La Tecl@ Eñe
Editor/Director: Conrado Yasenza
miércoles 23 de agosto de 2017
Jorge Alemán, filosofía y psicoanálisis
Foto: Marta Jara
Por Horacio González *
(para La Tecl@ Eñe)
Jorge Alemán es el autor de una obra filosófico-psicoanalítica que consideramos fundamental para las relaciones del psicoanálisis de carácter lacaniano con los horizontes filosófico-políticos que se agrupan en el máximo nivel de la especulación contemporánea. Las interpretaciones de Lacan a la luz de las filosofías contemporáneas que problematizan la hermenéutica o la condición compleja del sujeto, caracterizan la obra de Alemán, además vinculada a la relectura de Heidegger, Badiou, Laclau, Deleuze y Levinas. El uso de los dos puntos (:) en su balance entre nombres – Heidegger: Lacan; Soledad: Común – implica un pensar sobre la relación sumida en una equivalencia de los no similares. Por lo tanto todo su ejercicio de conocimiento está enraizado en lo cotejable entre nombres y situaciones, como forma de bucear en relaciones visibles e invisibles entre las formas más exigentes y exigibles del conocimiento y las crítica política al presente estadio del capitalismo y sus neo-ideologías.
Esta conjunción lo pone en un plano singular frente al lenguaje diseminado por Lacan, pues lo inviste de una denotación de izquierda, lo que también lo confronta con los dos puntos, izquierda: lacanismo. En sus palabras, Lacan y antes Freud han explorado un cuerpo de nociones que llevaban a la "división irreductible del sujeto y al real sin ley", lo que configuraba "malas noticias" para la autodeterminación consciente del individuo. El alcance que llegaron a tener esas derivaciones de cómo el inconsciente atrae hacia su fondo de opacidad, ruptura del logos sistémico y derrumbamiento de la transparencia orientativa del yo, motivó una respuesta en diversos planos de la gran teoría de la mitad del siglo veinte. Alemán suele enumerarlas: el "compromiso sartreano", el "proceso sin sujeto" de Althusser, el "esquizo revolucionario" de Deleuze, la "hermenéutica del sujeto" de Foucault, la "fidelidad" de Badiou, la "subjetividad política" en Toni Negri. Tomando estas configuraciones como testimonio de un proyecto político que intuye los alcances de las definiciones lacanianas y las sustituye con ingenios teóricos que pasan de largo ante la ciudadela de los escritos y seminarios de Lacan, queda insinuado la travesía hacia una forma de la idealidad de la izquierda que se haga cargo de la crítica de textos de Lacan.
Entre otras ausencias, en este listado de ineficiencias respetables, no encontramos la "deconstrucción" de Derrida. Es que Alemán balancea con más cuidado la aventura derrideana. La última importante, acaso, de la cultura filosófica francesa, en trance de agotarse o quizás de generar otro alumbramiento. En el "ello se deconstruye" podría apreciarse una vecindad con el inconsciente de Lacan, como un no calculante y no sujeto, pero instigado por el duelo de la memoria en las arcanas textualidades marxistas y la "fanstamología" que hay que volver a interrogar en escritos fundadores de Marx. Escrito en los tramos finales del siglo XX, Espectros de Marx de Jacques Derrida busca la voz interna – voz no pronunciada, un habla sin resonancia – de tres escritos fundamentales de Marx. El Manifiesto, La ideología alemana y el Dieciocho Brumario. Volver a escucharles la voz – esto es, lo que dicen en esa voz sin voz, lo que vendría a ser la escritura imponiéndose sobre la centralidad de la phoné – significa volverlos a la vida real, la vida en presente absoluto y disoluto de los textos que no supimos leer. Para Derrida leer es un ejercicio que hay que reaprender, para practicarlo como si lo que estamos leyendo fuesen imágenes huidizas o lo ininteligible, que con su resistencia hace un último esfuerzo por sobrevivir ante la cuchilla del desconstructor. Un toque familiar nos conduce por los vericuetos de Espectros de Marx. Es el tema de la "caída del lenguaje representativo", que puede entenderse como la caída del lenguaje primordial en el lenguaje meramente "comunicacional" o el cese del sentido que implica tomar al lenguaje siempre como un ente que representa otra cosa que lo que él es. Derrida hereda de Benjamin la idea de una "lengua del nombre, una poética del llamado", lo único que podría garantizar la crítica a la "representación informativa", que es la de los medios de comunicación "evangelizantes" que en Espectros de Marx son criticados como esencia de la teoría de Fukuyama sobre el "fin de la historia".
