lunes 10 de abril de 2017
Carrió tiene razón
Denuncia la corrupción en su propio espacio. Las razones para actuar como líder ética. Y el ejemplo que no siguió el kirchnerismo.
Por Guido Croxatto
Elisa Carrió ha desatado en el país de modo insistente tormentas políticas. Muchas veces sus denuncias ruidosas no trascienden los medios, pero eso se debe menos a la falta de verosimilitud que a la dificultad de la Justicia para recolectar pruebas e investigar a sectores del poder político y económico, que la diputada arrincona. En su disputa con el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, no es dificil advertir que la que tiene razón es Elisa Carrió.
Carrió impugna el sentido de oportunidad del último fallo de la Corte: observa que detrás de la resolución que asume los 75 años como edad de jubilación forzada para todos los jueces existe un espurio y subrepticio móvil político, que explica el "momento" del fallo, premura que no existió cuando en la Corte estaba Carlos Fayt, que la abandonó casi centenario sin que esos mismos tribunos dijeran nada al respecto. Cambian rápidamente de criterios, siguiendo el cambio de gobierno, con sus nuevas prioridades.
La diputada insiste sobre dos puntos esenciales, en los que tiene razón. El primero, que la Corte, de modo vergonzoso, se autoexcluyó de la ley de ética pública (como del pago del impuesto a las ganancias), como si la transparencia patrimonial pudiera ser una "amenaza" al criterio o independencia judicial. No debiera ser así. La transparencia no es nunca un enemigo de la independencia. Al contrario. La consolida. La legitima y la explica. En segundo lugar, la diputada entiende que con esta resolución se busca desplazar a jueces que investigan causas sensibles para el poder político y para la propia Justicia, como es el caso de María Servini de Cubría, que investiga, con 80 años de edad, al presidente de la Corte Suprema.
Existe un tercer argumento, que Carrió soslaya, acaso porque le parece de menor entidad, pero es igual de serio en un poder independiente del Estado, que no se debe "politizar" como los otros dos y es la reorientación de muchos recursos materiales del poder judicial a los objetivos personales del Presidente de la Corte, que aprovecha espacios, cámaras, para publicitar su propia imagen. Esto no es solo personalismo explicito y burdo (un valor que contrasta con los criterios que debe abrigar la Justicia), sino que choca con la imparcialidad y la neutralidad de que presume la Justicia en sus fallos. Lorenzetti tiene y tuvo siempre aspiraciones politicas concretas que trascienden su carrera judicial. Es precisamente en este punto donde pueden conectarse las acusaciones de la diputada, otorgándole verosimilitud a sus afirmaciones.
Finalmente, un comentario político sobre la propia diputada. Carrió estima la construcción de una cultura republicana como un pilar esencial del Estado de Derecho. Tiene razón. Esa cultura presupone ciertos valores compartidos políticamente. La transparencia es uno de ellos. Puede sin embargo cuestionarse a la diputada el haber apoyado a candidatos de dudosa transparencia moral, como Martín Louestau, que siempre antepusieron sus intereses personales a los ideales políticos y el compromiso ético.
Carrió, con su capacidad mediática, ha erigido como candidatos plausibles a figuras que siempre, sin excepción, como Alfonso Prat-Gay o Louestau, la han traicionado. Esto no habla mal de Carrió. Pero sí de sus decisiones políticas. Y esto es un error que comparte, lo quiera ver o no, con la ex presidenta, que convirtió a Louestau, Massa, Redrado, Bossio, Boudou, Prat-Gay mismo, (Stolbizer, que se fue con Massa, o la ex titular del Pami, que se fue con De Narváez, nada menos) en candidatos de la oposición. Todas estas personas siempre traicionan porque no persiguen ningun modelo político, de alli su falta de coherencia interna. Solo persiguen su propio interés personal. No es el caso de Carrió, precisamente.
El extremo valor de Carrió es denunciar tambien a los corruptos internos de su propio movimiento (Cambiemos). Ella no tiene "amigos". No espera acuerdos por lo bajo. Ese punto es una conducta única y ejemplar, que se debiera replicar en todos los partidos. Es el único caso de conducta republicana que hoy se observa en la dirigencia argentina. Este rasero no existe en el PRO. Tampoco en la pasada administracion existía este volumen de intransigencia ética. Pero era necesaria. Boudou, Massa o Bossio no hubieran sido candidatos, seguramente, de haber existido una posición interna crítica semejante. Tampoco hubieran sido maltratados ex funcionarios valiosos por el propio oficialismo, como Roberto Lavagna, Jorge Taiana o Rafel Bielsa.
Por otro lado, es triste o duele ver a un partido centenario y valioso como el radicalismo – cuya historia del ultimo cuarto de siglo se vincula de algún modo también a Elisa Carrió - devaluado en sus debates ideológicos y entregado a candidatos sin principios ni altura, como Louestau. Alfonsin nos mostró que el radicalismo no nació para ser un partido conservador. Y que si tomaba ese camino, debia prepararse para morir. Ojalá sus dirigentes abran sus ojos y la Argentina recupere un peronismo unido y un radicalismo coherente, devolviéndole al país el debate programático y de ideas, con personas que son ejemplo público y privado de conducta y de coherencia ideológica.
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