lunes, 20 de marzo de 2017

Macri, Cristina, y el hombre cabeza de cubo


lunes 20 de marzo de 2017



Informe especial




Macri, Cristina, y el hombre cabeza de cubo




Elecciones legislativas. El Pro, sus operadores y una limitada forma de analizar la polìtica.


Por      Ernesto Tenembaum



Hay personas, no muchas, cuya cabeza refleja casi a la perfección una figura geométrica: una esfera, una pirámide, un cono, un cilindro. Gente que ha sido bendecida con rasgos geométricos tan inútiles como llamativos. Mi interlocutor, por caso, tenía por cabeza un cubo simétrico, perfectísimo. Tanto que me resultaba difícil no reparar en ese detalle y volver una y otra vez a él, aun a costa de perder la concentración en las ideas que, nervioso, disparaba. El hombre de cabeza de cubo tiene poco pelo, barba bien afeitada, evidencias de una lucha cuerpo a cuerpo, segundo a segundo, contra la grasita abdominal, una ansiedad desbordante, camisa celeste reluciente, pantalón oscuro, zapatos marrones con punta y una estatura que no da para presumir, pero tampoco para avergonzarse.
–¿Me sigue?–  era su muletilla, tal vez consciente de que habla demasiado y que la forma de su cabeza, definitivamente, distrae.
En los peores días para el Gobierno de Mauricio Macri, éstos, el hombre estaba obsesionado por demostrar que todo está bajo control.
–Le voy a hacer una pregunta, pero me la tiene que contestar con sinceridad – me desafió el jueves pasado.
–Jamás contestaría de otro modo.
–¿Qué opina usted del Gobierno de Macri?
–Usted sabe que yo no doy respuestas lineales a esas preguntas.
–Bueno, suponga que le pongo una pistola en la cabeza y le obligo a responder un multiple choice, como si se tratara de una encuesta. ¿Opina que es bueno, muy bueno, regular, malo o muy malo?
–Si me fuerza así, si amenaza con una pistola, si está en juego la vida de mis hijos, tal vez le respondería.
–¿Y cuál sería la respuesta?
–Ninguna, porque nada de eso pasa.
–¿Y si se lo pido de favor?
–Entre regular y mala, según cómo haya dormido la noche anterior.
Cabeza de cubo sonrió. Tomó un pedazo de pan y se permitió mojarlo en la salsa del vitel toné. Una vulgaridad. Comíamos en el Palacio Duhau, y el tipo hacía eso.
–Bueno, ahora le hago otra pregunta.
–Lo escucho.
–Supóngase que mañana hay elecciones presidenciales y se presentan Macri y Cristina. ¿A quién vota?
–¿Me quiere amargar el almuerzo?
–Vamos. No se haga el opa.
–He hecho una vida de eso.
–La respuesta.
–¿Pistola en la cabeza?
–Sí.
–¿La vida de mis hijos?
–Sí.
–Igual no respondo.
Cabeza de cubo volvió a atacar la salsita y sonrió. Es un tipo rarísimo. Cuando sonríe su boca no hace ninguna curva. Es como si en medio del cubo apareciera un pequeño segmento carmesí, paralelo a la base.
–No importa. Me sirve para la encuesta. Hace dos semanas que no paro de hacer ese jueguito. De los votantes de Macri enojados con Macri nadie dice Cristina y la mayoría dice Macri. Le parecerá una pavada, pero funciona siempre igual y es el elemento clave de acá a octubre.
–No entiendo.
–Las encuestas preguntan mal. No importa la imagen del Gobierno. No importa preguntar a quién votaría en octubre. La única pregunta importante, a los votantes de Macri enojados, es: "Si se enfrentan Macri y Cristina, a quién votaría?" No perdemos un voto.
–¿Tan seguro está?
–Le explico. Hace muchos años que nosotros trabajamos con una hipótesis electoral que se apoya en un fenómeno muy fácil de comprobar:  Cristina es la dirigente que más pasión genera en la política argentina. Un sector de la sociedad está enamorado de ella: no le ve ni le quiere ver ningún defecto. Es un amor pleno, descontrolado, incondicional, que no depende del principio de realidad. Es un sentimiento que usted no tuvo jamás por nadie, ni por sus hijos. Se lo adornarán de una manera u otra, lo racionalizarán. Pero es algo más que una cuestión política, más aun que una cuestión religiosa. Es un asunto libidinal.
–¿Como que están calientes?
–Algo así. Pero en todo caso, es una calentura que persiste en el tiempo. Según quien haga el cálculo ese influjo afecta a un porcentaje de la población que oscila entre un quinto y un tercio de sus integrantes.
–Me gustó lo de la cuestión libidinal. Alguna vez alguien debería escribir un libro sobre política argentina y psicología. Pero, hasta aquí, nada nuevo.
