miércoles, 14 de diciembre de 2016

Las políticas untables

        La Tecl@ Eñe       

     Editor/Director: Conrado Yasenza     


miércoles 14 de diciembre de 2016



Las políticas untables


Por          Horacio González   *
(para La Tecl@ Eñe)




Muchas veces, al conversar sobre el macrismo – denominativo que surgió fácil, como necesidad interna del lenguaje político - convenimos que no alcanza con decir derecha, nueva derecha, neoliberalismo o post-neoliberalismo y sus variantes, incluso la inventada y algo ridícula expresión de "hijos de la post verdad". Por cierto, la idea de que un movimiento político  expresa a sectores sociales  y éstos a su vez a núcleos de interés empresarial, que remiten a su última instancia capitalista, puede ser un análisis viable, siempre que se sepan distinguir áreas específicas, singularidades de cada enlace de lo social con lo político y con lo financiero, etc.  Pero esto no puede ser un modo en que se ajustan las piezas a modo de un "bloque dominante", expresión nostálgica de las ideologías progresistas – no hay porque desentenderse de ellas - pero hay en todos estos ensambles entre los viejos niveles políticos, sociales y económicos, líneas de  aglutinamiento verticales o transversales que impiden actuar a lo que en la escena actual se vio en cuanto a determinaciones de lo social por lo político y del cuadro económico-financiero-comunicacional como determinación a su vez sobre lo socio-político. Las cosas seguramente no volverán a ser así, pues ahora hay que considerar cierto plano del bonapartismo comunicacional, que suele obedecer a reglas propias vinculadas a la avidez de novedades, pero puestas siempre sobre un mismo bastidor de conflictos que regulan las relaciones en la fábrica de producción de imágenes y discursos: descalificaciones mutuas, rangos de performances en pseudo concursos, infidelidades como materia última de investigación sobre la volatilidad existencial, reconciliaciones, lucha entre "vedettes", todo lo acostumbrado, que es el mismo modelo de percepción del ritmo vertiginoso  de la creación de núcleos de atracción y disgregación, alternados sobre una razón circular en un sistema de intercambios a la Levi-Strauss, donde los equivalentes pueden ser una frase de Ottavis y otra de Mirtha Legrand… o de cualquiera de nosotros.


Estos son arquetipos que pasan a la política como síntomas ventrílocuos, que en su dimensión comunicacional, proclaman la unión general de todas las significaciones pulsionales promoviendo permanentes fisuras e incluso inventando el concepto de grieta destinado a producir una escandalosa ambigüedad: no se desearía la grieta y al mismo tiempo se la promueve, pues ese sería el fundamento y destino de la política. Es así pero la "grieta" acabó siendo el concepto que la "Televisión" arrojó obligatoriamente al lenguaje político para sustituir la naturaleza del conflicto político constitutivo de la realidad, y ahí sí, cada presencia que desea la proliferación hacia el todo, también lo merma inevitablemente por el  acto mismo de su existir como identidad proclamada. Postula la unidad y en ese mismo acto la posterga indefinidamente, dice que se haga presente algo que por ese solo hecho se ausenta. Así es lo político, y conceptos como el referido de grieta, extraído de metáforas naturalistas, no atiende a la verdad de lo social histórico. Es pura jalea conversacional televisiva, expandible a todos  los hombres, hoy, de la Casa Rosada Papers y adyacencias visibles o invisibles.


El macrismo es un significante vacío, si quisiéramos abusar de la terminología que difundió el recordado Ernesto Laclau, aunque invocándola un poco descolocadamente. Congrega en torno de sí elementos flotantes de las derechas históricas dictatoriales (de todos los períodos argentinos), ciertas especialidades educacionales del mundo empresarial – no  se debe ignorar que el macrismo es simultáneo a la aparición del servilismo encubierto del couchingcomo ideología de comportamiento instrumental y pseudo autonomización del individuo - y el goce por la sustitución permanente de las escenas de la primer realidad por sus simulacros icónicos, un grado segundo de la existencia que presupone la "invención de personas", más allá de lo cual no habría nada. De ahí que la realidad se concibe sin obstáculos, y hasta cierto punto, eso pensó también la opción que se basó en la idea de gobernabilidad. Todo lo que se hiciera que cruzara la frontera imaginaria de la gobernabilidad – un paro nacional de la CGT, por ejemplo - entraba por primera vez en la historia social  argentina en una zona impensable, en lo propiamente inefable, un enigma que prohibía su desciframiento. Este mismo pensamiento se derramó en la entraña misma de la "CGT", que en las últimas décadas no se destacó por tener otros muy diferentes.


