OPINIÓN
Pobres trabajadores
El acto del viernes, nueva movida de la oposición social. La amplitud de la base, las características del palco. La diversidad de la clase trabajadora, los límites de sus representantes. La lucha contra la pobreza y los derechos de los trabajadores, cuestiones diferentes. Bajar el costo laboral, objetivo central del macrismo. Su significado real.
El oficialismo cavila sobre qué hacer con el proyecto de ley de Emergencia Social, que cuenta con media sanción del Senado. La prioridad es cajonearlo o "dormirlo" en Diputados para que pierda estado parlamentario. El second best (por usar una licencia poética) es el veto del presidente Mauricio Macri si la Cámara Baja consigue sancionar la norma. El minué repite lo sucedido con la "ley anti despidos", mucho menos ambiciosa en su contenido ya que se trataba solo de una "tregua social". Ninguna tregua hay, ni la habrá mientras Cambiemos tenga oxígeno para tratar de seguir avanzando en pos de su proyecto de país contra una protesta social creciente.
Los indicadores económicos y sociales del macrismo siguen siendo deplorables en las vísperas del primer cumpleaños. Los voceros oficiales bucean en datos absurdos, entre ellos el aumento de las exportaciones de arándanos o las promesas de inversiones no natas, o el fantaseado "rebote" de la economía brasileña tras el derrocamiento de Dilma Rousseff. Todos los presagios son desmentidos ipso facto mientras las propias corporaciones empresarias se muestran preocupadas porque "esto no arranca".
Un cineasta simplista pero no mendaz podría contraponer imágenes de las multitudes en las calles contra las de cónclaves empresarios. Se amuchan para dialogar solos (el oxímoron no es culpa del cronista) o para escuchar la honda prédica del periodista Jorge Lanata con cubierto a 2600 pesos por barba. El panfleto acecha, es bueno tratar de evitarlo… a veces se hace cuesta arriba.
Pobreza de miras: El macrismo archivó la promesa de "pobreza cero" sin retractar su visión ideológica. Aunque se enfade cuando se le señala lo evidente, este es un gobierno para los ricos. Se puntualiza menos, porque la alusión a las clases sociales pasó de moda en las universidades privadas (fuentes de toda razón), pero es también un gobierno de patrones. De "empleadores" si usted prefiere la corrección académica.
El modelo macrista, claman sus cultores, no cierra sin una mejora de la "competitividad", cuya clave es reducir el "costo laboral", un modo piadoso de hablar de las cargas sociales y los sueldos. Esto es, el ingreso directo y la protección a los laburantes.
Los despidos y las suspensiones que preanuncian una nueva oleada son herramientas, clásicas, para aumentar la masa de desocupados. En ese rubro el macrismo es exitoso, triunfo que camufla con gesto compungido. La reducción del valor adquisitivo de los salarios o prestaciones sociales redondea el objetivo.
Pero no alcanza: es necesario desbaratar o minimizar el conjunto de derechos y conquistas de los trabajadores, ocupados o no.
Las diferencias entre la época de la dictadura, la del neo conservadorismo y la actual son siderales en muchos aspectos, que sería necio ignorar o subestimar. Pero hay denominadores comunes: hay que "flexibilizar", hay que domesticar los reclamos sociales, hay que reformar a la baja los derechos laborales.
Las diferencias entre la época de la dictadura, la del neo conservadorismo y la actual son siderales en muchos aspectos, que sería necio ignorar o subestimar. Pero hay denominadores comunes: hay que "flexibilizar", hay que domesticar los reclamos sociales, hay que reformar a la baja los derechos laborales.
La crítica del ex ministro y candidato presidencial Roberto Lavagna a la política macrista no se centró solo en ese aspecto pero dio con una "línea de tiempo" de parentescos entre etapas. Dio penita la defensa del ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, paupérrima. Homologó a Lavagna con Hebe de Bonafini y habló de las promesas mentidas del gobierno y no de sus resultados tangibles. Se limitó a discutir sobre cuestiones financieras sin mentar siquiera las alusiones de Lavagna a "la masa salarial y los despidos".
A un año del debate presidencial puede apelarse a una paráfrasis del libreto de Macri: "Alfonso: parecés un panelista de 8, 7, 6". Fiel a sus orígenes, el ministro es un protagonista forjado en el colegio Cardenal Newman y en la Universidad Católica que se hizo hombre en Wall Street. La sangre es más espesa que el agua, siempre.
La pequeña diferencia: En 2005, el sociólogo Denis Merklen publicó el libro "Pobres ciudadanos", que inspira el título de esta columna. Merklen registraba que desde en las décadas del 80 y 90 se produjo un desplazamiento de las luchas sociales. "En un primer momento las demandas se dirigían a la restauración de las conquistas sociales perdidas o bajo amenaza" con los sindicatos como actor protagónico aunque "en una estrategia de repliegue". En un segundo tramo "las luchas populares se dirigieron a la adquisición de prestaciones sociales ligadas a la asistencia". Merklen fue discípulo del gran sociólogo francés Robert Castel quien enseñó, pensando en otras realidades, que "la lucha contra la pobreza" tiende a reemplazar las luchas por promover los derechos del trabajo. Esa cuesta abajo no impacta de lleno en la totalidad de la clase trabajadora argentina, ciertamente fragmentada.
La propuesta de emergencia social es un híbrido de reclamos para quienes no trabajan en relación de dependencia. Los dirigentes que la impulsan representan a conjuntos disímiles de trabajadores.
La movilización de anteayer se suma a la apreciable cantidad acumulada desde el otoño. Varían un poco los convocantes, las consignas, la lista de oradores, las adhesiones fervorosas, tímidas o formales. El potente común denominador es la presencia de trabajadores, cuya desigualdad es una de las claves del siglo. Esta vez confluyeron trabajadores con y sin empleo formal, una gama vasta que pinta la condición actual de la clase.
Es grata novedad que la Confederación General del Trabajo (CGT) reunificada haya ampliado su pliego de los años recientes, muy centrado en el "impuesto al trabajo" a los trabajadores formales de pasables o medianos ingresos. Y haya recalculado, así sea aportando algo de número y el orador del cierre a la movida del viernes. No porta grandes pergaminos previos en defensa de esas demandas y deberá construir legitimidad.
El triunviro cegetista Juan Carlos Schmid (el de mayor calibre y piné) navegó en un discurso que, a los ojos de este cronista, "emparejó" en demasía a todos los gobiernos que se sucedieron desde 1983. Así dicho, es un favor al actual oficialismo que en la versión de Schmid sería más una continuidad (o un calco) que un cambio a derecha. Es un punto de vista difícil de compartir.
La pequeña diferencia: En 2005, el sociólogo Denis Merklen publicó el libro "Pobres ciudadanos", que inspira el título de esta columna. Merklen registraba que desde en las décadas del 80 y 90 se produjo un desplazamiento de las luchas sociales. "En un primer momento las demandas se dirigían a la restauración de las conquistas sociales perdidas o bajo amenaza" con los sindicatos como actor protagónico aunque "en una estrategia de repliegue". En un segundo tramo "las luchas populares se dirigieron a la adquisición de prestaciones sociales ligadas a la asistencia". Merklen fue discípulo del gran sociólogo francés Robert Castel quien enseñó, pensando en otras realidades, que "la lucha contra la pobreza" tiende a reemplazar las luchas por promover los derechos del trabajo. Esa cuesta abajo no impacta de lleno en la totalidad de la clase trabajadora argentina, ciertamente fragmentada.
La propuesta de emergencia social es un híbrido de reclamos para quienes no trabajan en relación de dependencia. Los dirigentes que la impulsan representan a conjuntos disímiles de trabajadores.
La movilización de anteayer se suma a la apreciable cantidad acumulada desde el otoño. Varían un poco los convocantes, las consignas, la lista de oradores, las adhesiones fervorosas, tímidas o formales. El potente común denominador es la presencia de trabajadores, cuya desigualdad es una de las claves del siglo. Esta vez confluyeron trabajadores con y sin empleo formal, una gama vasta que pinta la condición actual de la clase.
