domingo 30 de setiembre de 2018
Por Adrián Triglia
A principios del siglo XX, una investigadora soviética llamada Bluma Zeigarnik (*) estaba trabajando con el psicólogo Kurt Lewin cuando este le llamó la atención sobre algo muy curioso que había observado: los camareros parecían recordar mejor los pedidos de las mesas que aún no habían sido servidos o pagados que los de aquellas que ya se habían efectuado.
Efecto Zeigarnik: el cerebro no soporta que lo dejen 'a medias'
¿Por qué detestamos quedarnos a medias? Un curioso efecto psicológico lo explica.
La televisión y el cine están llenos de historias inacabadas que nos dejan con la sensación de suspense. Capítulos que terminan el cliffhangers para animarnos a seguir al tanto de lo que pasará, historias paralelas que se van desarrollando a trompicones, segundas, terceras y cuartas partes de una película, etc.
Pasa algo parecido con los proyectos que dejamos inacabados. En general, la sensación de no haber visto terminar algo que se empezó nos deja con una sensación desagradable. ¿Por qué? Para entender esto podemos recurrir a un fenómeno llamado efecto Zeigarnik.
¿Qué es el efecto Zeigarnik?
A principios del siglo XX, una investigadora soviética llamada Bluma Zeigarnik (*) estaba trabajando con el psicólogo Kurt Lewin cuando este le llamó la atención sobre algo muy curioso que había observado: los camareros parecían recordar mejor los pedidos de las mesas que aún no habían sido servidos o pagados que los de aquellas que ya se habían efectuado.
Es decir, que la memoria de los camareros parecía dar mayor prioridad a evocar información sobre pedidos inconclusos, independientemente de si se habían iniciado antes o después que aquellos que ya habían sido entregados y pagados. Los recuerdos sobre los pedidos finalizados se perdían con mayor facilidad.
Bluma Zeigarnik se dedicó a constatar experimentalmente si los recuerdos acerca de procesos inconclusos se almacenan mejor en la memoria que los del resto de proyectos. El resultado de esta línea de investigación emprendida en los años 20 es lo que hoy se conoce como efecto Zeigarnik.
Experimentando con la memoria
El estudio que hizo famoso el efecto Zeigarnik se realizó en el 1927. En este experimento, una serie de voluntarios debían realizar sucesivamente una serie de 20 ejercicios, tales como problemas de matemáticas, y algunas tareas manuales. Pero a Bluma Zeigarnik no le interesaba el rendimiento de los participantes ni el éxito que tuvieran a la hora de emprender estas pequeñas pruebas. Simplemente, se centró en el efecto que tenía la interrupción de estas tareas en el cerebro de los participantes.
Para ello, hizo que los participantes parasen de resolver las pruebas llegado cierto punto.
Después, comprobó que estas personas recordaban mejor datos acerca de las pruebas que habían quedado a medias, independientemente del tipo de ejercicio que exigían para ser resueltas.
El efecto Zeigarnik quedó reforzado con los resultados de este experimento. Así pues, pasó a considerarse que el efecto Zeigarnik es una tendencia a recordar mejor la información relativa a tareas inacabadas. Además, os estudios de Bluma Zeigarnik se encuadraron en la teoría del campo de Kurt Lewin y tuvieron influencia en la teoría de la Gestalt.
¿Por qué es relevante el efecto Zeigarnik?
Cuando emergió la psicología cognitiva a finales de los años 50, el interés de esta nueva generación de investigadores volvió a dirigirse hacia el estudio de la memoria, y tuvieron muy en cuenta el efecto Zeigarnik. Las conclusiones extraídas por Bluma Zeigarnik a partir de este experimento fueron extendidas a cualquier proceso de aprendizaje. Por ejemplo, se llegó a hipotetizar que un método de estudio eficaz debía incluir alguna pausas, para hacer que los procesos mentales que intervienen en la memoria almacenasen bien la información.
Pero el efecto Zeigarnik no solo se utilizó en la educación, sino en todos aquellos procesos en los que alguien ha de "aprender" algo, en el sentido más amplio de la palabra. Por ejemplo, en el mundo de la publicidad sirvió para inspirar ciertas técnicas basadas en el suspense asociado a una marca o producto: se empezaron a crear piezas publicitarias basadas en una historia que se presenta a trozos, como por fascículos, para hacer que los potenciales clientes memoricen bien una marca y transformen el interés que sienten por saber cómo se resuelve la historia por interés en el producto que se ofrece.
El efecto Zeigarnik y las obras de ficción
Los anuncios son muy cortos y por lo tanto disponen de poco margen de maniobra para crear historias profundas y que generen interés, pero esto no ocurre con las obras de ficción que encontramos en los libros o en las pantallas. El efecto Zeigarnik también ha servido como punto de partida para conseguir algo que muchos productores de ficción quieren: fidelizar al público y crear un grupo de seguidores fervientes de la historia que se está contando.
Se trata, básicamente, de facilitar que existan personas dispuestas a dedicar una porción significativa de su atención y su memoria a todo lo relacionado con lo que se está contando. El efecto Zeigarnik es un buen asidero para conseguir esto, ya que indica que la información acerca de las historias que aún no han sido descubiertas en su totalidad quedará muy viva en la memoria del público, haciendo que se piense en ella con facilidad en cualquier contexto y generando efectos colaterales beneficiosos: foros de debate en los que se especula sobre lo que pasará, teorías hechas por los fans, etc.
Faltan pruebas para demostrar el efecto Zeigarnik
A pesar de la relevancia que el efecto Zeigarnik ha tenido más allá de los entornos académicos, lo cierto es que no está lo suficientemente probado que exista como parte del funcionamiento normal de la memoria. Esto es así, en primer lugar, porque la metodología utilizada en la investigación psicológica durante los años 20 no cumplía con las garantías que se esperarían de este campo hoy en día, y en segundo lugar porque los intentos de repetir el experimento de Bluma Zeigarnik (o similares) han arrojado resultados dispares que no apuntan en una dirección clara.
Sin embargo, es posible que el efecto Zeigarnik exista más allá de las mecánicas propias del almacenamiento de los recuerdos y tenga más que ver con la motivación humana y su modo de interactuar con la memoria. De hecho, todo lo que memorizamos o intentamos recordar tiene atribuido un valor dependiendo del interés que tenga para nosotros la información que intentamos incorporar a nuestra memoria. Si algo nos interesa más, pensaremos más veces sobre ello, y eso a su vez es una manera de reforzar los recuerdos "repasando" mentalmente lo que hemos memorizado antes.
En definitiva, para considerar si el efecto Zeigarnik existe o no es necesario tener en cuenta bastantes más factores que la memoria propiamente dicha. Es una conclusión que o permite darle carpetazo al asunto, pero, a fin de cuentas, las explicaciones más simples son también las más aburridas.
(*) Bliuma Vúlfovna Zeigárnik (translitera del cirílico en ruso, Блюма Вульфовна Зейгарник) (9 de noviembre de 1900 − 24 de febrero de 1988) fue una psicóloga de la Gestalt y psiquiatra soviética que descubrió el efecto Zeigarnik y
estableció la psicopatología experimental como una disciplina separada.
estableció la psicopatología experimental como una disciplina separada.
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