–Tenga paciencia.  Hay otro sector que la odia con la misma intensidad y fervor. No le gusta su peinado, su tono de voz, su parada, sus ideas. Nada. No es una cuestión racional. No es política. No es religiosa Es, otra vez, libidinal. Se trata de un odio desbordante, incondicional, malsano. Escuchan su nombre y se les eriza la piel. La ven aparecer y se les amarga el día. Desde el 2008, casi una década, los que la detestan superan siempre el 50 por ciento. Ese sector sólo fue quebrado por la muerte de Nestor durante un período muy corto. Luego, las cosas volvieron a su lugar. ¿Me sigue?
Cabeza de cubo tiene muy desarrollada la sensibilidad ante la caída de atención de su interlocutor. Dispara el ¿me sigue? apenas uno empieza a concentrarse en las rectas y los ángulos de su cráneo geométrico. Su segundo párrafo me cansaba por lo obvio. Es el abc de la política de estos tiempos.
–Me aburre un poco – le dije – porque ya sé cómo termina la historia.
–¿A ver?
–Macri le ganó a Cristina seis elecciones en la Capital y tres en la provincia apoyado en esa idea: como son más los que la odian que los que la quieren, sólo se trata de ponerse en el lugar del único que puede derrotarla. Entonces, en el momento definitorio de la elección, si Cristina está del otro lado, los que la odian votarán a quien sea, a De Narváez, a Massa, a la desconocida Vidal, a él mismo, con tal de vencer al demonio. Ese odio irracional está por encima de la evaluación del candidato. Su principal rasgo es que puede ganarle a ella.
Cabeza de cubo me aplaudió, lenta y sonoramente.
–Yo jamás se lo diría a él, porque quiero sobrevivir y el tipo es tremendo. Pero se lo digo a usted. Es un milagro que Macri haya llegado tan lejos. No le quito mérito. Pero nunca ha sido querido. Imaginese. Es el hijo de Franco, un ricachón, tiene cero carisma, habla pésimo, es de derecha. ¿Por qué alguien lo votaría? Hay una sola razón. ¿Me sigue?
–Sí.
–Esa razón es Cristina. Ha sido una bendición en su vida. Debería donarle parte de la herencia de Socma, más ahora que parece acrecentarse.
–No creo que lo haga.
–Yo tampoco. Por un breve momento, pareció que Macri se transformaba en un líder, cuando apenas asumió volaba en las encuestas. Eso ya pasó. Ahora volvió a los números de siempre. Y por eso pasan algunas cosas que pasan en estos días.
–¿Qué cosas?
–Y, está volviendo a las fuentes. El discurso anticristinista en el Congreso, los conflictos con docentes, piqueteros, sindicalistas, las denuncias de que Cristina está detrás de un golpe de Estado. Macri está volviendo a la idea básica que más rédito le dio en su carrera política: confrontar con ella. Y ella es la misma de siempre. Saca videos contra Macri, lo denuncia ante la Justicia. Aunque no lo crea, en el Gobierno celebran cada vez que aparecen Moreno, D'Elía, Milagro Sala, Baradel. Será molesto, pero cuando alguien le grita a Macri "aguante Cristina" en una visita, en la Casa Rosada se relamen. Mire su cuenta de twitter. No para de agredir o de hablar de sus problemas. Quiere sangre, venganza. Cuando más de eso tengamos en campaña, mejor. Si el eje es la economía, sonamos. Pero si el eje es ella, zafamos. ¿Me sigue?
Ya ni lo escuchaba. Estaba pensando en que esta gente tiene pocas ideas. "Esta gente", en realidad, no es sólo el Gobierno: ellos, Cristina, y tantos otros. Me iba hundiendo en una especie de melancolía otoñal. Ya ni me importaba la cara de cubo del señor.
–¿¿¿Me sigue??? – insistió él.
–Un poco. Es que todo es tan relative – le dije.
–¿Qué cosa?
De repente, contra mi voluntad, me vi forzado a argumentar.
–Mire, que Macri le haya ganado siempre a Cristina no quiere decir que le gane siempre. Es cierto que ella tiene más rechazo que adhesión, pero dadas las consecuencias del plan económico, es sumamente dudoso cuántas de las personas que la odian a ella los votarán a ustedes Además, ustedes no tienen candidato en la provincia y ella es una candidata fuerte. Por otra parte, nadie sabe adónde irán los votos del conurbano profundo. Hay intendentes del conurbano que dicen que ella mide cerca de 60 puntos en sus distritos. Me parece que subestiman la situación. De hecho, hace unos meses ni siquiera contemplaban la posibilidad de que ella ganara. Ahora, aceptan que será peleado, ¿qué pasará dentro de unos meses?
Ahora, el que no me atendía a mí era cara de cubo.
–¿Me sigue? – le pregunté.
Se tentó de la risa.
–No. ¿Sabe en qué estaba concentrado?
Me fastidió.
–Se supone que en lo que yo estaba diciendo.
–Discúlpeme. En serio se lo digo. Pero me estaba fijando que usted tiene una nariz rara. Es demasiado recta, como si hubiera sido dibujada con una escuadra. Dígame la verdad ¿usted se hizo una cirugía estética?
Pedí la cuenta. Lo único que faltaba: que cabeza de cubo se burle de mi nariz.








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