La Tecl@ Eñe
Editor/Director: Conrado Yasenza
viernes 11 de noviembre de 2016
El efecto Trump
La dinámica de la hegemonía del Estado Continental Industrial/Servicios, cuyo máximo exponente es los EE.UU, ha encontrado en Donald Trump a un perforador furtivo de los intersticios del muro capitalista, en el que conviven la solidez y la estabilidad con las grietas que produce su propia dinámica. El presidente Trump es otra versión de la misma hegemonía que no se detiene en la consolidación de su dinámica proyectiva hacia la consolidación del Estado Continental Industrial/Servicios. Trump puede ser considerado un obstáculo imprevisto que la dinámica hegemónica buscará reorientar.
Por Ricardo Rouvier *
(para La Tecl@ Eñe)
La etapa actual de las hegemonías mundiales, en la que EEUU es la nave insignia, marca la ratificación de la tendencia a la globalización económica e inclusive geopolítica. Esto señala, por otra parte, el agotamiento del Estado Nación industrial clásico como sujeto soberano, condenando a los Estados agrarios, agro exportadores o economías industrialmente débiles, a ser fatalmente dependientes. Si repasamos el escenario mundial, vemos que los países con más potencial para constituirse en Estados continentales industriales y de servicios son: EE.UU.; China; Rusia e India, porque reúnen las condiciones necesarias.
Un Estado continental industrial implica un poder que reúne cinco dimensiones claves: política, científico-tecnológica, industrial, militar y cultural, en un espacio de superficie continental. En mi opinión, lo cultural es la dimensión más importante, la que cierra todo, la que le da sentido. Son los valores difundidos por la cultura mediática y el sentido común que todo lo naturaliza y lo vacía de historia. A la matriz industrial habría que agregar la participación creciente de los servicios. Hoy, los EEUU son grandes productores y exportadores de servicios, que explican más de dos tercios de la economía nacional.
En 1994 las cien compañías norteamericanas más grandes producían más de un tercio del PBI mundial; mientras que en el 2013 este número creció al 46%. Sin embargo por efecto de lo global, parte de este avance de la concentración es producto también de la permanente división internacional del trabajo que ubica a las fábricas fuera del territorio de los países centrales, buscando optimizar su tasa de ganancia en los terrenos periféricos. Es decir, el progreso de las corporaciones va en contra de la estabilidad de la clase trabajadora norteamericana, porque se apela a la fuerza de trabajo china, india o latinoamericana. Tenemos al desnudo al capitalismo y sus contradicciones. La mitad de la renta mundial la posee un 1% de población, la otra mitad se la reparte el 99% restante. Solamente 85 personas tienen más riqueza que la mitad más pobre de la población a nivel mundial.
En los EEUU durante las últimas décadas, la riqueza se fue concentrando en el 1% de los estadounidenses, que ostentan la obscenidad de U$S 27 millones anuales, de ingresos medios, por familia, mientras que ese mismo índice para el 90% de los hogares estadounidenses alcanza a U$S 31.000 dólares por año, según datos de la Universidad de California - Berkeley.
Trump ingresó furtivamente en los intersticios del muro capitalista, en el que conviven la solidez y la estabilidad, con las grietas que produce su propia dinámica. Ganó una interna poblada del partido Republicano, y avanzó con el apoyo paradójico de los medios que lo convirtieron en un suceso; estrafalario, pero suceso. Se hizo cargo del país profundo y tomó su voz, sin que sus maneras y opiniones extemporáneas interesaran mucho a sus votantes. El machismo no se agota en este millonario. Además, compitió con la decrepitud de la dinastía Clinton, y una candidata sin ángel y desgastada. La característica central de esta elección fue el voto negativo, un veto al otro candidato, más que un voto programático. Un voto contra el abortismo, la multiculturalidad, las vanguardias estéticas, y los once millones de indocumentados, en su mayoría latinos.
La campaña de Clinton intentó diferenciarse desde la racionalidad, para contrastar con un sanguíneo Trump; pero ella no llegó a emocionar al electorado. Como en el boxeo, ella eligió el contragolpe y él el directo a la mandíbula.
El candidato republicano se apoyó en los yanquis que no fueron invitados al festín, los que miran hacia adentro con "la ñata contra el vidrio". Es evidente que con el Presidente elegido se expresa la colisión entre lo global y lo local, como pasó, o está pasando, con el Brexit. La globalización tan deseada, activa los factores internos de generación de avalanchas migratorias, de incremento de la marginalidad social, de una moral de fracaso y denigración; y coloca a poblaciones enteras en la rampa de lanzamiento de la demanda compensatoria. Hitler, salvando las distancias, surgió también por causas similares. Los pueblos a veces hacen sonar el escarmiento, en este caso, tememos que eso recaiga en los propios hombros de los desesperados.
