viernes 24 de febrero de 2017
La peor decisión
SIN ESTATUAS PARA MACRI
Aunque parezca lo contrario, acceder a la presidencia fue la peor decisión de Mauricio Macri, no sólo para nosotros, sino para sí mismo. Su nombre no será recordado en una calle o un edificio público, sino en miles de expedientes judiciales. Como presidente, además de destruir la economía del país, deja expuesta su espuria vida. La impunidad con la que se ha manejado siempre su familia está llegando a su fin. Todo lo que durante la campaña se silenció – o se desoyó - ahora está aflorando con el hedor del pus en una infección añeja. Si bien el plan de negocios que disfraza de gestión está fortaleciendo sus empresas, las huellas que deja a su paso sólo despiden pestilencias. Los medios internacionales ya lo tratan casi como un delincuente y colocan su gobierno como uno de los tres más corruptos del mundo. Aunque no termine preso ni pobre, la memoria colectiva conservará ese apellido como sinónimo de la peor catástrofe de las últimas décadas.
Ya se siente en las charlas cotidianas, donde ninguna esperanza es posible. En la calle, el verso de la Pesada Herencia es reemplazado, en el mejor de los casos, por el Errorismo de Estado y, en los demás, por variados conceptos irreproducibles. Una frase histórica recorre miles de bocas en todos los formatos posibles: yo no lo voté. De la ilusión pasaron a la decepción, de ahí, al desconcierto y la próxima estación será el enojo. Ya se palpa, pero Macri lo ignora. Ingenuos que se despabilan y estafados que se reconocen como víctimas, pero Macri no los mira. Él eleva su mirada sobre la cámara y dirige sus gélidos ojos a la nada para recitar sus mejores frases de poster como si estuviera en un acto escolar.
Si no hay reacción es porque los grandes medios tratan de calmar las aguas: justifican, explican, ilusionan, desvían, distraen pero, desde sus tapas no convocan a cacerolazos de indignados como otrora. Antes, por mucho menos, impulsaban miles. Ahora, que los ciudadanos están sumergidos en una crisis real y humillados por un gobierno insensible, sólo piden paciencia. Más ahora que Clarín, de manera indirecta, consiguió los derechos del fútbol y, sin poner un centavo, la explotación del 4G. Si las plumas ilustres desplegaron reprimendas impacientes con el escándalo del Correo, ahora se mostrarán más conciliadores, hasta el próximo negocio.
Presentar como un error las malsanas intenciones de la banda de ceos que gobierna Argentina es la estrategia con que tratan de perdonar desde sus páginas. Gracias a su desmedido poder lograron imponer al peor de los candidatos y, mientras puedan multiplicar sus negocios y privilegios, lo mantendrán en el poder. Si alguien duda de la imposición de mentiras por vía periodística, sólo basta echar una mirada al episodio de Bolivia, con una gran falacia que alteró una consulta popular. ¡Cuántos argentinos habrán puesto su voto con la imagen de Cristina como asesina de Nisman! ¡Cuántos justificarán las tropelías amarillas con los bolsos de López o las bóvedas de Báez!
POSTALES DEL ESPEJO
Pero el deterioro de todos los días no puede excusarse por mucho tiempo. La paciencia tiene un límite cuando miles de usuarios siguen padeciendo cortes de energía después de pagar tarifas monstruosas y perdonar deudas a las empresas distribuidoras. La angustia no encuentra consuelo cuando los polos industriales se convierten en barrios abandonados, las persianas bajas se transforman en paisaje y la desocupación es horizonte. La sorpresa no tiene parangón cuando empresas como Atanor o Volkswagen – que sobrevivieron a la dictadura, la hiper de Alfonsín, la guadaña del Infame Riojano y la inoperancia de De la Rúa - cierran sus plantas porque no alcanzan a vender su stock. Cualquier apología se desmorona cuando la producción primaria de leche cae un 14,17 por ciento, la mayor baja desde 1970. Más aún cuando las causas no son el mal clima sino la merma del consumo interno y la retracción de la demanda externa. Macri prometía una lluvia de inversiones y un maravilloso progreso, pero la recesión es monstruosa y la decadencia, bestial.
Ni el poder mediático enloquecedor que padecemos puede ocultar una canasta familiar que se torna inalcanzable. Aunque la inflación de 2016 supera el 40 por ciento, los productos alimenticios se incrementaron mucho más del 100. En el país del trigo, el precio del pan se convirtió en tapa de un medio español. Que tengamos que pagar ese esencial insumo casi el doble que en 2015 no es producto de la magia, sino el resultado de la quita de retenciones, la eliminación de los cupos de exportación y la peligrosa concentración que nunca se ha podido combatir. Si las cosas siguen aumentando es porque el ceo que simula ser ministro de Energía no cesa de beneficiar a los amigotes de Macri con tarifazos inadmisibles.
Ni las tapas más creativas pueden disimular el poco apego que tiene el Ocupante Ocasional de La Rosada por la institucionalidad que pretendía profundizar. Desde su asunción, los decretos que anularon o modificaron leyes expresaron la naturalización del poder de una clase que impone sus caprichos. Hasta dicta órdenes a los jueces desde esas puestas en escena que llama 'conferencia de prensa'. Que Enrique Arias - uno de los camaristas que resolvió el conflicto por el incremento salarial de los bancarios - haya calificado como policía del pensamiento al ministro de Trabajo que pidió su juicio político es una muestra de eso. Unas semanas atrás, la jueza María Servini de Cubría se mostró preocupada por las presiones que –como nunca- recibe del macrismo. Los que nadan como bagres en el fango son los jueces funcionales a la persecución política con intenciones de proscripción, como el juez Claudio Bonadío que, en otro país, no estaría habilitado ni para vender chucherías en un colectivo. Tan enceguecido está este magistrado por el servilismo odiador que es capaz de procesar al ex titular del Afsca, Martín Sabbatella, por ordenar la adecuación de oficio del Grupo Clarín, tal como disponía la ley antes de la barbarie amarilla.
Ni la complicidad más vil puede mimetizar la oscuridad de los que se presentaron como transparentes. Los casos de corrupción reales o inventados del gobierno K quedan minimizados por los descomunales y evidentes desmanes de este latrocinio desaforado. El caso del Correo es la punta del iceberg de la historia de saqueo que la familia presidencial emprendió contra nuestros bienes desde mediados de la dictadura. La maniobra del quebranto de empresas privatizadas mientras fugaban divisas a paraísos fiscales es una rutina que enriqueció a los principales apellidos de nuestro país. Y la corrupción de hoy no es sólo la de un funcionario que cobra coimas, sino del que opera en lo público para favorecer a sus propias empresas. La concesión de rutas aéreas a Avianca no sólo beneficia a Macri, sino a su socio encubierto, Paul Singer. Así se explica la premura por resolver la deuda de los buitres, acreedores minoritarios y especuladores que nunca aceptaron el canje de deuda. El conflicto de intereses no es una opinión, sino un dato objetivo. No es una casualidad, sino la norma. No es una travesura, sino una estafa.
Cuando la mafia gobierna, ningún país termina bien. Quien no entiende es porque no quiere. No hay que investigar demasiado para descubrir que no vamos por el buen camino. Tampoco hay que ser muy pesimista para empezar a perder las esperanzas. Ni un genio para detectar las causas de la catástrofe venidera. El Grupo Clarín y Macri son los autores de la tragedia que estamos protagonizando: algo que no debemos olvidar cuando todo se desinfle y decidamos recuperar el país.
Publicado por Gustavo Rosa
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