martes, 25 de septiembre de 2018

'LA TECL@ EÑE': Un lugar en el mundo

martes 25 de setiembre de 2018



Un lugar en el mundo



El escenario regional se va alineando con la hegemonía mundial, abandonando o debilitando las experiencias progresistas.  Las fuerzas políticas reformistas deben 
estudiar, revisar y caracterizar la etapa mundial para comprender y poder establecer un programa realista para acumular fuerzas destinadas al cambio y la evolución.

Por        Ricardo Rouvier     *                                                                (para La Tecl@ Eñe)




A partir de la irrupción de Perón en la política argentina, se enfatizó un enfoque  metodológico de análisis de la situación nacional a partir de la situación mundial. Inclusive él verbaliza, con cierta desjerarquización de lo nacional al rango de "provincias". Tomado como pasos metodológicos, el líder propone ir de lo general a lo particular, y no al revés. Esta inquietud en cuanto a los caminos del conocimiento sobre la realidad podría ser homologado a lo que en la tradición marxista se denomina "caracterización de la etapa", refiriéndose al diagnóstico sobre una etapa determinada de la evolución de la humanidad.

Las naciones desde que existen se ordenan en base a un sistema dominante que las comprende y que está, en proceso de expansión y totalización. Ese sistema se caracteriza por subsistemas que articulan la producción y distribución de la riqueza, la organización de los Estados nacionales, su interrelación en el concierto mundial que involucra a las relaciones sociales e incluye las asimetrías en el control geopolítico mundial. Y, finalmente, la construcción o deconstrucción de culturas que le dan sentido al orden general, que naturalizan el predominio de lo individual sobre lo colectivo, haciendo de cada instante vivido una eternidad en sí misma, que es la tendencia repetida a despojar de historicidad la evolución humana.   

Esta metodología de diagnóstico señalada por Perón indicaba que si nosotros partiéramos del análisis exclusivamente local en dirección hacia lo global, hacia lo general, no lograríamos comprender muchas de las cuestiones que ocurren en el aquí y ahora. En este enfoque aparece el determinismo que se ratifica cuando Perón define el concepto estratégico de "evolución". Desde esta mirada podríamos decir que las relaciones económicas mundiales forman un orden global que integra mecanismos de las naciones desarrolladas que imponen a las naciones periféricas condiciones que regulan el comercio, la producción, su capacidad militar y la propiedad sobre los avances tecnológicos. Este sistema mundial, o sistema-mundo, obstaculiza el desarrollo de los países dependientes, mantiene las inequidades entre naciones y asegura que los países centrales sigan siendo los principales beneficiarios de las cadenas globales de valor creadas por la modalidad ampliada de producción capitalista.

Se particularizan las hegemonías en cada país en el sentido de una entidad que es más que un dominio, porque agrega al orden y la subordinación, la construcción de la subjetividad de los dominados, generando la conciencia de que no hay alternativa. Hay un engarce entre lo general y lo particular, que se expresa localmente entre las fuerzas sociales y políticas que construyen su propia historia, que parece excluyente, pero no lo es, porque incluye a los principales actores del sistema mundial con las máscaras de lo vernáculo. Pero, estos actores no son figuritas automatizadas por la dependencia, sino son actores que tienen cierto grado o rango de libertad dentro de cierto rango, dado por las características propias de la hegemonía en esta etapa, de ampliación de la libertad y multiculturalismo.  

El subsistema cultural en la formación de la subjetividad completa las modalidades de los otros subsistemas como la economía, y la política y constituye el cierre ideológico del mecanismo del poder. Fue un gran aporte al pensamiento crítico poder comprender mejor el paso final de un dominio en que la ideología dominante es absorbida como propia por las clases subalternas. Justamente usamos el término hegemonía con cierto rigor, diferenciándolo de dominio, porque en el primero no existe una alternativa por la eficacia en la captura en los modos de pensar y del hacer de las clases subalternas. Es decir que si hay hegemonía no está a disposición una alternativa, o síntesis superadora del interior del sistema, sino que hay que construirla; generalmente se construye en los umbrales de la decadencia del régimen. Es decir, cuando la relación de fuerzas es más desfavorable al status quo. Hoy, la relación de fuerzas es la más favorable, nos referimos al consenso y a la amenaza  de otro mundo, desde que apareció el capitalismo.

Ha logrado el mayor avance en el proceso de globalización y en el proceso de satisfacción de necesidades, a pesar de sus crisis y contradicciones. A pesar de las profecías que continúan anticipando su desaparición, todo indica que se mantendrá por mucho tiempo bajo las condiciones de equilibrio imperfecto en el que se encuentra.

La evolución objetiva y subjetiva de la ocupación física del terreno y mental por el  mercado capitalista, la democracia liberal y la creación técnica y artística han provocado que el sistema debe ser considerado como un dato ineludible para cualquier diagnóstico.

El sistema-mundo es un sistema abierto (esto permite contradicciones en el bloque de poder hegemónico) que por el momento está consolidado y que integra subsistemas que establecen cierta especialización de lo social: subsistema económico con el capitalismo, subsistema político con la preminencia de la democracia de origen liberal y el subsistema de la sociedad civil, en que domina la sociedad de consumo y la cultural que va desde lo educativo, lo artístico, y lo tecnológico con un claro dominio del individualismo, el hedonismo y la sociedad del espectáculo. Para nosotros el subsistema relacionado con la producción de bienes y servicios, con el proceso de acumulación de riqueza es más importante que el resto de los subsistemas; y constituye el motor, el corazón del sistema.  Al punto que las otras estructuras pueden estar "atrasadas" en relación al régimen económico. En China Popular el capitalismo va creciendo internamente en sociedad con el Estado. Sin embargo la estructura política y social permanece con un perfil más afín a su cultura milenaria y las incidencias en ella de la revolución del ´49  y el revisionismo de Deng Xiaoping. La sociedad de consumo se abre para millones de chinos y las clases sociales emergen como una explosión, por ahora silenciosa.