"Es evidente que con Trump elegido como presidente de los EE.UU se expresa la colisión entre lo global y lo local, como pasó, o está pasando, con el Brexit… La globalización tan deseada, activa los factores internos de generación de avalanchas migratorias, de incremento de la marginalidad social, de una moral de fracaso y denigración; y coloca a poblaciones enteras en la rampa de lanzamiento de la demanda compensatoria… Ahora, no hay que disfrazarse de nada, la realidad ha chocado contra sí misma, y no hay eufemismos que valgan. El complejo estatal industrial militar debe negociar con el poder financiero para mantener la unidad nacional. "
La dinámica hegemónica encuentra un límite, pero en este caso no es una barrera puesta por la izquierda, lo nacional o popular, sino por derecha. Trump, indudablemente representa a la derecha cultural norteamericana que aparece en el borde entre el nacionalismo y la xenofobia. Entre la comprensión sobre los desocupados y subocupados, y también entre aquellos que desconfían del establishment y odian a Wall Street. Algunas de estas cuestiones básicas interceptan levemente, o pueden interceptar, con una mirada progresista anticapitalista. Pero Trump es otra versión de la misma hegemonía, es una reconstitución o reparación de la misma. Valoriza el destino manifiesto de los EEUU como rector, como líder moral del mundo, pero en línea con la demanda de sus votantes, quiere expandirse hacia adentro, en un proteccionismo contradictorio con la ideología neoliberal del Partido Republicano.
Es muy probable que muchas de las bravuconadas de campaña no se lleven a cabo. Es probable que los lobbies de las multinacionales lo rodeen para que aprenda a pensar en línea con lo estructuralmente determinado. La maquinaria del sistema no se detiene, puede tomar alguna diagonal, cortar camino, retroceder o ir un poco más despacio, pero Trump no podrá evitar que no se proyecte el Estado Continental Industrial/Servicios.
Pero hay que observar que los últimos grandes movimientos que se están produciendo en la UE y en los EEUU, muestran una tendencia retardataria de la globalización, y un fortalecimiento de los nacionalismos. En varios países europeos el realineamiento ideológico corre hacia el centro a Merkel y al Partido Conservador inglés; como así también, al Presidente colombiano. Toda esta flexibilización y cambios en lo ideológico deberían ser mirados y estudiados con atención por el progresismo, y el pensamiento nacional latinoamericano, y afrontar un debate en tal sentido.
Rusia sonríe con este resultado y refuerza su liderazgo en la alianza euroasiática, buscando que la UE, amenaza de provisión de gas mediante, lo tome muy en serio. Esperan disipar tensiones en su relación bilateral y dejar a China en un segundo plano. Ahora, en ese complejo ajedrez que incluye la guerra en medio oriente, tiene un nuevo jugador. Este jugador puede competir sin ataduras; el Partido Republicano tiene el poder legislativo en su mano.
El gobierno de Macri, como la mayoría de los gobiernos del mundo, descontaba y deseaban que Hilary Clinton triunfara. Una reafirmación de la globalización por lo menos nos ponía en alguna lista de preferencias para los grandes capitales. Preferencia que aún, transcurrido un año del ascenso de Macri, no ha ocurrido. Es obvio que ahora vendrá un reacomodamiento general de los centros del poder mundial que observarán con detalle la realpolitik del elegido.
A esta hora, el tea party festeja, y el Ku Kux Klan también. Pero, no hay que confundirse con las palabras; este es un populismo de ricos, rápidos para transigir ante el establishment, cuando los intereses están sobre la mesa. Ahora, no hay que disfrazarse de nada, la realidad ha chocado contra sí misma, y no hay eufemismos que valgan. El complejo estatal industrial militar debe negociar con el poder financiero para mantener la unidad nacional.
El Papa Francisco debe estar confirmando su certeza sobre el inicio de la tercera guerra mundial. En la otra punta Fidel Castro también lo venía mencionando, desde hace años, en el diario Granma.
En lo estructural, en cuanto a la evolución hegemónica del mundo que señalamos en el inicio de esta nota, la dinámica ha sufrido un traspié llamado Trump. Esto no es mejor, en principio, para los países emergentes, ni es mejor para los movimientos contra hegemónicos actuales o por venir. Pero nos resulta difícil pensar que el Presidente consagrado vaya a cumplir sus amenazas, ya que si lo hiciera surgirían nuevos desafíos para los pueblos y nuevas luchas. Tal vez, en esta hora, nuestra esperanza sea que Trump traicione a Trump.
Y si, finalmente, quiere construir el muro como frontera con los Estados Unidos de México, hay que movilizar las fuerzas progresistas de la región y del mundo para impedirlo.
* Licenciado en Sociología, doctor en Psicología. Analista político y docente universitario.
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