lunes, 16 de enero de 2017

El Frente no puede ser una Vaca Muerta

        La Tecl@ Eñe       

      Editor/Director: Conrado Yasenza           

lunes 16 de enero de 2017




El Frente no puede ser una Vaca Muerta



El peronismo, más que tener una "larga tradición frentista" es un fenómeno substancialmente frentista, afirma Horacio González. Perón no formó un "Frente" sino que aglutinó retazos de las antiguas instituciones argentinas escindidas bajo el peso inusual de su convocatoria, de claro corte modernista. El verdadero problema político de un Frente no pasa por tratar de recobrar un peronismo esencial, nunca existente de esa manera, sino de reabrir la memoria de cada uno, que aún poseen palabra convocante y que además sepan pensar esa palabra convocante lo que incluye repensar también el kirchnerismo.



Por         Horacio González   *
(para La Tecl@ Eñe)




El peronismo, más que tener una "larga tradición frentista" es un fenómeno substancialmente frentista. Pero con algunas particularidades de liderazgo y discurso que permiten visualizar un tipo de amalgama político social distinta a la de un Frente. No obstante, en los dilemas que se presentaban en los años 45, no es fácil imaginar todas las dificultades propias de un Frente, pues nadie lo estaba llamando, y la actuación de Perón –que se dirigía a sectores obreros, profesionales y empresariales- era un tipo de actividad ejercida en nombre del "golpe de 43", a su vez ámbito de una obscura discusión entre partidarios de uno u otro de los bloques en la guerra mundial. Pero no sería posible  identificar con claridad las opiniones cruzadas que existían dentro de los sectores "nacionalistas" y "liberales" de las Fuerzas Armadas. Estas denominaciones distaban mucho de ser arquetípicas o monolíticas, pues en ambos sectores había opiniones diversas sobre la actuación alemana en la gran conflagración mundial, y en especial, en el plano interno, sobre una improbable conclusión electoral del período de gobierno de las Fuerzas Armadas.

Los investigadores más acuciosos sobre el Grupo de Oficiales Unidos  suelen hasta hoy no coincidir con la posición de todos los personajes involucrados en las inevitables tramas conspirativas; hay relativa certeza, en cambio, sobre los principales documentos de la logia – que sin duda, en cualquiera de las variantes de su nombre tiene cierto aire aroma masónico - que habrían sido redactados por Perón: tenían un sesgo profesionalista, volcado hacia solidaridad interna del Ejército y algunas medidas de reparación de un Estado arbitral y una necesaria neutralidad en la guerra, que los adversario del GOU tachaban simplemente de una forma encubierta de apoyar a Alemania y los Estados Unidos también, que en la decisión de sus diversos diplomáticos que actúan en este vertiginoso período, niega la venta de armas al país. Oportunidad para que un diplomático argentino actuante en Alemania, concretara la venta de material bélico alemán a Argentina. En cierto modo ya estaban echadas las cartas de la relación norteamericana con la Argentina, aunque no con Inglaterra, a la cual la neutralidad argentina – y la posibilidad comercial que abría, aún con la acechanza de submarinos alemanes en los mares - no le era antipática. Pero no había ninguna decisión nítida en ese campo, como lo prueba la casi simultánea aceptación del gobierno militar durante el año 44 – ya bajo la fuerte influencia de Perón - de aceptar los Acuerdos de Chapultepec, notoriamente vinculados a la recreación del monroísmo. Esto ocurría cinco o seis meses antes de Octubre del 45.

Por otra parte, un notorio oficial del GOU – uno del pequeño puñado de entre quienes lo orientaban - el General Ávalos, que llega a ser jefe de Campo de Mayo en concomitancia con el vertiginoso ascenso de Perón en el seno del gobierno militar, no concuerda con el estilo activista de Coronel, e interviene para apartar a Perón del centro de las acciones, al igual que el jefe de la Armada, Vernengo Lima, autor de una ocurrencia de momento –dijo en la plaza púbica "Yo no soy Perón"-, con lo que fue caracterizado rápidamente como su contrafigura. Ávalos y Farrell (apagado personaje pre-peronista) se las arreglan para que la remisión de Perón a Martín García fuera con el pretexto de "proteger su vida". Perón toma el pretexto contrario: escribe a Buenos Aires que era el "fin de su carrera política". La interesante historia de Ávalos – en verdad sus dilemas de conciencia - son contados por Robert Potash – quien falleció recientemente, era un historiador norteamericano que escribió dos volúmenes de historia militar argentina entrevistando a protagonistas de ese período; su orientación era clásicamente liberal. Ávalos no quiso reprimir el 17 de Octubre – pensamiento obviamente contrafáctico - bajo la viva impresión que tenía de las muerte de varios soldados, cuando pasaba con su columna golpista en 1943 por la ESMA, en la que estaban acuartelados marinos adversos a la intervención de Campo de Mayo en la política nacional directa.


