sábado 08 de abril de 2017
El nombre de Macri alcanza, permite, cierra conceptualmente el ruinoso espectáculo que estamos viendo? Hablar de "macrismo" parece no ser suficiente para connotar lo que usualmente se considera neoliberalismo o neo-derechas. Probemos con la idea de incisión trágica. Decir que hay un derecho al trabajo justamente en un día de huelga general es una novedad absoluta. Es la incisión trágica en la conciencia de todo trabajador.
Foto: Joaquín Salguero
I
Una situación novedosa se presenta ante la irrupción del macrismo en la escena nacional. Por supuesto, el conjunto de transformaciones violentas que se están sucediendo en muy variados planos – institucionales, económicos, culturales, jurídicos, conciencia pública – son tan desmesuradas que habría que buscar un calificativo que excediera la extensión gentilicia del nombre del presidente, para crear otro concepto que no sea simplemente "macrismo". Esto para connotar lo que usualmente se considera neoliberalismo o neo derechas. Probemos con la idea de incisión trágica. Eso es: el macrismo como una incisión trágica – un desgarrón que se quiere irreparable – en un momento específico de la historia nacional. Reconozco que es fácil imputar al macrismo cuando su nombre está suficientemente claro. Es la denominación que se forma con un sufijo que adjudica una doctrina o un pensamiento al nombre de una persona. ¿Pero el nombre de Macri alcanza, lo permite, cierra conceptualmente el ruinoso espectáculo que estamos viendo? Como quien tala a hachazos un bosque añoso, este hombre y su "equipo" de hacheros está talando la conciencia social argentina, expropiándola de su lengua, modos de debate y creencias generales de justicia.
Intentemos entonces con la mencionada idea de incisión trágica, describir un reparto de adhesiones que quita brutalmente de la sociabilidad corriente toda neutralidad, toda continencia de un impulso oscuro de estigmatización. Pero no lo hace para poner un problema acuciante a la luz de una crítica realizada con pertinencia, argumento y gracia, sino para dictaminar expulsiones, elaborar ultrajes y eliminar blancos móviles –personas previamente sentenciadas– con una justicia mediática atropelladora y difamadora, que se plasma en las cartulinas digitales de los Periódicos de Campaña.
II
Dentro del "gentilicio" del apellido Macri se alojan así las decisiones crueles pero amorfas que se derraman de manera pregnante sobre la conciencia íntima, anónima. Social y personal, tomada de uno en uno. Es un ideal de sociedad preparada para su final disgregación. Partida por una motosierra y a la que después se le soldarían sus pedazos en una mala unidad, una unidad ficticia y compulsiva. Enmudecería esa sociedad o se convertiría en monolingüe. Una única lengua encofrada o detenida en los mitos privados de todo ciudadano, en un retorcimiento espiritual de agradecimiento y sumisión al "gobierno de los ricos". Una parte de la lengua social se halla hoy herida, dicotomizada, aherrojada entre dichos que son graves instalaciones verbales, entre el implante bucal y la emplomadura de colmillos. ¿Qué se escucha con forzada asiduidad? "¡Se robaron todo!", etc., etc. Frases que se balancean sobre otras que emanan del sinuoso personaje que ya mentamos: "Hay mafias".
Sobre este océano de injurias se imaginan ellos promoviendo "nuevos derechos", por ejemplo, decir que hay un derecho al trabajo justamente en un día de huelga general. Es una novedad absoluta. Es la incisión trágica en la conciencia de todo trabajador, cincelada entre el miedo y la extirpación de su alma interna, en el colectivo social, de los "trabajadores", palabra verdadera que excede por todos lados a la falsa intimidad represiva. Esa fórmula aviesa pretendidamente confianzuda que invoca Macri diciendo "los laburantes", encubre así su idea de servilismo con empaque patronal. Ignora lo elemental de la historia del derecho, ser un avance de la legislación civilizatoria y no de la contra-legislación donde ley significaría la derrota de lo colectivo en lo individual y no lo individual desplegándose hacia lo colectivo.
Esta forma deconstruída del "Derecho al trabajo", cuando los verdaderos derechos se confinan por la restricciones económicas de todo tipo, solo puede significar tomar lista a los derrotados por el miedo, aquellos para quienes la palabra huelga deberá significar que de ahora en adelante nada existe más que la nada del laburante subyugado. Un ente fugaz del pasado ya desvaído en la memoria. Entonces, la ley minusválida del ciudadano vencido, se impondría sobre la ley civilizatoria inscripta en las memorias sociales que se levantaron sobre una larga columna de tenaces luchadores de la historia. Son las campanas de la ley social que sin embargo siguen replicando desde tiempos remotos y que avanzaron en la conciencia pública. Esas campanas redoblan contra las restricciones de la ley "campanella". Nos quieren como individuos internados en los pliegues más interiores de la misma razón represiva del Estado.