Este último es un tema ya muy madurado por Jorge Alemán. Su polemismo público consiste en estudiar el capitalismo en sus nuevas fases, como un capitalismo cuya reproducción ampliada consiste en la creación de hombres específicos, una humanidad deducida de su propia mecánica de "emplazamientos", pues en su furia del solicitar, los armazones del capital replican individuos unidimensionales producidos ad effectum disciplinae, con lo que el clásico dilema de la alienación ya no describiría la experiencia de lo humano frente a la cosificación capitalista. ¿Cómo "conjurar" entonces esa disciplina emplazada por lo macizo de lo humano como ens creatum del capitalismo mismo? Alemán cita la "apertura al acontecimiento", que Derrida inspira en Heidegger. Pero lo hace para pasar a Levinas, o a la relación de Derrida con Levinas, notoria en el aspecto escatológico de "religión racional del lenguaje" que hay en Espectros. La noción de acontecimiento trae "una impronta decisiva de Levinas", lo que permite a Derrida en Violencia y metafísica – su estudio sobre el autor de Totalité et infini – afirmar que "la historia de la metafísica y su consumación culmina en esta época en que la distancia entre guerra y paz se ha borrado y ni siquiera la sobremedida del dolor traerá cambio alguno". Se trata de la meditación sobre un mesianismo que no obliga al sujeto a encarnarlo como ideología sabida y a ser consumada, sino como un hay que se percibe como la realidad de una esperanza fugitiva, el reconocimiento de una imposibilidad en medio de la noche que sin embargo es reconstructiva.
Para Alemán esta experiencia equivale al "trauma" de Freud y a la tyché de Lacan, con sabor al acontecimiento derrideano. Queda relativamente excluido, en este cordaje asociativo en los trabajos de Alemán, la perspectiva acontecimientista de Badiou, que le dedica un notorio volumen de seiscientas páginas al tema en Ser y acontecimiento, un libro de 1988. Badiou lo anuncia como una "conjunción contemporánea de la filosofía, que abarca la historia del pensamiento occidental, las matemáticas pos-cantorianas, el psicoanálisis, el arte contemporáneo y la política". Alemán prefiere la definición acontecimiental de Derrida, que lleva desde la mencionada tyché, la compulsión de repetición, la insistencia de lo real como fondo último de una reincidencia inadvertida, y el Ven de Levinas. Ese Ven es previo aún al Hay, que es la solicitación de lo que no llega ni puede anticiparse pero es el sentimiento que nos deja en tensión frente a una temporalidad sospechada, en un "hay" que siempre es impaciencia y hospitalidad de la praxis.
El método, si así pudiéramos llamarlo, consistiría para Alemán en un conjunto de evocaciones de un autor en otro autor, como en el caso comentado, Levinas en Derrida. Esta evocación es una forma de la afinidad por la vía de un eco, un lejano parentesco, una máquina de resonancias que trae un lejano retumbo familiar. También sobrevuela la palabra impronta. Es lo que queremos decir cuando hablamos de transcripción como un acontecimiento a ser atrapado, precisamente la intuición del que sabe que puede perderlo todo si no captura algo de un golpe, lo que hay en ciertos juegos, lo súbito tomado con un manotazo en el aire. ¿Y por qué no capturar también esa rara secuencia conjugada que anuncia Badiou entre matemáticas y poesía, en su decir que "un sitio es de acontecimiento cuando únicamente es calificado de manera retroactiva por el acontecimiento"?
Si dejáramos que actúe nuestra evocación ante esa frase – sin las demás consideraciones que le he escuchado a Alemán sobre el conjunto de la obra de Badiou – quizás debería ser puesto el horizonte general de las evocaciones intertextuales que hallamos en el pensamiento de Alemán. La idea de equivalente o de conectar está presente también en la obra de Alemán. Transcribimos y leemos aquí su libro Jacques Lacan y el debate posmoderno, Buenos Aires, 2013.