No voy a reiterar hechos conocidos. Perón – no él, uno de los grupos militares del golpe - había decidido encarcelar a José Peter, el más importante dirigente comunista, radicado en los frigoríficos de Ensenada y Berisso. Perón tenía en su mente un bosquejo político-militar, de movilizar el movimiento obrero existente y los hombres más conversables del radicalismo yrigoyenista, por lo que había lanzado sus puentes tanto hacia el comunista Peter como hacia el radical intransigente Sabatini. Este último estuvo a punto de entrar en contacto con el impreciso pero sugestivo mundo que presentaba Perón, con sus promesas de salir del "ancièn régime". Pero era un "golpista" el que lo proponía, un golpista con sus lanzaderas enfocadas hacia el movimiento social. Peter era hombre de partido, el Partido Comunista no estaba interesado en una oferta que incluía movilización social – en ese momento interpretada como de corte fascistoide - y desarreglar el cuadro mundial en que se movía, donde los obreros argentinos de la carne tenían, antes bien, que proveer alimentación a los ejércitos aliados que enfrascarse en "reivindicaciones obreras".  Es abandonada rápidamente por Perón la hipótesis sabbattinista, en la que estaba incluido Hernández Arregui.


Sabbattini es la más importante figura del radicalismo luego de Yrigoyen, intachable en su conducta democrática radicalizada de tintes nacionalistas populares, que concluye su carrera política en el balbinismo; su gran discípulo, que los radicales de derecha ya no recuerdan, fue Moisés Lebenshon, juninense, que mantiene por eso mismo una relación con Evita en los momentos más álgidos de la confrontación. La "hipótesis de izquierda" no la podrían encarnar los comunistas dentro de la incierta formación que el heterogéneo Perón acogía a su alrededor. A pesar de algunas escisiones importantes – la de Rodolfo Puiggros, aunque luego del 45 - el PC juega su destino en la Unión Democrática –ésta sí conforma un gran frente que recorría el arco del conservadorismo tradicional hasta el comunismo, pasando por demoprogresistas y socialistas, y desde luego, la mayoría radical "alvearista". En esa Unión, el Partido Demócrata no integró formalmente la alianza nacional - sí en la Capital donde su candidato fue Roberto Noble, quien acababa de fundar Clarín y venía de la experiencia del gobernador Fresco- y al que hay que restarle un pequeño sector "conservador popular" de la provincia de Buenos Aires, que  forma uno de los partidos pequeños –los Centros Independientes de la Provincia Bonaerense-, donde reaparece el joven Campara, de remotos antecedentes universitarios reformistas y que integrará la alianza de Perón sin tener antes ningún tipo de actuación política, confluyendo con el Partido Laborista.


El radicalismo casi completo subyacía intensamente en esa Unión. Menos la Junta Renovadora de Quijano, a la que pertenecían el padre de Cooke, Saadi y Leloir, luego gran adversario de Cooke hijo. Junta que pasa a colaborar con Perón; con los años, ese pequeño rastro da vida a la relación de  Perón con Vicente Solano Lima, de quien Halperín se burla en La larga agonía de la argentina peronista, pues cantaba al parecer himnos de época entre fusiles montoneros, siendo un conservador de la vieja escuela. Los socialistas fueron decisivos en la UD, con pocos matices, salvo el que luego protagonizará Enrique Dickmann con su acercamiento a Perón iniciado en la década del '50. Los herederos de Lisandro de la Torre fueron un sector minoritario de la Unión Democrática. Nadie tembló allí. Lisandro se había suicidado a fines de la década anterior.