Incisión trágica, corte con el flujo contradictorio pero efectivo de una historia. Redefinición drástica sobre actitudes, conceptos, vida individual, conjunto de creencias. Las establecidas, siempre bajo discusión, eran el piso de concordancias implícita de lo social. Ellas han sido vulneradas transversal y longitudinalmente. Es decir, alterando las formas de adhesión a las más variadas identificaciones previas, dividiendo las plataformas institucionales anteriores, dudosas, enclenques. Hasta injustas, pero inherentes a la historia partida y compartida de un complejo social, jurídico, nacional y democrático. ¿Es eso posible ahora? ¿De ocurrir finalmente, se mostrarán eficaces las fuerzas de la reparación? Las marchas, el paro social, la huelga de acontecimientos laborales contra el modo en que "trabaja" el desmontaje social – acontecimiento sádico - nos abren una luz de esperanza.
III
Digámoslo con un ejemplo: la CGT. Sigla histórica de la memoria nacional, ámbito de dirigentes que mantuvieron (aún es así) una actitud ambigua sobre el macrismo, que tienen intereses entrecruzados con sus propias "alas" empresariales – las grandes obra sociales – o en un caso específico, con derivaciones sobre el control de la circulación y peajes, influyendo sobre el régimen económico y siendo parte de él. Situaciones conocidas. ¿Qué tenemos ahora? Atravesamos idilios diversos, coqueteos explícitos, dirigentes globalizados que viajan a Holanda con el Presidente para informarse de nuevos sistemas paritarios flexibilizados, sindicatos como el petrolero que inicia el acatamiento a la reducción del costo laboral, pieza maestra de la reconversión del cuadro laboral y de la cultura nacional del trabajo.
El macrismo, de este modo, también pretende ser una etérea pero no inexistente categoría interna de la antigua "columna vertebral". El paro que la CGT terminó declarando desde su infinita paciencia, no excluyó que un par de días antes uno de sus notorios dirigentes colaborativos aceptara ser denigrado por Macri debajo mismo del busto de la República. ¿En algún momento de la historia nacional un dirigente sindical hubiera llegado a esa humillación en silencio y con el mismo silencio compartiría después la conferencia de prensa desde el Salón Vallese? Esta escenografía peronista complementaría para él, los insultos profundos que recibió, en tanto colaboracionista, en el Salón Dorado?
Más allá de las peripecias de su parto, la huelga provocó ese "silencio ensordecedor", según la elegante cita de que algunos dirigentes adoptaron, tomada de un muy interesante poeta, Octavio Paz (¡novedad!), que en sus últimos años fue emblema del conservadorismo mexicano. Ante la evidencia del paro –gigantesca parálisis en la existencia material de una sociedad–, el gobierno pronunció la fatídica palabra: "mafias". Vocablo problemático.
Más allá de las peripecias de su parto, la huelga provocó ese "silencio ensordecedor", según la elegante cita de que algunos dirigentes adoptaron, tomada de un muy interesante poeta, Octavio Paz (¡novedad!), que en sus últimos años fue emblema del conservadorismo mexicano.
En el caso de la CGT – que bordean sin perplejidad el asunto y no necesariamente de pasada – es una muestra paradojal de la incisión trágica esa imputación de "mafias". Son los gubernamentales los que mejor conocen esa configuración de órdenes secretas, solidaridades oscuras, vínculos problemáticos de sangre, arcaísmos con juramentos en sigilo y neocapitalismo ilegal. Por eso, todo lo que ellos hacen se parece a una vendetta de clase contra un organismo cegestista que emite su glutinoso pensamiento en varias dimensiones. Primero, bajo la estructura general de la prudencia, lo que no deja de interpretar el resbaloso comportamiento de muchos intersticios inciertos de la sociedad. Los intereses corporativos económicos –un capitalismo social con índices elocuentes de burocratización pastosa–, fueron por otro lado afectados en su "honor", por decirlo así.
Que jovenzuelos "imberbes" los insulten desde despachos principales de la Rosada, ahora por ser infieles al Poder Financiero Antipopular, debe obligarlos a hacer otros balances de su historia y de las malezas de palabras por las que travesaron y atravesarán. Quizás así este paro no sea un paréntesis entre sus églogas de negociación, con adjuntía incluida en los viajes presidenciales, sino un comportamiento que trace un horizonte nuevo para todas las manifestaciones de reposición de la verdadera razón del trabajo justo y de la protesta ante las injusticias retrabajadas una y mil veces en las jergas gobernantes.
