viernes, 12 de octubre de 2018

'El Cohete a la Luna': GRABOIS NO

image.pngEl Cohete a la Luna                   viernes 12 de octubre de 2018




GRABOIS NO




El juego político del Papa Bergoglio en el escenario argentino actual

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Por             FLAVIA DEZZUTTO    *


¿Quién habla por Bergoglio?

¿Qué claves podrían orientar la pregunta sobre el juego político del Papa Bergoglio en el escenario argentino actual?

El pensamiento de Bergoglio sobre la situación nacional es habitualmente conocido por boca del dirigente del MTE Juan Grabois, como asesor ad honorem del ex Pontificio Consejo de Justicia y Paz desde 2016, pero sobre todo por su cercanía personal y política con el pontífice.

La asociación entre Grabois y el Papa Bergoglio no es accidental. El joven militante social la hace presente permanentemente, poniendo a la doctrina del jesuita argentino elevado al trono de Pedro como inspiración de sus análisis políticos y morales.

Vale la pena meditar sobre esta presencia, a través de Grabois como vocero privilegiado, del Papa Bergoglio y sus apuestas políticas locales, focalizando un aspecto medular y normalmente omitido o falseado, la relación entre cristianismo y sociedad, entre cristianismo y conflictividad social.

La figura de Grabois emerge en la estela de Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires, y luego Papa. El Papa Bergoglio tiene historia, una historia más remota, durante los años ’70, que desde mi perspectiva ha sido suficientemente aclarada en sus puntos nucleares en el libro de Horacio Verbitsky 'El silencio'   y una historia más reciente, en sus años arzobispales, que puede resumirse en su cercanía con los llamados “curas villeros”, en sus críticas iniciales al kirchnerismo, y en sus nefastas intervenciones sobre temas que, en la jerga eclesiástica, son de “moral sexual”, como el matrimonio igualitario.

Este breve itinerario muestra el carácter sinuoso de Jorge Bergoglio, que procuró sostenerse con un pie en cierto compromiso social, y con otro en las posiciones retrógradas de la jerarquía católica, que se niega con mayor o menor énfasis a aceptar su rol en sociedades pluralistas, en pie de igualdad con el resto de la ciudadanía.

Bergoglio Papa recompuso con rapidez sus relaciones con la ex Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, y se situó con celeridad en la vereda contraria del macrismo, haciendo honor a sus viejas pertenencias ideológicas, el peronismo de Guardia de Hierro.

En este escenario se sitúa Grabois, crítico del kirchnerismo cuando lo fue Bergoglio, cercano a él en este momento, en especial a CFK, contrario siempre, como su mentor, a leyes que convaliden los derechos de las mujeres y la libertad sexual.

El apotegma fundamental del Papa Bergoglio reza “la unidad es superior al conflicto”. Mucho puede decirse de esta unidad, pero sería iluso suponer que la unidad bergogliana, como la de Agustín de Hipona, no supone cierto ordo, orden, para lograr el bien del todo social, la pax, la paz del poder eclesiástico, viejo y nuevo. Se trata de una particular concepción de la articulación entre cristianismo y sociedad, una entre otras, que procura disolver el conflicto en unidades mayores, y conjurarlo con mediaciones que “superen” la dimensión agónica del todo social, es decir, la lucha de clases.

La discusión sobre el rol político de los movimientos sociales, cuando la pobreza crece escandalosamente y la conflictividad social se intensifica, muestra la tarea que el Papa Bergoglio le ha reservado a Grabois: ser una voz moralizante en medio de la necesidad de un salto político cualitativo para los movimientos sociales, dejando el problema de la emancipación política para otro momento, limitando al poder popular al reclamo reivindicativo. No deja de ser indicativo que Grabois manifieste una posición antiintelectualista poniendo a la “verdad del pueblo”, fetiche largamente utilizado en la historia nacional, por encima de las inútiles teorizaciones de aquellos que no lo comprenden. La “verdad del pueblo” no precisa cuestionamientos críticos al poder pastoral, que, hoy como ayer, pretende ser la única voz, o la más cualificada, para expresar las necesidades de ese pueblo. De otras voces, nacidas de un cristianismo en lucha, nada oímos aquí, sólo la voz quebrada que suena desde Roma.


*   La medievalista Flavia Dezzutto es        vicedecana de la Facultad de Filosofía    y Humanidades de la Universidad           Nacional de Córdoba.







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