martes, 15 de noviembre de 2016

“Es como la dictadura o los 90”

Página/12

martes 15 de noviembre de 2016

      "No me gusta la permanente recurrencia del endeudamiento", aseguró Roberto Lavagna.            

"Es como la dictadura o los 90"
El ex ministro de Economía apuntó contra cuatro ejes que, según dijo, hacen inviable el rumbo económico actual: tasas de interés altas, dólar planchado, salarios a la baja con desocupación y altos niveles de endeudamiento para gastos corrientes.

"Lentamente nos hemos ido deslizando como país y como gobierno hacia una política que ya vivimos. La tuvimos con los militares y en los noventa y no genera desarrollo", fue el diagnóstico del ex ministro de Economía Roberto Lavagna, sobre las medidas que viene llevando adelante el gobierno de Mauricio Macri. En declaraciones radiales, apuntó contra cuatro ejes que, según dijo, hacen inviable el actual rumbo económico: tasas de interés altas, dólar planchado, salarios a la baja con desocupación y altos niveles de endeudamiento para gastos corrientes. "No es el programa económico adecuado", afirmó Lavagna quien se desempeña como asesor del Frente Renovador, que integra también su hijo Marco como diputado. Respecto de los supuestos brotes verdes que alienta el oficialismo constantemente, aseguró que no existen señales de recuperación económica y que cualquier repunte del año próximo sólo permitirá compensar el enorme bache que se generó este año. 
Pese a identificarse con un espacio político, como el massismo, que acompañó casi todas las medidas del gobierno nacional, entre ellas el endeudamiento por más de 16.500 millones de dólares para pagarle a los fondos buitre, se mostró impiadoso con la política económica de la actual administración. El ex ministro durante el duhaldismo y primeros años del kirchnerismo comparó el actual combo de políticas económicas aplicadas en menos de un año del gobierno de Cambiemos con las implementadas durante la última dictadura militar y con el menemismo. "En lo personal, no creo que políticas con tasas de interés muy altas, un dólar planchado que quita competitividad al país, tendencia de salarios a la baja combinada con baja ocupación y un alto endeudamiento sea el programa económico adecuado", aseguró. 

El ex ministro sostuvo que durante un año fue cauto a la espera de resultados. "A veces es tiempo de ayudar callando para que las políticas den resultado", dijo previo a desplegar su comparación más directa: "Pero ya tuvimos este modelo con los militares y en los noventa. No consigue dar resultados en los términos de un modelo de desarrollo". "Se parece a la combinación de los 70 y los 90, con falta de competitividad por el dólar, una masa salarial débil y la búsqueda de endeudamiento para tirar para adelante, que después no termina generando lo que uno espera de un modelo económico", agregó.
Ante el fallido pronóstico de lluvia de inversiones, el macrismo hizo en menos de un año de gestión nacional uso y abuso del financiamiento a través de deuda. Sólo con el sector externo y en moneda dura tomó ya unos 45 mil millones de dólares y un equivalente similar intra sector público y en letras del Banco Central. Según dejaron trascender desde el equipo económico que conduce el ministro Alfonso Prat-Gay, el objetivo será aprovechar el actual escenario de tasas bajas en el mundo, que podría revertirse tras la asunción de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, para colocar más deuda. 

La posibilidad casi irrestricta de emitir deuda en momentos de bajas tasas de interés globales es una trampa en la que suelen caer los gobiernos, como el menemismo en los 90, debido a que cuando vuelve a acomodarse el precio del dinero (la tasa) el costo de refinanciación de esos compromisos los vuelve impagables. Los países terminan así, como la Argentina, con un default de su deuda. "Los que ganan con este dinero son muy flexibles cuando les conviene pero después no, y los efectos que dejan son muy negativos", dijo Lavagna. 

