La Tecl@ Eñe
La ola que se anunciaba en las PASO se cumplió y los límites de la inundación se expandieron. Cambiemos superó el 40% calculado y penetró en las barriadas postergadas, y hasta algunas provincias inveteradamente peronistas cambiaron de color. El kirchnerismo no pudo superar su doble oposición contra el gobierno de Macri y contra una gran parte de la sociedad que lo da por concluido.
Por Ricardo Rouvier *
(para La Tecl@ Eñe)
La ola que se anunciaba en las PASO se cumplió, aunque muchos no lo creían, y los límites de la inundación se expandieron. Después de las primarias, donde Cambiemos había obtenido un 36% de votos en todo el país, calculábamos que llegaría al 40%; pero fue más y alcanzó a las barriadas postergadas. Y hasta algunas provincias inveteradamente peronistas cambiaron de color causando sorpresa.
Pero las principales cuestiones ya estaban anunciadas. Todo resultó muy previsible ya que se había pronosticado que el peronismo k perdía y que el peronismo no k también, y esa seguridad la daban las investigaciones cualitativas que, lejos del mundanal ruido mediático, indicaban una fuerte presión contra el pasado que se unifica en el rechazo a CFK. La polarización fue también una inundación en paralelo con el color amarillo; por donde pasó la opción binaria el oficialismo nacional ganó o avanzó. No obstante, no creemos en que haya hegemonía por parte del PRO, hay espacios y márgenes por donde puede caminar y crecer la oposición, pero no mañana a la mañana. Es más, pensamos que el ritmo que imprimió hace pocos días el Gobierno, debería servir como acicate para la oposición.
Los estudios de opinión pública marcaban, desde hace tiempo, un cambio de clima ya manifestado en el 2015; ese cambio de clima se fundó en un agotamiento entre el vínculo entre el kirchnerismo y la sociedad. No obstante, el compacto 37% de CFK es un número importante en el principal distrito y se transforma en una trinchera sólida para lo que vendrá. Es inimaginable una unidad del peronismo sin romper algunos huevos.
El oficialismo queda ahora mejor posicionado para la renovación del 2019, en razón de la debilidad de la oposición y del inteligente aprovechamiento de las impotencias de un peronismo desarticulado. Igual, no se puede vaticinar un resultado con tanta anticipación, considerando que en materia económica todavía prima la escasez y, si bien la ciudadanía le ha renovado la confianza, la esperanza no es ilimitada. Podríamos decir que ante la ausencia de una oposición política, el principal frente opositor a Macri es la economía. La amenaza está detrás de indicadores que muestran una modesta recuperación y un alerta sobre la inflación. El gobierno al poner el foco en la evolución de los precios, ha decidido endeudarse en lugar de emitir. Pero, el endeudamiento que no significará mucha preocupación en el Gobierno en los próximos dos años, luego empezará a inquietar y mucho. También el déficit comercial.
Las reformas impositivas y sobre la seguridad social merecerán una mirada microscópica de parte de los legisladores. La experiencia social de lucha que tiene el sindicalismo pondrá una valla a la ambición distributiva de la burguesía. Hoy, los sectores del trabajo alcanzan a obtener un poco más del 49% del PBI; viejo objetivo del primer gobierno de Perón que fue considerado en el kichnerismo. Pero, la burguesía quiere aumentar su tasa de ganancia. Y es allí donde chocan los intereses de los trabajadores y jubilados.
El Presidente afronta los problemas que hubiera tenido Scioli, que propugnaba también el desarrollo del capitalismo (CFK ha aleccionado varias veces al capitalismo cómo hacerlo mejor), pero con un camino distinto. Ahora, el establishment con el voto popular ha elegido a Macri para resolver esta cuestión sobre el crecimiento de las fuerzas productivas, superando la contradicción de las huellas que el populismo ha dejado en el camino distributivo.
El llamamiento del gobierno a los sectores para debatir una agenda de políticas de Estado, ha sido una inteligente movida luego del triunfo electoral. Ahora, habrá que ver cómo se desgrana eso en el campo específico del debate político, en el Congreso, donde el oficialismo ha crecido y el peronismo intentará ejercer alguna articulación para su reconstrucción.
El Gobierno va a seguir desplazándose del arco ideológico, sobre todo el que lo atornilla como de "derecha", moviéndose hacia la avenida del medio que ha desocupado Massa. Adjetivaciones como "desarrollismo", "algo de populismo", no le caen mal frente al desprestigio mundial de la derecha. Y van a acentuar el pragmatismo que les permite dialogar y negociar con la oposición, menos con el kirchnerismo que en su rol en la democracia liberal ha quedado muy estático.
En el kichnerismo lo que pasó fue anunciado, pero quedó mudo ante el voluntarismo que suple muchas veces un frío cálculo de los daños, sin mencionar ya el latiguillo de la "autocrítica" que es una conducta negada. En el Instituto Patria hace meses dije "el kirchnerismo debe ir por el no kirchnerismo" si quiere ganar. La verdad que la fórmula es simple, es sacar las cuentas nada más. Pero es más fácil conquistar Roma.
