jueves 28 de marzo de 2019
La confrontación
Por Ricardo Rouvier
En una nota anterior en este mismo espacio hemos hablado de la banalización de la grieta, considerando que ésta no es una particularidad nacional sino que es una realidad de muchos países. Es más, factores de progreso se despliegan en las luchas de los opuestos, y en la historia política aparece en la conformación ex post de sistemas democráticos consolidados. La guerra civil o su amenaza, ha acelerado los tiempos de la evolución institucional del sistema republicano que domina en gran parte del mundo, aunque a veces fuerzas regresivas demoran la evolución. La oposición como polo dialéctico, exige a los otros actores la superación y el ordenamiento de las energías hacia un destino cualitativamente mejor. La negatividad es una secuencia de la madurez, una etapa en que se verifica un proceso y no solamente un acontecimiento. Una lucha electoral es una puja de afirmaciones y negaciones; y la disputa es un instrumento imprescindible, pero esto debería ocurrir dentro de las reglas de juego de la democracia. Democracia liberal sí, pero hegemónica en gran parte del mundo, y su superación como se augura en los espacios de interpelación institucional, exige una alternativa cierta y no una mera expresión de deseos. Requiere de la política como ejecución complementaria e imprescindible de la ideología.
Cuando señalamos que el espacio del combate es el de la democracia es porque entendemos que, a pesar de sus múltiples defectos y, en nuestro caso, de baja densidad, la posibilidad de fortalecerla se da desde su propia interioridad y no en su anulación. No basta hacer estallar los cristales contra las reales limitaciones del régimen demoliberal, sin que haya un desplazamiento que vaya de lo instituyente a lo instituido. Se habla de una nueva Constitución de perfil social. Y es muy bueno contar con este proyecto, pero antes, debe construirse una base consensual política y social amplia.
El PRO en sus principios, prometía hacer una revolución cultural que se llevaría puesto al peronismo y al radicalismo por anacrónicos y los sustituiría por la nueva política, que en realidad lo nuevo que porta es el marketing electoral. La bofetada de la realidad puso a Cambiemos, sobre todo al PRO, desnudo ante la intemperie y congelado en su evolución. El Partido de centro derecha no crece y malgastó la gran oportunidad que tuvo. El disciplinamiento financiero actual sin plan de desarrollo es condenar al descarte a millones de argentinos que hoy se debaten entre la incertidumbre y la angustia. Si con esta recesión, inflación y desgobierno no pierden las elecciones es porque los errores del adversario son enormes.
Ahora, una cosa es la polarización como recurso para un desarrollo táctico en una competencia y otra muy distinta es la grieta o las grietas cuando domina la comunicación discriminatoria y deshumanizada respecto del otro, basada en el deseo de muerte, simbólicamente hablando, sobre un semejante que es sometido al juicio sumarísimo de los medios de comunicación oficiales u opositores. Basta ver las redes, son campos minados.
Los gobiernos legítimos deben trabajar para achicar o sellar la quebradura en función del bien común. Estas grietas atraviesan la cosa pública en todos sus planos y se introduce en la vida social primaria de los ciudadanos.
La existencia de la confrontación genera la ilusión en los actores de estar transitando por el camino correcto; lo que en realidad se logra es confirmar a cada uno en su ciudadela. Su incidencia es personal, no mueve las fuerzas sociales hacia ningún lado y ningún cambio profundo se produce. Porque continúan las asimetrías sociales, no se eliminan las diferencias culturales, ni se remueve el núcleo duro de la pobreza o la indigencia. Es decir, eliminar la grieta no es eliminar el conflicto, es despejarlo. Por supuesto, que exceptuamos los movimientos masivos, la protesta pública activa, la acción directa apuntando a problemas específicos; y para una época anterior incluiríamos a la lucha insurreccional o a la acción armada.
El actual panorama político europeo demuestra cómo la resistencia a la inmigración se convierte en un eje electoral que hiere a la democracia, insertándose en el discurso autoritario del neofascismo, y logra un anclaje en electores desilusionados con la democracia. Vamos de la política hacia la sociopatía que avanza en la discriminación y el odio al diferente. El otro inmigrante, o el otro k, o el otro no k, constituye un modelo de exclusión del distinto.
Históricamente, la contradicción entre peronismo y el antiperonismo ha dejado huellas en nuestra vida contemporánea. Esos registros se han hundido en la cultura nacional. Y de parte del régimen hubo esfuerzos de cooptación, de aculturación, de prohibición, de aniquilamiento de lo nacional y popular, que hoy están perdiendo vigencia. En una opinión discutible, pero opinión al fin, señalamos que la contradicción histórica entre el peronismo y el antiperonismo está saldada, está terminada. Hay ya una porción importante de la población que se ubica por afuera de esta contradicción que comenzó en la década del 40 y que tiene ya 70 años. La mayoría de los ciudadanos, sobre todo los menores de 40 años, no se sienten parte de esta disputa. El futuro del peronismo tiene un problema entre su vigencia y la evolución biológica de la población; el radicalismo está peor aún.