"Lo que Levinas denomina la experiencia del hay, un experiencia que designa la captación del acontecimiento de un modo casi subjetivo como un exterior que no tiene correlación ni reciprocidad con ningún interior, algo equivalente a lo que Blanchot llama el afuera, o lo que Lacan en su seminario de Las psicosis conecta en relación a la frase "la paz en el atardecer, una frase que viene en el límite de la subjetivización de la palabra".
Evocación y conectar, entre tantas otras expresiones, señalan el sitio donde excavamos para encontrar "nuestro" mundo de la experiencia primitiva; son esas, todas, expresiones de la retórica de una subjetividad que percibe no sin desperdicios algo de sí mismo. El "Ven" de Levinas (con el que se piensa el acontecimiento y no al revés) ha sido analizado por Derrida y también formulado por Blanchot en La comunidad inconfesable. Una cita más sobre la evocación: "Tal vez, el hay de Levinas en Derrida, le evocaría aquello con lo que Heidegger quiso sustituir la palabra Ser, el Ereignis (lo que hace advenir a nuestro ser lo más propio), término que designaba el acaecimiento propicio, el acontecimiento apropiado de la Diferencia en el pliego de lo mismo y también el "Ven" evocaría esa disponibilidad con la que insistía tanto Heidegger en sus últimas épocas…"
¿Y luego? Resuena la idea de Dios no como una Onto-Teología sino como hipótesis de lectura… "Solo un Dios puede salvarnos". La retórica de Alemán (evocar, resonar, formular, etc.) para referirse a todos estos autores, nos lleva a la ética de las relaciones inter-lecturales. No quiero escribir demasiadas palabras con guiones, las condené o condenaré pero en estas circunstancias no es fácil escapar de ellas. Retuercen el pescuezo de la frase o el concepto, la espacializan de un fustazo, apenas con un segmento olvidado de un escarbadiente partido entremedio. Pero veo también que toda palabra esconde en su interior esos palillos y, si los ha devorado suertudamente, puede fluir sin exhibirlo. Interlectural quiere o querría decir (pues a esas palabras hay que ofrecerles una explicación adicional) que hay una reverberación o acústica simultánea entre documentos textuales, entre páginas de libros o autores diferentes. Lo digo para seguir con la cuestión del rostro en el propio libro ya mencionado de Jorge Alemán: Derrida habría aceptado o comprobado que en Violencia y Metafísica Levinas quiere fundar una relación con el otro a través del rostro, despojado de los narcisismos del caso, que lleva a la agresividad, pero esa idea de alteridad es portadora también de la violencia.
Es que en el propio Levinas el rostro es lo que invita a matar en razón de su precariedad como aquello de donde surge el "no matarás". ¿Falla entonces el mandato del rostro, cual es el de llamar a que la autocontención espiritual impida la violencia de la "rostridad"? El sitio del rostro en la reflexión de Levinas puede terminar, como sugiere Alemán, en la solución que le da Blanchot al mismo tema: "El rostro no es una mera porción del cuerpo…; desde del fondo de aquellos rostros indefensos, desde el rostro no soy poder". Son todas reflexiones la de Banchot, Derrida o Levinas, con un toque – juzga Alemán – de cierta escatología, de cierto finalismo de la salvación y la catástrofe.
En este pequeño paseo por la obra de Jorge Alemán, de gran repercusión en España y Argentina, no debe privarse de señalar el modo en que este autor se ha empeñado en trazar puentes de la gran teoría psicoanalítica con la crítica de la fórmula de subjetivación a la que apela el Capitalismo, al desconectar los sufrimientos que produce, de la explicación que los lastimados dan para explicarlos, de un modo en que queda velada la maquinaria y se culpa a quienes quieren modificarla, aunque sea muy tímidamente. Sus compromisos conocidos con la política argentina le han traído a Jorge fuertes reconocimientos, y también el ataque obtuso de los siniestros francotiradores de los medios, editorialistas embozados de la prensa que fotografían rostros para clavarlos ante la mirada de una tribu invisible de injurias descabaladas. Es obvio que esta obra resista las operaciones de prensa, cualquiera las que fuesen, porque en sí misma es un gran proyecto de desarmar operaciones en la que lo humano pierde su ímpetu emancipador.
* Sociólogo, ensayista y escritor. Ex Director de la Biblioteca Nacional
No hay comentarios:
Publicar un comentario