Es grata novedad que la Confederación General del Trabajo (CGT) reunificada haya ampliado su pliego de los años recientes, muy centrado en el "impuesto al trabajo" a los trabajadores formales de pasables o medianos ingresos. Y haya recalculado, así sea aportando algo de número y el orador del cierre a la movida del viernes. No porta grandes pergaminos previos en defensa de esas demandas y deberá construir legitimidad.
El triunviro cegetista Juan Carlos Schmid (el de mayor calibre y piné) navegó en un discurso que, a los ojos de este cronista, "emparejó" en demasía a todos los gobiernos que se sucedieron desde 1983. Así dicho, es un favor al actual oficialismo que en la versión de Schmid sería más una continuidad (o un calco) que un cambio a derecha. Es un punto de vista difícil de compartir.
Un sesgo anti político se mezcló con una ristra de alusiones apologéticas a la Jerarquía de la Iglesia Católica, la única institución (amén de la CGT, claro) que alabó el disertante. Las alabanzas no quedaron "reducidas" al Papa Francisco, también se expandieron al conservador Paulo VI.
La sombra de Saúl: Schmid evocó la figura de Saúl Ubaldini, líder genuino de la CGT en los finales de la dictadura cívico militar y los primeros años de la recuperación democrática. Desde la calle, vivado por humildes de toda laya, se enfrentó al presidente Raúl Alfonsín. Fueron, vistos en perspectiva, dos adversarios que se estimaban como amigos.
La dialéctica de la historia es, a veces, cruel. La síntesis entre ambos, el vencedor de la pugna, no fue uno de ellos ni un hipotético demócrata social sino el ex presidente Carlos Menem que relegó a los dos adversarios, en aras de un modelo neoconservador que hoy reflota, claro que sin repetirse como calco.
Ubaldini era mucho más frontal en su discurso que la actual cúpula cegetista. Lo adornaba con nombre y apellidos de la dirigencia gobernante de entonces.
Los líderes sociales y gremiales que hablaron el viernes son contertulios habituales del oficialismo, lo que no es un reproche sino apenas una precisión. Negociar es parte de su actividad. En la semana que viene la CGT se sentará en la mesa del Diálogo Social a la que no acceden ni las organizaciones sociales ni las CTA.
El acto en Congreso fue opositor sin ambages pero las convocatorias (y el elenco de oradores en particular) dejaron afuera a los partidos o representaciones más antagónicos con el gobierno. Las dos CTA, en el conjunto sindical. El kirchnerismo y el Frente de Izquierda y Los Trabajadores (FIT) entre las fuerzas políticas.
Las bases, como es regla en las movilizaciones de 2016, fueron más hondamente representativas que los palcos. Los argentinos que reclaman en número creciente son el cimiento de una oposición que no encuentra (aún) su unidad o su conducción política.
La economía y las leyes: La economía política M viene cumpliendo su labor. Se redistribuyó regresivamente el ingreso, bajó el consumo popular, la estabilidad de los laburantes está en vilo tras doce años sin despidos masivos. Pero la refundación neoconservadora necesita forjar su propia legalidad, que implica derogar o limar las conquistas de doce años de avances, tan innegables como insuficientes.
La reforma del régimen de las Aseguradoras de Riesgos del Trabajo (ART) y el traspaso de la Justicia nacional laboral a la Ciudad Autónoma son dos señales potentes del avance regresivo (ver nota aparte). Conjugan con el ideario macrista sin terminar de redondearlo. Las reformas laborales están en la caja de herramientas, a la espera del momento propicio.
Los sindicalistas, los líderes de los movimientos sociales tienen, lo impone su rol, que negociar cotidianamente con el gobierno. Enfrascarse en el presente continuo puede llevarlos a un tacticismo permanente sin estrategia. Schmid advirtió sobre ese riesgo, hay que ver como consiguen conjurarlo.
Un post colectivo del blog Artepolítica titulado "Dominación" sugiere la magnitud de los desafíos. Expresa en sus líneas finales: Cambiemos no quiere ser un gobierno más, sino que su intención es reinscribir la historia del país en clave refundacional. Se abre el interrogante de las posibilidades de éxito de este ambicioso proyecto. ¿Cuál es la base social con la que cuenta para su concreción? (…) ¿Se dan cuenta los sindicatos que no funciona el plan económico de Cambiemos sin – como lo han dicho los empresarios en todos los foros empresarios – "reducir el costo laboral"? ¿Se dan cuenta los movimientos sociales que no entran en el esquema de Cambiemos como "movimientos" sino apenas como gestores "clase B" no ya de "lo social" sino de "los pobres"?
Este cronista sería menos genérico al hablar de "los sindicatos" y "los movimientos sociales". Son variopintos en representatividad y combatividad: no le parece aconsejable unificarlos en la descripción.
La sombra de Saúl: Schmid evocó la figura de Saúl Ubaldini, líder genuino de la CGT en los finales de la dictadura cívico militar y los primeros años de la recuperación democrática. Desde la calle, vivado por humildes de toda laya, se enfrentó al presidente Raúl Alfonsín. Fueron, vistos en perspectiva, dos adversarios que se estimaban como amigos.
La dialéctica de la historia es, a veces, cruel. La síntesis entre ambos, el vencedor de la pugna, no fue uno de ellos ni un hipotético demócrata social sino el ex presidente Carlos Menem que relegó a los dos adversarios, en aras de un modelo neoconservador que hoy reflota, claro que sin repetirse como calco.
Ubaldini era mucho más frontal en su discurso que la actual cúpula cegetista. Lo adornaba con nombre y apellidos de la dirigencia gobernante de entonces.
Los líderes sociales y gremiales que hablaron el viernes son contertulios habituales del oficialismo, lo que no es un reproche sino apenas una precisión. Negociar es parte de su actividad. En la semana que viene la CGT se sentará en la mesa del Diálogo Social a la que no acceden ni las organizaciones sociales ni las CTA.
El acto en Congreso fue opositor sin ambages pero las convocatorias (y el elenco de oradores en particular) dejaron afuera a los partidos o representaciones más antagónicos con el gobierno. Las dos CTA, en el conjunto sindical. El kirchnerismo y el Frente de Izquierda y Los Trabajadores (FIT) entre las fuerzas políticas.
Las bases, como es regla en las movilizaciones de 2016, fueron más hondamente representativas que los palcos. Los argentinos que reclaman en número creciente son el cimiento de una oposición que no encuentra (aún) su unidad o su conducción política.
La economía y las leyes: La economía política M viene cumpliendo su labor. Se redistribuyó regresivamente el ingreso, bajó el consumo popular, la estabilidad de los laburantes está en vilo tras doce años sin despidos masivos. Pero la refundación neoconservadora necesita forjar su propia legalidad, que implica derogar o limar las conquistas de doce años de avances, tan innegables como insuficientes.
La reforma del régimen de las Aseguradoras de Riesgos del Trabajo (ART) y el traspaso de la Justicia nacional laboral a la Ciudad Autónoma son dos señales potentes del avance regresivo (ver nota aparte). Conjugan con el ideario macrista sin terminar de redondearlo. Las reformas laborales están en la caja de herramientas, a la espera del momento propicio.
Los sindicalistas, los líderes de los movimientos sociales tienen, lo impone su rol, que negociar cotidianamente con el gobierno. Enfrascarse en el presente continuo puede llevarlos a un tacticismo permanente sin estrategia. Schmid advirtió sobre ese riesgo, hay que ver como consiguen conjurarlo.