A pesar de que para estas elecciones CFK cambió su estilo al inicio, la modificación, que duró un rato porque luego se volvió al tradicional impuesto por la caracterología de la propia ex Presidenta, se le agregó una mayor exposición en los medios, una manera más coloquial, un acercamiento al periodismo crítico. Consideramos que era un camino que había estado negado y que era positivo abrir la puerta y lo seguimos afirmando. En esas entrevistas, lo discursivo se concentró en la negatividad a Macri, con ninguna propuesta de resolución a los problemas del país.
Es notable que en el discurso kirchnerista, la artillería está dirigida hacia la Casa Rosada o hacia los medios dominantes, pero está ausente la voluntad de revisión de lo propio. Creo que ha llegado el momento de rupturas gnoseológicas, aceptando que el siglo del fascismo, de las revoluciones sociales, del marxismo, del stalinismo, o sea el siglo XX ha terminado. Para algunos, estimular la actualización del pensamiento es una subalternización a la derecha, una subordinación a la hegemonía mundial.
La lectura del escenario argentino no debería ser unívoca enfocando exclusivamente a la derecha conservadora, porque hay otros actores que han jugado y han ayudado al triunfo amarillo. Y una manera de ayudar, a veces paradójicamente son los tropiezos de las propias jugadas, como la de elegir a Aníbal Fernández como candidato en una disputa absurda con Julián Domínguez que drenó energías más de lo que insufló, o rechazar el reto de Randazzo para ir a unas PASO que hubiera ganado cómodamente CFK. Elegir un candidato a presidente rechazado por el progresismo y desvalorizado por varios dirigentes peronistas. Luego, ningunearlo en campaña; era un favor a la aparición de la nueva estrella del firmamento bonaerense: María Eugenia Vidal. Hoy, esto parece viejo, sin embargo sus huellas se sienten en la territorialidad de la provincia.
El kirchnerismo, en las elecciones, no pudo superar su doble oposición, contra el gobierno de Macri y contra una gran parte de la sociedad que lo da por concluido. Una buena parte del peronismo no k. del interior no logró evitar que la polarización se asentara en sus caminos locales, y no le alcanzó a evitar que lo llevara la ola.
La asociación maldita entre corrupción y peronismo se ha producido; y el peronismo algo tendrá que hacer con eso que ya se desplazó de la cuestión moral para instalarse como una cuestión política. Esta mochila pesa cada vez más en este largo viaje judicial y mediático.
Decir que estamos al final de un ciclo puede ser una diagnosis lúcida o una frase retórica. Sí parece un final de ciclo, pero eso no significa que algún dirigente haya terminado su vida política, sino que se ha finalizado un ciclo de hacer política sin política, de un maximalismo fantasioso, excluyendo la construcción de un marco orgánico. Para debatir, para edificar, para aunar voluntades para que florezcan las mil flores. Por ahora el marco orgánico se limita a un liderazgo indiscutido, pero ya se vio en tres derrotas que la excepcionalidad es insuficiente para ganar. (Prov. de Bs.As.: 2013, 2015, 2017).
Sin duda, que los votos obtenidos por CFK en la Provincia de Bs.As. no son, para nada, despreciables, pero vamos a ver cuánto valen ante gobernadores, legisladores y otros dirigentes que no quieren que la expresidenta participe en una impostergable conversación de la dirigencia peronista. Es cierto que es difícil imaginar una integración del peronismo k y no k, con CFK recluida en el Senado. Es posible en el camino de la unificación que haya renunciamientos, pero en los ánimos de algunos dirigentes ni siquiera eso sería una posibilidad de entrada.
Por supuesto que la unidad peronista va a llevar tiempo, mucho esfuerzo y tiene una resolución incierta. También es posible que el turno del 2019 esté resuelto, siempre y cuando la economía no anticipe sus deudas. Algunos apuntan a un rol político del kirchnerismo como testimonial, con vocación frentista, pero angosta y sin comprender que hay que establecer una política para todas las alas del peronismo. El peligro es que el kirchnerismo desemboque en un partido de izquierda con muchos votos, pero sin posibilidades de alcanzar el poder. Las utopías se realizan sólo en la textura complicada, dura, barrosa, de la obcecada realidad. Ya conocemos que la izquierda, en muchas partes del mundo, consigue su mayor logro perpetuando su deseo irrealizable.
La razón económica como efecto de la recesión tranquilizó a muchos que aseguraron antes de las PASO, que los votantes iban a castigar al Gobierno y valorizar el pasado. Esta ilusión predominó a pesar de que se avisó que el determinismo económico no iba a funcionar, que la mayoría estaba en otra cosa. Esa otra cosa es la oposición al pasado que ha ganado a muchos ex votantes de CFK en el 2011.
La historia de estos días ofrece alguna oportunidad dentro del estado de dominio de aquel PRO municipal a este Cambiemos nacional. Esa oportunidad tiene que ver con decidir o redefinir el rol del peronismo/kirchnerismo; y construir un lugar diferente en la lucha democrática. Sería oportuno abandonar la costumbre de ser los árbitros de las idas y vueltas de los votantes, sin que nadie se mire al espejo.
Por ahora, las redes anuncian que la culpa la tiene, una vez más, el pueblo argentino. ¡Salud!
* Lic. en Sociología. Dr. en Psicología Social. Profesor Universitario. Titular de R.Rouvier & Asociados.
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