lunes 10 de julio de 2017
INFORME ESPECIAL
Una brújula ahí
Los datos del desempleo colocan dudas muy serias acerca de los diagnósticos oficiales. El Gobierno no sabe lo que pasa en la sociedad o miente.
Por Ernesto Tenembaum
Durante los últimos meses, el Gobierno se esmeró en demostrar que el empleo estaba en "franca recuperación". Para ello, utilizaba las cifras del SIPA (Sistema integrado previsional argentino), que expresaban algo parecido a lo que ellos sostenían. El SIPA refleja la cantidad de inscriptos como trabajadores formales, ya sea en relación de dependencia con el Estado, con el sector privado o monotributistas.
En la tarde del miércoles, el Indec distribuyó datos muy contundentes sobre que ese panorama era ilusorio. Según la encuesta permanente de hogares, en los últimos tres meses no solo no se recuperó el empleo, sino que se perdieron más de 150 mil puestos de trabajo, que son muchísimos para un período tan breve. El dato es muy preocupante no solo por el sufrimiento social que significa sino, además, porque genera, nuevamente, dudas muy serias acerca de los diagnósticos oficiales. Es decir, o el Gobierno no sabe lo que pasa en la sociedad o miente. En ambos casos, no es necesario ser muy lúcido para comprender la gravedad de la situación.
Es una historia de nunca acabar que marcó la gestión de Macri desde su mismísimo día cero. En noviembre de 2015, plena campaña por la segunda vuelta, Macri ya se sentía presidente. Su desempeño en la primera vuelta anticipaba el knock out para el 22 de ese mes. En ese contexto, anticipó que terminaría con el control de cambios unos días después de llegar a la Casa Rosada. Cuando le preguntaron qué pasaría con los precios, Macri respondió muy convencido que no habría ningún efecto inflacionario porque los precios ya estaban fijados al nivel del dólar paralelo, que no sería superado por el oficial. Una catarata de especialistas, de los propios y de los ajenos, le aclararon que eso no sería así. Sin embargo, Macri levantó el cepo y hubo una previsible estampida de precios.
Esos son los episodios que marcaron las dos puntas de la gestión Macri. En sus comienzos, la idea de que levantar el cepo no traería inflación. Ahora, la percepción de que el empleo estaba aumentando cuando lo que ocurría, en realidad, era exactamente lo contrario. Naturalmente, un Gobierno que no cree que va a aumentar la inflación actúa de otra manera que si piensa lo contrario. Lo mismo, quien cree que el problema del empleo se está solucionando reacciona de manera distinta que alguien que sabe que el mismo se hunde. No es una cuestión de vanidad o de ego o de necesidad de tener razón. El modelo económico del Gobierno podrá tener buenos o malos resultados a largo plazo, eso es materia de discusión entre muchos especialistas y tal vez dependa de factores que están más allá del control de nadie, pero tantos errores de diagnóstico obligan a pensar si, realmente, no están confundiendo la realidad con sus deseos, y si saben qué es lo que pasa en el país que conducen.
El dream team no era tal, al punto que sus principales estrellas ya están todas afuera del Gobierno.
No creció el empleo en el último trimestre. La inflación fue muy dura después de la devaluación. No empezó a crecer la economía en el segundo semestre del año pasado. Los brotes verdes que se celebraron en agosto del 2016 se marchitaron incluso antes de crecer, como anticipaban los críticos del Gobierno en medio de los festejos. La pobreza no disminuyó. La inversión energética no aumentó ni siquiera después del aumento de tarifas. La inflación no estaba solucionada a fines del año pasado. El dream team no era tal, al punto que sus principales estrellas ya están todas afuera del Gobierno. No hubo lluvia de inversiones.
Si uno recorre, sin demasiada obsesión, los diagnósticos incorrectos, las promesas incumplidas, es de lo más natural preguntarse sobre la pericia del equipo gobernante en el manejo de la economía. Otra vez: es demasiado el contraste entre los dichos y los hechos para no notarlo. Los funcionarios podrían salir airosos de un reportaje negando o desdibujando lo que dijeron. Pero ellos recuerdan bien qué dijeron.
Hay dos teorías dominantes que explican lo que ocurrió, una más inquietante que la otra. La primera de ellas, pongámosle teoría A, es la que agita el kirchnerismo desde la misma campaña: Macri es un clásico empresario de derecha que pretende remodelar la economía a partir de la caída del salario real, del ajuste de la economía, del crecimiento de la desocupación. Él dice que su modelo va hacia una Argentina más fuerte y justa pero en realidad busca todo lo contrario: reemplazar una sociedad integrada por otra en la que la distribución del ingreso sea regresiva y la generación de riqueza se concentre en sectores concentrados que no incorporan a los más pobres.
La segunda variante, llamémosla teoría B, sostiene que el Presidente comete errores: cree en su plan económico, y, en todo caso, calcula mal los costos de la transición del anterior modelo a este. Pero está acertado en lo central. O sea que para la teoría A, Macri miente todo el tiempo, mientras para la teoría B simplemente cree que van a ocurrir cosas que no suceden, se engaña hasta que los datos son indiscutibles, y vuelve a empezar, convencido de que, en lo esencial, su plan es correcto y, en todo caso, solo hay que tener paciencia y perseverancia. En uno u otro caso, se producen costos que, de contar con un buen diagnóstico, el Gobierno al menos debería atender antes de que sucedan.
El plan económico, ahora se ve con claridad, tuvo más costos de lo que el mismo Gobierno calculaba. ¿Por qué entonces tendría los beneficios que el mismo Gobierno augura? Estas preguntas son acuciantes sobre todo en momentos en que el oficialismo observa con deleite como la oposición se divide en pedacitos cada vez más pequeños. Por bueno o malo que sea el oficialismo, si enfrenta en octubre alternativas atomizadas, como parece, una victoria se le hace más fácil. Y los políticos, cuando sienten que pasan un escollo tan complicado como lo es una elección de medio término, tienden a no preguntarse demasiado sobre sí mismos. Es un clásico. Luego, todo es demasiado tarde.
En febrero de 2016, en esta misma columna, se publicó el siguiente párrafo, mientras arreciaba el no esperado aumento de precios: "En estos díasel Gobierno difunde un pronóstico optimista que dice: si se acuerda con los fondos buitres, llegarán inversiones, la inflació n se planchará en abril, la economía crecerá suavemente en el segundo semestre, para acelerar en el 2016 gracias al estímulo del crédito externo y del crecimiento de la exportación de materias primas. Tal vez. El problema es que los autores de ese guión son también los creadores del "si se sale del cepo no pasa nada". El macrismo suele sostener que su jefe aplicó el método ensayo-error en Boca Juniors y en la ciudad de Buenos Aires y que, en ambos casos, fue de menor a mayor, porque la autocrítica es una de sus virtudes. ¿La tercera será la vencida?"
La pregunta, obviamente, tiene una vigencia muy inquietante.
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