedad civil marcharon en estas últimas semanas por las calles de Argentina, y en éstos hay una característica común: la juventud es apabullantemente mayoritaria en estas expresiones.Desde hace más de una década se ha constituido en el actor central de la escena política, manifestándose a favor y en contra de gobiernos y consolidando uno de los mayores actos de transgresión: militar activamente en la política, antagonizando la desafección contagiosa de generaciones ascendentes.
Considerados los miembros más sensibles de la frivolidad posmoderna, con patrones de consumo que fomentan la industria de la imagen… quizás así sea, pero es indudable que en estos mismos sectores hay una consciencia crítica que hace temblar las bases de las sociedades falocéntricas y desigualitarias de estas naciones.
La real politik, la de los sectores de izquierdas, populares y antineoliberales le están dando batalla a las intromisiones en la arena de lo público de los actores del mercado, debates sensibles para la sociedad como la despenalización del aborto, la eutanasia, la separación Estado-Iglesia vuelven a encender la mecha del interés por la cosa pública. Una batalla cultural que por momentos parece perderse, estancarse lagunas de lentejuelas pero que necesita ser ganada y el tiempo nos apremia. Abandonar los sectarismos y los verticalismos partidistas, pujar por una educación pública que sea crítica las circunstancias socio-históricas.
La cuarta ola feminista es la demostración empírica de la resurrección de las ideologias, volcar a la praxis, a las calles y en la agenda pública aquello que parecía permanecer en un letargo, subir el tono de las voces frente al silencio que imponía una sociedad que estaba cómoda ignorando las desigualdades que gritaban debajo de sus pies. En estos meses el movimiento feminista nos ha demostrado que es posible revivir las ideas, llevarlas a la práctica, despertar el interés político, prescindiendo de liderazgos personalistas y superando diferencias partidarias; necesarias para desbancar a los movimientos antipolítica que nos gobiernan.
Aún así, la incógnita surge sobre el futuro: ¿Podremos dar una vuelta de tuerca definitiva y contundente a una sociedad que nos incita a la destrucción de los lazos de solidaridad y a la pasividad política? ¿Podremos detener a una maquinaria de transmisión ideológica que opera tan sutil e inteligentemente, de forma ininterrumpida?
La juventud que desafía hasta el lenguaje, al parecer, podría tener la respuesta.
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