Un post colectivo del blog Artepolítica titulado "Dominación" sugiere la magnitud de los desafíos. Expresa en sus líneas finales: Cambiemos no quiere ser un gobierno más, sino que su intención es reinscribir la historia del país en clave refundacional. Se abre el interrogante de las posibilidades de éxito de este ambicioso proyecto. ¿Cuál es la base social con la que cuenta para su concreción? (…) ¿Se dan cuenta los sindicatos que no funciona el plan económico de Cambiemos sin – como lo han dicho los empresarios en todos los foros empresarios – "reducir el costo laboral"? ¿Se dan cuenta los movimientos sociales que no entran en el esquema de Cambiemos como "movimientos" sino apenas como gestores "clase B" no ya de "lo social" sino de "los pobres"?
Este cronista sería menos genérico al hablar de "los sindicatos" y "los movimientos sociales". Son variopintos en representatividad y combatividad: no le parece aconsejable unificarlos en la descripción.
Fuera de ese apunte, no menor, el interrogante signará el año que viene. Las elecciones y el discurrir de la economía real ayudarán a develarlo. Nunca del todo, desde ya, porque la historia tiene la costumbre de fluir sin detenerse nunca.
MACRÌ PIENSA EN OCHO PERO PRIMERO TIENE QUE CUMPLIR DOS
Múltiplos de dos
El miércoles se cumplirá un año de la primera elección a la presidencia de un representante de la derecha pura y dura por el voto y no por las botas. Hace tres semanas hizo pública su aspiración a un segundo término para completar ocho años, pero antes de las ensoñaciones de la política-ficción resta saber si las consecuencias de las políticas que aplica le permitirán pasar del segundo año y luego concluir los tres cuartos restantes de su único mandato realmente existente.
Su familia proviene de Calabria y cruzó el Atlántico hace apenas 70 años. Su abuelo Giorgio Macrì fue uno de los creadores en las postrimerías de la segunda guerra mundial del Partido del Hombre Común, l'uomo qualunque, que expresaba los temores y la insatisfacción de las clases medias con la democracia que sucedería al fascismo. La ideología qualunquista era antipolítica, con desconfianza de lo público, rechazo al pago de impuestos y exaltación del individualismo.
Ese partido obtuvo un buen caudal de votos en la primera elección de posguerra, hasta que el Vaticano intercedió ante los Estados Unidos victoriosos, cuyas tropas aún ocupaban Italia, para que la fuerza escogida como contención del comunismo no fuera el qualunquismo sino la democracia cristiana. Giorgio se dirigió a la Argentina en 1946 y tres años después lo siguieron sus hijos, Franco, Tonino y Pia. Franco se casó con la rica heredera Alicia Blanco Villegas, que apenas era una adolescente, y en 1959 dieron a luz al primogénito que hoy preside la Argentina. Tonino tuvo a Jorge, el primo inteligente de Maurizio, y Pia a Angelo Testaferra, el propietario nominal de las empresas familiares. Con 26.381 hectáreas en la provincia de Buenos Aires (18.000 adquiridas entre 1989 y 1996), el Grupo Agropecuario Blanco Villegas integra la cúpula de los mayores propietarios del país. Los accionistas del grupo son la madre del presidente Macrì, su tía Lía Esther Blanco Villegas, su hermano Gianfranco Macrì, su tío Jorge Alberto Blanco Villegas y su esposa Argentina Cinque y Julio H. D'Hers, quienes poseen las sociedades Cabalgando, Quequén Grande, Agropecuaria San Juan de Deane, Las Tijeretas, Los Aperos, El Tinglado, El Jilguero, El Patacón, La Cebadilla, La Reserva y cuatro condominios. Maurizio, con z, es como le llama toda la familia paterna, que no se ha desprendido de la cultura originaria, Macrì acentuado en la ì es la grafía original calabresa.
El hermano de Alicia, Jorge Alberto Blanco Villegas, fue presidente de la Unión Industrial, por su armaduría de kits importados, instalada en el paraíso subsidiado de Tierra del Fuego. También fue concesionario de FIAT cuando los Macrì dirigieron su operación y presidió el Banco Comercial. Difícil encontrar mejor paradigma de la oligarquía diversificada que describe en sus trabajos teóricos Eduardo Basualdo.
El que no gana, perdió
Un primer indicio sobre el futuro político del macrismo lo brindarán las elecciones del año próximo (cierre de alianzas y presentación de listas en junio, primarias en agosto, generales en octubre) ya que los jefes de Estado cuyos partidos perdieron las legislativas previas a la presidencial debieron dejar la Casa Rosada con meses o años de antelación.
La debilidad en el Congreso dejó a Raúl Alfonsín a merced de la liga de gobernadores justicialistas e incapaz de resistir el asedio conjunto de acreedores externos y contratistas de obra pública, entre quienes sobresalían los Macrì, especialistas en negocios dudosos con el Estado. Sin fuerza en el Congreso, Fernando De la Rúa renunció en cuanto el justicialismo promovió su juicio político.
Pero la situación actual tiene también diferencias con aquellas. La Alianza Cambiemos contó desde el primer día con una representación parlamentaria minúscula, por lo cual extremó sus artes para cooptar a otras fuerzas desgajadas del justicialismo. Esto, por un lado le da una práctica de supervivencia de la que carecieron los anteriores gobiernos no peronistas. Pero por el otro, lo deja sin margen para una reducción adicional de sus bancadas.
A partir del mes próximo Sergio Massa planea abandonar el opoficialismo y endurecer sus posiciones, porque espera que esos comicios lo conviertan en el candidato inevitable para 2019, como se anticipó a ungirlo el fumigador de la inmigración reciente, Miguel Pichetto.
La avanzada de ese cambio fue el ex ministro Roberto Lavagna, al comparar la actual política económica de endeudamiento para cubrir deudas y gastos corrientes con las de las décadas de 1970 y 1990 y vaticinarle el mismo final catastrófico. Ni Axel Kicillof lo dijo con tanta precisión. La diputada renovadora Mirta Tundis, cuestionó la denominada reparación histórica a los jubilados, "porque primero se vendió el producto y ahora lo están elaborando" y mencionó a muchos jubilados "con una lágrima en su cara donde nada cambia para ellos porque han cobrado solo 50, 100, o 200 pesos más".
Es entendible que un legislador opositor haya votado un proyecto del oficialismo sin imaginar sus consecuencias, pero este no puede ser el caso de quien hizo su carrera en televisión como comentarista de temas previsionales. Esta página, que no es especialista en la materia, había adelantado con exactitud que el beneficio no alcanzaría a los 2,5 millones de jubilados que martillaba la publicidad oficial sino a una franja mínima de 700.000 y con incrementos irrisorios (salvo los de las categorías más altas, el único sector social para el que tiene ojos el gobierno). Sólo hacía falta interpretar con seriedad los datos de la ANSES y del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) que estaban al alcance de quien no quisiera dejarse engañar. Lo lindo de la democracia es que la proximidad electoral aviva a muchos distraídos. Massa ya triunfó en los comicios bonaerenses de 2013, pero la inconsistencia intelectual que dibujan sus zigzagueos permitió que Macrì le birlara la pole position del antikirchnerismo y siguiera en línea recta hasta la presidencia, relegándolo a un rol secundario.
Macrì es también el primer presidente que llega al gobierno con un partido nuevo, de apenas una década de existencia, surgido con la crisis de fin de siglo de la que el sistema político no ha terminado de reponerse.
La consigna de entonces, "Que se vayan todos", hoy se ha trasladado de la periferia al centro, con el Brexit y la elección de Donald Trump en el corazón de las finanzas mundiales. Claro que allí parece haber llegado algo peor, si se juzga por la conformación de los equipos del nuevo presidente: las grandes corporaciones estadounidenses (igual que en el gabinete argentino), los reaccionarios del Tea Party, supremacistas blancos, racistas y antisemitas, y nadie que represente al famoso Forgotten Man. En una película de 1933, Gold diggers, el asombroso coreógrafo y director de cine Busby Berkeley montó con el título Mi hombre olvidado un largo número de canto y baile de masas en que los soldados mutilados en la Gran Guerra pasan a ser los marginales sin empleo de la Gran Depresión, con la estética y la amargura de los cuadros de Otto Dix y George Grosz en la Alemania de Weimar. Ese mismo año llegaron al gobierno de Alemania Adolf Hitler y de Estados Unidos Franklin Delano Roosevelt, dos formas opuestas de enfrentar la crisis. El programa del New Deal de Roosevelt se dirigió a rescatar a esos millones de hombres olvidados, tatarabuelos de quienes ahora llevaron al gobierno a alguien más parecido a Hitler que a Roosevelt, salvando todas las distancias.