Como se ve, el movimiento cruzado de esta compleja malla nacional – bien estudiada por otra parte - arroja un resultado que repercute extrañamente en las propuestas y realidades frentistas actuales. "Nadie era peronista allí". No solo la alianza peronista ganó por pocos votos –aunque fue una hazaña electoral: ¡"rompan las tranqueras"!-, sino que se mostraba un latido complejo en las entrañas políticas del país, pues ambas coaliciones tenían programas que hoy llamaríamos "avanzados", pero se jugaban diferencias de fondo en cuanto a estilos morales, culturales, cosmovisiones sociales, lenguajes políticos, formas de movilización, figuraciones contrapuestas sobre el lugar de la Argentina en el mundo, tema crucial tanto ayer como hoy, y fundamentalmente, aparecía como un indicio de fuerte movilización, una teoría hasta entonces ausente de la vida política argentina, marcada por partidos clásicos, que era el llamado "arte de la conducción", la "lealtad a líder", "el mercado interno en diálogo con la movilización", la "tercera posición", etc., sobre el telón de fondos de las multitudes en marcha por las Avenidas, tópico interpretado de diversas maneras, así sea como los nuevos migrantes traídos a la metrópolis por la sustitución de importaciones, o como el viejo sindicalismo de la memoria anarco sindicalista que entregaba no pocos cuadros a la nueva oleada sindical que las dos CGT existentes hasta el momento  – la nº 1 y la nº 2 - no estaban en condiciones de afiliar masivamente, masividad que sí postulaba el "peronismo".


Por otro lado, un incipiente troskismo nacional acompañó desde los mismos inicios al coronel Perón. Notablemente, los políticos de la revista Frente Obrero, y la fundación de la Unión Obrera Metalúrgica bajo la inspiración de Ángel Perelman –de formación "trostkista nacional", cuyo uno de sus primeros actos fue poner una placa en la Patagonia en homenaje a los caídos de las insurrecciones de la década del 20. Otro papel jugó FORJA con una vasta y conocida publicística neutralista y antibritánica, formada especialmente por antiguos militantes yrigoyenistas, activa desde mediados de los años 30 con imaginativos envíos "anticolonialistas", que opta por disolverse en el 45, ante la emergencia del peronista, con el obvio propósito de influir lateralmente sobre ella. Esto llegó a hacerse pero con las dificultades conocidas: distintas discusiones de Scalabrini y Jauretche con Perón, que diez años después ya habían llegado al agrietamiento total de la relación. Este corte longitudinal en la formación social y política nacional  es única en el largo desarrollo de la vicisitud argentina.


Perón no había formado un "Frente" sino un aglutinamiento  de los recortes o retazos de las antiguas instituciones argentinas todas escindidas bajo el peso inusual de su convocatoria, que todo lo sospechosa que podía ser a las configuraciones hijas del pensamiento clásico heredado, sostenía indicios elocuentes de modernidad.


Ahora es el peronismo el que parece una suerte de "pensamiento clásico heredado". El Frente, en sentido de coalición programática partidaria, lo habían formado los hombres y Mujeres de la Unión Democrática. El Peronismo tomó lo que las estanterías flojas de la Argentina tradicional no conseguían integrar en sus "ideologemas", clásicos textos y manteles de las conmemoraciones de conservadores o izquierdistas, que perdían posiciones ante una "doctrina " - no "ideleogía" - nunca escuchada masivamente en la Argentina, escrita con la lengua de teóricos militares prusianos pero recubierta de gracejos y dichos populares, de cierta picaresca gran-viscachesca y de una aforística de la memoria criollista con toques reutilizados de un evangelismo fundado en el "amor comunitario". Con estos estilos forjados en la avenencia y el llamado a la conciliación, el peronismo protagonizó las más virulentas luchas sociales en la argentina por los valores que, entre tantos otros, definió como propios de la "justicia social". Honda paradoja que aún invita a ser desentrañada.


No podemos cerrar esta reseña rápida sin la mención al Partido Laborista, que en el "dispositivo de Perón"    –  en la época nadie hablaba así, es claro - cumplía un papel central, y entre otras cosas, disputaba afiliaciones comunistas en los sindicatos de la Carne. Su líder máximo se había inspirado en el Labour Party, donde se fundaba un partido enraizado en sindicatos, que votaban según cantidad de afiliados en su comité central. Cipriano Reyes, su organizador principal, era un extraño personaje de la cepa popular argentina; hijo de artistas de circo, él mismo poseedor del espíritu itinerante del artista popular, afiliado del gremio de la carne desde muy joven, portuario, vidriero, mayordomo, periodista deportivo, dirigente futbolístico, lector de la Divina Comedia y de Almafuerte, espíritu anárquico de andarillo, adversario de las izquierdas organizadas a las que criticaba desde su espíritu evangélico redentorista y social. Su Partido fue la plataforma de Perón, quién fue declarado "primer trabajador" para poder afiliarse, pues no se aceptaban miembros no caracterizados por su condición clasista. El anecdotario es completo.