La burocracia, sea imputación, sea categoría de análisis, no es palabra sobrante e innecesaria. Ella convive en amplias zonas del sindicalismo central con fuertes aglomerados económicos difusos, que muchas veces como dijimos, toman los oscuros perfiles de un dinámico empresarialismo, entramado con toda clase de economías (incluyendo las futbolísticas). Un capitalismo de la gambeta, plusvalía de los botines y de los remates desde los doce pasos. Bueno: el macrismo no puede evitar poner en discusión (o en duda), con impaciencia, arrogancia y torpeza, lo que sería ahora su capacidad de desmontar cualquier resistencia a su esquema de dominio total (su totalitarismo semántico requiere victorias rápidas).
Entonces se declaran en urgencia. Dicen que el paro no fue ni total, ni auténtico ni completo, que solo fue de transporte (el brazo técnico de todo verdadero paro, mientras su combustible siempre es la conciencia social). ¿Y qué más dicen los jefecillos de gabinete? Que hubo taxis, que una señora caminó cuarenta cuadras para ir a trabajar, que en las redes sociales hubo "desinterés por la palabra paro" (exilios lingüísticos: reparen que una huelga así, sería una huelga también lingüística) y que en todos los siglos de los siglos no se vio un paro tan escuálido. Si no fuera algo peor que una rabieta delirante, decir que "estamos trabajando" por parte de Macri ante una audiencia de financistas, suena a un uso desdichado de las ironías. Los verdaderos hombres del poder habrán percibido que un presidente así no puede ser.
La gran detención de la maquinaria urbana, económica y circulatoria fue al compás de lo que para la propia CGT representó una "huelga de diálogo con el gobierno". Esto genera una incógnita. Si se han desgastado los automatismos de la Campaña Macrista para llevar a la Nación al Desierto de ideas, o si el gran falsario seguirá musitando "estamos trabajando", mientras la dirigencia sindical se las ingeniará para ver por cuales sinuosos caminos volverían a perder sus tantas veces deshilvanada dignidad. ¿O adoptarán un programa de acción y de reparación social, a pesar de que Schmid dijo que eso solo correspondía a un gobierno? ¡Desdiciéndose un poco después, cuando un último recodo de su conciencia percibe la indecoroso de lo dicho!
IV
La crítica a la "burocracia sindical", vista como un tapón artificioso que era necesario apartar, fue un gran debate en los años 70. No sería vano recordar para nuestra meditación provisoria sobre el asunto – este candente asunto – que Patricia Bullrich formaba parte de entidades políticas que, antaño, interpretaban que las acciones para remover ese obstáculo debían ser radicalizadas. Ahora, 40 años han pasado. Con el mismo ideal de radicalización, pero ya a través de una fuerte incisión de las derechas financieras y empresariales sobre el cuerpo social, también se las ataca diciéndoles "mafias", concepto que entra con facilidad en las zonas blandas de esos cuerpos orgánicos.
Se retoma bajo otras condiciones el mismo tema, ahora bajo banderas de una derecha profunda pero errátil en sus actos cotidianos. Se revela así que el macrismo se nutre de una regresión circular de algunas partes de las antiguas revoluciones enlazadas ahora con las zonas remozadas de las derechas que han descubierto que se puede vaciar el lenguaje sosteniendo su verdad interna con la acción de la gendarmería. Lenguaje flotante reversible y represión con difusos protocolos. Protocolos que regulan la represión como se regula el blanqueo de capitales y el lenguaje de las Lebacs. Reversibilidad de un ideal de finanzas represivas que aprecian que el "Davos del lenguaje" haga una cuota Hilton de inversión en palabras y estadísticas salidas de la saga universal del Rompehuelgas. Precisan de un taxista que ignora las palabras paro general y un periodista que diga en la televisión nocturna "que en el centro la gente iba y venía como un día cualquiera". Esas gotas ácidas son destiladas por la incisión macrista en el cuerpo de creencias de la sociedad. Trágicamente, una porción de lo popular hace también centellar allí su facilidad para adquirir con ingenuidad vocacional el odio de los operadores del macrismo que en ellos es profesional.
¿Qué significa esto? Esta idea de la refundación autoritaria, pseudo democrática y represiva del conjunto nacional, actúa bajo unos lemas de atomizar la sociedad argentina con sofismas de gabinete y escucha clandestina. El derecho al trabajo declarado precisamente en un día de huelga revela el gusto por tergiversaciones y baratijas de una reconstrucción del individualismo ciego y atribulado. Tal es el punto clave de la incisión. Destruyen la idea misma de gobierno con un ultra anarquismo de neo derechas empresariales. Recogen recónditas rabias amasadas en las viscosidades profundas de una sociedad castigada que no reconoce el origen real de sus culpas.
Con esos hilos negacionistas tejen en el telar macrista, que produce aquellas incisiones hondas en cimientos profundos de la vida nacional. Las marchas sabatinas del lepenismo argentino "brotan" de una película pringosa y etérea producida con combustibles icónicos de la corporación mediática. Ellos llaman al profesional de la injuria exaltada, al condenador alfabético de la letra que viene detrás del a jota, mientras dejan en las avenidas sus animales sueltos, en saturnales televisadas.