"No me gusta la permanente recurrencia del endeudamiento y muchas veces cuando es sólo para pagar gastos corrientes. Desendeudarse cuesta muchísimo. Todos recuerdan lo que fue quitarnos esa piedra que había quedado en 2001. Mucho trabajo y costo social. En cambio, aumentarla cuesta muy poco", recordó el ex ministro a cargo de la primera reestructuración de deuda en 2005. En tal sentido, insistió en que las altas tasas de interés internas "no permiten la inversión y mucho menos a las pymes, mientras que esta falta de competitividad externa nos encierra más como economía". Por último, pidió no responsabilizar a Trump de los efectos de la política actual. "Argentina no está en la primera línea de impacto. Las cosas que ocurran van a ser 80 por ciento por cuestiones locales", concluyó.

Frigerio defendió al Gobierno


"Estamos ordenando la economía y desactivando las bombas que nos dejaron. Hace cinco años que el país no genera empleo en el sector privado. Tenemos el enorme desafío de recuperar la inversión local y volver al mundo para recibir inversiones internacionales", afirmó ayer el ministro del Interior, Rogelio Frigerio. Las declaraciones del jefe de ministros fueron en referencia a los dichos del ex ministro de Economía, Roberto Lavagna, quien comparó en una entrevista radial las actuales políticas económicas con las implementadas en la última dictadura militar y en los noventa (ver aparte). Como hace habitualmente, el ministro del Interior aseguró que la herencia recibida forzó al gobierno a implementar algunas de las políticas criticadas por Lavagna, aunque aclaró que esas medidas "son las más importantes, dentro del reordenamiento de la macro y microeconomía, cuidando en cada sector a la gente con medidas sociales muy puntuales". "La verdad que me sorprendió la frase y no entiendo a qué se refiere", concluyó Frigerio.



















Una cena para frenar las críticas

           Macri recibió a Carrió en la quinta de Olivos.  


El presidente Mauricio Macri cenó anoche junto a su aliada Elisa Carrió en la Quinta de Olivos. El encuentro fue, una vez más, para intentar frenar un frente interno entre la líder de la Coalición Cívica y el presidente de Boca, Daniel "El Tano" Angelici.



No dieron muchos más detalles, salvo que para uno de los platos que se sirvieron durante la velada se utilizaron verduras de la huerta orgánica que Awada hizo armar en la quinta de Olivos.

En la previa del encuentro Macri tuvo una definición clara con respecto a las internas dentro de Cambiemos. "No puede haber lugar para pequeñas diferencias, ni para confrontaciones cuando hay tanta gente que quiere recuperar la esperanza", dijo durante un acto en Lanús.
La pelea de Carrió con Angelici ya es un clásico de Cambiemos aunque no es la única que ha surgido en los once meses que Macri lleva en el Gobierno. El escándalo que derivó en la separación de Juan José Gómez Centurión de la Aduana dejó al descubierto sus diferencias con la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. También fueron públicos los enfrentamientos entre el ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay, y el titular del Banco Central, Federico Sturzenegger. Camino a cumplir un año en la Casa Rosada Macri quiere terminar con las internas palaciegas.












EL CONTRASTE ENTRE LOS HECHOS Y LAS AFIRMACIONES DE MACRI EN EL DEBATE PRESIDENCIAL CON SCIOLI
Promesas desmentidas por la realidad
"Estás haciendo de vocero de lo que yo haría que no voy a hacer, ¿no?, de cosas horribles", le dijo Macri a Scioli. 
(Fuente: DyN)


En el debate realizado hace un año, el Presidente aseguró que no habría ajuste, que bajaría la inflación, que reduciría el desempleo, que no se abrirían las importaciones, que eliminaría el Impuesto a las Ganancias, entre otras cosas. Las medidas y políticas instrumentadas hasta ahora por el Gobierno fueron en el sentido contrario.

