sábado 05 de enero de 2019
POLÍTICA
La rebelión popular, frente
a la danza de los soberbios
Los poderosos son además soberbios sin pausa. Macri es un punto muy alto y sus secuaces presentan rasgos semejantes. Creyeron que el reclamo de salarios, los paros sin pausa, cansarían a la sociedad y la dejarían sin libreto para la queja…
Por Alejandro C. Tarruella
Sin embargo, cuando los dirigentes sindicales observan con rara sabiduría que hacer paros no parece el camino más adecuado para pararse frente al régimen, plantean que hay que buscar otros modos de expresarse en la adversidad. Y van por eso.
El gobierno con sede en Villa la Angostura, en tanto, le mete pata al aumento de impuestos a los combustibles, al ABL, a la renta financiera que revienta los valores inmobiliarios para saquear hasta los que viven en las calles, y lleva los alimentos a la usura, no cuenta con que la inventiva del pueblo es además creativa a la hora de la adversidad. Los usureros y saqueadores se ven, en este punto de la cuestión, ante un problema: la reacción social con base en el movimiento obrero.
Los gremios que van de la CGT a las CTA anunciaban una marcha para el 10 de enero en Buenos Aires, en reclamo por el saqueo de los impuestos y los servicios, la reducción de los salarios. El 17 será en Rosario y continuará en diferentes ciudades de todo el país a pesar de las vacaciones. Si para muestra basta un botón, el gas natural aumentó un 2000 por ciento desde la asunción de Macri a la actualidad.
Está claro que el movimiento obrero sabe que el gobierno va por la destrucción de la vida cotidiana de los argentinos. Se pretende destruir los lazos de solidaridad, de unidad y la capacidad de reunir voluntades para ejercer la política en un camino opuesto al desguace del Estado de Derecho y la democracia.
El gobierno va por la destrucción de la vida cotidiana de
los argentinos
El gobierno condonó 19.000 mil millones de pesos de deudas a las empresas eléctricas, el propio presidente debe 70 mil millones de pesos por su gestión en el Correo Argentino, cifra que hay que actualizar, y hasta el momento se “autoriza” a no pagar y cuenta con ellos con los beneficios de la justicia amiga. Los jubilados salen a pedir créditos usurarios para pagar los servicios y muchos de ellos van a la calle, donde ahora, se conoce esto en la ciudad de Rodríguez Larreta, les alquilan los colchones para dormir en la calle. Entonces, hay que sintetizar las cosas: el horno no está para bollos.
La corrupción y el poder
En tanto, aparecen cifras que llaman a la reflexión, como la que indica que el 53% de la población cree que el gobierno está involucrado en la corrupción, según una encuesta de la Universidad Austral, una entidad del Opus Dei. Los bancos, en tanto, cobran intereses usurarios y les retiran fondos a sus clientes por tener el dinero en sus cuentas, lo que antes generaba intereses a favor del cliente.
Por eso ningún banco o empresa, dedicados al saqueo de los bienes públicos a través de la evasión fiscal y el fraude a gran escala, son molestados por el gobierno, la AFIP o la justicia. Ningún banquero o empresario, los llamados ladrones de guante blanco, han conocido prisión por los daños causados por la crisis que sufren los usuarios ni por la fuga de capitales que favorece a funcionarios del gobierno.
La deuda pública estalló durante el gobierno del hijo de Franco, y su suma favoreció intereses particulares de una privilegiada minoría de grandes accionistas y banqueros, a su vez beneficiados por salvatajes bancarios históricos desde el gobierno de Menem.
Los nuevos empréstitos de deuda pública del gobierno refinancian el pago de deudas previas, y los bancos privados y los ricos compran más títulos de la deuda, razón por la cual en su mayor parte es ilegítima porque los nuevos empréstitos solo refinancian el pago de deudas contraídas con anterioridad, que dejan comisiones en manos de banqueros y funcionarios.
Es escasa, en esas circunstancias, la acción de los representantes parlamentarios, que hacen de la denuncia ante los medios una puesta en imagen de su propia figura. Hay que reconocer con sinceridad que existe una profunda crisis de representación y hay que modificar las cosas.
El festín de los usureros
Esos “peces gordos” de las corporaciones reciben del gobierno una reducción de impuestos, quita de retenciones (Etchevehere y la logia rural argentina). El gobierno coloca títulos de deuda pública en bancos privados y en manos de intereses transnacionales y fondos buitres, que luego accionan contra los habitantes del país haciendo crecer la deuda externa a niveles descomunales.
De esa deuda disparada por Macri y sus secuaces, la ciudadanía y el pueblo argentino no reciben ningún beneficio. Solo pagan lo que gozan y embolsan los poderosos. La justicia amiga de los poderosos se limita a sobreseer al presidente y su núcleo de influencia, una vez que alguien denuncia un robo, una operación como los Panamá Papers. Pero si un hombre roba un peso por hambre, como sucedió en Córdoba, puede pasar cinco años preso.
Es por eso que ahora es el movimiento obrero el que se pone al frente del reclamo social y político del conjunto de la sociedad. Reclamo que subestima el poder, que cree que hay que seguir esquilmando a la sociedad hasta agotarla, para luego invitarla a votar a sus depredadores para que siga el corso del hijo de Franco.
Si no hay Estado de Derecho o está siendo vaciado, la sociedad debe expresarse y eso es lo que ocurrió con los cacerolazos de la Capital, gran Buenos Aires y provincias de la última semana del año.
El 10 de enero comienza el primero de los reclamos del pueblo y sigue luego en diferentes ciudades y provincias. Si hay dirigentes que no quieren la unidad, hay que dejar en claro que el pueblo tiene una idea diferente y busca la unidad con conducción para promover un cambio y una transformación. Y ahí está el movimiento obrero.
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