Mientras desde el gobierno de Cambiemos, o más precisamente desde la usina creativa del PRO, se fomenta endurecer la polarización y hacer blanco en la candidatura de CFK para mantenerla en el ring, del otro lado se acepta y se multiplica el reto. Pero el duelo que se enmascara es el de la dialéctica amigo-enemigo, que no contribuye al progreso de nadie. En las redes sociales del peronismo/kirchnerismo todas las semanas se “ejecuta” a alguien por traidor, se lo pone en la vidriera de la “derecha” o de ser empleado de Magnetto, o de ser hijo de la fusiladora del ’55. Hace un tiempo el “ajusticiado” fue el José Pepe Mujica porque no vino a la reunión de CLACSO.
¡El Pepe Mujica!
Del lado del oficialismo, el ejército de trolls y la construcción de noticias falsas muestran la aplicación de técnicas de persuasión sin ética. Se desarrolla una verdadera operación de inteligencia en manos de expertos en comunicación digital. Van a elevar nuevamente el periscopio, mientras navegan bajo el agua, para observar en detalle las microsegmentaciones de la población, sobre todo de la población bonaerense, y hacer campaña telescópica. En su contra está el abismo entre promesa y realidad; esa lejanía fue esmerilando la fe de los votantes del 2015 que hoy, masivamente, se arrepienten. Ellos van por su rescate, pero corren el riesgo de hundirse con el salvavidas puesto.
La polarización puede ser como el sol que enceguece si uno se aproxima y se expone. Sería mucho mejor para el país y para el espacio opositor, dejar el juego del “Macrigato” por un momento y pensar un proyecto de país para la emergencia que viene. No basta proclamar que hay que volver a la felicidad de los doce años y que CFK lo resuelve todo; hace falta titular una nueva época, superando la anterior.
Sería mejor ordenar las fuerzas y establecer ya los pasos de la campaña electoral. Instituir un comando al respecto, que sea único, para no repetir los gruesos errores de la disputa 2015, y comenzar con la acción ordenada, no caótica, en las redes. El gran peligro para la próxima elección está en repetir la anterior.
Por ahora emerge una anarquía comunicacional, desconociéndose los efectos que producen gestos, palabras y la presencia de dirigentes en los medios y sus efectos en la opinión pública. Hay que decir lo que muchos no dicen, hay figuras muy conocidas del espacio que son “piantavotos”. La incontinencia verbal provoca que muchos se encimen en sus dichos porque quieren quedar bien con la Jefa.
Existe muchísima energía empleada en la denuncia y en la interpelación discursiva al gobierno, cosa que se explica desde el rol de opositor y ante las consecuencias evidentes de la gestión en la textura social del país. Ahora bien, el creer que esta disputa otorga un óleo sagrado es un error para una gran parte de la sociedad nacional que observa con desconfianza. Todos somos pecadores. Si el adversario fuera un enemigo hecho y derecho, no quedaría más remedio que ir a otro tipo de solución que no se agota con las adjetivaciones. La Ley fundamental prevé el derecho a la rebelión frente a la ilegitimidad de un gobierno que violenta las normas. Pero nadie cree en la insurrección como acción orgánica para la toma del poder, por lo tanto, la retórica se vuelve extraña y lejana, como una evocación de otra época. No hay más remedio, ésta es la democracia que supimos conseguir, y su mejoramiento es una tarea por hacer a futuro.
Con un criterio progresista, el objetivo electoral próximo no debería ser la restitución al 100% del gobierno anterior, sino una versión mejorada, pasando luego por el tamiz de la autocrítica sin exhibicionismo, pero con la madurez del estadista que repara. Desde una visión crítica debería marcharse hacia la terminación de la grieta, para que el odio deje paso no al amor romántico de las novelas, sino a la lucha de ideas, a la disputa por la verdad.
La política del espacio está dominada por lo agonal pero carente de arquitectura. Es fácil predecir que si Cambiemos pierde, se partirá en su costado radical. Y si el peronismo, o algún peronismo, no llega a ganar seguirá siendo un archipiélago con liderazgos en penumbra. Mientras tanto el país, la Patria, seguirá esperando que sus hijos crezcan.
* Lic. en Sociología. Dr. en Psicología Social. Profesor Universitario. Titular de 'R.Rouvier & Asociados'.
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