"Quiero empezar hablándote a vos que estás en tu casa, terminando el fin de semana en familia, preparándote para ir a trabajar mañana (…) Sé que tal vez te está costando llegar a fin de mes (…) Nosotros tenemos como objetivo económico lograr una Argentina con pobreza cero, para eso hay que ponerla en marcha." Esas fueron las palabras con que el candidato de la alianza Cambiemos, Mauricio Macri, se presentó ante millones de televidentes en el debate presidencial el 15 de noviembre del año pasado, siete días antes de la segunda vuelta en la que resultaría electo por sobre el candidato del FpV, Daniel Scioli. Aquella noche, por sorteo, Macri fue el encargado de inaugurar el show calificado de "histórico" por los moderadores; a Scioli, en cambio, le tocó cerrarlo: "El cambio viene con un ajuste bajo el brazo", dijo.
Mañana, cuando se cumpla un año del debate, el ministro de Interior, Rogelio Frigerio, y el secretario de Asuntos Políticos e Institucionales Adrián Pérez, comparecerán en Diputados para exponer los alcances del proyecto de ley que establece la obligatoriedad de los debates presidenciales y sanciona con la eliminación de los espacios gratuitos de publicidad audiovisual a los candidatos que lo eludan. El proyecto ya obtuvo media sanción en el Senado. Casi en simultáneo, el FpV realizará varias actividades en las que se volverá a proyectar la hora y cuarto que duró el intercambio entre ambos candidatos, bajo una sugestiva consigna: "día nacional de la mentira". Enterada del proyecto, la ex presidenta Cristina Kirchner fue la primera en pedir que "se retransmita en todos los canales" y se "sancione también a los que después no cumplen con lo que prometen". Scioli ya estrenó este fin de semana en Mar del Plata un documental con el objetivo de desnudar los contrastes entre lo expuesto por Macri aquella noche y las principales medidas macroeconómicas del Gobierno. El documental no soslaya el famoso contrapunto "¿En qué te convirtieron, Daniel? Pareces un panelista de 678."  
Macri prometió: "dos millones de puestos de trabajo", "pobreza cero", "cuidar a las pymes", "el más ambicioso plan de infraestructura de la historia argentina", "un millón y medio de créditos hipotecarios", "quitar el Impuesto a las Ganancias" y "volver a crecer". Negó que planeara ajustar, negó el tarifazo, la apertura de las importaciones, la devaluación, la conformación de un gabinete de CEO y hasta el pago a los fondos buitres y el crecimiento de la deuda externa. Un año después, todo eso fue desmentido por la realidad.

A vos que trabajás

"Hay que crear trabajo, cuidando los que tenemos", aseguró Macri para graficar la forma en que, dijo, iba a "poner en marcha" al país. Un año después, no hay informe estadístico que el Gobierno pueda mostrar para ratificar lo prometido. En lo que va del año, según el último informe publicado por el Centro de Economía Política Argentina (CEPA), se produjeron 213.166 despidos y suspensiones de trabajadores. El goteo de cesantías se produjo mes a mes, y durante el último  – octubre – "los despidos se incrementaron en más de siete veces respecto del mismo mes del año anterior", sobresaliendo en los rubros de la construcción, la metalurgia, textil, petróleo, comercio y gastronómicos, según indicó la consultora Tendencias Económicas.

El primer dato oficial, que brindó el propio Indec a fines de agosto, reconoció un incremento del desempleo del 5,9 al 9,6 por ciento entre el segundo semestre de 2015 y el de este año. También en agosto el Ministerio de Trabajo publicó su último informe sobre la evolución del empleo privado en base al SIPA (registro de trabajadores que aportan al sistema previsional), que demuestra que en doce meses hay 92.458 nuevos desempleados. Ese número hay que multiplicarlo por tres para considerar a los trabajadores de la economía informal (los que hacen "changas", trabajan en cooperativas, son cartoneros o agricultores familiares), según el cálculo que realizan organizaciones como la CTEP para dar cuenta de cómo afecta la política económica a los de abajo.

Crear empleo, siguió Macri durante su presentación en el debate, "significa cuidar nuestras pymes". Pero "las ventas minoristas cayeron un 8,2 por ciento en octubre", informó la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME), y agregó que en todo el año la baja "acumula un 7 por ciento promedio". "Es el décimo periodo consecutivo en que las ventas se retraen y lejos de recuperarse en el segundo semestre como se anticipaba a principios de año, las caídas se fueron acentuando mes a mes dejando a los comercios en una situación delicada", destacó el mismo documento. El bono de fin de año que plantearon el Gobierno y la CGT como paliativo para el ajuste, dice la CAME, lo podrán pagar sólo "el 37,4 por ciento" de las pequeñas y medianas empresas. El 42,3 por ciento ya decidió no pagarlo, con el argumento de que "la paralización de las ventas frenó la producción" y de que el tarifazo dejó a las empresas "sin resto financiero ni liquidez". El 20 por ciento restante "está evaluando la situación".

