domingo, 28 de mayo de 2017

'Ramble Tamble' "El futuro de la lucha contra la pobreza en América Latina"


domingo 28 de mayo de 2017




América Latina: pobreza y desigualdad




El futuro de la lucha contra la pobreza en   América Latina




América Latina es una de las regiones más pobres y desiguales del mundo. Tras una década de progreso al amparo del crecimiento económico, la tendencia actual está en disposición de revertir los logros alcanzados. Frente al desafío que entraña emprender la erradicación de la pobreza, el trabajo conjunto de los principales actores de la región en el marco de una estrategia integral, la Agenda 2030 y sus objetivos de desarrollo sostenible (ODS), se convierte en un requisito indispensable para continuar la lucha.
                                                          Por         Artemio López


La erradicación de la pobreza en todas sus formas es una de las grandes metas que persigue la cooperación para el desarrollo. Han sido múltiples las formas en las que esta lucha se ha materializado en todo el mundo, desde aquellas más asistencialistas y paternalistas hasta otras que decidieron apostar por un desarrollo local que permitiera un progreso real y autónomo.
En el marco de esta lucha, América Latina es una región paradigmática, puesto que pobreza y desigualdad son dos variables que han golpeado históricamente a los países que la forman. Los orígenes de esta realidad descansan en las relaciones sociales que se han producido en la región durante los últimos tiempos, que se materializaron en una estructura de poder oligárquica fraguada en el marco del colonialismo y cuya herencia ha perdurado. La lucha contra la pobreza alcanzó sus mayores éxitos a principios del siglo XXI, cuando tras décadas de inestabilidad e incertidumbre, tanto política como económica, la situación de la población vulnerable mejoró sustancialmente.
El máximo exponente de los esfuerzos internacionales en la erradicación de la pobreza es en la actualidad la Agenda 2030 y los ODS. Las expectativas son altas, pero el retraso en su implementación amenaza los logros que puedan alcanzarse, sobre todo en un contexto en el que se están produciendo los primeros retrocesos a nivel regional. La experiencia del pasado es un ejemplo que debe ayudar a consolidar la estrategia que seguir en los próximos años de cara a lograr una implementación real y poder, por fin, estar a la altura de las circunstancias.

El viaje hacia el abismo: la Década Perdida


La pobreza como fenómeno es, junto con la desigualdad, uno de los mayores contrastes que existen en las Américas. Además de las diferencias existentes entre América del Norte por un lado y América Latina y el Caribe por el otro, es precisamente en la mitad sur del hemisferio donde encontramos las realidades más extremas. Si bien cada país presenta unos rasgos particulares, todos han seguido una tendencia general.
La desigualdad se encuentra en las raíces de las sociedades latinoamericanas desde tiempos de la colonización. La concentración de la riqueza y de la tierra en manos de los terratenientes ha perdurado hasta la actualidad y hoy en día es, si cabe, más compleja, puesto que la desigualdad resultante no se reduce únicamente a la propiedad o la riqueza, sino que afecta al bienestar. La espiral de pobreza y desigualdad en América Latina se ha retroalimentado y ha incidido sobre la calidad de vida de la población.
Para las clases más pobres, la desigualdad social encuentra su equivalencia en la desigualdad territorial existente dentro de los propios países. Frente a la falta de oportunidades del mundo rural, las consecuencias de un éxodo descontrolado en busca de mejoras en las condiciones de vida se dejaronnotar en un entorno urbano incapaz de absorber el drástico crecimiento poblacional al que ha tenido que enfrentarse. La industrialización del modelo productivo, dependiente de la inversión extranjera, comenzó a desarrollarse en los años setenta, pero pronto se estancó en la medida en que los precios de las materias primas comenzaron a caer y el modelo fue incapaz de cubrir la amplia demanda de empleo. Como consecuencia de este malestar, se produjo un incremento de las actividades ilegales, sobre todo el mercado negro y el narcotráfico.
Las buenas perspectivas de principios de los años setenta se truncaron y la región se adentró en lo que se conoce como la Década Pérdida, un periodo de crisis económica caracterizado por grandes cantidades de deuda externa, déficit e inflación que se extendió durante los años ochenta y, según el país, parte de los años noventa. Durante este periodo la calidad de vida de la población se deterioró a pasos agigantados. La pobreza, que a principios de la década se situaba en la ya de por sí alta cifra del 40,5% de la población total, ascendió al 48,4%, mientras que la extrema pobreza se situó en el 22,6%.



