lunes 29 de mayo de 2017
CFK, ¿es Menem o Perón?
Dilema. Para el autor, esa duda carcome a la ex Presidenta. Si supiera que vuelve como Perón, presenta candidatura. Pero corre el riesgo de ser Menem.
Por Ernesto Tenembaum
En junio de 1973 Juan Domingo Perón se instaló definitivamente en la Argentina luego de 18 años de exilio. En octubre se presentó a elecciones como candidato a presidente, Nadie, nunca, ni siquiera él, tuvo tantos votos: lo eligió el 62 por ciento de los argentinos. El diciembre de 1989, su primer heredero, Carlos Menem, entregó el bastón presidencial a su sucesor, Fernando de la Rúa. Menem no debió exiliarse, como Perón. Pero el Día del Periodista del año 2001 fue preso por una causa relacionada con el tráfico de armas. Salió, y en 2003 se presentó de nuevo como candidato presidencial. No debió haberlo hecho. Su desempeño fue tan lastimoso que no se animó a presentarse a la segunda vuelta.
Diga lo que diga ella o el séquito que la rodea, los zigzagueos, coqueteos y amagues de Cristina Kirchner respecto de su candidatura a senadora en la provincia de Buenos Aires tienen que ver, en gran parte, con ese dilema: si estuviera segura de que es Perón, se presentaría; si estuviera segura de que repite la historia de Menem, se quedaría en su casa. El problema es que no es tan clara, ni una situación ni la otra. Si Cristina se presenta puede ganar la elección. Pero la hipótesis más probable es que la pierda. Si logra lo primero, dejaría al Gobierno en un estado terminal. Pero si sucediera lo segundo, quedaría por largo tiempo en un lugar marginal de la política, al perder el halo, tal vez injusto, de imbatible que aún dota a su figura de cierto aura.
Los riesgos son muy fáciles de explicar. Hace muchos años que Macri crece gracias a una idea táctica muy sencilla, según la cual Fernández de Kirchner es el eje que ordena la política argentina. Ningún político es amado por tantos como ella. Pero ninguno es odiado, tampoco, con tanta intensidad. El detalle es que quienes sienten lo segundo son bastante más que los primeros. Por eso el equipo de Macri sostuvo siempre que aquel que se posicione como la herramienta más idónea para desplazar a Fernández de Kirchner recibirá muchísimos votos. Con ese esquema elemental, Macri derrotó siempre a su enemiga en la Capital del país, luego varias veces en la poderosa provincia de Buenos Aires y, finalmente, se quedó con el país entero. Sus índices de imagen eran débiles. Pero había construido la única alternativa para quienes consideran su prioridad existencial la derrota de la ex presidenta.
Este año ese esquema sufrió un cambio estructural. Macri atraviesa un período muy delicado. Es cada vez más claro que el camino económico elegido por él ttiene costos sociales y económicos altos e imprevistos, y que no hay perspectivas de revertirlos en el corto plazo. En el kirchnerismo se ilusionan con que el descontento social arrimará votos a una alternativa opositora dura y que con sólo retener los que recibió Daniel Scioli en la provincia en el 2015, al macrismo le será casi imposible ganarles. No es lo que piensan en el Gobierno. "Cristina ordena todo", dicen. "Ella sola nos hace la campaña. Nos basta su aparición para que todos los que dudan se vuelquen hacia Cambiemos".
¿Quien lo sabe? ¿Es el Menem derrotado? ¿O es el Perón victorioso?
Mientras tanto, la comidilla política se mueve al compás de sus devaneos. Es notable la cantidad de especulaciones que intentan un imposible: descifrar los caminos por los que transita la mente de una mujer tan compleja.
Por ejemplo, cerca de Florencio Randazzo están convencidos de que ella no será candidata porque no aceptará "rebajarse" a competir con un ex ministro. En ese diagnóstico, que se apoya en una suposición del orden de prioridades, cifran sus esperanzas.
Otras personas, como Felipe Solá, sostienen que no tiene alternativas salvo presentarse. Si alguien conforma una agrupación política donde se castiga a todo aquel que empieza a destacarse, y eso la deja como única candidata posible, entonces tiene, necesariamente, que asumir la responsabilidad por el vacío que generó. Eso supone otra lógica: si no dejás que nadie sea candidato para serlo vos, finalmente tenés que serlo. Pero no necesariamente es así: puede coartar el crecimiento de otros pero no sentir que eso la obliga a nada.
Otros apelan a un razonamiento más lineal. Si Cristina quiere tener alguna posibilidad de regresar al poder en 2019, tiene que presentarse ahora en la provincia de Buenos Aires. Si alguien la enfrenta en las PASO, debe ganarle. Y luego está obligada a derrotar al macrismo en la general. Cualquier otra opción –no presentarse o perder en cualquier tramo del recorrido– la deja en un lugar muy marginal del debate político. Entonces, como Cristina, según esta teoría, es un animal político, y siempre fue audaz, va a jugar a todo o nada, contra quien sea.
Otros sostienen que ya está, o al menos así se siente, por encima del bien y del mal. Ya fue todo lo que quiso ser. O sea que estaría dispuesta a presentarse sin ningun tipo de ambición personal, sólo por el futuro de la Patria. Pero que la condición para hacerlo es que sus hijos se arreglen entre ellos para promover su candidatura. Hay uno de sus hijos, Florencio Randazzo, que se sostiene en la decisión de enfrentarse, porque supone que eso, al final, la dejará afuera.
¿Quiere, no quiere, va por todo, tiene miedo, la motiva el odio a Macri, la motiva su patriotismo, egocentrismo, heroísmo, divismo, sectarismo, kirchnerismo o sólo la obligación de garantizarle bancas a su hijo y a los amigos de su hijo, o tal vez la necesidad de tener fueros? A ella le gustaría que el mundo creyera que hace todo por la Patria, pero, claro, sólo los incondicionales y los ingenuos creen en esas pavadas.
Macri la está esperando. En la más absoluta intimidad ella ha dicho que de ninguna manera irá a internas contra Florencio Randazzo. Eso puede significar que no se presentará, o que sacarán de la cancha con picardías leguleyas al ex ministro de Transporte. Todo el rompecabezas de la política bonaerense girá alrededor de la decisión de CFK.
Mientras tanto ella sigue en un camino que ya llevó varias veces al peronismo a la derrota. Casi no hay autocrítica. Aun la victoria de su antecesor es explicada por su perversidad o por la estupidez de un electorado que se deja manipular por los medios. Arma una ficción de entrevista en la que trata a los periodistas como empleados. Levanta el dedito, da lecciones, no habla de los temas que la complican y se obsesiona con los medios. Es conspirativa, intensa, arbitraria, caprichosa, muy potente, por momentos ridícula y por momentos brillante, egoísta, maniquea, se mete en el alma de los demás como casi ningún otro político, para cautivarla, inquietarle, maltratarla, trata de ser didáctica, se enrieda ante problemas complejos.
La de siempre.
Con un alto nivel de rechazo en la sociedad. Pero con un piso de adhesión que pocos tienen. Rodeada por una armada brancaleone construida a su imagen y semejanza. Herida, abandonada por muchos, con ganas de volver, de nunca haberse ido, diga lo que diga.
Pero con una duda.
Si supiera que vuelve como Perón, volvería.
Pero, en ese intento, puede terminar como Menem,
La vida está llena de dilemas.
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