Lejos de promover el empleo, fue el propio Gobierno el que dio el puntapié inicial de los despidos masivos con los 11 mil empleados públicos que echó de la administración nacional, acusándolos de "grasa militante". Contando provincias y municipios, ese número trepó a 30 mil en el primer trimestre. No conforme con eso, el Ministerio de Modernización planea como mínimo jubilar a 15 mil estatales el año próximo, mientras en paralelo planifica discontinuar miles de contratos de trabajadores que no se ajustan a lo que definió como "dotación óptima de personal".


Ajuste y apertura  

"Yo no he hablado nunca de ajustar (...) Y abrir la economía es lo último que he dicho; hay que cuidar el empleo." Transcurridos apenas diez minutos de debate, el entonces candidato a presidente de la alianza Cambiemos intentaba desmentir los primeros embates de su rival. Scioli llegaba golpeado por los resultados de octubre y con la estrategia de "quitarle el velo al cambio". "¿Quién va a pagar el ajuste?", preguntó. Y Macri le respondió: "Veo hace varios días que estás haciendo de vocero de lo que yo haría que no voy a hacer, ¿no?, de cosas horribles".

Las "cosas horribles" comenzaron a padecerlas, algunos meses después, entre muchos otros, los trabajadores de la textil Alpargatas. Sobre un total de 9 mil trabajadores, 3600 empleados de la tradicional firma textil fueron suspendidos y la patronal decidió adelantarles las vacaciones tras acusar el golpe de la apertura de importaciones en el rubro. "La industria textil se está cayendo a pedazos", advirtió el titular Asociación Obrera Textil (AOT), José Listo.

El anuncio del lunes pasado de la quita de impuestos a la importación de computadoras generó otro cimbronazo. Insólitamente, el Gobierno anunció oficialmente que la medida afectará "sólo" a mil trabajadores. "Los ministerios de Trabajo y Producción están trabajando con los sindicatos, las empresas y los trabajadores para acompañar la transición con un plan que incluye: capacitación, seguro laboral y acuerdos con nuevos empleadores, donde el Estado cubrirá hasta el 50 por ciento del salario por un año", se dijo en el parte oficial.

La apertura que Macri negó en el debate terminó por confirmarla su secretario de Comercio, Miguel Braun, cuando dijo en marzo que el país "tarde o temprano" ingresaría  al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés) con EE.UU. Los planes de Cambiemos parecen haber quedado en stand-by tras el triunfo de Donald Trump.


Tarifazo

No sólo el Gobierno aplicó aumentos en los servicios sino que, como sucedió con el caso del gas, desoyó cacerolazos y marchas en contra de la medida y apeló las presentaciones judiciales de las asociaciones de consumidores para frenarlo. Sólo cumplió a medias con el fallo de la Corte que le ordenó convocar a una audiencia pública y que el aumento no fuera "confiscatorio". Al comparecer en la audiencia pública, el ministro de Energía, Juan José Aranguren ("en cada área hay un gerente de las multinacionales: en energía, hay uno de Shell, en materia agrícola, uno de Monsanto", había dicho Scioli en el debate), se negó sistemáticamente a revelar el precio de explotación del gas en boca de pozo, por lo que hasta hoy no hubo otra explicación oficial sobre el núcleo del aumento que haya sido el de la "pesada herencia".

Con el tarifazo, que además del gas también incluyó aumentos en la luz, el agua y el transporte, más una inflación que el propio Gobierno reconoció por encima del 40 por ciento anualizada, la pérdida del poder adquisitivo de los salarios ya daba en agosto una caída de 12 puntos según el Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (Cifra) de la CTA. El bono que ofreció ("estimativo" y a aplicar por rubro de acuerdo a las posibilidades de los empresarios), a cambio de reabrir las paritarias, fue de 2 mil pesos. Según Jorge Sola, del Observatorio Económico Social de la CGT, el bono debería ser de 8 mil pesos para compensar la caída este año del poder adquisitivo. Según un estudio del CEPA, ese número varía según la rama productiva. Por ejemplo, para los metalúrgicos, debería ser de 14.867,60 pesos, y para los gastronómicos, de 13.435,71 pesos.