El macrismo muestra una capacidad de manipulación que la derecha tradicional nunca tuvo, pero eso no lo pone a salvo de la erosión que pulveriza a aquellas fuerzas que defraudan las expectativas de su electorado. En cuanto se conocieron los resultados y el equipo de transición de Macrì anunció que devaluaría la moneda, reduciría impuestos a los más ricos y eliminaría subsidios a la energía y el transporte, la inflación se aceleró. Hoy es el doble que entonces, pese a lo cual el gobierno dice que ha logrado controlarla.
Este divorcio entre el discurso público y los hechos comprobables es uno de los daños colaterales que el nuevo gobierno ha causado a la maltrecha sociedad argentina, una carga de profundidad que en algún momento explotará. Ya durante la campaña electoral Macrì había atribuido a una estrategia del miedo de sus adversarios las medidas que juraba que no adoptaría, pero que puso en práctica de inmediato. Con esta práctica perversa ocurrirá lo mismo que con la vandalización del INDEC, que terminó por aniquilar la credibilidad de toda palabra pública, comenzando por la del anterior gobierno.
Fiesta para pocos
Fiesta para pocos
La caída de la actividad económica según Cifra.
La recesión interna, la apertura comercial, la apreciación cambiaria y las escasas o nulas políticas industriales hacen poco rentables las opciones de inversión productiva que se desplaza hacia la inversión financiera. Los elevados rendimientos en dólares de las Lebac constituyen "una verdadera bomba de tiempo fiscal y cambiaria para la economía argentina", dice Cifra. Por eso, en lugar de la reactivación que pregonaba el gobierno, la fuga de capitales al exterior trepó a 11.000 millones de dólares. La deuda pública nacional sirve así para refinanciar vencimientos de deuda anterior y cubrir el déficit fiscal, al tiempo que garantiza las divisas requeridas para la fuga. Tal como en el decenio de 1990, el déficit fiscal, generado por el gobierno con la quita de retenciones a las exportaciones, rebaja de impuesto a los bienes personales, la condonación de deuda a las eléctricas, la cancelación de la deuda con las obras sociales sindicales, tiende a legitimar el acceso a un nuevo ciclo de endeudamiento.
La recesión (-2,3 por ciento interanual en los primeros ocho meses) no parece haber tocado su piso y se explica por las caídas interanuales en los primeros tres trimestres del año de la construcción (-4,6 por ciento) y de la industria (-12,8 por ciento).
Además del bajo nivel de inversión, se deteriora en forma significativa el consumo privado, consecuencia de la caída del salario real debida a la inflación más alta de las últimas dos décadas, y al aumento de la desocupación. A contramano del discurso oficial, sólo la expansión del empleo público compensó en parte la contracción del empleo privado, especialmente sensible en el no registrado, que es la principal variable de ajuste en períodos recesivos. Sólo creció el saldo comercial, con 2.000 millones de dólares de superávit, pero no por mejora de las exportaciones, sino debido a una caída más acentuada de las importaciones, salvo la de bienes de consumo, que creció un 18,8 por ciento, desplazando producción nacional.
Un estudio del Observatorio de Precios, Pobreza y Equidad constituido por el Centro de Economía Política (CEPA) y el Instituto de Economía Popular (INDEP), calculó que el costo de una cena de Navidad para una familia tipo ronda el 80 por ciento de incremento respecto de 2015, casi el doble de la inflación, que no bajará del 41 por ciento en el año. Los aumentos fueron más moderados en los productos Premium, con lo cual el efecto es peor sobre los que menos tienen. Si se consideran los ingresos de las familias argentinas, casi un tercio de los hogares necesitaría destinar más de un 9 por ciento del ingreso total de la familia en el mes a una sola cena de fin de año o navidad, mientras que para las familias perceptoras de la Asignación Universal por Hijo, esa proporción asciende al 25 por ciento.
La provincia de Buenos Aires se propone entregar 150.000 cajas navideñas, que cubrirían menos del 5 por ciento de los hogares y no alcanzarían a la totalidad de los hogares indigentes. La entrega se realizaría a través de organizaciones sociales, con las que el Hada Buena espera mejorar sus perspectivas electorales. El informe de CEPA e IndEP pone en duda el costo que la gobernación declara. La Resolución 2877/16 establece las bases para la contratación de las cajas navideñas cuyo costo es de 245 pesos. Contienen un pan dulce con frutas de medio kilo, dos turrones de 120 gramos, dos budines de 200 gramos, una lata de ensalada de frutas de 425 gramos y una garrapiñada. La erogación prevista es de 36,75 millones de pesos pero la resolución contempla sin explicaciones "la posibilidad de incrementar o reducir hasta en un cien por ciento (100 por ciento) del valor total adjudicado". Los investigadores consideran ese precio excesivo y lo cotejaron con los valores de compra mayoristas informados por el Centro de Almaceneros de Rosario, que estimó un total de 97,75 pesos por caja, con lo cual la provincia de Buenos Aires estaría pagando un sobreprecio de 150 pesos por cada una o por el mismo precio podría entregar un 150 por ciento más de mercadería, alcanzando a 225.000 familias bonaerenses adicionales.
Otros movimientos sociales, acompañados por la CGT unificada marcharon el viernes sobre la Plaza del Congreso en apoyo del proyecto de ley de emergencia que propone crear un millón de empleos a voluntad. Pese a la debilidad del texto, la movilización fue significativa y desnudó la penuria intelectual del gobierno, cuya principal respuesta fue atribuir la marcha a un propósito avieso del kichnerismo que, en forma ostensible, criticó el proyecto y no asistió a la marcha.
Zona liberada
La postulación de la ex interventora en la obra social de los jubilados Graciela Ocaña como Defensora del Pueblo ha encendido de furor a Mario Borini, el médico que como titular de la auditoría prestacional del PAMI la acompañó en 2004 y 2005. Durante esos años fueron dados de baja 32 establecimientos con internación, se rechazó el ingreso al PAMI de otros 30 efectores de diálisis, y las multas que se aplicaban por incumplimiento o deficiencia de las prestaciones pasaron de 400 a dos millones de pesos mensuales, un aumento del 5.000 por ciento. Esa fue la base del marketing personal de la contadora Ocaña que sobrevivió incluso a su gestión posterior como ministra de Salud y a su pintoresca alianza con Francisco De Narváez. Pero en 2005, Ocaña cesanteó a Borini y presentó tres denuncias penales en su contra, que también afectaron a una docena de sus auditores.
Los auditores no pasaron de la indagatoria porque las causas, por presunta incompatibilidad entre su posición como número 3 del PAMI y la docencia universitaria, por superposición horaria con la docencia y por autorizar auditorías en el interior del país, no se sostenían, dice Borini. Fueron impulsadas por el fiscal Carlos Stornelli y se extendieron durante nueve años, hasta que el juez Jorge Ballestero lo absolvió porque "no se ha logrado conmover ni un ápice el estado de inocencia" de Borini. Pero luego de su apartamiento durante los dos años restantes de la gestión de Ocaña no hubo más exclusiones de prestadores y cayeron a la insignificancia las penalidades. "Sin control, PAMI se convirtió en una zona liberada para el desmanejo de fondos y de riesgos para la salud de los afiliados", concluye el ex auditor.
"Que esto no reviente es responsabilidad del Gobierno."
