miércoles, 11 de enero de 2017

SERGIO BERGMAN: ¡ME DECIDÍ POR VOS!



HUGO PRESMAN


miércoles 11 de enero de 2017




SERGIO BERGMAN: ¡ME DECIDÍ POR VOS!





En marzo del 2009, escribí una carta abierta al rabino Bergman bajo el título de Sergio. Ahí se contrastaba un Bergman progre que transitó por Memoria Activa con alguien atrapado y al mismo tiempo feliz de ser cooptado por el establishment. Luego pasó a ser figura del PRO, siendo legislador por la Ciudad de Buenos Aires del 2011 al 2013, diputado nacional por la Capital Federal, y con la llegada de Mauricio Macri  a la presidencia, fue designado Ministro de Ambiente y Desarrollo Sustentable, desde donde exhibe una ineptitud  superlativa y declaraciones presuntamente serias que empalidecen a los humoristas. Dentro de la vida política y social de la AMIA, hizo alianza con los sectores religiosos ultra ortodoxos, facilitando su arribo al gobierno comunitario, más allá de disidencias posteriores.

De la nota, a pasado casi 8 años, sólo rectifico lo de su buena oratoria. La misma se fue degradando en juegos verbales vacíos, incluso en una imitación aún menor de los aforismos de José Narosky.             

SERGIO


¿Sabes una cosa Sergio? No te reconozco. Y sin embargo estás igual. La misma kipá 

multicolor. La misma buena oratoria. Tu rostro joven. Sí. Estás igual que cuando pedías 

justicia por las victimas del criminal atentado contra la AMIA. Ahí en Plaza Lavalle frente a 

tribunales. Cuando eras un referente de Memoria Activa. Junto a Diana Malamud y Laura 

Guinzberg. Pasó mucho tiempo. Por eso  tal vez se me confunden los tantos. Pero si mal 

no recuerdo te referenciabas en Marshall Meyer, el rabino que acompañaba a las madres 

en los años de plomo, en sus rondas alrededor de la Pirámide de Mayo. Aquel al que un 

día se le  acercó un padre cuya hija estaba desaparecida y le dijo: Marshall ¿Qué hacés 

aquí? ¿Tenés un hijo desaparecido? No le respondió. Estoy aquí porque vos tenés un hijo 

desaparecido.


Estás igual y sin embargo no te reconozco a pesar de la misma kipá multicolor. Dejaste 

Plaza Lavalle y reapareciste en la Plaza del Congreso colocándote en el palco a la derecha 

de Blumberg. Cambiaste a la libertad del himno repetida tres veces por la seguridad por 

triplicado. Y eso no es muy republicano. Aunque entonces aún no habías adherido al 

discurso del democratismo vacío. Marshall Meyer ya no te guiaba. Ahora te seducía el 

falso ingeniero. Y la prensa del establishment empezó a darte espacio. Ahora te buscaban,

hacías declaraciones, te convertías en un referente moral. Aunque para ello estuvieras

rodeado de admiradores del terrorismo de estado, de la mano dura. Lejos quedaban los

lunes poco concurridos de Plaza Lavalle. 

Ya no estás en Memoria Activa. Ahora militas en Amnesia Activa. Nada de lunes sin gente 

sin prensa. Velas y medios.  Buscaste la cobertura del cristianismo institucional:

Bergoglio, Marcó. Escribiste un libro, El Manifiesto Cívico Argentino que parece una

versión actual de los manuales de educación democrática, materia que se implementó a

partir de la Revolución Fusiladora.  Para que el pueblo no cayera nuevamente en una

dictadura.  