Una pareja con dos hijos, según la junta interna de Ate-Indec, necesitaba 20.132,3 pesos al 31 de agosto de 2016 para vivir dignamente. Ese número se compone de 6393,5 pesos que cuesta la canasta alimentaria mínima y de los 13.738,8 que se llevan los gastos cotidianos de vestimenta, transporte, educación y otros. 

Si se suman 5 mil pesos más a ese sueldo, el trabajador que lo perciba seguirá pagando Ganancias, otra de las promesas expresadas durante el debate que ya fueron oficialmente incumplidas.


Crecer o creer

"Brotes verdes", "lluvia de inversiones", "repunte de la economía de la mano de la construcción", fueron algunos de los latiguillos esgrimidos en reemplazo del mantra del "segundo semestre". Según CEPA, hasta ahora no hubo "lluvia" sino apenas una "garúa" de inversiones: Macri dijo en julio esperar la llegada de más de 100 mil millones de dólares, pero apenas se registraron poco más de 18 mil millones, que no sirvieron para reactivar la economía. Algo similar sucedió con el blanqueo, que traía según los editoriales de los medios oficialistas los augurios de un mesías y terminó, al menos por ahora, con un repunte en el mercado inmobiliario (adonde fueron a parar algunos de los dólares blanqueados) lo que por otra parte no es ninguna novedad en términos económicos.   

"Hace cuatro años que no crecemos", dijo el Presidente aquella noche de noviembre en la Facultad de Derecho de la UBA. Hoy debería decir que son cinco o seis, de acuerdo al menos con el banco JP Morgan, ex empleador del ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay. "El PBI caerá en 2016 un 2,1 por ciento y en 2017 crecerá 3,2", pronosticó la firma financiera.

El propio Indec relanzado y refrendado por el FMI desmintió al Presidente: en paralelo a acusar al gobierno anterior de maquillar los números, reconoció que el 2015 el PBI creció un 2,37 por ciento y que este año registró un retroceso del 0,7 por ciento durante el primer semestre, lo que se dice recesión. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), por su parte, informó en julio que este año la contracción será del 1,5 por ciento.

Dos datos de la producción local encienden las alarmas: la CAME informó hace poco que el conjunto de medidas macroeconómicas derivaron en el cierre de 6300 comercios en todo el país; en agosto, la Unión Industrial Argentina informó que la producción industrial se contrajo un 6,6 por ciento respecto del mismo mes del año pasado.


Me rindo

Argentina pagó a principios de año 9600 millones de dólares cash a los fondos buitre. El oneroso pago no evitó, sin embargo, que la Argentina siga siendo objeto de juicios ante la Corte de Nueva York, como el caso de la firma radicada en Bahamas Brainbridge, que reclama un total de 65 millones de dólares.

Para financiarse durante este año, el Gobierno se endeudó con organismos multilaterales de crédito por 50 mil millones de dólares, un sprint al que no se animaron ni Domingo Cavallo ni José Martínez de Hoz. En el presupuesto de 2017 se estima que se pedirán prestados otros 45 mil millones de dólares, en su mayoría para paliar el déficit fiscal previsto en un 4,2 por ciento.

"Ya te he dicho que no vamos a hacer ajustes, que nosotros creemos en la expansión de la economía, en el crecimiento, que si a la gente le decimos la verdad, va a volver la inversión, va a volver el empleo. Pero, bueno, ya. Me rindo", dijo Macri al finalizar la noche, cuando hace apenas un año negaba que iba a tomar las decisiones que finalmente tomó.























Elogio del Populismo




Por        Mempo Giardinelli


El triunfo de Donald Trump el martes pasado desencadenó infinidad de interpretaciones, muchas originales y agudas. Coinciden en general en que el hombre es un patán racista bastante improvisado pero no tiene un pelo de tonto, y por eso apeló al nacionalismo, les habló a los trabajadores derechizados y prometió mano dura al boleo. Así, lo que se viene es sombrío y esta columna sólo añadirá una idea que quizá no se está viendo y que nos importa a los latinoamericanos con vocación igualitarista y conciencia nacional y popular.