Por Martin Granovsky
Secretario general del Movimiento Evita y uno de los fundadores de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, Emilio Pérsico lucía contento ayer: "Movimos más de lo que yo esperaba", dijo a PáginaI12 sobre la concentración del viernes a la tarde en Congreso. "Había tanta gente que muchas columnas ni alcanzaron a llegar a tiempo para los discursos." Afirmó estar satisfecho por la sincronización, por la alegría de los movilizados, por el respeto entre las organizaciones y porque "evidentemente la CGT decidió seguir avanzando con los movimientos sociales", lo cual en su opinión podría dificultar la táctica "dilatoria" del Gobierno frente a los proyectos de emergencia social.
– ¿Qué dicen el Evita y la CTEP cuando escuchan que "a fin de año revienta todo"?
– Que es responsabilidad del Gobierno que no reviente. El Estado debe regar la pradera. Nosotros no buscamos que reviente, porque los que más sufren son nuestros compañeros. El capitalismo acumula gracias a las crisis. En cada crisis nacen más millonarios manoteando a miles de humildes. Se vende menos leche y más champagne. No queremos retrocesos. En mi barrio de una villa de San Fernando, donde vivía, pasó la revolución de las ventanas con Néstor y con Alicia Kirchner. Antes no había ventanas. Con el gobierno anterior estábamos muchísimo mejor. Yo mil veces le agradecí a Alicia, a Néstor. Ahora está cada vez peor, en la esquina de donde yo vivía ya murieron cinco pibes. El último, por un tiro que era para otro y recibió él.
– ¿Es tan grave la cuestión del narco en las villas?
– Es una parte de los vicios que nos mete el capitalismo. Pero en la Argentina, a diferencia de otros países de América Latina, como Brasil, la plata de la droga no termina en la propia villa sino en un country, de Nordelta o de donde sea. En la CTEP tenemos cinco centros antidroga para recuperación de pibes. Son los que marcharon con una bandera que decía "Vientos de libertad". La política y la religión ayudan. El último centro que abrimos está en Tigre, en un terreno que nos dio el gobierno. En las villas resistimos el bombardeo del paco y la birra. La birra es una droga socialmente aceptada y genera mucha violencia. Mata. Hay que ponerle un impuesto para que sea muy cara. Y bajar la leche.
– ¿Por qué los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina no llegaron a resolver estos problemas?
– Porque no tuvimos tiempo. Aunque con los siete puntos del PBI distribuidos por Cristina entre los humildes las casitas dejaron de ser de chapa y pasaron a ser de material y con ventanas. Lo mismo en el campo. El Anses llegó hasta El Impenetrable. Los campesinos empezaron a tener una motito para llegar al pueblo. Soy agradecido pero nunca me voy a conformar con eso, porque si eso se sostiene en el tiempo termina trayendo vicio social. Las diferencias educacionales son monstruosas. Ya sabemos que los planes no deben ser para siempre, que el 80 por ciento de la sociedad no puede vivir del consumo del 20 o lo que consume un solo sector económico. Como decía Perón, "todos tienen que consumir lo que producen". Hace falta un proceso productivo de baja intensidad, de mucha mano de obra, de poca energía, de consumo. Me acuerdo de un día en que acompañé a Néstor a inaugurar una planta de Honda con una inversión de siete millones de dólares. Iban a trabajar 58 personas. Así no llegamos nunca. Discutamos estas cosas. Atemos el mínimo no imponible al salario mínimo, vital y móvil, así podemos construir la unidad de la clase. Por eso estamos en el proceso de unidad con la CGT. Es más profundo que discutir planes. Discutimos un nuevo sujeto social. El 40 por ciento de los trabajadores que se autoinventaron el trabajo – como dice Francisco – son un nuevo componente. Ya hay una cooperativa informática. Y está la Garganta Poderosa, con una forma muy interesante de comunicar. Poetas sociales que inventan trabajo, dice Francisco de los que otros llaman free lance. Néstor me decía: "Voy a subir un poquito en la escalera y te voy a dejar un poquito más arriba, para que sigas subiendo". No podemos empezar todos los días un escalón más abajo. En el 2001 a los compañeros había que juntarlos en pedazos. Tenemos que salir de un punto más alto. Para eso yo tengo que tener relación con este gobierno. Si no me arrastran. Con el mazo dando y en la mesa negociando.
– ¿Cuál es tu mazo en este caso?
– El mazazo de Congreso, una demostración de que estamos todos unidos. Una patria para todos.
– ¿Incluso sin paro?
– Seamos honestos. Los compañeros docentes hicieron muchos paros, cada vez son menos y no consiguieron todo lo que buscaban. El buen dirigente sindical es el que logra avanzar. El buen diputado opositor es el que construye mayorías para sacar leyes a favor de los intereses populares. ¿O el buen sindicalista es el que no se sienta en ninguna mesa? Y los políticos están en deuda. Las leyes de triunfo las hicimos de afuera del Congreso para adentro. La ley de emergencia laboral primero y ahora la de emergencia social. Al principio no iban a las reuniones. ¿Así que el que habla y negocia es traidor? Conseguimos un bono de 400 pesos para todos. Conseguimos que ningún plan sea menos de la mitad del salario mínimo, vital y móvil. Aumento cinco veces el bono del desempleo. E institucionalizamos nuestro diálogo. Al conflicto no hay que tenerle miedo, hay que desarrollarlo y tratar de meterlo dentro de Estado para darle solución positiva y si no es positiva, que sea intermedia, pero nunca negativa, porque a la tercera vez los compañeros no te acompañan.
–El proyecto de emergencia social fue criticado por los sectores conservadores. Dicen que no se puede financiar.
–¿Tengo cara de Presidente del Banco Central yo? Nosotros reclamamos. El que gobierna elige las prioridades. Si aumentaron en negociaciones con los gobernadores – y aclaro que no estoy en desacuerdo – 86 mil millones de dólares y les perdonaron a las economías regionales el cinco por ciento, ya con eso sobra. Y eso que la disminución de retenciones no fue a los productores. Por eso la Federación Agraria fue al Congreso. Incluso tengo claro nuestro papel en la emergencia social. La ley es responsabilidad de los legisladores. Es su deber resolver el tema. Por eso los diputados, mientras el Senado votó la emergencia, ya estaban armando un proyecto de ley para cambiar el sistema impositivo. Son iniciativas complementarias. Otro pase nuestro para ellos. Ahora, que construyan las mayorías. Me pone contento que la CGT esté organizando un encuentro en Parque Norte para discutir un programa en el que ya está trabajando la Corriente Federal. También tenemos un compromiso de organizar charlas y debates en las regionales con el tema de la deuda externa. Vamos incorporándole a la pelea elementos de un proyecto global.
– ¿Y los dirigentes políticos?
– No hay que preocuparse. Si ven que algo avanza después se vuelven locos por representar ese proyecto. El progresismo no alcanza. No basta con que la burguesía les diga a los trabajadores cómo se solucionan los problemas. La base del proceso revolucionario es darles poder a los trabajadores para que soluciones sus problemas. A mí me enamoró lo que una vez le escuché a Cristina en un acto en San Martín: "Yo no vengo a traerles nada, vengo a devolverles un poco de lo que el Estado les robó".
– Los chicos de las movilizaciones, ¿son peronistas?
– Los chicos van encontrando cosas nuevas. La pelea de las mujeres, por ejemplo. Cuando votó el matrimonio igualitario, Néstor dijo: "Hemos puesto el peronismo en el lugar de donde nunca se tendría que haber ido" Yo creo en eso. Creo en discutir cómo fundamos escuelas de doble de turno, porque en estos años las únicas escuelas de doble turno que hay en los barrios son las que hicimos nosotros. Son buenísimos nuestros bachilleratos populares. Dos maestros por grado. Un magisterio propio, con más egresados que los otros. Hoy tenemos que construir un nuevo bloque social, eso también tiene que empezar a ser parte de la discusión de la política, ¿cuál es ese nuevo bloque social? ¿Cuál es la burguesía nacional que queremos? ¿Cuál es el empresariado que queremos? ¿Cuán es la clase de trabajadora que queremos? ¿Cuál es la situación de la clase trabajadora? ¿Cuáles son los conflictos de esa clase trabajadora donde están juntos la leche, la crema y el agua? Eso es lo que tenemos por delante.
