sábado 24 de noviembre de 2018
SOCIEDAD
La historia de amor y militancia de Alejandro Vannelli y Ernesto Larresse
Dos tipos audaces
y coherentes
'Rechazo a primera vista' es el título del libro que escribieron a cuatro manos, contando cómo es ser una pareja gay en tiempos de dictadura y de pelea por el matrimonio igualitario, cómo sobrevivir a los prejuicios ajenos, qué papel tuvieron (y tienen) las mujeres en sus vidas.
Vicente López es uno de los cuatro gatos bengalíes que tienen Alejandro y Ernesto.
Por REDACCIÓN de PÁGINA 12
De Ernesto Larresse y Alejandro Vannelli se pueden decir muchas cosas: que son un actor y un publicista y representante de artistas, que llevan 42 años de un amor envidiable, que fueron el mascarón de proa de la lucha por el matrimonio igualitario, que son la primera pareja gay en casarse en Buenos Aires, que son divertidos. Pero después de una larga charla distendida, que pasó por los gatos, Mirtha Legrand, cómo construyeron una pareja “de dos machos alfa”, el papel (importantísimo) de las mujeres en sus vidas, tal vez lo que condense mejor qué y cómo son los integrantes de ese trío que forman Alejandro, Ernesto y su pareja es la coherencia. Son dos tipos que saben lo que quieren, no lo caretean (ni lo menean con estridencias) y están dispuestos para luchar para conseguirlo. Vannelli y Larresse están presentando su libro Rechazo a primera vista. Una historia de amor y militancia. Del libro y de “un montón de cosas más” va esta charla.
– Este es un momento de gran retroceso social en lo que hace a las libertades, a abrir la cabeza. Fuimos hace un par de semanas al besazo frente a esa pizzería, a hacer un poco de ruido – dice Ernesto. Se refiere al escrache que organizó la comunidad LGBTT frente a La Accademia de Santa Fe y Scalabrini Ortiz, de donde echaron a las patadas y a los gritos a una pareja de chicos porque se dieron un beso.
– Sí, hay que resistir y reaccionar ante cada atropello, porque si no vamos naturalizando el odio y cada vez retrocedemos más –acota Alejandro.
A lo largo de la charla, en la que lleva la voz cantante Alejandro, en más de una oportunidad Ernesto continúa una frase de su marido con absoluta naturalidad. Están acostumbrados a contar de a dos. Eso no les impide abominar de la idea de “haber encontrado la media naranja. Somos dos naranjas enteras, que elegimos estar juntas”.
– ¿Hubo algún voto o reacción negativa respecto de la ley que los haya sorprendido?
– Vos podés ser homofóbico, qué le vas a hacer... pero callate, no votes en contra... – comienza Ernesto.
– ... lo que no es aceptable es que la chicana política arrase con todo. Tal como cuento en el libro, Claudia Rucci, colega y amiga de Ernesto de muchos años, le dijo que iba a votar en contra. Estaba muy de acuerdo con la ampliación de derechos y con la igualdad ante la ley, pero no quería que el kirchnerismo, que motorizaba el proyecto, ganara puntos. Por una chicana política, prefería que no hubiera más gente con más derechos. Eso para mí es inaceptable –destaca Alejandro.
– Como Mirtha Legrand, que trabajó abiertamente en contra.
– ¡Claro! El día anterior a la votación, en su programa apareció vestida de naranja, que era el color de los antiderechos. Por eso, cuando me preguntan si quiero ir a comer con ella, siempre digo que no. Es una mujer que trabaja en contra de todo lo que sea ampliación de derechos. Acordate lo que le dijo a Piazza cuando se estaba discutiendo la adopción por parte de parejas homosexuales – recuerda Alejandro.
– Uy, sí, esa barbaridad de adoptar pibes para violarlos... – agrega Ernesto.
– A quién se le puede ocurrir hacer todo el kilombo de adoptar un chico, cuidarlo, educarlo, alimentarlo y esperar a que crezca para violarlo. Cuando es tanto más sencillo recurrir a cualquier taxi-boy... Más barato y menos complicaciones... – sonríe Alejandro.
– “La señora” se deja llevar por sus prejuicios y su malignidad... En un altísimo porcentaje, los violadores son heterosexuales y las violaciones son intrafamiliares.
