La Tecl@ Eñe
Editor/Director: Conrado Yasenza
sábado 30 de diciembre de 2017
Cartas entre Daniel Santoro y Horacio González
Debate en torno a la unidad del peronismo
A partir de la carta escrita por Daniel Santoro, 'A los compañeros con urgencia', donde plantea la necesaria unidad del variado arco peronista de cara a las elecciones de 2019, Horacio González responde en forma no menos urgente y con el espíritu de discutir el difícil tema de la unidad del peronismo, una discusión precisa que no debe justificar un producto final amorfo. La Tecl@ Eñe publica en forma unificada las dos cartas.
(para La Tecl@ Eñe)
Daniel Santoro: 'A los compañeros con urgencia'
Faltan menos de 18 meses para el cierre de listas con miras a las presidenciales del 2019, en los próximos meses deberemos encontrar la forma de sacar al movimiento nacional del atolladero en el que se encuentra, algunos acontecimientos de los últimos días (experiencias de unidad en la acción) nos podrían servir de guía para encontrar el camino.
La concreción de una amplia unidad entre el variado arco peronista y el kirchnerista sería la peor noticia que puede recibir éste gobierno neoliberal, hacia allí debemos dirigir todas nuestras acciones de aquí en más. Para que éste vasto y generoso acuerdo tenga sentido y pueda realizarse deberemos deponer enconos, olvidar ofensas, abandonar la nominación de traidores, acabar con el conteo de costillares sospechosos, e incluso prepararnos para una copiosa ingesta de sapos. La búsqueda de ésta unidad es urgente y prioritaria. Algunos ejemplos: ¿por qué no podrían encontrarse, hablar y ponerse de acuerdo Axel Kicillof y Roberto Lavagna (ambos ministros del kirchnerismo)?, o pactar una larga conversación entre Graciela Camaño y Máximo Kirchner (si dicen más o menos las mismas cosas), ¿qué tan grandes serían las diferencias entre Gabriela Cerruti y Daniel Arroyo? ¿Cuál es la traba que impediría un acuerdo entre Randazzo y Felipe Solá? Esta coyuntura histórica nos reclama deponer los narcicismos.
Sería un tremendo error no lograr en los próximos meses articular un gran coloquio del campo nacional en donde se salden todas las conversaciones que nos debemos (o que no tuvimos a tiempo), pienso en varias jornadas de trabajo, discusiones y acuerdos, con el objetivo de consensuar una plataforma en la que todos nos sintamos representados (con la presencia horizontal de aquellos que tengan genuinas ambiciones), que garantice la unidad programática en la que participen todos: gobernadores, intendentes, los movimientos sociales, el PJ, unidad ciudadana, diversos partidos de izquierda y progresismos, una gran convocatoria sindical (amplia y sin reproches), de no ser así estaríamos garantizando el triunfo del macrismo y tal vez dentro de 12 o 16 años nuestras nuevas generaciones militantes podrán salir de éste embrollo y dirigir una mirada piadosa hacia atrás para ver cómo terminamos ahogados en el mar de nuestras propias miserias y mezquindades.
No nos midamos entre compañeros, reclamando heroicos actos de resistencia a quienes no pueden realizarlos por diversas cuestiones de la coyuntura, siempre es mejor que estén (aunque limitados), nadie debe quedar afuera, todo sirve a efectos de consolidar esa masa crítica (sabemos que los traidores siempre estarán en los lugares que generen expectativas de triunfo), lidiar con esto es parte del desafío de la conducción. Todo sirve siempre que vaya en el sentido de la unidad, tenemos que construir una real alternativa de poder y eso se logra estando todos adentro.
Daniel Santoro
25 de Diciembre de 2017
Horacio González: 'Una respuesta no menos urgente'
Querido Daniel:
Lo que considero la justificación última de tu llamado es la grave situación por la que estamos pasando. El macrismo, o como se llame, es un aparato extra-estatal y post-institucional, que está dispuesto a arrasar la lógica constitutiva de la nación argentina. Sus medidas represivas, que por un lado entregan el beneficio de la duda a las nuevas gendarmerías, y por otro lado, buscan reproducir las viejas artimañas del terror de Estado pero bajo formulismos parlamentarios y legales, que aceptan a disgusto o vulneran por dentro hasta hacerlos irreconocibles, nos llevan a la pregunta de cómo agrupar los ámbitos políticos y humanos que se oponen a este descalabro inusitado.
No obstante, en todo llamado a la unidad, importan los pasos previos, que todos conocemos bien, habitualmente representados por la clásica pregunta ¿quién convoca? En tu escrito, sucinto y contundente, das ejemplos de coincidencias posibles entre personas que, dejando de lado ciertas particularidades o aspectos secundarios, podrían asumir un núcleo común de razonamientos en torno a una crítica económica de la situación: por ejemplo, Kicillof y Lavagna. El método que proponés es el deponer enconos y dejar de usar los artificios verbales del hábito tantas veces consagrado en todas las fuerzas políticas, en especial en el peronismo: el tema de la traición. Sin duda, Perón, que lo instituyó con entusiasmo, dedicó luego vastos esfuerzos por moderarlo: "si voy solo con los buenos, me quedo solo". Lo cual originó la conocida puja por saber quién era bueno. O que todos se pensaran excluidos del mal. La unidad, creo, tiene más exigencias que esa picaresca. Es urgente, como bien decís, y esa urgencia está urgida de criterios, debates más pulidos y mejores exposiciones de lo que pensamos, pero ahora, ante el tribunal de la historia.
Hoy creo que no son suficientes aquellos preceptos de unidad, si bien no abandono en ningún momento el pensamiento para construir un estado de unión política de los ciudadanos y trabajadores, que resuelva los temas pendientes, no sólo los que señalas – ceder en los estilos grupales de imposición territorial o intimación táctica - sino los que aún nos siguen llamando la atención a todos los que apoyamos el gobierno de Néstor y Cristina Kirchner. Por ejemplo, por qué se facilitó tanto la fusión de grandes empresas de comunicaciones y luego se amparó la más importante ley democratizadora en esa materia. O por qué no se lograba un tono declarativo más esclarecedor respecto a los grandes regímenes económicos, postulando un "capitalismo serio", que no parecía una consigna adecuada para la hora, mientras se producían hechos que auguraban un tipo de sociedad que dieran pasos más emancipados en relación a la hipótesis del necio capitalismo canónico. Del lado del kirchnerismo, es preciso ese debate, para convertirlo en nuevas señales orientadoras de acción política transformadora.
Pero si esta revisión es urgente en el kirchnerismo, que es un nombre acosado por un conjunto de medidas punitivas que tienen al andamiaje judicial como resurrección del santo oficio inquisitorial, mucho más urgente es para quienes forman una gran multitud de compañeros que se movilizan en torno a la identidad peronista. En muchos de ellos, con la mejor voluntad de abrir compuertas nuevas, se piensa el kirchnerismo como un interregno muy episódico, y alojan ahí una medida de unidad sumamente indiferenciadora. ¿Kirchnerismo? Bah, uno de los tantos capítulos del Movimiento Nacional.
No voy a decir, según tu recomendación que comparto, que allí están los "traidores", palabra sumamente literaria para aplicarla a cualquier pleito ocasional. Diré que muchos ven allí, en el omni-abarcativo Movimiento Nacional, el habitáculo que los protege de la intemperie kirchnerista, donde en la actualidad vemos que la mayor campaña de insidias de las corporaciones mediáticas, tiende el sudario maldito de la corrupción sobre los antiguos funcionarios. Además de debatir seriamente qué se aloja en tan siniestra denominación, deberíamos entender también que hoy "salir de la zona de operaciones" designadas por el Gran Hermano – esto es, dar el paso del "kirchnerismo" al "peronismo" - permite inmunizarse. Esa inmunización es esperada por el mecanismo de conversión de conciencias, que hace dos décadas está operando en el peronismo. Ellos tienen preparado el ungüento para ungir la frente del peronista arrepentido no con el óleo de Samuel, sino con el óleo de la indignidad.
Si el peronismo admitido o indultado dedica unos minutos a hablar mal de la "corrupción", ya tiene el ticket de entrada a la Nueva Era. No digo que las irregularidades haya que pasarlas por alto, digo que cuando se las llama de un modo con el cual se le muestra la guillotina al candidato a la horca o se lo invita a la transfiguración de su conciencia, eso es sólo un espolón de partido gobernante, para administrar la entrada al Monasterio de Blanqueo de los Carpetazos. No abandonar el nombre del peronismo a la trituradora de los Trolls, implica redefinir sus horizontes y sus subyacentes memorias epopéyicas, hoy soterradas por ignorancia o utilizadas vicariamente. Pero a nada de esto hay que invocarlo como un universal abstracto, ni suponer que lo actuado por el kirchnerismo – que contuvo a ese peronismo supernumerario que viene del menemismo y alojó a una generosa cantidad de simuladores - es el concreto y absoluto punto regenerativo para recrearlo todo otra vez. No, porque ese punto aun no lo avizoramos, y sólo podemos decir que surgirá de trabajos críticos, de naturaleza moral e intelectual, que den cuenta de las incoherencias que atravesamos en el período anterior, no pocas, y asimismo del uso impertinente de la palabra peronismo para un Recambiaremos a Cambiemos. Basta de esa papilla.
La unidad es una cuestión urgente y coincido en que queda poco tiempo, así como eso no debe justificar un producto final amorfo. Las urgencias deben ser contempladas a la luz de las movilizaciones, los debates parlamentarios y las fisuras que se abren en el electorado macrista. Todo ello precisa formas que replanteen el llamado a la congregación política más eficaz contra esta sistemática degradación del país. En el chirle panorama de este descarrío, falta agregar cuál sería el papel de Cristina. Tengo la sospecha de que no sirve llamarla jefa –ni a ella ni a nosotros-, pero menos restarle su preminencia. No me cabe duda que ella sabrá hacer público un despliegue sobre la escena ligado a esa acción de hacer un llamado, y no por eso inhibir las libertades del vasto archipiélago de grupos, estilos y militancias que pululan en este descalabro general al que estamos asistiendo.
Ella también, como nosotros, se bate en inciertas arenas movedizas, pero es el objetivo principal de los disparos de 105 milímetros, de esos obuses cotidianos que disparan desde Comodoro Py, un marino que participó de varias guerras en el siglo XIX. Cristina es la única no inmunizada, o la única que permanece totalmente des-inmunizada, y persevera en la lucha. Otros que tampoco estaban inmunizados, han caído bajo el radar candente del capricho judicial. Muchos peronistas que quieren blindarse en su ortodoxia, expulsan de su lengua los nombres malditos y vuelven al habitáculo de siempre, como si nada hubiera pasado. Gobernadores, intendentes, senadores, diputados, etc.
La unidad no es un a priori benevolente sino un sistema de reflexión y análisis, y en tanto eso se hace necesaria. Incluye abrirle las puertas a temas a los que antes fuimos ociosos, como la brutalidad de la economía extractivista, así como fortalecer aquellos que hicieron a la novedad kirchnerista. Es necesario un debate más preciso sobre cómo conceptos fulminantes alojados en el fraseo cotidiano de la población, son un bloque que debe ser penetrado con la verdad. La verdad de lo que se hizo en términos liberacionistas, pero también, de todos los hechos inadecuados producidos, que no pueden reunirse en conceptos escatológicos. Esos conceptos que los dueños del monopolio arbitrario de la palabra y la violencia dicen con desparpajo, como santo y seña terminal, de los que nosotros huimos. Al contrario, deben ser revisados a la luz pública con los nombres que corresponden. Unidad política, parlamentaria, social y urgente, debe vincularse a la unidad de hecho que producen las grandes movilizaciones, que aun así tienen metodologías diversas. La resistencia es una categoría interna de la vida emancipada. A todos nos compete.
Pero dirigen la atención de la Unidad necesaria hacia zonas donde actúa un nuevo espíritu político, libertario, juvenil, preocupado por formas de vida que se lancen a despertares elocuentes de la vida renovada. Los nombres de militantes que vos mencionas, Daniel, pueden abrazarse en el Congreso. No desdeño esta cuestión. Pero el sello de cualquier abrazo lo debe dar por fin el reconocimiento de los momentos dominantes donde en el inmediato pasado se mostró innegable voluntad de transformación, en un mundo acechado por múltiples peligros, tanto a la democracia, a la vida como a las múltiples experiencias de la existencia colectiva y disidente. Este escrito muestra algunas discordancias con el tuyo, Daniel, pero reafirma el respeto por tus preocupaciones, tanto más relevantes en cuanto provienen del gran artista que sos.
Horacio González
28 de diciembre de 2017
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