sábado 26 de Noviembre de 2016
Murió Fidel
El líder de la revolución cubana falleció a los 90 años
El líder histórico de la revolución cubana, Fidel Castro, murió anoche a los 90 años, anució su hermano, el presidente Raúl Castro, en un mensaje emitido por la televisión estatal en la medianoche. "Con profundo dolor comparezco para informarle a nuestro pueblo, a los amigos de nuestra América y del mundo, que hoy, 25 de noviembre de 2016, a las 10.29 horas de la noche, falleció el comandante en jefe de la revolución cubana, Fidel Castro Ruz", dijo Raúl.
El jefe del Estado informó que los restos de Fidel serán cremados, de acuerdo con su "voluntad expresa", y que en las próximas horas se ofrecería "información detallada sobre la organización del homenaje póstumo que se le tributará". Más de dos horas después de que se anunciara la noticia no se había reportado la causa del deceso.
Las últimas imágenes de Fidel son del 15 de este mes, cuando recibió en su residencia al presidente de Vietnam, Tran Dai Quang, y la última vez que se lo vio en público fue el 13 de agosto pasado, durante el acto en el teatro Karl Marx, de La Habana, con que se celebró su 90mo cumpleaños.
En abril pasado, Fidel intervino en el XVII Congreso del Partido Comunista de Cuba. "A todos nos llegará nuestro turno, pero quedarán las ideas de los comunistas cubanos como prueba de que en este planeta, si se trabaja con fervor y dignidad, se pueden producir los bienes materiales y culturales que los seres humanos necesitan, y debemos luchar sin tregua para obtenerlos", sostuvo entonces.
Fidel dejó el gobierno de Cuba en manos de su hermano Raúl el 31 de julio de 2006, primero interinamente y desde el 24 de febrero de 2008 en forma definitiva, a raíz de una hemorragia intestinal.
Entre las primeras reacciones, el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, lamentó la muerte de "un amigo de México", y el de Ecuador, Rafael Correa, afirmó que "se fue un grande" y "el mundo llora a un gigante". Paralelamente, en el barrio Little Havanna (Pequeña Habana), en Miami, Estados Unidos, numerosos cubanos anticastristas exiliados se reunieron para celebrar el deceso de Castro e hicieron sonar las bocinas de los automóviles.
El escritor uruguayo escribió sobre el líder cubano en el libro "Espejos. Una historia casi universal".
Por Eduardo Galeano
Sus enemigos dicen que fue rey sin corona y que confundía la unidad con la unanimidad.
Y en eso sus enemigos tienen razón.
Sus enemigos dicen que si Napoleón hubiera tenido un diario como el «Granma», ningún francés se habría enterado del desastre de Waterloo.
Y en eso sus enemigos tienen razón.
Sus enemigos dicen que ejerció el poder hablando mucho y escuchando poco, porque estaba más acostumbrado a los ecos que a las voces.
Y en eso sus enemigos tienen razón.
Pero sus enemigos no dicen que no fue por posar para la Historia que puso el pecho a las balas cuando vino la invasión, que enfrentó a los huracanes de igual a igual, de huracán a huracán, que sobrevivió a seiscientos treinta y siete atentados, que su contagiosa energía fue decisiva para convertir una colonia en patria y que no fue por hechizo de Mandinga ni por milagro de Dios que esa nueva patria pudo sobrevivir a diez presidentes de los Estados Unidos, que tenían puesta la servilleta para almorzarla con cuchillo y tenedor.
Y sus enemigos no dicen que Cuba es un raro país que no compite en la Copa Mundial del Felpudo.
Y no dicen que esta revolución, crecida en el castigo, es lo que pudo ser y no lo que quiso ser. Ni dicen que en gran medida el muro entre el deseo y la realidad fue haciéndose más alto y más ancho gracias al bloqueo imperial, que ahogó el desarrollo de una democracia a la cubana, obligó a la militarización de la sociedad y otorgó a la burocracia, que para cada solución tiene un problema, las coartadas que necesita para justificarse y perpetuarse.
Y no dicen que a pesar de todos los pesares, a pesar de las agresiones de afuera y de las arbitrariedades de adentro, esta isla sufrida pero porfiadamente alegre ha generado la sociedad latinoamericana menos injusta.
Y sus enemigos no dicen que esa hazaña fue obra del sacrificio de su pueblo, pero también fue obra de la tozuda voluntad y el anticuado sentido del honor de este caballero que siempre se batió por los perdedores, como aquel famoso colega suyo de los campos de Castilla.
Eduardo Galeano.
Tomado del libro "Espejos. Una historia casi universal"
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