domingo 31 de marzo de 2019
Panorama político
Lenguaraz
Un lenguaraz que abre el Congreso de la Lengua suena tan falso como pedir que se juzgue a su gobierno por lo que suceda con la pobreza al tiempo que envía a la pobreza a millones de personas. El castillo de arena que armó Cambiemos con charlatanería profesional y guerra jurídica se desmorona con la crisis económica y el esperpento de enredos que está destruyendo al fiscal de la República, Carlos Stornelli, donde pide a un espía que le espíe al ex marido de su pareja. Ejemplo de republicanismo, el fiscal que mete presos a acusados sin condena, ni siquiera se atreve a presentarse a su indagatoria en la causa donde está acusado con muchas pruebas de cometer graves irregularidades.
El INDEC anunció que la pobreza subió al 32 por ciento y da la idea miserable de que el año pasado más de dos millones y medio de personas fueron convertidas por este gobierno en nuevos pobres. Pero — ¡oh casualidad! — es casi la misma cifra que dicen que dejó el kirchnerismo. Todas estos índices que miden la pobreza, lo hacen según “líneas” que se suben y se bajan según los precios de la canasta básica que se tomen y según el momento que eligen para hacer el corte. Las cifras que se han instalado desde el 2015 buscan deslegitimar las medidas económicas que implican distribución de la riqueza.
Ni siquiera es por hundir a los gobiernos kirchneristas, lo que resulta una consecuencia de esa campaña. El objetivo es demostrar que con una u otra política siempre habrá pobres. Se trata de naturalizar la desigualdad como un fenómeno que no se relaciona con la política sino con la condición del ser humano. El titular más importante de El Cronista Comercial, por ejemplo, fue que la pobreza pegó un salto y está al mismo nivel en que la dejó el gobierno kirchnerista. De la misma forma tituló en su tapa de la edición en papel para América el diario El País, socio de La Nación. En las ediciones de la web no titulan de esta manera como sí lo hacen en las de papel.
Los propagandistas y los intelectuales del status quo, conservadores y falsos progresistas, dicen que la cantidad de pobres es la misma, pero que esos pobres igual apoyan a Cristina Kirchner por la demagogia de su gobierno. En esa mirada no existen medidas económicas que hagan la diferencia. Es increíble cómo ellos suponen que, en vez de gestión, todos hacen charlatanería social como el macrismo.
Tampoco fueron creíbles algunas de las mediciones de la época del kirchnerismo. Pero ese argumento no califica para mentir en forma descarada ahora. Resulta inaudito que haya la misma pobreza que cuando los servicios eran muchísimo más baratos, igual que los alimentos, los medicamentos y los alquileres; que cuando los salarios, en vez de perder el 15 por ciento de su valor como ahora, siempre obtenían unos puntos por encima de la inflación y cuando había mucho menos desempleo que ahora.
Hay algunas mediciones que dicen que la devaluación de 2014 aumentó cuatro puntos la cantidad de pobres. Resulta que esa devaluación del 13 por ciento aumentó cuatro puntos y este gobierno que viene con una seguidilla de varias devaluaciones que sobrepasan esa marca, tiene la misma cantidad de pobres.
Magia macrista: hay la misma cantidad de pobres que cuando el transporte, la luz y el gas tenían precios accesibles. La misma cantidad de pobres en este gobierno que en tres años sobrepasó la inflación que tuvo el gobierno anterior en doce años.
Sin hablar de cifras, la escena es muy parecida a las vísperas del 19 y 20 de diciembre, pero sin corralito hasta ahora. Son empresas y comercios que cierran, inflación descontrolada, filas de jubilados en los bancos para sacar sus ahorros o comprar dólares. Es incomparable este desastre con el 2015.
Cuando El Cronista Comercial o El País dicen que hay la misma cantidad de pobres que dejó el kirchnerismo ocultan que aún así, para estas mediciones interesadas, durante once años de gobierno kirchnerista, la cantidad de pobres fue a la baja. Es imposible discutir cifras, pero nadie puede negar que en 2015 había varios millones menos de personas pobres que en 2003, cuando asumió Néstor Kirchner. Y fue el único gobierno de esta etapa democrática que redujo la pobreza y la indigencia porque aplicó medidas distributivas que, además, dinamizaron a la economía.