         Pobreza y desigualdad en América Latina (1980-2014). Fuente: Cepal



En cierto modo, el largo recorrido de la pobreza en América Latina no es sino el resultado de unos sistemas políticos, sociales y económicos que no estuvieron a la altura de las circunstancias. Ante la complejidad de las diferentes realidades nacionales, en la segunda mitad del siglo pasado la región se convirtió en un gran laboratorio de recetas económicas que buscaron tanto el crecimiento económico como el alineamiento de los países con los intereses del capitalismo. La adopción del paradigma económico neoliberal implicó un férreo control político que frenara la ola revolucionaria que amenazaba, en pleno patio trasero de Estados Unidos, el dominio de las élites tradicionales.
Bajo estos regímenes, cuya historia se moldeó a partir de la injerencia extranjera, los países se adentraron en una senda autoritaria que alimentó la incertidumbre institucional y económica y creó dependencia del exterior, así como favoreció la continuidad de la concentración de la riqueza. El experimento comenzó con políticas de ajuste estructural que tuvieron como objetivo dinamizar el crecimiento económico. Estas recetas de austeridad y contracción del gasto público fueron condición imprescindible para que los países pudieran acceder a financiación internacional en el marco del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Si bien las políticas implementadas alcanzaron algunos de sus objetivos a nivel macroeconómico, en su razón de ser no se encontraba el respaldo a los segmentos más pobres de la pirámide social.

Para ampliar:"Globalización y ajuste en América Latina", Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, 2002

 De la Década Perdida a los avances del siglo XXI


Al finalizar la Década Perdida, en los años noventa, los países entraron en un lento proceso de recuperación. Países como Argentina o México, dos de las principales potencias regionales, se encontraron ante serias dificultades para superar la crisis económica, mientras que otros países, como Brasil o Chile, emprendieron el nuevo siglo sobre unas bases más sólidas. Es importante considerar, junto a la reconfiguración económica, el surgimiento de un nuevo paradigma político y social que comienza con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas (México) en 1994 y se fortalece con la llegada al poder de Hugo Chávez en Venezuela en 1999.


En lo que a la pobreza se refiere, esta se redujo modestamente durante los años noventa hasta afectar al 43,8% de la población, mientras que la pobreza extrema se redujo a un 18,6%. Fue entrada la primera década del siglo XXI cuando se produjo una verdadera caída de los niveles de pobreza y extrema pobreza, que se situaron hacia el año 2014 en el 28% y el 12%, respectivamente. Esta reducción sin precedentes fue posible gracias al ciclo de bonanza económica que acompañó a toda la década y que se explica esencialmente por el valor de las materias primas. Durante este periodo se favoreció la implementación de políticas sociales que tuvieron por objeto asistir a los más necesitados, como las misiones en Venezuela. No obstante, el crecimiento económico no sirvió de base para transformar los sistemas productivos de los países y no se adoptaron modelos económicos sostenibles en el tiempo.


El estado actual de la pobreza en América Latina se explica tanto por los logros alcanzados como por las oportunidades perdidas de esa primera década de bonanza.El cambio de ciclo que comenzó en 2012 ha puesto en entredicho todos los logros alcanzados, sobre todo en aquellos países que adoptaron el discurso socialista. Hoy vemos cómo el giro a la derecha de estos países augura un posible cambio de modelo. No obstante, las primeras noticias de allí donde se ha producido un cambio de Gobierno, como Argentina, aún hay que tomarlas con reservas.
En cualquier caso, la polarización social que se ha producido a raíz de la rivalidad política no hace más que desvirtuar unos logros que son evidentes. La Cepalcalculó en 2014 que 17 países de América Latina redujeron su pobreza en torno a un 10% en relación a la primera década del presente siglo, con Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Venezuela como aquellos que obtuvieron mejores resultados. Como resultado, los avances en la reducción de la pobreza  — así como de la desigualdad  —  en el periodo previo a 2012 no tuvieron parangón.Sí es cierto, no obstante, que la crisis económica que atraviesa la región desde entonces ha hecho que se tambaleen e incluso exista una amenaza real de retroceso.
El desafío actual consiste en evitar que la tendencia se revierta y que la región se adentre en una nueva Década Perdida. La crisis económica, la inestabilidad política y la rivalidad social amenazan con que el peor escenario llegue a materializarse.

Hacia una respuesta global: la Agenda 2030


El desafío al que se enfrentan las sociedades latinoamericanas requiere una respuesta contundente, en la que la cooperación para el desarrollo puede jugar un papel fundamental junto al trabajo de los Gobiernos nacionales. La consolidación de una estrategia integral para erradicar la pobreza y la desigualdad es el máximo exponente de la lucha.
La cooperación para el desarrollo ha evolucionado y, lejos del mero asistencialismo, el marco de la Agenda 2030 y los ODS plantea un nuevo paradigma. La cooperación internacional para la erradicación de la pobreza está hoy más decidida que nunca y su importancia se desprende del lugar que ocupa en la nueva agenda, concretamente en el primer ODS.

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