miércoles 28 de diciembre de 2016
OPINIÓN
El circolini
Por LUIS BRUSCHTEIN
"Esto yo no lo he vivido con ningún gobierno. Estos no dejan de hacer aprietes y en 42 años de justicia no he vivido nunca algo así", denunció la jueza María Servini de Cubría al diario Ambito Financiero. "Porque en el caso del Yomagate no fue así." – agregó – "Fue de otra forma más elegante y nadie me vino a pedir la renuncia." En otras palabras está diciendo que la apretaron sin miramientos para exigirle la renuncia a la subrogancia del juzgado electoral bonaerense donde el macrismo quiere poner un juez propio. Si se trata de operar en la Justicia, a este gobierno no le tiembla el pulso.
Todo lo que se pueda decir es sabido, es visto y probado. Que cada vez que la situación económica se pone crítica o revienta la interna del oficialismo aparece alguna medida judicial contra Cristina Kirchner está comprobado. En esta ocasión, la represión a los inundados en Pergamino y la toma de la 38 en Flores son muy indicativos del malhumor ciudadano. Son dos zonas hipermacristas. No fueron protestas políticas, pero por esa razón, la forma en que se descontrolaron fue muy significativa. El Gobierno dejó de hablar de lluvia de inversiones y los dos tipos que manejarán la economía en reemplazo de Alfonso Prat-Gay, lo único que saben hacer es pedir plata. De producción, cero idea. Luis Caputo, el ministro de Finanzas, fue el que les pagó a los fondos buitre y Nicolás Dujovne, el de Hacienda, otro que viene del sector financiero y su máxima recomendación ha sido pedir un préstamo de 25 mil millones de dólares al FMI. Varios ministerios de Economía y ninguno habla ya de inversión, nadie habla de producción, nadie habla de trabajo. Todos hablan de pedir prestado. Eso es una crisis de la que nadie habla en el oficialismo ni en los medios oficialistas.
Entonces Julián Ercolini procesa a Cristina Kirchner en otra de esas causas improbables y los medios oficialistas llenan sus páginas repitiendo las historias de López y de Báez. Son detallistas al máximo con las amistades y los llamados telefónicos, los viajes y hasta la marca de los calzoncillos y con eso achican el pánico con la economía y con un año electoral que se le viene encima a un oficialismo al que las encuestas ya le están dando malas noticias. Esa es otra: a pesar de la campaña, las encuestas todavía muestran a la ex presidenta bastante por arriba de sus competidores. Oficialistas y opoficialistas dicen que en segunda vuelta pierde, pero en esta elección no hay segunda vuelta porque es legislativa y en los primeros sondeos, la ex presidenta les saca, varios puntos a sus competidores del massismo y del PRO. Y por supuesto, es la que más mide por lejos en el peronismo.
Para que una experimentada jueza como María Servini de Cubría tuviera que renunciar, los aprietes deben haber sido irrefrenables, como ella misma lo dijo: "No he vivido algo así con ningún gobierno". Es sabido también que la esposa del juez Julián Ercolini, María Julia Kenny Ercolini, es la asesora de prensa del ministro de Justicia, Germán Garavano, y antes lo fue del fallecido fiscal Nisman, cuya muerte le quieren achacar a Cristina Kirchner.
También es sabido que el esposo de la vocera de Garavano es el mismo juez que sobreseyó a Héctor Magnetto, jefe del Grupo Clarín en la causa Papel Prensa. Hace pocos días, Ercolini determinó que no había relación entre el secuestro de la familia Graiver, que era propietaria de esa empresa, y la venta de esa empresa durante la dictadura cuando sus dueños y algunos de sus ejecutivos estaban secuestrados. La vendieron mientras estaban secuestrados y amenazados y los compradores no tuvieron nada que ver, según el juez. O sea, se puede vender una empresa estando secuestrado, sin que la venta esté relacionada con el secuestro. Y se puede vender una empresa estando secuestrado y los compradores no tienen nada que ver con el secuestro. Un misterio para Sherlock Holmes.Pero eso sí, Ercolini procesó a Cristina Kirchner por "asociación ilícita" y presentó una causa con más de 700 folios sin delitos claros. La dejó en libertad pero con un embargo ridículo: diez mil millones de pesos. Todo para el show de los medios oficialistas que usarán esa cifra para batir el parche y hacer circo.
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