– ¿Por qué el Movimiento Evita y la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, la CTEP, no quieren manejar planes sociales ni cooperativas?
– Porque queremos ser una organización gremial. Si no te transformás en una organización patronal. Si vos manejas la cooperativa terminas siendo una patronal cubriéndote detrás de la figura de una cooperativa. Lo único que hacemos centralizado es la formación en cooperativismo, en asociativismo y en administración. Y controlamos mejor que el Estado que las cosas se hagan bien. Que donde decimos que haya un merendero, haya un merendero. Que donde decimos que haya un comedor, haya un comedor. Una cooperativa donde corresponda. En el último congreso del Evita hablé de un pibe de Florencio Varela que empezó con nosotros a los 14 años yendo a los piquetes. Cada vez que pasábamos el Puente Pueyrredón se volvía con dos o tres pares más. Un pibe difícil. Bueno, hoy es el administrador de la cooperativa que está administrando la construcción de viviendas en Varela. Hasta el Gobierno lo felicita. Este mismo Gobierno que le pone los drones para controlar que haya los siete ladrillos que están pautados. Ese cambio te llena de orgullo. Es empoderar a un compañero. Hoy tiene 30 y pico. Sacarlo del infierno fue un trabajo constante. Trabajo y control. Y formación.
– ¿En qué consiste la formación?
– Abarca hasta dar el know how administrativo. Que la buena experiencia pueda replicarse. Tenés que tener un jefe de personal, el registro de asistencia que va derecho a la computadora, cámaras que te permiten ver el avance de obra desde un celular... Hacen falta técnicos, arquitectos con experiencia en lo popular y el manejo de gente, un pibe del barrio que se haya recibido de maestro mayor de obra...
– Hoy, ¿cómo funciona la CTEP?
– Por ramas: campesinos, los recicladores urbanos llamados "cartoneros", los de la pequeña obra pública y los vendedores ambulantes, todos coordinados políticamente. El secretario de Formación es Juan Grabois. Nuestra maestría en economía popular termina con un curso donde vive Juan, en San Martín de los Andes. Los compañeros van y vienen en grupos de 25. El Chino Navarro decía que las organizaciones sociales al principio, en los '90 y algunas veces con Néstor, parecían el éxodo jujeño: Belgrano, estudiante de filosofía, adelante, y atrás todos. Hoy nuestras columnas, y eso se vio bien en el acto del Congreso, son gente que va cantando, bailando, participando, discutiendo. Eso se logra dándole independencia al compañero. Y se discute cada marcha en cada lugar.
– ¿Cómo es el circuito de los pagos?
– Por ejemplo vivienda. El Gobierno Nacional hace un acuerdo con la provincia, el instituto de la provincia firma con una cooperativa, esa cooperativa se organiza en grupos de 30 y esos 30 lo cobran. Si se trata del Argentina Trabaja, la tarjeta es del Estado. Siempre están bancarizados y tratando que todos sean siempre efectores sociales de nuestra obra social. El gobierno de la provincia contrata esa cooperativa como podría contratar a una empresa privada. Por eso no son planes. Cuando llegó Cristina en 2007 el Movimiento Evita tenía 25 mil planes. Cuando se fue, 66. El plan termina generando una situación viciosa. Lo ha dicho mucho Francisco: en la política, el organizador social es el trabajo. Es el que garantiza la mesa donde se come. La propia Cristina dijo en un acto que el 47 por ciento de los hogares argentinos recibía más dinero del Anses que de sus propios trabajos. Y ni hablemos si sumabas los ministerios. Está muy bien para la emergencia, y lo digo con enorme agradecimiento a Cristina, porque en ningún otro país de América Latina se destinó un porcentaje tan grande del PBI, del siete por ciento, para los sectores populares. Pero no está bien que el Estado en manos de las corporaciones te robe el trabajo, después la comida, después el estudio y después la política. Los planes sociales me hacen acordar a esas películas de África que te muestran cómo el neoliberalismo destruía todo y después los helicópteros yanquis tiraban comida para que abajo se mataran por ella. No es bueno vivir esperando el helicóptero que desde Estado tire planes sociales a la villa. La sociedad se hace más violenta.
– ¿Por qué hay más violencia?
– Estamos haciendo un censo en todas las villas para determinar exactamente cuántos compañeros y hace cuántas generaciones no conocen el trabajo constante. Si laburás cinco días y después no laburás 15, ¿en qué gastás la guita? ¿Siempre la ponés en tu casa? Hoy la mayoría de las familias nuestras están llevadas adelante por las compañeras. Están explotadas por ser mujeres, por ser trabajadoras y porque el chabón las dejó solas y se tienen que hacer cargo de todo. Por eso, volver a tener comedores ahora es una derrota. El Evita tiene 600. O en las escuelas los chicos se guardan el marroco, el cacho de pan, para llevárselo a un hermanito.
Dios, el octavo pasajero
Por José Pablo Feinmann
Las relaciones entre la filosofía y Dios han sido tempestuosas. El filósofo sabe que para pensar debe liberarse del corpus teológico. La fe solo es posible si se abandona la razón. Jaspers habló de el salto. Que se produciría en el encuentro entre el hombre y lo sagrado. Heidegger dijo, para filosofar hay que dejar de lado a Dios. O sea: la filosofía o Dios. Un hombre de fe es un teólogo, no un filósofo. El teólogo cree, el filósofo piensa. Sería erróneo deducir de esto que los teólogos no piensan. Pero piensan a partir de Dios como fundamento de todo lo existente. El pensamiento teologal no incluye la duda.
Dios, sin embargo, está presente en todas las filosofías. Cada una refiere a un momento en que lo absoluto se apropia del ente antropológico. Hagamos un leve repaso. Que no va a incluir a los griegos ni a los dioses romanos, ni a ningún otro dios. La fe tiene a Dios como fundamento de todo. ¿Qué absolutos debe edificar la filosofía para poder pensar?
A las cosas mismas:
1637 La duda cartesiana mata a Dios. Dudar es ya matar a Dios. Negar la verdad revelada en nombre de la verdad de la subjetividad. El hombre pasa a ser el subjectum. Incluso en la prueba ontológica que Descartes, concediendo desarrolla, Dios es deducido de la conciencia:"Dado que existe en mí la idea de la perfección, la perfección debe existir". En suma: se justifica la existencia de Dios acudiendo a la razón humana.
En Descartes – ese héroe del pensamiento – se produce el cambio decisivo. El Discurso del Método parte del hombre. El hombre que duda. De la duda surge la pregunta que pide explicaciones a lo absoluto. Plantea que lo absoluto puede ser aprehendido por la razón. Ergo cogito, Ergo sum. El poseedor de la razón es el hombre. Todo se subordina a ella. Los otros desarrollos sobre lo absoluto no tienen importancia. Son concesiones a la inquisición. Un filósofo – si quiere seguir filosofando – tiene que vivir. Descartes huye a Holanda. Ahí escribe su famosa obra. Junto a una cálida chimenea.
1789 La Revolución Francesa pone también al hombre en el centro de toda acción contra la monarquía. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, así lo dice. La cabeza de Luis XVI ha sido separada de su cuerpo por la guillotina de la revolución. Podríamos decir: Descartes guillotinó a Luis XVI. Nadie gobierna por derecho divino. Se gobierna en el mundo por la fuerza y por la razón de la fuerza.
Si la razón es fundamento de lo absoluto, el ente antropológico que es el único que la posee, es el nuevo absoluto.
El nuevo fundamento. Existe el hombre, Dios ha muerto. Todo esto se totaliza con el dictum kantiano: "el intelecto dicta leyes a la naturaleza".