El Sr. Trump encarna un populismo de derecha que siempre se llamó fascismo. Ese es su verdadero nombre. Esta columna calificó así al macrismo hace unos meses y recibió no pocas críticas. Pero cuando el perro parece perro, es perro nomás. Y no otra cosa son – juzgados por sus hechos, sus modos y los resultados – el gobierno macrista y sus aliados: la sumisa derecha radical, la derecha peronista hoy llamada massismo, y algunas diestras francotiradoras. El problema es de definiciones, entonces. Que no son sólo informativas sino que definen los rumbos, y ni se diga en política. 

El populismo ha sido el Monstruo Satánico de la política mundial de los últimos por lo menos 20 años. Todo lo que antes se condenaba como "comunismo" o "izquierdismo" pasó a ser estigmatizado ahora como "populismo". Un sayo acusatorio que inventaron y propagandizaron – y lo hacen todavía – los grandes diarios del mundo: desde el The New York Times hasta El País de Madrid y los principales de Londres, Roma, París y toda Nuestra América, donde sus más infames repetidores se han hecho un festival, que continúa y no parece acabar. 

En ese repertorio maligno se colocó en cada momento a todos los intentos de reforma social en Latinoamérica. Perón, ni se diga. Y Evita. Todavía hoy en sus sepulturas pagan esa condena verbal de los bien pensantes, los contentos, los momios, los gorilas, los finolis, los wasp y demás. Como la pagaron Getulio Vargas y Joao Goulart, y Salvador Allende y tantos otros reformadores que cuestionaron, algunos tibiamente, la devastadora lógica del capitalismo feroz. 

Esa ideología perversa sancionó que todo cuestionamiento al neocolonialismo era "populista", vocablo que devino sinónimo de simpleza y falta de sofisticación, de ligereza política, y ahora, en la Argentina, de corrupción. 

En esa degradación colocaron, para combatirlos – y los combaten todavía – a Néstor Kirchner, Lula da Silva y Hugo Chávez; y a Rafael Correa y Evo Morales; y al blando Fernando Lugo que se entregó enseguida, y a gobernantes más caretas que reformadores como Tabaré o Pepe Mujica, y por supuesto a Cristina y Dilma y Maduro, todos mezclados, biblia y calefón, con el eterno Fidel Castro. 

Lo que no nos dimos cuenta, parece, es que esas vanguardias reformistas no supieron  –o temieron – legitimar su nombre propio. Lo cierto es que no asumieron sin temores y hasta con orgullo el nombre que desde el capitalismo más salvaje se les encajaba de prepo y negativamente: Populismo.

Por eso, quizás, y es sólo una hipótesis, ahora el desconcierto se agrava con la presencia de este nuevo monarca mundial (no otra cosa son los presidentes norteamericanos) que despliega declaraciones racistas, una violencia verbal absolutamente machista y amenazas bélicas peligrosísimas.

Desde luego, ese desconcierto plantea un conflicto. Porque si Trump y Macri son populistas de libro, y Néstor, Lula, Hugo, Evo y Cristina también lo son, ¿en qué coinciden? La respuesta es: en nada. Y la explicación radica en que el populismo de ellos, como el del periodismo miserable que es el verdadero gobierno hoy en la Argentina, es pura y dura derecha fascista: antipopular, racista, globalizada, represiva, cínica y corrupta hasta lo inimaginable. 

Es importante plantear, entonces, que el populismo de matriz nacional y popular es abismalmente diferente porque entiende a la política como servicio patriótico, y a los trabajadores, los campesinos y los desheredados como sujetos de derechos y de equidad social a restaurar. Cuestión de sensibilidad, digamos, y de decencia y conducta cívica.

Para el capitalismo salvaje clásico el populismo es en cambio uno solo y es eso lo que los tiene momentáneamente confundidos por el arribo de este sujeto incalificable a la Casa Blanca. Por eso todos los grandes diarios del mundo conjeturan sin jugarse, mientras sus marionetas se preparan para ir a lamerle el culo al Sr. Trump como ya estamos viendo aquí.