No se puede explicar, sino, la parálisis social – ese extraño hechizo que tiene varios nombres alternativos - de las instituciones gremiales y políticas que rotan en torno al vocablo peronista. El macrismo los tocó con su poderoso aguijón del "fin de la historia", el non plus ultra del encadenamiento histórico llegando a su agonía final en manos de "emprendedoristas de la política" que confunden institucionalidad pública con pensamientos "ONG", que son previamente grandes dueños o equilibristas de inversiones o cadenas de drugstores. ¿Entonces, qué es sustancialmente el macrismo? Es precisamente ese sentimiento introducido en dirigencias gremiales y políticas, sobre todo las del poroso e infinitamente permeable peronismo clásico o talmúdico, de que el límite trazado por el nuevo personal – los Bullrich, Pinedo, Macri, Quintana, etc - aludían a una tentadora parálisis de lo real igual a sí mismo (pesadilla corriente de la historia) que significaba la hemiplejía social final, el entumecimiento definitivo de las conciencias, todo ello avalado por las paredes simbólicas sólidamente levantadas: la corrupción como anatema disponible, "atento y vigilante", que el macrismo usufructuó a la luz de las vastas campañas mediáticas – no sólo argentina sino mundial -  y que suministró ingredientes oníricos de tremendo valor escenográfico, como bolsos, conventos, máquinas contadoras, almas en desgracia que circulan como murciélagos perdidos portando humedecidos billetes metafísicos , sin dueño ni destino, mefistofélicos, judicializados. La brutalidad de esta imagen sería, quizás, la aludida por la "pos verdad", pues  irradia un convencimiento que pone parapléjicas las conversaciones, no porque la corrupción no exista, sino que se la hace  existir no por una explicación consistente de sus alcances y procedimientos, sino a golpes de un relato a la Eugenio Sue, solo que sin el espíritu de redención de su personaje principal. Más allá de la ceremonia noctámbula de la corrupción está el silencio, pues es ella la que intercepta todo el flujo social como subtexto negativo que persigue como una sombra vagante a todos los que hablamos de emancipación, obligándonos con un chantaje gigantesco, a desarmar nuestro lenguaje para ponernos el casco de inculpados que provee la sección perros de la policía bonaerense.



Si decimos que el macrismo es una sustancia untable – una margarina, una mermelada, una gelatina - nos referimos a la suave cutícula de su lenguaje falsario, por la que no debemos culpar a Macri – cuya alternativa es llamar a la felicidad o hundirse en su pánico, incluso desconocedor de las antiquísimas ideas de riesgo empresario - sino a un deseo ni mayoritario ni pequeño de vivir en una vaporosa situación asocial, en algo más sorprendente que el estado de naturaleza, sino en un naturalismo exclusivamente conocedor de los engranajes materiales por los que se mueve el dinero – dólar a futuro, bonos, tasas de interés, blanqueos, derivados financieros, etc. - que actuarían como regulación automática de la vida común, totalmente expulsivos de la historia para volver a entrar al paraíso de un sinceramiento parecido al juicio final. Pero eso no puede ser, el macrismo como tal es una jalea, un imaginario en almíbar que desconoce el rango utópico que de todas maneras tiene – utopía de una sociedad siquiera del mercado sino de la mercadotécnica de la imagen y del jarabe de la premonición berreta del forzoso júbilo futuro -  que por eso muestra su rostro desencajado, porque no puede creer un tropiezo en la Cámara de Diputados que puede seguirle otro en Senadores, y que no puede creer que haya gente que pida por la libertad de Milagro Sala. Son ejemplos, graves, uno más que el otro, que muestran una incomprensión por la compleja espesura de lo político, que ellos resumieron en un puñado de imágenes salidas de un álbum publicitario de cosméticos, crema para el cutis o aceites venenosos contenidos en vaporizadores anti-mosquitos, agítese antes de usar.

               
La jalea ha conseguido untar o aceitar – no decimos engrasar porque a eso lo repudiaron enseguida - toda la escena política con un sentimiento suma cero, bajo el cual un país nunca hace ni hará política verdadera o al menos verosímil. He aquí el gobernador de Rio Negro, persona tenida antes por "progresista", diciendo de la cuestión impositiva estatal que no se puede aumentar cierto nivel salarial (subiendo el mínimo no imponible de ganancias) para "desfinanciar" la provincias. He aquí otro gobernador, también persona que en el pasado integró padrones electorales del "progresismo", esta vez de Santa Fe, decir lo mismo junto a un elenco, ni grande ni pequeño de otros gobernadores, que conciben los planos del ser político como el lecho de Procusto, se tira de un lado y queda el otro desprovisto; se hace lo contrario, y el anterior queda escaso. No, la política es el caso de un oscuro saber que finalmente se luce si encuentra la forma de escapar de ese cepo conceptual. En el macrismo es imposible. La presa política Milagro Sala, lo es como Gramsci fue preso "personal" de Mussolini. Diferencias hay, pero veamos la semejanza en la ferocidad institucional sin reglas que se ha aplicado. No importan las Naciones Unidas, la OEA o la tradición argentina de más de tres décadas asentadas en un gran vigor social de los derechos humanos.


