lunes 20 de noviembre de 2017
Es extraño el camino que siguen las nociones: suelen alojarse donde menos se piensa.
"EL NIÑO QUE FUE A MENOS" DE DOLINA CON VÍCTOR HUGO
Por Alejandro Dolina
La señorita Claudia se dirige a las niñas y pronuncia el nombre amado. Frezza está muy lejos para soplar y la morocha que lo enloquece no puede contestar. De pronto, la maestra lo mira.
Version de Youtube con Alejandro Dolina y Victor Hugo Morales
La señorita Claudia le pregunta a Ferro:
— ¿Quién fundó la ciudad de Asunción?
Ferro lo ignora y lo confiesa.
La maestra intenta por otros rumbos.
— Tissot.
— No sé, señorita.
— Rossi.
Silencio.
El ambiente se pone pesado porque quizá la señorita Claudia enseñó aquello el día anterior.
— Maldonado.
Nada.
Claudia frunce el ceño y ensaya unos reproches generales.
Frezza, el tano Frezza, lo sabe de algún modo misterioso.
Es extraño el camino que siguen las nociones: suelen alojarse donde menos se piensa.
— Núñez. López. Dall'asta.
Tampoco.
Frezza espera, sobrador, sin levantar la mano.
Cosa de manyaorejas, piensa.
La señorita Claudia se dirige a las niñas y pronuncia el nombre amado.
Frezza está muy lejos para soplar y la morocha que lo enloquece no puede contestar.
De pronto, la maestra lo mira.
— Frezza.
Y el niño taura, que tal vez necesita anotarse un poroto, se levanta, mira hacia el banco y de la morocha y dice casi triunfal:
— No lo sé.
Si es que nadie lo sabe, estará bien no saberlo.
Frezza se sienta y se oye entonces, como en una horrible blasfemia, la voz de Campos, injuriosa:
— ¡Juan de Salazar!
Pasaron los años.
La morocha no conoció el amor de Frezza ni tampoco su gesto elegante y generoso.
Si alguien califica estas lecciones en alguna libreta celeste, Frezza tendrá un nueve.
Y si ni siquiera existe esa libreta, entonces tendrá un diez.
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