Entonces, y como siempre, es bueno llamar a las cosas por su nombre: si populismo es defender que la salud, la educación, la previsión social y los recursos naturales sean responsabilidad estatal básica, y el papel rector del Estado es irrenunciable e insustituible, esta columna se declara populista. 

E igualmente si populismo es defender la inmigración y la universidad pública gratuita, y ejercer la soberanía frente a los poderes mundiales reafirmando la autodeterminación y la unión latinoamericana.

Si populismo es que el Estado sea garante de la equidad y de los derechos sociales; y si la igualdad, la diversidad y la identidad de género son populismo, también cabe asumirlo. Y si es populismo estar contra la extranjerización de tierras y aplicar impuestos a los latifundios y a toda la corporación judicial, y exigir una profunda reforma constitucional surgida de una asamblea popular constituyente, por voto no electrónico y cuanto antes como viene proponiendo El Manifiesto Argentino, esta columna es populista. 

Este populismo nada tiene que ver con Trump ni Macri ni Temer ni Peña Nieto y otros. Que, empecemos a decirlo, no son populistas. Son fascistas, llenos de racismo y de odio por su miedo de clase. Está claro que somos nosotros los populistas. Y a mucha honra.


























OPINIÓN

¿La derrota de Frank Underwood?



Por       Eduardo Aliverti



¿Cuánto de cerca quedan la conmoción por el triunfo de Donald Trump y un escenario argentino donde se supone que el problema es una economía helada, con signos evidentes de ir todo hacia atrás, en lugar de preocuparse por los efectos de las elecciones norteamericanas?


Esa pregunta es la comidilla del ambiente político e intelectual, junto con el shock que provoca en los sectores "bienpensantes" la victoria de un personaje esperpéntico. Y está insuflada por cierta mirada frívola que interroga sobre los costos agregados de la ostensible apuesta del gobierno macrista a favor de Hillary Clinton, como si, más allá de que pueda haber sido un mamarracho diplomático, las relaciones con Washington fueran a derrumbarse en función de despechos. 

Esa frivolidad, junto con varios apresuramientos analíticos, abarca otros costados de lo que suscita Trump. Algo de esto ya se observaba en el ensimismamiento con sus propuestas racistas y comentarios misóginos, al perder foco sobre la representatividad que tienen esos dichos en una enorme porción de la sociedad estadounidense. Pocos previeron que el discurso patriotero e "industrialista" del magnate estaba mucho más en sintonía con la furia por la pérdida del sueño americano de progreso individual, expresada tras la crisis financiera de 2008, que con la indignación del progresismo urbano y las conciencias sensibles por sus bestialidades declarativas. Un posteo circulante casi de inmediato a conocerse el éxito de Trump decía "Era Sanders, estúpido". La ingeniosidad es contrafáctica porque es imposible asegurar que el rival demócrata de Hillary, quien la corrió por izquierda durante las primarias, habría permitido un resultado diferente en las generales. Pero sí vuelve a quedar claro que – en términos globales – la falta de respuestas del (des)orden capitalista mundial, ante la exclusión generada por una concentración de la riqueza inédita en la historia, favorece electoralmente a los denominados populismos de derecha; y, dentro de ellos, a outsiders de los esquemas partidarios cuyos espejitos de colores son iguales a la orgía financiera, antiproductivista, que origina el descontento de franjas cada vez más amplias. Las clases políticas tradicionales, presas de este sistema líquido en papelitos insostenibles con bienes materiales, ya no disponen de respuesta ante el avance del sistema anarco-dinerario. Las mejores contestaciones que hubo, denostadas como populismos de izquierda, surgieron en Sudamérica y hoy se encuentran en retroceso por sus errores de implementación política, no por sus virtudes de haber advertido lo que se venía de persistir en recetas tradicionales. 