De inmediato, un hecho que marca fuertemente la creación del Peronismo es la agria y violenta disputa de Perón con Reyes. Luego de disuelto el partido con cuya boleta Perón ganará las elecciones de 1946, comienza realmente el "peronismo". Primero se llamará PURN, Partido Único  de la Revolución Nacional, pero casi de inmediato Perón percibe que solo había una garantía posible para unificar esos escombros tan vivaces, coloridos y simbólicos de la antepasada política nacional. Se inventan dos nombres, uno para la lengua íntima y realmente valedera: peronismo. Partido Peronista (Femenino y Masculino), y otra lengua formalista e ideológica, "justicialismo", que según las épocas estará más cerca del "espíritu movimientista fundante", dándose a luz un Consejo Superior Peronista, según los tiempos y azares del mundo histórico, siempre fantasmal y hechizante, con sus movedizas verdades talismánicas. Los gremios tenían un lugar en el existente pero también evanescente "Movimiento", pues ése era el otro nombre de Perón y la forja esencial de su enunciador de palabras. Entonces, como el Partido tenía rama gremial, los Gremios tenían rama política – canje entrecruzado perfecto - llamadas en épocas plenas, como "62 Organizaciones", o sencillamente "seis dos". En la tempestad de la historia millones de personas y varias generaciones pronunciaron estos nombres, en tono de furia, adhesión, abyección, compromiso solidario y valiente, desafío a las injusticias del mundo, y no pocos mártires de la historia hallaron la senda del sacrificio final siendo conocidos solamente por estos vocablos y no por cualesquiera otros.





Alain Rouquié, conocido por nosotros por sus buenos trabajos de historia militar argentina, historia del radicalismo y el desarrollismo, que tiene una formación liberal académica de juicio ponderado y averiguaciones que revisten interés, gran conocedor de la historia política argentina, se pregunta ahora –en una entrevista de La Nación-, porqué perdura el peronismo y no el "gaullismo" o el "varguismo". ¡Buena pregunta! Nunca es posible responder una requisitoria de esa índole. En principio, Perón es un rastro retórico mutante y fácilmente identificable en la rítmica del lenguaje argentino, es una identidad que podría definirse a sí misma como "identidad de identidades", y por lo tanto, perdurable bajo cualquiera de sus transfiguraciones. Y también es un rastro polémico inesquivable. La teoría de la "conducción", que es una maquinaria expresiva aglutinante de divergencias profundas que no obstante conserva la "identidad común", convergen en un nivel superior, se puso aprueba en un acto crucial de la historia argentina – Ezeiza, 1973 - y no salió bien parada. Pero sus efectos continúan en el debate, alcanzando nuevas identidades y sintiéndose alcanzado por estas. Cristina, en un lejano acto de Obras Sanitarias - lo recuerdo, estaba allí - recibió el grito demandante de un asistente. ¡Citá a Perón! No es que faltaran citas, es que eran remisiones históricas a ser invocadas con respeto pero de las cuales no emanaba la luz principal del presente. Pero perdurar… ¿Qué es perdurar? Dilma, por ejemplo, que cuando joven había trabajado con Brazola, quien no había olvidado a Vargas – otro gran personaje polémico - lo citó en su discurso del Impechament. Y en Francia – tema para que lo piense Rouquié - ¿todo el itinerario del socialista Mitterrand finalmente no se recorta sobre el de De Gaulle? Ambos son una bisagra complementaria muy poderosa, dos aletas de una misma concepción nacional, geopolítica y de masas. Se ha disuelto, ciertamente, pero no está desfavorablemente situada en la memoria francesa, teniendo en cuenta las desdichas de la actualité.


Hay ciertos frentismos contemporáneos que provienen de las fracturas insolubles de la sociedad argentina. Son sumatorias electorales construidas con el método del cracking, la fractura interna de la piedra que subsiste en las capas antiguas de la formación rocosa de la remota naturaleza mineral. Hace años que el macrismo emplea este método del cracking con el peronismo inerte. Ya perforó muchas formaciones calcáreas que utilizaban etiquetas peronistas, varios ministros de la Ciudad, algunos, varios o muchos intendentes de la Provincia de Buenos Aires, el jefe de la Cámara de Diputados, indiscutible "peronist man of the first hour". Gobernadores auto-deslizantes, no sólo desde ahora, sucesivos jefes de gabinete de Cristina, la lista excede cualquier  cierre prematuro. Ante este panorama macro-peronista, no  es posible pensar que la historia ocurrida no ocurrió efectivamente. En las épocas de Menen, el comienzo del neoliberalismo en el peronismo se encontró una tesis sugerente, que varios tuvieron a bien escribir, afirmando que el peronismo era una "cultura popular", que ella era su base permanente, quizás metafísica, mientras según las épocas que corrieran – astucias de la conducción - se podía ser lo que más conviniera en materia económica: neoliberal, estatista, semi-estatista, ultra neoliberal, post-verdadero, post-moderno, tradicionalista, post-tradicionalista o tradicionalista a secas, citando a Perón continuamente o inventando frase propias y atribuyéndoselas. ¿No lo hizo él con Clausewitz? Siempre en vínculo con las opciones económicas dominantes, preservando "la esencia de origen". Absurdo razonamiento que liquida el ciclo vital interno de cualquier fuerza política. Pero ahora es peor, ni la última roca de la "cultura popular" ha quedado en pie. El cracking masita y el macrista han trabajado mucho instalando sus perforadoras de profundidad.


