jueves 03 de enero de 2019
Asombros radicales
Las “disculpas” económicas del radical Jesús Rodríguez a la crisis provocada por Cambiemos se parecen demasiado a las explicaciones sobre su mal logrado paso por el ministerio de Economía en plena hiperinflación. Este ex representante del ala progresista de la UCR considera que disminuir el déficit con un aumento de la presión fiscal sobre los más ricos sería “magia” y que por eso sólo es posible financiarlo con deuda o emisión.
En una reciente entrevista, Jesús Rodríguez - el funcionario-bonzo que se hizo cargo del ministerio de Economía en los últimos días del mandato de Raúl Alfonsín - afirmó que “Macri no resolvió los problemas económicos, pero tampoco los creó”. Es una idea interesante. Al parecer, que todas las variables económicas, como el empleo, el déficit comercial, la pobreza, el crecimiento e incluso la inflación, hayan empeorado con respecto al 2015 sería el resultado de una maldición bíblica ajena a las políticas implementadas por Cambiemos. Es por eso que esa especie de combustión espontánea de la economía no atenúa el entusiasmo del ex referente de la Coordinadora hacia Macri, quién, según él, habría “(empezado) a poner en orden las cuentas públicas”. El ordenamiento de las cuentas públicas a partir de su deterioro es sin duda una noción asombrosa, aún para el generoso estándar al que nos tienen habituados los radicales, pero no es el único asombro de la entrevista.
Frente a una pregunta sobre el endeudamiento “indiscriminado”, Rodríguez contestó: “La cuenta es fácil. Si vos tenés déficit fiscal de los más elevados de la historia argentina, tenés tres maneras de financiarlo: o con deuda interna, o deuda externa o con emisión. No hay magia.” Al parecer, para este ex representante del ala progresista de la UCR, disminuir el déficit con un aumento de la presión fiscal sobre los más ricos sería “magia” y sólo es posible financiarlo, ya sea con deuda o emisión. Que el gobierno haya optado por endeudarse en dólares no le parece extravagante: tal vez piense que los sueldos de docentes, policías o enfermeras se pagan en dólares. La fuga, en todo caso, sí se financia en esa moneda.
Entre las múltiples calamidades heredadas de la larga noche kirchnerista, Rodríguez incluye “un récord de gasto público y de presión tributaria”. No analiza qué hizo el Estado con ese aumento ni cuales fueron los beneficios para las mayorías sino que lo denuncia como un mal en sí mismo. Acordar con ese extraño razonamiento nos llevaría a asumir que el gasto público del 2002, anterior al inicio de la etapa kirchnerista, sería el óptimo ya que no debe ser aumentado. La conclusión inevitable es que incluir a millones de jubilados sin aportes en el sistema previsional, lanzar la AUH, incrementar el gasto en Ciencia & Tecnología y en educación o aumentar las pensiones por invalidez y financiarlo a través de un aumento de la presión fiscal es algo que deberíamos revertir. Rodríguez, un histórico admirador de la socialdemocracia europea nos propone una nueva utopía: llegar al desarrollo y la equidad de Alemania con los impuestos y el gasto público de Burundi. Ni Anne Krueger, la severa subdirectora del FMI durante la debacle argentina del 2001, lo hubiera dicho mejor.
Que un partido cuya vocación histórica ha sido representar a las clases medias adhiera a este tipo de letanía reaccionaria es sin duda un asombro de época: la clase media es 70% agua y 30% gasto público.
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