– Sí, con la excusa de que “la gente me pregunta por la calle”, suelta cualquier barbaridad que nace de su odio. Y es cierto, la mayoría de las violaciones las comete un “macho” de la familia, que no sale del closet y canaliza con violencia su frustración...
– Es preciosa la relación que armaron con tu hija, Alejandro, y con tus nietos.
– Sí. Nuestra familia se compone de nosotros dos, nuestra hija y nuestros nietos y nuestros cinco gatos, más los amigos de la vida.
– Así que tu primer amor fue una mujer...
– A los 15 años conocí a una mujer más grande que yo, casada, con la que descubrí el amor, todos los aspectos del amor. Y pocos meses antes de cumplir los 17 fui padre. Durante años, María Alejandra creyó que yo era su padrino. Le dijimos la verdad cuando cumplió los 18, porque distintos comentarios y actitudes de ella me dieron la pauta de que ése era el momento. Hubo idas y vueltas, por supuesto, pero ahora Eduardo y yo tenemos una hermosa familia con mi hija y su pareja y sus hijos.
– Los chicos participaron de la pelea por el matrimonio igualitario, fueron a las marchas. Son parte de la nueva generación, que toma la posta –se emociona Ernesto.
– Una de las primeras cosas que tuvimos que plantearnos cuando surgió lo de la pelea por la ley fue el tema de transformarnos en “figuras públicas” por este tema. Nunca lo habíamos ocultado, pero tampoco lo pregonábamos. Entonces, había que hablar con la familia, para que supieran lo que íbamos a hacer –explica Alejandro.
– En general, no hubo problemas, salvo unas pocas excepciones, como un primo que no vino a nuestro casamiento porque no se la bancó, nos dijo que no iba a sentirse cómodo. Pobre hombre, sentirse tan inseguro y en peligro porque dos homosexuales se aman... –le brillan los ojos a un Ernesto al que le divierte lo que cuenta.
Y entonces toma él la posta.
– Durante todo el período de la pelea por la ley, cuando me preguntaban por qué quería casarme, yo contestaba: “Por la plata”. A muchos les chocaba, otros lo tomaban como un chiste. Pero va más allá de eso. Es verdad que me caso por la plata.
¿Podés creer que mucha gente me dijo “Pero ¡cómo! ¿Te vas a casar y le vas a tener que dar la mitad de todo a Ernesto?” ¡Increíble! Como si no fuera de Ernesto, como si después de más de treinta años de pareja, que era lo que llevábamos entonces, no le perteneciera a él –se extraña Alejandro.
En ese debate quedó clarísimo que los que se oponían mezclaban todo. Había gente, como Olmedo, que decía que Dios había creado el matrimonio del hombre y la mujer. El tema del matrimonio, obviamente, tiene que ver con lo legal, no con los sentimientos ni con la religión. Los argumentos de Dios y todo eso no tenían nada que ver, porque nosotros peleábamos por una ley, no por un sacramento – sigue Ernesto.
– Muchas personas gays, al morir sus parejas, tuvieron serios problemas con la familia...
– Hubo muchos casos de personas a las que no las dejaron ver a sus parejas internadas, que no pudieron tomar ninguna decisión...
... y también mucha miseria, porque no es sólo que se quedan con los bienes del muerto. Despojan de todo a la pareja porque le niegan hasta cosas íntimas, que sólo tienen valor sentimental... Les sacan hasta el mate... – agrega Alejandro.
– Muchos pierden el respeto por lo que el muerto había elegido y construido. Se sienten con derecho a pasar por encima de todo y todos.
– Por eso yo digo que me caso por plata, y no es sólo un chiste. Es el reconocimiento de los derechos patrimoniales de las parejas homosexuales, porque los equipara con los de las parejas heterosexuales.
Las anécdotas y las reflexiones se enganchan, contadas y completadas por los dos sin superponerse, sin necesidad de interrumpirse. El relato fluye, llevado por los dos.
Al terminar la entrevista, Alejandro y Eduardo, que comenzaron presentando a sus bellísimos gatos (una siamesa y cuatro bengalíes, una raza increíble que reproduce el pelaje de tigres y leopardos), cierran el encuentro mostrando las fotos que ocupan un lugar de honor en su hogar. Entre los retratos de familia (madres, padres, hermanos) se destaca una de Cristina Fernández de Kirchner, con la banda y el bastón presidenciales, y una dedicatoria manuscrita: “Para Alejandro y Ernesto, 34 años no son nada, vamos por más. Felicidades”.
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