sábado 14 de enero de 2017
OPINIÓN
El grito de China
China gritó. Y soltó nada menos que una amenaza de represalia militar contra los Estados Unidos. Es raro que China grite. Su estilo de comunicación diplomática no apela a la grandilocuencia. Al revés de los Estados Unidos, o incluso de Rusia y Francia, China anota y actúa pero no vocifera.
"Tillerson haría bien en ponerse al día en estrategias nucleares si quiere que una potencia nuclear se retire de sus propios territorios", dijo el diario Global Times sobre declaraciones de Rex Tillerson, el secretario de Estado que asumirá el viernes 20 de enero junto con Donald Trump.
El Global Times depende del Diario del Pueblo, órgano oficial del Partido Comunista Chino desde 1949, el año de la revolución encabezada por Mao Zedong. En China el partido es la instancia superior de conducción del Estado, por encima del propio gobierno y del Ejército. O sea que el PCCh quiso dar un signo de fortaleza antes de que comience la Era Trump.
El conflicto es antiguo. El reclamo chino incluye alrededor de tres millones de kilómetros cuadrados de aguas del Mar Meridional o Mar de la China, arrecifes, rocas, atolones, cayos e islotes. Se trata de una superficie mayor en un tercio a la del Mediterráneo donde históricamente se produjo el intercambio cultural y comercial entre China, Vietnam, Tailandia, Filipinas e incluso la India.
China invoca el derecho de que el país dueño de una isla dispone de los 370 kilómetros de aguas circundantes y de los recursos que pueda haber en ellas y en el fondo del mar. Hay más de 200 islas naturales, a las que China suma islas artificiales.
Según China sus derechos están consagrados desde cuando las islas Paracel y Spratly eran consideradas parte de su territorio. Desde 2012 las define como un componente de sus "intereses nacionales esenciales".
Vietnam suele replicar que China solo comenzó a reclamar las islas en la década de 1940 y que los vietnamitas gobernaban la zona ya en el siglo XVII. Filipinas argumenta su proximidad geográfica, y lo mismo Malasia y Brunei.
Del otro lado los Estados Unidos patrullan el Océano Pacífico porque argumentan que así garantizan el tránsito marítimo.
Un conflicto más es el que enfrenta a Japón y China por el derecho de posesión de las islas Diaoyu/Senkakus. En 1894 ya los dos países libraron una guerra.
La zona es una de las más activas del mundo en términos comerciales. Además, las empresas petroleras de China, Vietnam, Filipinas y los Estados Unidos se esperanzan con la chance de extraer 11 billones de barriles de petróleo y 190 trillones de pies cúbicos de gas.
Tillerson sabe algo del tema energético. Viene de ser el CEO de Exxon Mobil y se retiró de la compañía para ir al Departamento de Estado con un premio de 180 millones de dólares. El último jueves, ya con el vocabulario de quien quiere plantarse como el jefe duro de la diplomacia estadounidense, dijo que su país "debe dar señales de que, primero, China no puede construir más islas artificiales y, segundo, que será privada del acceso a esas islas". En lo que aparece como una contradicción dentro del futuro equipo, el almirante James Mattis, nominado por Trump para Defensa, fue más cauto y dijo que el problema es difícil porque "aguas internacionales son aguas internacionales".
Bonnie Glaser, del Centro para Estudios Estratégicos Internacionales, advirtió que la línea argumental de Tillerson llevaría a la necesidad de dispararles a aviones chinos por parte de los destructores norteamericanos que eventualmente bloqueen algunas de las islas.
Mientras tanto, cada jugador mueve sus fichas. Vietnam fue el último país que visitó John Kerry, todavía secretario de Estado de Barack Obama. Y China fue el destino de la última visita del jefe del Partido Comunista de Vietnam, Nguyen Phu Trong, que se encontró en Beijing con su colega Xi Jinping.
Trong dijo que mejorar la relación con China es prioridad vietnamita.
Xi calificó de estratégico el lazo con Vietnam.
Los dos se comprometieron a dialogar pacíficamente para resolver las disputas marítimas. "Como hermanos", dijeron.
Y todo fue publicado, por supuesto, en el Global Times. Buena lectura para argentinos que sueñan con el efecto mágico de las alineaciones internacionales y el mundo simple donde grita uno solo.
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