martes, 5 de junio de 2018

Las venas abiertas de la bestia

martes 05 de junio de 2018

EL PAÍS





Las venas abiertas de la bestia


Por           María  Seoane







Mis queridos chichipíos o también colegas: me hubiera gustado repetir vermú con papas fritas y

good show, como solía despedirse el gran Tato Bores con cierto escepticismo y no sin cierto dejo 

de piedad y fatiga por los vaivenes de la política vernácula que incluía a jueces y juezas 

dispuestos a la censura, policías dispuestos a reprimir, presidentes dispuestos a la repetición de 

medidas antipopulares y periodistas dispuestos a todo. Siempre admiré el talante efectivo del 

humor para grandes afrentas políticas aunque suele ser difícil por momentos al descender al 

pantano de lo real. Pero la lectura de los diarios del frio domingo 3 de junio me alejó del humor 

ingenuo de Tato para lanzarme a la sinuosa tarea de viajar por el laberinto de un Leviatán que 

deja a su paso rastros de odio, huyendo rumbo a la noche después del festín. Los diarios más 

importantes de nuestro país y de algunos medios infopersistentes dedicaron a sus principales 

columnistas a contarnos historias de un zoológico lleno de animales recontra peligrosos y donde, 

como cruzados de un gobierno de gente como uno, alertaban de las bestias al acecho luego de 

que se hubieran atrevido a dejar desnudo al rey en la batalla ganada en el Senado contra el 

tarifazo. 

Los términos usados fueron varios contra los senadores y en especial contra “la doctora” 

como la llama Jorge Asís a CFK, que ganó la parada por un millón de espectadores esperando y 

viendo su discurso contra el tarifazo a las tres de la madrugaba, según la consultora Ibope, y ya 

había dado un tarascón mortal con “Machirulo” como llamó al Presidente que la trató de loca y , 

como se supo, tuvo 200 mil consultas instantáneas en Google y fue el tuit más retuiteado en

español amén de ser  –  como dijo un columnista en el programa Brotes verdes de C5N  –   “el

mensaje más retuiteado en la historia del tuiter en la Argentina”. En fin, no pude sustraerme, lo 

confieso, a seguir el rastro del odio en cada línea de los editoriales del domingo pasado, donde la

bestialización del otro, su transformación en  la Hidra de Lerna, un monstruo del inframundo con 

forma de serpiente de múltiples cabezas, tal como contó la mitología griega –  que Macri y sus 

espadachines deben enfrentar  –  hace a los columnistas de los grandes diarios lanzarse a las 

aguas oscuras para cortárselas. Porque eso es el peronismo para ellos: una serpiente de tres 

o  mil cabezas casi inmortal que se reproducen y que representan desde CFK y el resto del 

kirchnerismo hasta los “peronistas buenos”   –  como denominan a los que no habían sacado los 

pies del plato hasta ahora  -. Son “tiburones que huelen sangre” en un caso, o simples “loritos”, 

en el otro, que repiten a cambio de la papa. En algunas líneas se atreven a repetir que el 

peronismo es un “animal político depredador”   –  por supuesto no en el sentido que lo definió 

Aristóteles  –  cuando “huele sangre”, es decir siente la debilidad del rey o virrey o quien 

gobierna, como señaló el colega Hugo Muleiro en el vía crucis de los domingo cuando se dedica 

a decodificar los mensajes de los dueños de los medios.  

Y el peronismo es   –  Macri lo definió como el problema de la Argentina desde hace 70 años  –  

entonces, la Hidra o esos “tiburones” implacables, hambrientos, sanguinarios. 

Nunca son políticos, nunca ciudadanos críticos, nunca movimiento popular que tiene la 

representación de por lo menos la mitad del país; nunca representantes del pueblo  en el 

Congreso  –  el poder más democrático de nuestro sistema de gobierno  –  del que se animan  

a definir, por haber rechazado el tarifazo que Macri vetó de inmediato, como el centro 

de una “sublevación demagógica”.  El Congreso, entonces, no es más que una cueva de 

subversivos. Semejante tergiversación del sentido político basado en el miedo a la pérdida de 

privilegios y el odio derivado tiene una larga historia en el golpismo nacional. En el fascismo de

 las elites que no dudaron en defender el saqueo del Estado, sus negocios off shore, con uñas y

 dientes. Comenzaron por censurar la protesta contra las patéticas condiciones de vida de los 

argentinos y el arrasamiento de sus derechos. En auxilio del análisis no puede dejar de pensar 

en el credo del jurista alemán Carl Schmitt, ideólogo del nacionalsocialismo al que adhirió en 

1933, cuando Hitler se alzó con el poder total luego de definir más que su programa de guerra, a 

un “enemigo” al que culpar de los padecimientos del pueblo alemán: responsabilizó a los judíos, 

a los socialistas y las potencias ganadoras de la Primera Guerra, de “la pesada herencia” 

alemana. También pensé en Jaime Durán Barba, el culto asesor del macrismo, estudioso de 

Joseph Goebbels, es decir, del ideólogo y ministro de Propaganda de Hitler a quien dijo 

“admirar”. Lo cierto es que en su Teología Política, Schmitt dio como fundamentación central del 

fascismo la creación del “enemigo”, categoría central “en la constitución de un pueblo y que se 

establecía por decisión arbitraria del líder.” Y el enemigo es “un animal, y como todo animal cuyo

instinto es bestial es el amante de la guerra, es el que no tiene ley, que debe ser aislado y no 

puede vivir en comunidad. La ‘bestialización’ del enemigo es, en efecto, un índice muy importante

 del posible desencadenamiento de la violencia contra él  –   dijo Jacques Sémelin, director de 

Investigaciones del CERI–CNRS (Centro de Estudios e Investigaciones Internacionales en París)

 –  que abordó en Los imaginarios de la destructividad social. “Lo que Schmitt nos dice 

parece fundado: en los momentos de alta tensión social, todo tercero mediador se desploma y la

relación conflictiva se reduce a la confrontación radical amigos/enemigos, tanto imaginaria como 

física. La representación de ese ‘Otro total’, totalmente enemigo, se une, entonces, con la de la 

esencialización de su diferencia. ‘Él’ no tiene nada en común con ‘nosotros’. La barrera simbólica 

de la diferencia se vuelve simplemente infranqueable.” Ese Otro, totalmente otro, no es ya 

verdaderamente humano: es una bestia. ¿Un tiburón que huele sangre como  –  señalan los   

columnistas  –  por las heridas del gobierno de Cambiemos, del Presidente que descendió como
 
nunca en las encuestas? ¿Y esa bestia, ese tiburón es el peronismo, es el populismo entendido 

como un modelo político nacional y popular, latinoamericanista, y un modelo social inclusivo y un 
 
modelo económico de desarrollo industrial, científico, sin deuda y sin el FMI? ¿Lo es? Por todo 

esto, mis queridos chichipíos, a cuidarse más del lenguaje que transforma nuestra vida política y 

social en una selva. Deberían escribir una y mil veces: no odiar, no mentir, no manipular, porque
 
la realidad  –  como se dice  –  no siempre se puede tapar aunque no se haga tapa.








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