viernes 23 de junio de 2017
Presidenta del corazón
Más de una vez me he inquirido si esta juventud acumulada que porto sobre mí aceleró o disminuyó mi impaciencia, pero lo cierto es que ayer por la tarde, luego de quedarme casi encantado frente a la pantalla que tanto detesto – salvo raras excepciones - por verter solo basura, chimentos, y chabacanería.
La tarde de feriado constituyó así una de esas alteraciones sobre mis gustos y fui uno más de un sinnúmero de argentinos que aguardó con expectativa las palabras de la Presidenta del Corazón, denominación que comencé a utilizar para todos mis escritos.
Y estas líneas brotaron ayer mismo, en caliente, como producto del alma y no del raciocinio y es así que, un día después, con un tanto más de calma pero con la misma irritación, resolví reescribirlas en parte.
Más allá del lamentable racconto de todas y cada una de las ruindades y canalladas cometidas por estos millonarios encaramados tan sólo en el gobierno, porque el poder lo detentan otros aún más obscenos, no puedo no detenerme en ese dramático desfile de personas tan iguales a mí (nosotros) que no debieran tener que subir a un escenario para exhibir el rosario de calamidades que los acosa, aunque si le busco el lado positivo de la cuestión, sirvieron para visibilizar crudamente a qué extremos puede llegar la degradación de los gobernados y la perversión de los gobernantes.
Las científicas, los estudiantes, los granjeros bolivianos, la fértil mamá de siete hijos, el matrimonio de jubilados con sus achaques y sin medicinas, la pareja de invidentes, el remisero y su lucha de catorce horas por día/mes/año tras un volante probablemente ajeno, el panadero industrial devenido en artesanal al quedarse sin maquinaria, la empresaria de la carne, el titular de un Centro Recreativo Juvenil y…
Dejé ex profeso, para el final de esta enumeración que sobrevivió en mi memoria, a la compañera que con esfuerzo, coraje y dignidad lleva adelante uno de los tantos comedores que habían pasado al olvido y que este hato de malandrines no contabilizan dentro de la "pesada herencia".
Pero, exactamente al punto que quería arribar, y que me arrancó una lágrimas solitarias a las que no pude ni quise atenazar, fue la mención a los papás que no van a comer por…vergüenza. Raudamente me puse en sus brazos, sus cabezas, en su computadora apagada por falta de trabajo, en su cuchara de albañil, en todas sus potencialidades ociosas, en su mesa vacía del domingo (¡Día del Padre!), en la mirada esquiva frente a de hijos a los que no puede alimentar, en el golpe injustamente descargado sobre su cónyuge y me indigno.
¿Vergüenza?, vergüenza tienen que tener los que los llevaron a esa situación; vergüenza tienen que tener los dueños de apellidos que amasaron fortunas a costa de sus esfuerzos y padeceres; vergüenza tienen que tener jueces y fiscales tan indecentes como su inconsciencia se lo permita ; vergüenza tienen que tener políticos y gremialistas con vidas infinitamente superiores a las de sus representados; vergüenza tienen que tener los representantes de los grupos concentrados de información tanto sean orales, escritos o televisivos que envenenan a diario la existencia de millones de personas.
Y vergüenza tiene que tener, una vergüenza enoooormmmmeeee, gigantesca, que englobe todas las otras en la suya, es quien se cree ser el presidente de la Nación, ya que es el ÚNICO responsable de esta situación de miedos, angustias, depresiones, encono y resentimientos que su obra instaló en el país.
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