En realidad, el verdadero problema político de un Frente – y el peronismo lo fue verdaderamente en 1973, y bajo premisas nunca muy explicitadas también lo fue a partir del 2005 - no es tratar de recobrar un peronismo esencial, nunca existente de esa manera. Si no, de reabrir la memoria de cada uno, seguir el hilo de los mejores postillones que aún poseen palabra convocante y que además sepan pensar esa palabra convocante. Cristina: evidentemente es su momento para decir su palabra ante esta grave situación. No hay muchas más posibilidades de abrir ese cofre de Octubre, que acumula variadísimas leyendas de hace más de setenta años. Hay mucho qué decir de lo que ocurrió allí, un Frente no es un cosido y descosido que va perforando,  esmerilando, soltando la mano, enganchando a tal y cual, jugando con la calculadora recién importada, haciendo gráficos electorales de último momento, y todo ello sin sentir la urgencia real que transita por el país. ¡Todos los días! Incluso el convenio de Vaca Muerta fue anunciado de una manera "peronista" o "menemista", como una "revolución del trabajo", cuando incluye cláusulas de ajuste salariales, acuerdo sindical-empresarial bajo el canon macrista básico, y un anuncio que incluye acusaciones al abstracto pasado – la "mentira", la "corrupción", inclinaciones morales turbias de las que el gobierno hace un uso displicente, astuto e inquisitorial - con inversiones no explicitadas claramente.


Como sea, además de todo el yacimiento que se conoce desde los años 30 por investigaciones de la Standard Oil, recientemente implicó una polémica ambientalista de la que ya casi no se habla, y comenzó a explotarlo Repsol, quien posteriormente acusó a Cristina de nacionalizar YPF para acordar luego con Chevron la explotación de lo que se presentaba como el mayor reservorio de sale gas y de petróleo en el continente, luego de Estados Unidos. Esta historia es menestar hacerla y rehacerla, ¡un "Scalabrini" ahí!, porque forma parte de la autoconciencia que revisa los propios legajos para saber cómo habría podido ser todo mejor o de otra forma. Abrir el "cofre de Octubre" no implica ser portador de un peronismo que se pone en las muñequeras como una etiqueta que da derecho de consumidor en un club elegante, o que indica que somos pacientes internados de un Hospital frente al abismo. Es una aptitud y actitud de revisión de memorias dormidas. Esto puede hacerse, porque en realidad, no es como dicen los que proclaman que con el peronismo unido es pan comido, recurriendo al peronismo-etiqueta, al peronismo-shale gas, el peronismo-sedimentario. Desembalar el antiguo maletín octubrista, donde de alguna manera todos los frentes políticos se formaron con esquistos desprendidos de todas las formaciones rocosas de la política nacional, supone un grado superior de reflexión sobre qué hay que hacer hoy, todo distinto que en aquel momento, pero no sin leer las hojas borrosas de ese libro encuadernado del drama nacional. Todo lo cual, es repensar el kirchnerismo, el centro izquierda y la izquierda bajo una nueva percepción de una historia peronista (no es el peronismo pensando desde sí el conjunto, sino el peronismo pensando desde sí, de otra forma, y dentro de otra configuración social totalmente extraña a la de aquel entonces.) En esa revisión estamos todos meta-involucrados, no simplemente adheridos costumbristamente. No podemos así nomás sacar una estampita para considerarnos perpetuos iniciados en la pertinacia de aquella gran voz, poseída por el contradictorio personaje en su rara hybris. Pero para darme el lujo de una cita: "la oportunidad pasa muy queda". ¿Quién la dijo alguna vez?



*   Sociólogo, ensayista y escritor. Ex Director de la Biblioteca Nacional











No hay comentarios: