sábado, 15 de abril de 2017

Todavía estamos aquí

Perfil- Periodismo puro


sábado 15 de abril de 2017


OPINIÓN



Todavía estamos aquí

Por           Rafael Spregelburd   






Una de las escenas que el cine me ha dejado para siempre en la memoria es el bombardeo del zoológico en Underground, de Emir Kusturica. No he vuelto a ver esta película desde 1995; no sé si quiero ver si resistió bien el paso del tiempo y tampoco quiero defraudar la enorme impresión que me causó entonces. Como siempre, pienso que la impresión es más importante que la película: ella se imprime indeleble en mi biografía cuando un complejo conjunto de variables se alinea de manera irrepetible: la historia, el Zeitgeist, mi propio estado de ánimo, el azar.


Kusturica debe contar la invasión nazi a su ciudad y en vez de recurrir a las imágenes de rigor (aviones, bombardeos, destrucción)  que sólo confirmarían la "información" que ya tenemos del asunto, elige un sitio de víctimas impensadas: los animales del zoológico, ya enjaulados desde antes, que agonizan entre las llamas. Algunos se disputan entre ellos la recíproca carne. Es una escena de apenas unos segundos en una película que es pura vorágine.


En noviembre del año pasado tuve una impresión similar, pero esta vez basada en lamentables hechos reales, sacados de la paleta colorida de horrores que el mundo nos ofrece en estas épocas de indecible estupidez. El centro comunitario We Are Here! del campo de refugiados de Tesalónica, Grecia, amaneció incendiado por manos anónimas


Descartadas las fallas eléctricas o de estufas (nunca hubo estufas) queda sospechar que algunos grupúsculos prefieren quemar las escuelas de los refugiados. 


Los niños de la edad de mi hijo buscando lápices entre los escombros, la bibliotecaria junto a restos de libros chamuscados, toda la singularidad de la imagen me recordó mucho a aquello que Kusturica me había provocado con su película.


El domingo pasado, mientras hacíamos nuestra función en el teatro, nos íbamos enterando por mensajes de texto y tuits brevísimos que la policía reprimía y arrestaba docentes en Congreso, a muy pocos metros de nuestra representación. ¿Qué imagen para toda la vida forjará en la mente de los niños ver a policías empujando a maestros de guardapolvos blancos? 


Los responsables del centro We Are Here! en Grecia renovaron su apuesta. Bajo el lema We Are Still Here (Todavía estamos aquí) se pusieron a reconstruir el lugar y – siguiendo la lógica ascendente de los tres chanchitos – esta vez con materiales menos combustibles. Para lo cual hizo falta el apoyo de muchos. "Creemos que es verdaderamente importante que toda una comunidad no sufra por las fechorías de algún individuo. Hasta que la escuela esté en pie y funcionando de nuevo, los cientos de personas que se beneficiaban de su existencia han sido forzados a quedarse sin acceso a educación adulta, con acceso restringidísimo a educación infantil, sin máquina de coser, sin biblioteca y sin ninguna de las actividades que los ayudaban a hacer la vida en el campo de refugiados más tolerable." 


Claro que el caso de Tesalónica es extremo: allí la educación ha cobrado la forma de una limosna sin la cual no se podrá sobrevivir; en la Argentina, uno de los países del Tercer Mundo que contó con la mejor educación pública del globo, la bitácora de situación es inaceptable.


Pero la bestialidad policial (que es la de siempre) sumada al plan político del neoliberalismo de desarticular la educación pública encontrará a los docentes, los padres, los niños reconstruyendo el espacio público bajo un lema similar. Todavía estamos aquí. Los que nos educamos en la escuela pública. Los que entendemos que los enemigos de este sistema de equidad y de sentido son aquellos que creen que el Estado es sólo una cantera provisoria en la que hacer negocios. 


No hay absolutamente ninguna forma (ni siquiera en la derecha más delirante) de justificar la represión a los docentes del domingo pasado en su escuela itinerante o la negativa a atender el reclamo de los suplentes que no han cobrado en la ciudad de La Plata, con su ministerio amurallado. ¿O hay alguna realidad paralela en la que estas postales de saqueo, de la desinversión en lo público, atraigan como locas a las inversiones extranjeras?


No; éstas son fechorías. 










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