Reina en el macrismo untable la idea de que un "unto peronista" también les es posible – especialmente la "bonaerense" gobernadora Vidal, que como todo el macrismo considera el complejo plantel de las ideas argentinas como tarros de compota destapables para cada caso que se necesite -  mientras que el unto radical está prestando servicios hacia una derecha más consistente, pues el radicalismo, que no fue de derecha pero como es sin embargo más político, cuando como con Morales y sus diputadas se pone "nervioso", - sabemos bien quién empleaba con sorna este vocablo -  sale ahora no el ya sepultado recuerdo de un Moisés Lebensohn, por no hablar de Alfonsín que no precisó ser un hombre de izquierda para tener una dignidad de izquierda – ambos cada vez más hundidos en el cuchitril de los olvidos -  sino que emergen despóticas las prendas recientemente adquiridas de la marcha hacia un Estado sólo con justicia formal, además teledirigida, pero con protocolos represivos sustantivos.

               
A un punto llegaron las cosas en los programas centrales de la televisión oficial argentina que se escuchó una voz diciendo que el trágico accidente del avión que llevaba al equipo brasileño de fútbol se debía a que la corrupción-mata, concepto que no busca la verdad de lo que acontece en las tragedias donde hay graves responsabilidades  humanas, sino que piensa el "mal" como un reguero de pólvora contaminante, a través de un silogismo fijo que parece justo en su deseo de penar al corrupto, pero que visto por dentro revela que se piensa lo real como un conjunto de infecciones ultra contagiosas, donde cualquier accidente por grave que sea, por incomprensibles deficiencias humanas que lo signen, es una peste del espíritu del gobernante progresista, culpable en última y primera instancia.  ¿No es que la justicia real debe investigar al margen de los nudos inmediatos del placer folletinesco, donde todo enseguida llevaría al goce político de la derecha, donde  la caída de un pajarito nunca sería casual, sino la Obra Maligna del "populismo"?.  Si el suicidio de un Fiscal es interpretado desde este régimen de contagios y profanaciones de cada instancia autónoma de la cadena de significaciones, el asesino residirá en las Casas de Gobierno que se ven endemoniadas - salía por las noches con un revólver 22 y apenas 20 cuadras después bajaba de su escoba subrepticiamente en un apartamento cercano al Puerto - o más simplemente, Evo es responsable de aquella pavorosa tragedia de aviación, que sin duda era evitable con seguir reglamentaciones muy obvias. Pero ni todos estamos bajo estado antirreglamentario ni la apelación a los reglamentos debe ser igual a considerar que cada acto atroz de la vida y de la historia, conduce inmediatamente al Culpable que previamente fue destinado porque encarnaba el Odio Político de la Jalea punitiva hoy gobernante.

               
No obstante, si digo todo esto de un pensamiento de Orden encerrado en vasijas con néctares de artificio (de la lógica de Farmacity emana el Gobierno, entre otros tantos ejemplos posibles, piénsese en sus góndolas con remedios sin receta, la batería de productos del capitalismo de la salud banalizada, en el concesivo mostrador para la función farmacéutica clásica y en los puestos de venta y pago de compra serializados, con vigilancia especial y empleados  dirigidos por órdenes que emanan de sistemas de sonido impersonales que inundan el local), tendré que decir algo sobre el modo en que debería plantearse la acción de las fuerzas democráticas, nacional populares y de centro izquierda social y política, dado que se han hecho intentos de reagrupamiento frentista que no pasan hasta hoy de justas y bellas proclamas, aunque por otro lado no cede la resistencia social ante estas farmacytis de la cultura macrista. ¿Cuál nombre nos pondremos? ¿Cuál será su programa? ¿Cuál la índole de su juzgamiento ecuánime del período anterior que nos tuvo como protagonistas? Lo dejo para un artículo posterior, y así poder pensarlo mejor yo mismo.




*   Sociólogo, ensayista y escritor. Ex Director de la Biblioteca Nacional










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