jueves, 10 de mayo de 2018

Del mismo palo


jueves 10 de mayo de 2018



ECONOMÍA



Opinión



Del mismo palo
Imagen: Carolina Camps

Por             Ana  Castellani


¿Se puede interpretar en clave sociológica la crisis económico-financiera que intenta conjurar el gobierno actualmente? Más allá de los condicionantes originados en el frente externo que aceleraron el proceso y de las inconsistencias macroeconómicas del modelo señaladas por economistas de todo pelaje nos invita a reflexionar sobre el comportamiento de los actores sociales y en particular por el rol de la elite económica local en este proceso. ¿Qué entendemos por élite económica local? Básicamente dos cosas. Por un lado, el conjunto de grandes empresas que operan en el mercado argentino en diversos sectores de actividad (primario, industrial, servicios, bancario-financiero, etc) y que, más allá del origen de capital (nacional, extranjero o mixto), inciden decisivamente en el proceso de acumulación de capital. Por otro, a las corporaciones/asociaciones gremiales del empresariado que intentan coordinar intereses, muchas veces divergentes, para definir estrategias políticas que condicionen el accionar estatal en favor de sus objetivos y necesidades.

¿Qué sabemos sobre esta élite tras años de analizar su comportamiento económico y político? Que si bien su composición es inestable, mantiene a lo largo del tiempo un conjunto de rasgos bien definidos:
a) La recurrente articulación con el Estado en busca de lograr transferencias de recursos diversos o directamente de convertir en políticas públicas sus demandas.
b) La primacía de una lógica predatoria y cortoplacista centrada en oportunidades de negocios que permitan internalizar rápidas ganancias extraordinarias que se invierten financieramente en el exterior.
c) Divergencias pronunciadas en torno al modelo de acumulación que requiere el país, en especial en torno a los sectores a privilegiar, la pauta distributiva a garantizar y el grado de regulación estatal sobre la economía.
d) Disociación pronunciada entre acción política y acción/desempeño económico.

Con la llegada al poder de Cambiemos, la élite tuvo por primera vez en la historia la posibilidad de gobernar tras elecciones democráticas. El hecho de que un tercio de los altos funcionarios del gabinete inicial de Macri sean ex directivos de grandes firmas y/o corporaciones empresarias da cuenta de esta articulación novedosa entre las élites tal como señalamos en el Observatorio de las Élites Argentinas. La oportunidad histórica de legitimar socialmente un proyecto propio del poder económico y convertirse en elite dirigente. 

Sin embargo, ese proyecto y esa vocación parecen brillar por su ausencia. La coyuntura actual permite ver con nitidez los cuatro rasgos estructurales de la élite económica internalizados dentro del propio gobierno. Primero, la captura de la decisión pública exacerbada al extremo cuando ministerios enteros quedan en manos de representantes sectoriales que logran convertir el lobby en política pública atentando contra toda posibilidad de coordinación macro (Agroindustria, Energía y Finanzas como casos emblemáticos). Segundo, las profundas divergencias de modelo que se visibilizan en el manejo de las tarifas de los servicios públicos, la desregulación y la apertura irrestricta de la cuenta capital combinada con la necesidad de hacer política fiscal gradualista para no perder legitimidad social, que generaron un combo explosivo. Y no por la incapacidad/impericia de los funcionarios sino por la propia lógica predatoria de las diversas fracciones de la elite que internalizan la puja sectorial en el seno del gabinete. Tercero, los constantes "cantos de sirena" que se escuchan en los foros empresariales, las muestras incondicionales de apoyo al gobierno en el espacio público que se combinan con la persistente fuga de divisas dando cuenta de la disociación profunda entre acción política y económica de la élite.

Macri confió plenamente en lo que siempre creyó y demandó cuando formaba parte de esa élite: liberalizar, desregular, brindar todos los incentivos necesarios para la inversión privada, poner el Estado al servicio del capital. Y se quedó esperando la lluvia de inversiones que nunca llegó. La historia económica nos muestra que no funciona así, la élite tiene poder de veto al avance de los proyectos de cuño nacional-popular pero no tiene vocación de liderar un proyecto propio que garantice el desarrollo del país, ni siquiera en los términos que ellos lo imaginan, porque eso supone una apuesta económica fuerte que no están dispuestas a realizar en la medida que es más rentable apostar a la recurrente inestabilidad macroeconómica. La principal debilidad de este gobierno viene de su propia base social, y ya sabemos que no hay nada peor que la astilla del propio palo. 

*    Observatorio Élites Argentinas Idaes-Unsam








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