lunes 27 de febrero de 2017
Informe especial
La guerra que viene
La pelea de percepciones entre el "gobierno tilingo" y la "mafiosa corporación sindical". Empezó la campaña política y los niños pueden esperar.
¿Qué es lo que ocurrirá en las próximas semanas?
¿Un gobierno oligárquico y tilingo intentará recortar el salario de los maestros que le enseñan a los chicos más humildes, y luego al resto de los trabajadores?
¿O un gobierno democrático y limpio enfrentará un típico proceso de desestabilización, impulsado por los sindicatos y los políticos peronistas, que no dudarán, para lograr ese objetivo, en tomar las principales avenidas de la ciudad de Buenos Aires y en dejar sin clases durante todo un mes a la población infantil más vulnerable?
¿Quien tomará de rehén a los niños? ¿El gobierno tilingo? ¿O la mafiosa corporación sindical?
¿O un gobierno democrático y limpio enfrentará un típico proceso de desestabilización, impulsado por los sindicatos y los políticos peronistas, que no dudarán, para lograr ese objetivo, en tomar las principales avenidas de la ciudad de Buenos Aires y en dejar sin clases durante todo un mes a la población infantil más vulnerable?
¿Quien tomará de rehén a los niños? ¿El gobierno tilingo? ¿O la mafiosa corporación sindical?
Esa pelea de percepciones ya arrancó en los últimos dos días, cuando quedó claro que las clases no empezarán, como está anunciado el lunes 6 de marzo sino, como mínimo, el jueves 9. Y que, probablemente, el conflicto arrase con el primer mes del ciclo lectivo en la escuela pública.
O sea: en el medio hay chicos. Pero el pequeño detalle no parece ser la prioridad de nadie.
O sea: en el medio hay chicos. Pero el pequeño detalle no parece ser la prioridad de nadie.
Para poder percibir el grado de conflictividad que se avecina, basta repasar el cronograma de la primera semana completa de marzo. El lunes 6, comienza el paro docente nacional con marcha en el centro porteño. El martes 7, Cristina Fernandez concurrirá a declarar a Tribunales por el caso Los Sauces. Por la tarde se realizará una marcha de la Confederación General del trabajo, con asistencia de los docentes. Para el miércoles 8, está convocado un paro activo de mujeres, por el día internacional de la Mujer, al que adhirieron docentes y estatales. Inesperadamente, en este mes de marzo, volvió 678, en forma de marchas, protestas y paros.
El gobierno espera que ese escenario de alta confictividad lo victimice. Si pudiera realizar sus deseos, construiría un ring donde, en un rincón, estuviera María Eugenia Vidal, por lejos la política de mejor imagen del país, y, en el otro, se sentara Roberto Baradel, a quien los estudios de imagen de la Casa Rosada describen como un sindicalista de pésima imagen. El Gobierno considera que los gremios docentes no son percibidos como organizaciones que defienden la educación pública sino como corporaciones que se abroquelan para mantener privilegios y cuyos miembros ni siquiera asisten, como deberían, a dar clase. En ese contexto, curiosamente, funcionarios de altísimo nivel creen que tienen todo para ganar en el conflicto.
La realidad, como siempre, es mucho más compleja que los diagramas que se trazan en la cúspide del poder. Porque en el paro que se avecina hay dirigentes sindicales pero también docentes de base, algunas de cuyas caras se empiezan a ver en los canales de televisión. Además, aun cuando sea probable que los gremios sean percibidos como culpables del conflicto, al menos en los primeros días, nada asegura que, a medida que transcurran las semanas, no empiece a crecer la demanda social para que el Gobierno arregle un problema que daña la vida de niños, pero también de adultos. El caos generalmente perjudica a los oficialismos.
En la memoria del macrismo siempre estará presente la manera en que derrotaron al paro salvaje de los metrodelegados en el 2012: el sindicato trabó el funcionamiento de la ciudad durante tres semanas, y finalmente tuvo que desactivar el conflicto por la reacción social en su contra. La victoria fue completa. Pero las cosas no siempre ocurren de la misma manera. La guerra que viene encuentra al Gobierno en el momento de mayor debilidad desde su asunción. En el último mes, la imagen personal del presidente bajó un 10 por ciento, o sea, una enormidad. El escándalo del correo, más disparates y torpezas como el mal manejo de la eliminación del ahora 12, el intento de recalcular la fórmula de las jubilaciones, o el rediseño del sistema de cobro de peajes, dañaron de verdad la relación del macrismo con un sector de la sociedad. Por primera vez, hay indicadores muy objetivos de que la percepción de la Casa Rosada no está siendo aguda. Por lo tanto, la escalada del conflicto docente tiene riesgos muy evidentes.
Para no demonizar demasiado a los actores, es necesario explicar que la razón principal del conflicto es un hecho objetivo: la escasez. Del lado del Gobierno, sostienen que el delicado estado de los fondos públicos no habilita a aumentar los salarios docentes por encima de la inflación. Y, además, que uno de los factores para que los precios no suban, justamente, es que los aumentos salariales sean controlados. Del lado de los docentes, exponen que la inflación se ha comido parte de su poder adquisitivo y que la escasez de sus sueldos es mucho más dramática que el déficit fiscal. En cualquiera de los dos casos, el motivo es simple: no hay más plata. Desde hace casi un lustro, es el problema de la Argentina: su economía se había acostrumbrado a convivir con un nivel de ingresos de divisas que, de repente, se cortó. Ese factor estructural provoca crujidos por todas partes.
Si se aplica una mirada constructiva, tal vez las posiciones no sean irreductibles. Al fin y al cabo, hace apenas unos días, el sindicato bancario celebró como un triunfo el resultado de un conflicto por el que consiguió poco más que un 24 por ciento de aumento anual. Y, como todo el mundo sabe, ese sector de la economía es uno de los más rentables. Sería lógico que los trabajadores de otros rubros logren un aumento menor. María Eugenia Vidal negoció con el resto de los trabajadores estatales un aumento de 18 por ciento para este año, pero le agregó una bruta compensación en el último trimestre del año anterior, con lo cual ese 18 es un numerito engañoso. Es evidente que hay margen para acercar posiciones, salvo que la lógica del conflicto sea marcada exclusivamente por la meta máxima de inflación del 17 por ciento. ¿Tiene sentido aferrarse de manera religiosa a ese número? ¿Es sensato correr el riesgo de abrir la caja de Pandora de todos los conflictos por no ceder a tiempo los 2 o 3 punto que tal vez el Gobierno se vea, finalmente, obligado a ceder?
En el medio, se discutirá la manera en que la escuela privada le va ganando espacio a la pública, justamente por estos episodios, si los maestros trabajan de manera dedicada o con absoluta desidia, si paran solamente en las escuelas estatales, pero también si la gestión de María Eugenia Vidal mejoró en algo la herencia recibida, lo que no parece tan evidente.
Las esquirlas volarán en todas las direccciones.
Ruido.
Tanto, tanto ruido.
Diría Sabina.
Comenzó la campaña electoral.
Hay mucho en juego.
Los niños pueden esperar.
Las esquirlas volarán en todas las direccciones.
Ruido.
Tanto, tanto ruido.
Diría Sabina.
Comenzó la campaña electoral.
Hay mucho en juego.
Los niños pueden esperar.
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