martes 20 de junio de 2017
Hacia un nuevo tipo de unidad
histórica: "¡yo me juego por esa!"
Por Luis Brunati
"Hora de definiciones"
El Movimiento me llevó a ocupar varios cargos, pero estuve más tiempo fuera que dentro del PJ. En los ´70' no nos afiliábamos. Para Perón el partido era solo una herramienta electoral y para nosotros, tampoco olía de lo mejor.
En la post-dictadura, tuvimos que afiliarnos para poder participar, pero debimos triangular las fichas de afiliación, tanto para obtenerlas como para que las mismas fueran aceptadas.
En la interna de 1983 le ganamos ampliamente a todos los grandes aparatos, pero a solo cinco meses recuperar la democracia, en compañía de otros seis diputados nos vimos obligados dejar la bancada del PJ para impulsar el bloque del Movimiento Peronista. Pensé que esa fractura era el final de mi paso por la política, pero desembocó en renovadas esperanzas y poco después volví a ocupar cargos, incluso en el partido, pero la pertenencia duró poco. En enero de 1991, esta vez en compañía de una gran cantidad de compañeros hastiados de la traición nos desafiliamos del PJ, pero en mi caso personal la desafiliación fue rechazada por Erman González y el tribunal de disciplina me terminó expulsando formalmente del partido.
No me volví a afiliar, pero me parece simplista o excesivamente concesiva la tendencia a asociar a todo lo malo con el PJ y a todo lo bueno con el peronismo. Se que con algunos peronistas no podría ir ni a la esquina, en tanto que con otros, disentir no alcanza para poner en duda la condición de compañera/o, sentimiento que además, no tengo duda en hacer extensivo a otras compañeras y compañeros del campo popular.
Nunca me definí como kirchnerista, aunque reconozco sí, haber apoyado y votado a Néstor Kirchner y Cristina, a pesar de no acordar con varias de sus políticas (tren bala, soterramiento del Sarmiento, la minería, Milani y Ley Antiterrorista entre varias otras).
En el 2015 me enojó que en el FpV no fuera posible votar a Randazzo, pero también reconozco que la idea central era desplazar a Scioli, a quien finalmente terminé votando con un broche en la nariz. Después de las elecciones me dieron pena los dos, porque ambos se creían dueños de un masivo apoyo popular.
A pesar del papel central de los grandes medios de comunicación, Macri no hubiera llegado a la presidencia sin apoyo de los sectores más reaccionarios del peronismo y la CGT.
Las derrotas y los contratiempos suelen enseñar más que los éxitos y el traspié de las últimas elecciones me dejó a mis varios elementos de valor. Una nomina cristalina de arribistas obsecuentes, cobardes y traidores enquistados en las listas del FpV; otra lista de joven y valiosa dirigencia en ascenso, así como también de veteranos que no se doblegaron.
Soy consciente de que hay mucho para debatir. En política como en la vida, nunca la verdad emerge límpida y sola de un lado y la mentira arrinconada del otro. Sin embargo eso no me impide reconocer que las gestiones de Néstor y Cristina han sido las más valiosas, tanto en términos de política económica, social, cultural como de integración regional, de todo el actual período democrático y es ése el piso del cual habría que partir.
La que viene no es una elección de medio término más. Esa definición será clave para el futuro de la Nación. Si pierde el campo popular, sin duda habrá nuevas oportunidades de presentar batalla, pero tampoco hay duda que será desde varios escalones más abajo.
No tengo más información que el común de la gente sobre el modo en que llega Cristina a definir su candidatura, pero créanme que la experiencia me permite imaginar con bastante precisión como fueron las cosas y por eso valoro más su decisión.
Hoy, cuando los sectores más postergados de nuestro pueblo viven una de sus horas más difíciles y son las mezquindades sectoriales y personales las que ponen en riesgo la posibilidad de pararle la mano a la antipatria, la Unidad Ciudadana, Frente Ciudadano o como finalmente se termine denominando la propuesta encabezada por CFK, puede ser la gran oportunidad para poner de pie una "Nueva Síntesis" política, social y cultural, homogénea y generadora de esperanzas.
¡Yo me juego por esa!
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