jueves, 1 de noviembre de 2018

'NUESTRAS VOCES': Vidal y la Alianza

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Vidal y la Alianza









La Alianza, con su retórica moralista tan alérgica al menemismo, fue, en realidad, su bote salvavidas. María Eugenia Vidal podría ser la Alianza de Macri, es decir la continuidad del modelo con otro envoltorio. Una Macri sin offshores ni conflictos de interés, como De la Rúa fue un Menem sin pizza con champagne.
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Por      SEBASTIÁN FERNÁNDEZ





Según Eduardo Duhalde, la Alianza con la que Fernando De la Rúa le ganó las elecciones presidenciales de 1999 “nació en un set de televisión”.

Más allá de paternidades ciertas o imaginarias, la nueva coalición opositora al menemismo, conformada por la UCR y el Frepaso en 1997, contó desde un inicio con el apoyo generoso de los medios. El Frepaso no tenía territorio pero ese debilidad podía compensarse, según su fundador Chacho Álvarez, con los liderazgos mediáticos de sus dos principales referentes: él y Graciela Fernández Meijide. La centralidad de los medios se tradujo incluso en la agenda de la nueva coalición, centrada en la denuncia de la corrupción menemista.

Luego de la luna de miel entre el establishment local y las empresas transnacionales que permitieron las privatizaciones de los servicios públicos de principios de la década del ´90, Carlos Menem ya no disponía, a finales de su segundo mandato, de joyas de la abuela para contentar a todos. Poner el acento en la corrupción pública le permitía a la Alianza dejar de lado el espinoso debate sobre el modelo económico a la vez que ponía un pudoroso velo sobre las grandes empresas beneficiarias de las privatizaciones, no siempre realizadas con rigurosos estándares de transparencia. Como hoy, el paradigma que los medios alentaban era el de un país de políticos corruptos y empresarios probos, víctimas de esa corrupción.

Por supuesto, la corrupción no fue el drama del menemismo, como no lo ha sido de ningún otro gobierno de nuestra historia. El drama de nuestros gobiernos se mide por los resultados de las políticas que nuestros gobernantes llevan adelante y no por lo que supuestamente se roban, más allá de imaginarios PBI enterrados.

La Alianza, con su retórica moralista tan alérgica al menemismo, fue, en realidad, su bote salvavidas. A la par que De la Rúa denunciaba la Ferrari de su rival y prometía vender el Tango 01 –gestos políticamente irrelevantes– también se comprometía a defender la Convertibilidad, el verdadero problema de aquel momento. De hecho, De la Rúa prefirió suicidarse políticamente y dejar un país incendiado en 2001 antes que aceptar que el “uno a uno” era ya una quimera.

María Eugenia Vidal podría ser la Alianza de Macri, es decir la continuidad del modelo con otro envoltorio. Una Macri sin offshores ni conflictos de interés, como De la Rúa fue un Menem sin pizza con champagne.

Vidal comparte con la Alianza ser un producto de los medios: pasa más tiempo en los sets de televisión que en su oficina de La Plata y casi podría reemplazar a Mariana Fabbiani como conductora de su programa sin que nos diéramos cuenta de la diferencia. No pasa una semana sin que periodistas serios como Alejandro Fantino o Maximiliano Montenegro nos adviertan que Vidal “está muy enojada con Cambiemos” o incluso con Mauricio Macri por discrepancias en las políticas del gobierno nacional. Con la sutileza que caracteriza las operaciones mediáticas, asistimos al intento de salvarla de lo que parece ser el naufragio de Macri, ese “líder de otra galaxia”, como escribía Eduardo Fidanza hace apenas un año.

Frente a la crisis de Cambiemos, el truco final de los medios consistirá, como con Menem, en explicarnos que el drama fueron las offshores o los conflictos de interés y no el modelo político llevado adelante. La chica de barrio, sencilla y modesta, dejaría atrás al indolente heredero nacido en Barrio Parque, lo que nos permitiría, ahora sí, llegar a ser el país serio que nos merecemos, alejado definitivamente del peligro kirchnerista.

El único problema es que la gobernadora podría ser un recambio con un Macri desgastado pero no sobreviviría políticamente a un presidente colapsado.

Es, en ese sentido, una carrera contra reloj.







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