Ahí también se hablaba de república y democracia mientras se proscribían a las mayorías 

populares. No se podía, sin cometer un delito, mencionar a Perón, Eva Perón, Partido 

Justicialista. No tenían voz los millones que lo respaldaban. Pero los Bergman de entonces 

hablaban de la segunda tiranía. Y los que se decían democráticos y revolucionarios eran 

entre otros tus socios actuales Sergio: la Sociedad Rural, el diario La Naciónla 

Iglesia Institucional, el diario Clarín, las franjas de clase media que miraban  

despectivamente a los cabecitas negras que tenían el tupé de gozar de derechos solo 

reservados hasta entonces  a otros sectores. ¿Sabes Sergio que los cabecitas negras han 

sido discriminados, aquí, en nuestra argentina, como los judíos los han sido en otras 

sociedades? Y vos Sergio, el que tenía como  referente a Marshall Meyer, al humanismo 

judío, el de la kipá multicolor, hoy bendecís a muchos de los discriminadores. 


Hablás de nuestros hermanos del campo. No te referís a los peones rurales. A los 

pequeños y medianos  propietarios por fuera del modelo sojero, a los campesinos sin 

tierras o expropiados de la zona no  pampeana. A ellos no los ves. Los "hermanos del 

campo" son Biolcatti, Miguens, Llambías, Grobocopatel. 

Te convocan a dar charlas de la Mesa de Enlace junto a Vicente Massot, el sólido cuadro 

intelectual y propietario de Nueva Provincia, tradicional vocero de la Marina, que justifica la 

tortura, defendió el terrorismo de Estado y minimizó el holocausto. ¿Será que si ese Dios 

en que crees, contemplará nuevamente impávido una remake de los años de plomo, vos 

estarías contra los que denostaban a las madres que buscaban a sus hijos? 


Si existe una vida después de esta, Marshall Meyer debe haberse muerto de nuevo.   


Pareces la versión religiosa en envase judío de Elisa Carrió. Por eso dijiste ayer: "Hay una 

Argentina que puede ser República después de Néstor",  "No entreguen ningún voto, ni la 

dignidad",   "Hay que llenar las mesas para que no nos roben los votos",  "Tenemos que 

tomar eso que aprendimos de los hermanos del campo. Hay que organizarse para

defendernos. La inseguridad se resuelve con decisión política".


Créeme Sergio que no te reconozco. Aunque estés igual. Con tu kipá multicolor, tu 

habilidad oratoria y tu figura de joven querible. Cambiaste tu discurso y tus amigos. Tus 

aliados. Nunca más la marginalidad. 


Ahora la primera plana del establishment. Por eso dijiste ayer, en un acto contra la 

inseguridad que convertiste en un acto opositor, que no hay que confundir "el legado de 

Perón con la locura de Nerón". No seas hipócrita Sergio. Vos, si hubieras sido 

contemporáneo y mayor de edad entre 1945 y 1955, habrías estado contra "la segunda 

tiranía".  Preguntale sino a tus nuevos amigos. Donde estuvieron o donde se hubieran 

ubicados. Hubieras dicho que Perón era Nerón. Que incendiaba la República y asesinaba 

la democracia. Y que sus seguidores eran la barbarie. Para que se concrete la 

República que vos y tus aliados quieren, hay que implantar el voto calificado. Y en la lógica 

de ese razonamiento de democracia blanca es posible que vos como argentino de origen 

judío también quedes excluido.






Tanto esperar el Mesías, que te impacientaste. Tu confusión te llevó primero a encontrarlo 

en Blumberg y ahora en la Mesa de Enlace. Crees que Alfredo de Angeli es la 

reencarnación de un combatiente del Gueto de Varsovia y Elisa Carrió una continuación de 

los profetas.


No te reconozco Sergio Bergman. Te ha encandilado el vellocino del oro mediático. Cada 

vez más cerca de los poderosos. Reemplazaste el Antiguo Testamento por el diario La 

Nación. Cada vez más lejos de Dios si este existe. Que él, que contempló impávido 

Auschwitz y la Esma, los bombardeos en Gaza, en la Plaza de Mayo, las atrocidades 

múltiples y tus involuciones, te perdone.     








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