1843 Marx, en su "Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel", postula la teoría de la religión como "opio". Hay que reemplazar la crítica del cielo por la crítica de la tierra.
El hombre hace la historia. Y su conciencia crítica es fundamental: "Hay que añadirle a la ignominia la conciencia de la ignominia para hacerla más ignominiosa".
Hegel trata de unir el sujeto con la sustancia. Son lo mismo. Todo lo racional es real, todo lo real es racional. Marx según todos saben y ha sido abrumadoramente dicho, pone a Hegel cabeza abajo. Busca fundamentar la materia. La materia es la praxis humana. El fundamento del ente racional es la materia. No la razón. La materia debe ser transformada. Aquí aparece el concepto de praxis. Marx no puso a Hegel cabeza abajo, simplemente giró el eje hacia la praxis materialista.
El sujeto del materialismo tiene una carga irracional sacra. El Dios absoluto, de todos, es aquí la praxis humana. La Historia – tanto en Hegel como en Marx – se ha divinizado. Dios sigue presente en todas partes. Sea en el modo que se requiera. El Ser en Marx es utopía. Vivió en la época de los utopistas. Pero él fue el mejor de todos. Lo absoluto es la revolución proletaria. Y la organización mundial de la clase obrera. Esto se entiende con dos consignas: Proletarios del mundo uníos. La crítica de la razón debe completarse con la crítica de las armas.
1807 "Fenomenología del Espíritu": Hegel niega toda trascendencia a la historia humana, proceso inmanente, racional y necesario. Dios ha muerto. La dialéctica histórica culmina en un absoluto que es el Estado, como síntesis de lo universal y lo particular.
1870 Nietzsche: la unidad alemana reclama la voluntad de poder.
Alemania, "nación tardía", necesita su espacio vital. Luego: la voluntad de poder es conservación y crecimiento. Si quiere "conservarse" tiene que crecer. Para conservarse y crecer la voluntad debe ante todo ser voluntad de voluntad, es decir, quererse a sí misma. Este es el sentido más profundo del eterno retorno: es el eterno retorno de la voluntad de poder sobre sí misma. Lo que quiere la voluntad es la voluntad. Lo que quiere mi deseo es mi deseo. El deseo es, ante todo, deseo de mi deseo. La voluntad de poder se instala en la Lebenswelt, el mundo de la vida.
Así, Nietzsche abomina del platonismo y del cristianismo, que instalan el reino de lo suprasensible. Dios ha muerto. Lo reemplaza el Superhombre, Übermensch. El hombre es un puente entre la bestia y el superhombre.
Ahora, ¿ha muerto Dios? No: Dios es el octavo pasajero. Es el "absoluto" del que ninguna filosofía alcanza a prescindir. Seamos osados:
Descartes: Dios es el cogito.
Kant: Dios es el sujeto trascendental.
Hegel: Dios es la sustancia devenida sujeto. El desarrollo de la autoconciencia hasta el Saber absoluto. Y, en última instancia, el Estado.
Marx: Dios es la materia, es la historia y su redentor (su Cristo), el proletariado.
Nietzsche: Dios es la vida, la voluntad de poder y el Superhombre.
RICARDO FORSTER Y LA REPETICIÓN ARGENTINA. DEL KIRCHNERISMO A LA NUEVA DERECHA
"Tenemos que reformular muchísimas cuestiones"
El filósofo explora en este libro las tramas sociales, políticas, económicas y culturales de esta restauración conservadora que se ha abierto desde el triunfo de Macri. "El punto de corte, hoy, está entre neoliberalismo y antineoliberalismo", plantea.
Por Silvina Friera
El relato del macrismo podría ser involuntariamente proustiano, si se permite la ironía de propinar una estocada a la farsa de un discurso de pasteurización de los conflictos, mientras que en la práctica se erosionan brutalmente derechos, democracia e igualdad. "La derecha se prepara para recuperar el tiempo perdido. Fue, es y será implacable. Ellos, los republicanos, no tienen ningún inconveniente en arrasar la legalidad constitucional", advierte Ricardo Forster en su nuevo libro La repetición argentina. Del kirchnerismo a la nueva derecha (Marea). "Van por todo pero, ahora, con globos de colores y la revolución de la alegría. Las carcajadas de los gerentes de las grandes corporaciones económicas resuenan en todos lados. Ellos les harán ganar fortunas incalculables a sus empresas mientras aceitan golosamente la transferencia de recursos de los trabajadores a los dueños del capital y de las tierras. Pero claro, a eso no se lo llama 'corrupción', son solo negocios habilitados por los magos del macrismo e invisibilizados por los medios de comunicación", agrega el filósofo en este ensayo que explora las tramas sociales, políticas, económicas y culturales de esta restauración conservadora que se ha abierto con el triunfo de Mauricio Macri.
¿Se puede hoy ser peronista sin ser kirchnerista?, se pregunta Forster al comienzo del libro. "Voy a ser políticamente incorrecto retomando una cierta visión de Nicolás Casullo, cuando decía que el peronismo atraviesa los 90 como quien entra en su propio momento prostibulario de destitución de sus mejores tradiciones y borra la memoria de lo plebeyo, de lo insurrecto, del igualitarismo – plantea el filósofo en la entrevista con PáginaI12 –. El peronismo de los 90 liquidó la tradición igualitarista y el kirchnerismo lo que hizo es reponerla a contracorriente. La llegada de Néstor Kirchner y el proceso histórico que continuó Cristina significó una profunda redefinición y una reinvención del peronismo. Durante los doce años de kirchnerismo, el peronismo se reencontró con lo mejor de su tradición histórica, rearticuló un vínculo con la memoria, construyó puentes hacia el pasado y al mismo tiempo colocó a la tradición popular en el interior de los desafíos del siglo XXI. Si el kirchnerismo se disuelve y lo que queda es un peronismo que opera bajo cierta lógica que ya conocimos, sería una tragedia para la historia del movimiento popular. El kirchnerismo volvió a colocar al peronismo en una dimensión maldita".
–El libro sale en el contexto en que (Donald) Trump gana las elecciones en Estados Unidos, obviamente que leyendo lo que está sucediendo uno tiene la obligación de reformular muchísimas cuestiones. En países como el nuestro, donde se atraviesa un largo período de reconstrucción de una tradición democrática ampliadora de derechos, que pone el acento en reinventar el concepto de igualdad, que opera sobre la politización de la sociedad, la respuesta es una restauración neoliberal. Si bien el kirchnerismo logró producir cambios en la percepción de la realidad, generó las condiciones de una repolitización de la sociedad, no cabe la menor duda de que perduró una mirada neoliberal del mundo en parte de la sociedad argentina. La fábrica de producción de subjetividad que es el neoliberalismo siguió funcionando a pleno a través de los medios de comunicación, la industria de la cultura, la sociedad del espectáculo. El miedo es algo muy profundo, no es simplemente una sensación a flor de piel. León Rozitchner hablaba de ese terror que quedó enquistado en el cuerpo a partir del terrorismo de Estado. Para León, aquella decisión histórica de Néstor Kirchner de dar la orden para que se bajaran los cuadros de (Jorge) Videla y de (Reynaldo) Bignone fue como el punto de ruptura con ese terror que estaba en el cuerpo. Pero a su vez hay otro tipo de terror que viene atravesando la sociedad argentina, que es el terror a la caída en abismo de lo social, el miedo al otro, el hecho de que un sector de la clase media, aunque hoy esté mal, prefiera atravesar su propia malaria con tal de que los negros no tengan más ese lugar de privilegio que tuvieron con el gobierno "corrupto", "demagógico" y populista de los Kirchner. En los 90 el neoliberalismo estaba socialmente habilitado; una parte mayoritaria de la sociedad veía que era inexorable y necesario avanzar en el desguace del Estado y en las privatizaciones. Hoy el neoliberalismo ha caducado como dispositivo capaz de enamorar a una sociedad y de proyectar fantasías irrealizables para las grandes mayorías.