Lenguaraz es igual que charlatán: o sea, el que destruye la lengua porque la vacía y desvaloriza. Mauricio Macri llegó al gobierno haciendo promesas que nunca cumpliría, como “Pobreza cero”, “lluvia de inversiones” o “reinsertarnos en el mundo” “mantendré lo que ya tienen” “no tocaré lasjubilaciones” y sigue la lista.
En la lógica de los candidatos de derecha, nunca pueden decir lo que harán verdaderamente porque nadie los votaría. Entonces un candidato de derecha usa dos herramientas: las promesas huecas y la difamación del adversario y de sus propuestas. No discute de política y despliega a nivel judicial esa estrategia de difamación.
Es la lengua que miente como estrategia de los poderosos. La lengua usada para someter. Es la idea que tenía el dictador Francisco Franco cuando prohibió las lenguas de catalanes, gallegos, vascos y demás para que predomine el castellano, al que denominó “español”. Y es la idea que simbolizan Macri y los Reyes de España en el Congreso de la Lengua. No es la lengua liberadora de la inteligencia y el progreso, sino la que busca colonizar las lenguas originarias. La belleza del castellano se desmerece cuando se reivindica su utilización como herramienta hegemónica colonizadora. El campeón del uso falaz de la lengua ganó así el lugar de inaugurar el Congreso de la Lengua junto a los Reyes de España.
Pero la caída vertiginosa de la imagen de Mauricio Macri probaría que las palabras huecas tienen fecha de vencimiento, al revés que la palabra verdadera que puede sostenerse en el tiempo. El discurso hueco del gobierno ya no es creíble ni siquiera para la estructura del poder económico que lo impulsó a la presidencia. Periodistas que trabajan como voceros de esa estructura ya lo definen como “presidente devaluado” y otros prefirieron “alejarse de la política”.
La palabra Justicia fue de las más castigadas por el gobierno al convertirla en una especie de ópera bufa. El pedido del gobierno a la Magistratura para que enjuicie a un juez que lo está investigando tiene esa connotación tragicómica. Y el fiscal Carlos Stornelli se niega a escuchar las pruebas y acusaciones en la causa donde es acusado y tuvo que ser declarado en rebeldía después de cuatro inasistencias.
A veces marea el flujo de información y podredumbre que sale de esa causa. Hay pruebas donde el fiscal habla con el espía Marcelo D’Alessio paraponerle droga o prueba falsa al ex marido de la pareja del fiscal “para que se queda tranquilo”. Stornelli estuvo a cargo de la seguridad de Boca cuando Macri fue presidente del Club. Las fotografías, los testigos, los videos y decenas de mensajes de whatsapp destapan un submundo de barrabrava berreta, enquistado en el Poder Judicial. Stornelli como fiscal del fuero federal equivale a Macri inaugurando el Congreso de la Lengua. Se desvirtúa todo lo que hagan, ambos perdieron legitimidad y credibilidad y contagian lo que tocan.
El daño que le ha hecho este gobierno al Poder Judicial con el armado de estas bandas de agentes de inteligencia, periodistas, y funcionarios judiciales para perseguir a miembros del gobierno anterior parece irreversible. Y el efecto ha sido tan fuerte que rompió el blindaje mediático que protege al gobierno. El único argumento que atinan es denunciar sin pruebas que se trata de una estrategia del kirchnerismo para bajar la causa de los cuadernos.
Pero nadie rebate ni explica ni una sola de las abundantes pruebas que muestran a Stornelli como una especie patotero que “ordenó espionajes y otras investigaciones ilegales que guardaban relación con las causas judiciales a su cargo”. No importa ya lo que pase con esta causa porque el destape de esa banda expuso la forma en que el gobierno llevó adelante el lawfare o guerra judicial contra el gobierno anterior. Lo que se actúe a partir de ahora solamente será creíble para los cada vez menos fanáticos del macrismo.
Para Macri es la pérdida de credibilidad y potencia de su principal artefacto electoral al comienzo de un año de elecciones. Una reelección que se ve cada vez más lejana.
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