sábado 30 de marzo de 2019
El mayor aporte
de campaña
de la historia
Argentina técnicamente está en default aunque intenten disimularlo. La cantidad astronómica de dólares entregados por el FMI (unos 50.000 millones de USD, cerca del 10% del PBI del país) en un plazo tan acotado de tiempo sólo busca garantizar que el default no sea declarado antes de las elecciones de este año, lo que anularía cualquier posibilidad de reelección del actual presidente.
La Argentina está técnicamente en default. En efecto, el Banco Central no recibe los dólares que necesita y el mercado, luego de hacerlo durante dos años, ya no acepta prestárselos. Lo único que evita que esa realidad salga a la luz y todos podamos constatar que el rey está desnudo es el préstamo del FMI que en los hechos actúa como garante de los bonistas al priorizar los pagos hacia esos acreedores por sobre el resto de las necesidades y obligaciones del Banco Central. Las condiciones del préstamo del FMI, el mayor que el organismo otorgó hasta hoy, fueron variando en unos pocos meses y el plazo inicial de tres años para los desembolsos desde el organismo internacional fue reducido a uno sólo.
No se trata de un préstamo tradicional, ya que no podría ser obtenido por cualquier otro país en iguales condiciones y ni siquiera podría ser renovado por el nuestro. ¿Cuál es el objetivo de entregar esa cantidad astronómica de recursos (unos 50.000 millones de USD, cerca del 10% del PBI del país) en un plazo tan acotado de tiempo? Garantizar que el default no sea declarado antes de las elecciones de este año, lo que anularía cualquier posibilidad de reelección del actual presidente. Y de paso convertir deuda con status común, como es la de los bonos, por deuda con un organismo que ni el terrible Néstor Kirchner se atrevió a renegociar. Una verdadera win-win situation: gana Cambiemos pero también pierde la Argentina.
Si hiciéramos una analogía con el mundo corporativo, podríamos comparar al Estado argentino con una empresa que frente a la imposibilidad de hacer frente a sus obligaciones, en lugar de llamar a convocatoria de acreedores recurre a un prestamista que exige que su préstamo sea utilizado para pagar ciertas acreencias por sobre otras (en el caso de la Argentina, las acreencias privilegiadas son las de los bonistas).
El objetivo de la maniobra no sería garantizar la liquidez de la empresa o permitir una mejora en su deuda sino permitir que el CEO (es decir, el presidente Macri), que es afín al nuevo acreedor, pueda ser reelegido por los accionistas de la empresa, algo que no ocurriría si llamara a una convocatoria de acreedores. Al cambiar deuda común por deuda con el FMI, el resto de los acreedores en el futuro se enfrentarán a una peor situación frente a esa “deuda privilegiada”. No sería extraño que, frente a una situación de este tipo, el resto de los acreedores y asalariados, perjudicados por la maniobra con el nuevo prestamista amigo del CEO, la denunciaran frente a los Tribunales.
Pero volvamos al préstamo: ya señalamos que es el mayor de la historia del organismo y que fue otorgado para retrasar el default que dio lugar al llamado de auxilio en una primera instancia: la imposibilidad de la Argentina de afrontar sus obligaciones en divisas luego de haber tomado la extraña decisión de desregular su mercado cambiario e incentivar de ese modo la fuga. El cambio de modalidad de pago del préstamo no es un tema menor, al pasar de 3 años a 1, el FMI decidió otorgarlo casi el 90% de esa enorme cantidad de recursos al oficialismo actual. Nadie sabe a ciencia cierta cómo hará la Argentina para afrontar los vencimientos de la deuda en 2020, ya sin ese generoso maná del Fondo.
En realidad, más que un préstamo al país se trata de un aporte al partido gobernante para apuntalarlo y evitar que la Argentina reconozca la convocatoria de acreedores antes de tiempo, para retomar la imagen corporativa. Por eso no se trató de cualquier aporte: fue un aporte de campaña, sin duda el más importante que recibió Cambiemos y, por una vez, en blanco.
La oposición debería exigir que así figure en el acuerdo con el FMI, algo que también protegería a la titular del FMI Christine Lagarde, frente a reclamos futuros del propio organismo.
En efecto, los aportes de campaña no son reembolsables.
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