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Ilustración: Daniel Santoro

La realidad de la política internacional muestra que algunos países ponen sus expectativas en la evolución de China, y esto se traduce en relaciones comerciales y tratados como una alternativa ante la omnipresencia norteamericana. En nuestro país hemos firmado, en tiempos del gobierno de CFK, un acuerdo con la República Popular y también con la Federación Rusa denominado Tratado Estratégico Integral, aún vigente. Si bien esta competencia entre las dos naciones más poderosas se ha trasladado a los países dependientes, y esto abre algunas expectativas en el progresismo, no se puede negar la diferencia y el choque cultural que significaría avanzar hacia una mayor identificación. Además, ni los rusos ni los chinos proponen extender sus modelos políticos y sociales y librar una lucha ideológica con occidente.

Las subestructuras están interconectadas y no son idénticas, sino que son desiguales en relación a la función que tienen y poseen distintas velocidades de evolución, según una matriz teórica. Lo central en el sistema mundo es la fábrica de riqueza, su acumulación y su distribución. Antes la hubiéramos llamado riqueza material, ahora se agrega en forma más pronunciada la economía ficticia, o sea la financiera, que se ha incorporado como un actor muy dinámico para producir y acumular riqueza provenientes de fuentes virtuales. Hoy las principales empresas del mundo, las High Tech, producen tecnología y no tienen ejércitos de proletarios en grandes establecimientos. 

Un sector del sistema se ocupa de administrar y ejercer el poder de las naciones y de las relaciones internacionales. Este subsistema es político y es expresado por su característica más destacada, la democracia liberal. Allí encontramos también al Estado, aquella supraentidad que estaba amenazada a desaparecer con la globalización, y no ocurrió, desvirtuando los principios que dieron lugar al neoliberalismo. El Estado ha sido un gran auxiliador del dominio mundial y del equilibrio económico –financiero internacional que acude a aliviar las periódicas crisis que sufre el sistema. Además, no hay que olvidar que la fuerte militarización de las grandes potencias es un modo de insuflar poder a los Estados.

En el subsistema cultural en que se localiza la generación de ideologías se observa hoy que no hay demasiada producción de dogmas, sino más bien la creación de manuales de la operación material dominante. Hay mucha producción intelectual en nuestros países dependientes sobre la identidad del neoliberalismo o del liberalismo, sin embargo la fábrica de capitalismo continúa su movimiento liderado por la  tecnología, por la autoproducción y autoreparación del sistema. La palabra clave es la innovación y su aplicación en la incesante producción de bienes y servicios destinados a los mercados fundados en la tasa de ganancia.  La tasa de ganancia sigue siendo el Dios único al que hay que someterse, el núcleo central, el corazón del sistema. 

Por supuesto que estamos ante un régimen de hegemonía planetaria, con crisis y contradicciones que generan  diversas especulaciones sobre el futuro del capitalismo, o de los EEUU como potencia mundial. Pero la realidad es que este esquema de dominios se va a mantener por mucho tiempo, y debemos localmente considerarlo para definir nuestro lugar en el mundo. Nuestro lugar en lo económico, en lo político y en lo cultural.

Esto no niega un discurso contrahegemónico del Papa Francisco, y las acciones de movimientos sociales, sobre todo en América Latina; pero los límites con que el Vaticano se maneja en su acción política, y la escasa incidencia de las agrupaciones sociales en su demanda, no permite avizorar un cambio favorable en la relación de fuerzas.

Deberíamos hacernos algunas preguntas centrales: ¿cuáles son los márgenes de soberanía que tenemos en un mundo tan interdependiente?; ¿cuál es el régimen económico que permitiría no aislarnos y asegurar la distribución para la equidad social?; ¿capitalismo de Estado o libre mercado sin límites?

La mayoría del progresismo y del peronismo de izquierda rechaza al capitalismo, y obviamente esto colisiona con la homogeneización que intenta la expansión del capitalismo en el mundo. Hay otro peronismo que quiere integrarse y advierte la eficacia de los dispositivos de dominación. Este corre el peligro de ser apendicular de la hegemonía, y aquel corre el peligro del idealismo; y entonces pertrecharse en una irrealidad.

Estos dilemas, son los dilemas del populismo, ¿cómo integrarse a la economía mundial sin abandonar la particularidad nacional?; ¿cómo asegurar un modelo económico que garantice la acumulación y la distribución simultáneamente? ¿Cuál es el modelo de desarrollo y cuál es la matriz productiva en las actuales circunstancias? Por supuesto que las circunstancias son una mezcla entre situación mundial, regional y nacional. 

El escenario regional se va alineando con la hegemonía mundial, abandonando o debilitando las experiencias progresistas. Con Trump o contra Trump, el populismo sufre un fuerte retroceso en la región.

Consideramos que las fuerzas políticas reformistas deben estudiar, revisar y caracterizar la etapa mundial para comprender y poder establecer un programa realista para acumular fuerzas de la sociedad destinadas al cambio y la evolución. Al decir fuerzas de la sociedad queremos decir que con la vanguardia no alcanza, o no sirve cuando toma tanta distancia de los ciudadanos. 

No es un momento fácil y sencillo, es un momento en que las palabras, las consignas puedan rápidamente flotar como humo. El esfuerzo político debería estar orientado a la construcción de una alternativa progresista y democrática que nos incluya en el mundo sin disolvernos, y sin aislarnos.


    Lic. en Sociología. Dr. en Psicología Social. Profesor                                         Universitario. Titular de R.Rouvier & Asociados







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