–La corrupción, minimizada por el kirchnerismo o el PT en Brasil, descolocó a los movimientos populares y los dejó sin una construcción discursiva que pueda contrarrestar el tema. ¿Cómo cree que se puede desarticular ese sentido común que busca instaurar que los corruptos son los políticos de los movimientos populares, mientras que las figuras empresariales de las nuevas derechas, desde Trump a Macri, son presentadas como una especie de "ángeles impolutos"?
–Hay una diferencia no menor entre la corrupción del capitalismo y la corrupción al interior de las prácticas públicas, mucho más si esa corrupción está dentro de proyectos emancipatorios. El capitalismo ha logrado transformar la corrupción de origen en éxito y virtud, desde la acumulación originaria del capital descripta de una forma extraordinaria por (Karl) Marx, que va mostrando cómo se despoja a los campesinos y se sobrexplota las fuerzas de trabajo para generar las condiciones de una acumulación desde la cual desplegar al capitalismo hasta el endeudamiento feroz, la fuga de capitales, la banca offshore, el producir políticas para que el uno por ciento de la sociedad acumule más. Todo eso está en la trama de lo que (Jean-Paul) Sartre definía como la corrupción propia del capital, que no puede ser sino corrupto. Sin embargo, en el imaginario de la sociedad no es identificado como corrupto el vaciamiento del Estado, el desguace, las privatizaciones, la famosa patria contratista, el hecho de que Macri sea del riñón de aquellos que se aprovecharon del Estado para enriquecerse y que hoy vienen con el discurso de la virtud pública. La corrupción está sobrevaluada por los grandes medios de comunicación y subvaluada por los proyectos populares; ahí tenemos un dilema. La paradoja es que mientras que la corrupción puede ser un dato persistente en el interior de cualquier gobierno neoliberal, su existencia en el interior de un proyecto democrático popular es una debilidad sobre la que van a trabajar sistemáticamente los medios de comunicación. De ninguna manera la corrupción es el centro de lo que ha ocurrido en Argentina -todo lo contrario-; pero sí entiendo que es un dispositivo que ha funcionado como una bomba de relojería que la hacen estallar todo el tiempo.
–¿Cuáles fueron los límites con los que se encontró el kirchnerismo? Una cuestión a pensar podría ser si el exceso de debate, la intensidad política del kirchnerismo, no se le volvió en contra…
–Lo mejor del kirchnerismo fue su potencia disruptiva, su capacidad de ir por delante de lo que la sociedad demandaba. Néstor y Cristina se pusieron a la izquierda de la sociedad. Yo recuerdo que "Pancho" Aricó decía que (Raúl) Alfonsín se había puesto a la izquierda de la sociedad. Y efectivamente cuando uno mira las demandas de la sociedad argentina del 2003 de ninguna manera en esas demandas estaba lo que Néstor iba a realizar: ni la política de derechos humanos, ni la política económica, ni la política latinoamericana, ni la política social. El kirchnerismo fue lo que fue porque se atrevió, porque tuvo coraje para lanzarse adonde nadie se atrevía, porque extremó muchas veces la propia disputa. Yo soy de los que reivindican que la resolución 125 fue el punto de clivaje en la historia del kirchnerismo: fue una derrota política, pero al mismo tiempo generó trama identitaria, mística, politizó a la sociedad. De los ciclos de ampliación de derechos, de democratización, el más largo fue el de Néstor y Cristina con un nivel de confrontación con los poderes reales y las estructuras corporativas muy significativo. Uno de los límites más importantes del kirchnerismo fue no haber podido cambiar la estructura económica argentina, no pudo generar una salida a ese chantaje histórico que es el momento exacto donde hay una restricción de dólares. La restricción cambiaria es el límite de todo proyecto democratizador e igualitarista. A eso hay que agregarle seguramente el hecho no menor de tener que focalizar en la expansión del consumo, que para mí tiene un gran problema: la metamorfosis simbólica cultural que se opera en aquellos que acceden al consumo.
–¿Por qué quienes acceden a determinados bienes que mejoran significativamente sus vidas pronto se olvidan de la exclusión de la que vienen para adoptar los valores de las clases medias?
–(Álvaro) García Linera viene planteando que quizá no vimos el impacto de estos procesos virtuosos de movilidad social ascendente, que son virtuosos en términos económicos, pero son complejos en términos ideológicos, culturales, en términos de pérdida de memoria y de historicidad. El hecho de haber llegado a una diferencia muy baja en el balotaje plantea que una parte importante de la sociedad no ha aceptado como verdad ni el discurso mediático ni el discurso del macrismo. Cristina se fue con un acontecimiento político extraordinario como fue la movilización del 9 de diciembre de 2015 y sigue teniendo una capacidad de interpelación importante en los sectores populares. El kirchnerismo sigue siendo una lengua que se está desplegando y que no se ha disuelto. Fredric Jameson decía que es más probable imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Nunca un sistema en el mundo ha logrado lo que logró el capitalismo contemporáneo, que es transformar en energía la fuerza de sus críticos. Nunca se había dado en América Latina una confluencia de experiencias y liderazgos como en Bolivia, Venezuela, Ecuador, Brasil y Argentina. Después de un ciclo importantísimo de 15 años, ¿qué hacer? Melancólicamente nos volvemos sepultureros y en un gesto de harakiri decimos: "somos responsables de la derrota". O le sacamos el jugo a una experiencia formidable, de una potencia que no se ha cerrado.
–¿La puerta del optimismo está abierta?
–Yo parto de una premisa: lo peor siempre está garantizado. De vez en cuando algo se interrumpe en la historia; soy muy benjaminiano en ese sentido. El infierno es que todo siga igual, decía (Walter) Benjamin. Cada tanto hay un dislocamiento, una ruptura, una sorpresa. Doce años de sorpresas llevó a que movimientos como el kirchnerismo, que ciertos sectores de la izquierda siguen execrando, hayan sido los únicos que cuestionaron al poder real. La construcción del odio es muy impresionante y sólo se construye el odio cuando el sujeto odiado ha sido capaz de tocar algunos resortes del poder.
–¿Cómo ve el panorama electoral para el próximo año? ¿En 2017 se juega la posibilidad de relección del macrismo?
–Absolutamente. Si no se hace una buena elección en 2017, hay grandes chances de un macrismo relecto. Yo creo que es posible hacer una buena elección, pero dependerá de cómo se construya la unidad. Me parece que está buena la idea que algunos están planteando que el punto de corte está entre neoliberalismo y antineoliberalismo. En ese corte no puede entrar el massismo, el Frente Renovador, pero sí gran parte de los actores que confluyeron en su momento en el Frente para la Victoria, incluso otros que estaban afuera y que hoy son parte de una movilización compartida. Imagino a la CTA de Hugo Yasky y la CTA de Pablo Micheli. Si se confluye alrededor de la candidatura de Cristina en 2017, creo que se hará una gran elección en la provincia de Buenos Aires. Las fuerzas populares siempre van en contra del peligro de la repetición. Si hay algo que se repite en la historia suele ser la barbarie; por lo tanto hay que luchar contra esa barbarie sin garantías. El kirchnerismo, el chavismo, Evo (Morales) en Bolivia, (Luiz Inácio) Lula (da Silva) en Brasil, (Rafael) Correa en Ecuador, interrumpieron la barbarie. ¿Estaremos en condiciones de volver a hacerlo? Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad, decía (Antonio) Gramsci. Nada es más peligroso que hacer del pesimismo un camino irreversible hacia el nihilismo. El pesimismo es una fuerza crítica, mi formación viene de (Theodor) Adorno, de la dialéctica crítica, no puedo ser optimista civilizatorio. Si el pesimismo no es crítico, si no se monta sobre una voluntad que insiste en el acontecimiento, la sorpresa y la ruptura, termina siendo funcional al sistema.
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