V
¿Qué hace la incisión macrista? Es la hija mayor de la grieta que se le atribuía al kirchnerismo. Maneja un folclore compulsivo y avanzado en materia de tajear el cuerpo ciudadano a través de frases que arrasan. Asola con fórmulas hirientes e intimidatorias. Son estúpidamente sabios, iletrados de la historia, dicen mafia porque saben de lo que hablan y conocen desde los gabinetes internos que significa esa expresión. Los destinatarios de esa frase son en verdad todos aquellos que se rebelan, por lo que el que las lanza a troche y moche confía en un descuento. Que se eximan de ella una mayoría de jueces, sindicalistas, empresarios y cortesanos que le son adictos, que ellos deban "descontarse" de la injuria, es un trabajo de introspección difícil. A esos dudosos personajes puede costarles entender la clave. ¿Es a ellos que se dirige ese calificativo? Si sí o si no, es una maniobra desesperada; juegan con fuego. Esas "mafias" pueden restarle su apoyo a un improvisado ironista que azuza arrojando agua hirviente sobre las llagas que ya ha producido.
La CGT, por su parte, se debe muchas indagaciones sobre su propia historia, y se verá si diagrama otro programa de acciones colectivas o se conforma con un pequeño espasmo ante la injuria recibida por los corruptos de cuello blanco, que actúan desde el altar inmutable de sus numerosas ilegalidades. Con la protección constitutiva de los maltratos publicísticos de ciertas frases de índole nietzscheana, que rezan: los poderosos cuando dictaminan dicen siempre lo que es bueno, porque eternamente están por encima de toda sospecha. Creo que ya pueden comenzar la cuenta represiva de este pensamiento que penetró en muchos sectores del alma popular.
Toda la sociedad está tajeada. La incisión trágica que le han practicado ahora ocasionó la pérdida absoluta de la neutralidad social. La liquidaron con su apócrifo "pluralismo", mientras que el gobierno anterior en ninguna de sus medidas, que parecían unívocas y acabadas, respetaba los mínimos de objetividad que deben reinar en una sociedad compleja. El macrismo los ha destruido. En la justicia, en los medios de comunicación, en la política cultural, en la dirección global de la economía.
La Huelga, atacada por los Gerentes del Miedo y acusada ella misma de imponer el Miedo, se halla en el centro de la tormenta social. Si cerráramos por un momento los ojos, la huelga es un acto social no explicado muy bien por esa dirigencia que titubea ante las grandes movilizaciones que no tiene más remedio que convocar. Pero entonces, nosotros, con los párpados bajos, que permiten que aparezca una penumbra sin tiempo, nos desprendemos imaginariamente, por un momento, de los estilos acostumbrados que se emplean para lacrar la conciencia social. Y así esta huelga se presentará como conciencia colectiva a lo Eisenstein. Las diferencias las conocemos, pero el mito generoso de la huelga subsiste en la historia de esta larga actualidad social y humana.
¿Qué podrá recomponerse entonces de este sindicalismo central? ¿Podrán partir de algunos restos de decoro, hoy, cuando son acusados de atemorizar a los que realmente atemorizan con ese mismo Miedo? Este abismo cortajeado por una incisión trágica trata de sorber la última copa del sedimento reconstructivo de un sentido emancipador. Ese es el empresariado gubernamental, su doble rostro, ora un banquete, ora una guerra.
La elección del lado en qué estar es la protagonista borrosa de toda la escena del país. Un país de historias disecadas pero actuantes. Donde la derecha sindical macrista, monolítica, patronal y minoritaria, esgrime el viejo rótulo de las 62 organizaciones. ¿No es éste un arduo laberinto? Con él desean, póstumos y concluyentes, Brandoni, Campanella. Esto es, brindar el campanazo.
A veces no se dan cuenta de lo que están haciendo, pero lo que están haciendo es lo que quieren hacer, y descontando la cadena semántica del desdecirse y volver a decir, lo que quieren decir es la suma de todos esos movimientos de la dialéctica en esta aceitosa ensaladera coactiva macrista. Es preciso pararlos en nuestro propio pensamiento. En las calles, en las veredas, en los almacenes de barrio, en los campos, en los góndolas de los supermercados, en las oficinas públicas, en las fábricas y carreteras, en los paradas de los colectivos y en el viaje en colectivo, en los colectivos sociales y en lugares donde se conversa y se medita, en las ciudades, en los domicilios, en las periferias, en los centros, en los momentos de emergencia y en los momentos de calma, en las avenidas, en las marchas multitudinarios y en los pajonales: en las elecciones de Octubre.
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