lunes 27 de febrero de 2017
Informe especial
La conducta alimentaria de las personas
El tipo de alimentos condiciona entonces nuestra vida, pues "somos lo que comemos".
Por Luis Ignacio Brusco
La conducta alimentaria de las personas y de los animales son instancias manejadas por varios sectores del cuerpo, pero principalmente por el cerebro. Al mismo tiempo, el sistema nervioso requiere de componentes alimentarios específicos y gran cantidad de glucosa para su funcionamiento Sin embargo esas grasas y azúcares que comemos pueden generar problemas, si son comidas en forma excesiva. El tipo de alimentos condiciona entonces nuestra vida, pues "somos lo que comemos".
Si bien es conocido el efecto que produce el sobrepeso sobre la salud, se investiga actualmente el impacto de los factores metabólicos sobre el cerebro.
Se ha descripto que el aumento del colesterol y los azúcares generan un proceso metabólico en personas susceptibles de padecer sobrepeso, incrementando la muerte neuronal y acelerando el envejecimiento del sistema nervioso.
Esto sucede especialmente en personas predispuestas a que genéticamente envejezca más rápidamente su cerebro. Podríamos decir, simplificando, que en eso consiste la enfermedad de Alzheimer. Es decir que el cerebro se achica más rápidamente de lo que debería normalmente.
Estos factores alimentarios intervienen en el llamado síndrome metabólico, que implica padecer una alteración corporal, con un aumento abdominal inadecuado. Esta acumulación de grasa genera un problema con consecuencias; entre ellas, el aumento de la presión arterial, la glucemia y las grasas. Esta condición aumenta, no sólo el riesgo de patología cardiovascular, sino también el de padecer muerte neuronal acelerada. Influyendo con multifactores que impactan en los genes, haciendo que comiencen a expresarse antes de lo que debería.
En eso influye también el ejercicio aeróbico (un arma importante contra el trastorno metabólico) que mejora no solo la plasticidad neuronal, sino que también genera mejoría vascular, aumentando la génesis de nuevos vasos en el sistema nervioso.
Si bien nuestro cuerpo es una consecuencia de nuestros genes, hoy se le da gran importancia a la epigenética, que estudia cómo el medio ambiente modifica la expresión de lo genético. La alimentación es uno de los puntos claves de esta modificación.
Es decir que la alimentación y el manejo energético metabólico impactan sobre los genes. Constituyendo factores ambientales claves, que condicionan la sobrevida del cerebro humano.
Esto sucede especialmente en personas con baja resiliencia para padecer la enfermedad de Alzheimer. Con una susceptibilidad especial para que sus neuronas mueran en forma programada. En una especie de suicidio celular (Apoptosis).
En un estudio que aparece publicado recientemente en la revista "Biochimica et Biophysica Acta-Molecular Basis of Disease, estudiamos un modelo animal de hiperalimentación en animales predispuestos genéticamente a padecer Alzheimer.
En el laboratorio de fisiología de la Facultad de Medicina de la UBA, en conjunto con el grupo de la investigadora del Instituto Leloir Laura Morelli, nuestro grupo ha medido el consumo excesivo de hidratos de carbono en ratas mutadas con un gen para Alzheimer.
Realizamos experimentos con roedores transgénicos que recrean formas tempranas de esta enfermedad cerebral, cedidos por la Universidad McGill en Montreal, Canadá. Y comparamos su evolución con la de otros roedores controles.
Hemos observado una peor evolución en el cerebro de las mismas y mayores trastornos metabólicos que en los animales no mutados. Asimismo algunos genes relacionados con la protección neuronal y la oxidación celular estaban alterados. Esto produce la sospecha de un mecanismo de desprotección aumentado en los animales con síndrome metabólico inducido.
Es muy complejo el manejo de los problemas alimentarios. Sin embargo, en la última década se ha avanzado mucho terreno sobre el entendimiento de la fisiología y la patología de la alimentación, generando así una perspectiva promisoria respecto al futuro de la medicina en este campo.
En personas con riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer, una dieta saludable baja en grasas y azúcares podría convertirse en una intervención preventiva relevante. Nuestros resultados apoyan la teoría de que la dieta no saludable 'acelera' los mecanismos patogénicos que se disparan en el cerebro en etapas tempranas del Alzheimer y funcionaría como un tercer modulador negativo de la evolución de la enfermedad, después de la edad y la predisposición genética.
Una serie de estudios ya había demostrado que el deterioro cognitivo es más pronunciado en pacientes con Alzheimer que padecen alteraciones metabólicas y vasculares. Ahora, podemos hablar sobre los mecanismos biológicos que vincularían a esos factores.
La dieta rica en grasa y calorías alteró los "mecanismos de defensa" de las neuronas de todos los animales y sólo empeoró el aprendizaje y la memoria de muy corto plazo en los que modelan o simulan la enfermedad de Alzheimer.
Ya se sabía que una dieta rica en grasas y azúcares se asocia con el riesgo de padecer diabetes y Alzheimer. Nuestro estudio refuerza el impacto que tiene la dieta no saludable en el metabolismo cerebral del péptido beta-amiloide, incrementando su producción y modificándolo patológicamente, y en la resiliencia (capacidad de defensa y recuperación) neuronal, disminuyendo así la habilidad de las neuronas de adaptarse a situaciones de estrés.
El trabajo apoya la intervención en la dieta a nivel poblacional como una estrategia no farmacológica relevante, al menos en personas de 45 a 50 años con factores de riesgo genéticos y vasculares para el Alzheimer.
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