Hay otras consideraciones, antes de seguir atendiendo a la verdadera influencia en Argentina del presunto Capitán América directamente al frente de la Casa Blanca. Una, sustantiva, es que volvió a desplomarse la influencia decisiva de los medios de comunicación hegemónicos, nada menos que en un imperio que continúa siéndolo en lo cultural y militar, pero parcialmente en su influencia económica. Fue diferente lo ocurrido en las redes, donde el equipo de Trump (como el macrismo aquí) tuvo una eficacia muy superior a la de su contendiente. Pero es innegable que el electo mandatario norteamericano destrozó a cuanta encuesta quiera elegirse, reforzando lo que ya había sucedido con el Brexit y los acuerdos de paz colombianos, y que ganó contra la inmensa mayoría del establishment mediático de los Estados Unidos. En su sitio DesInformémonos, el cientista español Ignacio Ramonet, uno de los estudiosos del tema, resume bien cómo consiguió Trump invertir una tendencia que lo daba perdedor. "Este personaje atípico, con sus propuestas grotescas y sus ideas sensacionalistas, ya había desbaratado hasta ahora todos los pronósticos (…) La propia democracia, como modelo, perdió credibilidad. Los sistemas políticos han sido sacudidos hasta las raíces (…) En Europa, por ejemplo, se multiplicaron los terremotos electorales. Y en todas partes percibimos subidas de formaciones de extrema derecha (en Francia, en Austria y en los países nórdicos) o de partidos antisistema y anticorrupción (Italia, España). El paisaje político aparece radicalmente transformado (…) La irrupción del multimillonario Donald Trump en la Casa Blanca prolonga aquello y constituye una revolución electoral que ningún analista supo prever (…) Su estilo directo, populachero, y su mensaje maniqueo y reduccionista, apelando a los bajos instintos de ciertos sectores de la sociedad, (…) le confirió un carácter de autenticidad a ojos del sector más decepcionado del electorado de la derecha. Para muchos (…) irritados por lo 'políticamente correcto', que creen que ya no se puede decir lo que se piensa so pena de ser acusado de racista, la 'palabra libre' de Trump sobre los latinos, los inmigrantes o los musulmanes es percibida como un auténtico desahogo (…) A ese respecto, el candidato republicano ha sabido interpretar lo que podríamos llamar la 'rebelión de las bases'. Mejor que nadie, percibió la fractura cada vez más amplia entre las élites políticas, económicas, intelectuales y mediáticas, por una parte, y la base del electorado conservador, por la otra. Su discurso violentamente anti-Washington y anti-Wall Street sedujo, en particular, a los electores blancos, poco cultos, y empobrecidos por los efectos de la globalización económica (…) El mensaje de Trump no es semejante al de un partido neofascista europeo. 

No es un ultraderechista convencional. Él mismo se define como un 'conservador con sentido común' y su posición, en el abanico de la política, se situaría más exactamente a la derecha de la derecha. Empresario multimillonario y estrella archipopular de la telerealidad, Trump no es un antisistema, ni obviamente un revolucionario. No censura el modelo político en sí, sino a los políticos que lo han estado piloteando. Su discurso es emocional y espontáneo. Apela a los instintos, a las tripas, no a lo cerebral, ni a la razón. Habla para esa parte del pueblo estadounidense entre la cual ha empezado a cundir el desánimo y el descontento. 

Se dirige a la gente que está cansada de la vieja política, de la 'casta'. Y promete inyectar honestidad en el sistema; renovar nombres, rostros y actitudes (…) Todas estas propuestas no invalidan en absoluto las inaceptables, odiosas y a veces nauseabundas declaraciones del candidato republicano, difundidas a bombo y platillo por los grandes medios dominantes. Pero sí explican mejor el porqué de su éxito". 

La derecha argentina gobernante, con otro personaje a su frente institucional que proviene no del desencanto por la situación o perspectivas económicas de las mayorías, pero sí del agotamiento por las formas convencionales de la política y de liderazgos que terminan hablándose a sí mismos, se pregunta ahora qué podría pasar ante la irrupción en Washington de un adefesio que tiene mayoría en ambas cámaras del Congreso – aunque no de obediencia asegurada – y que prometió cerrar la economía yanqui justo cuando aquí se proclama la necesidad de abrirse a las inversiones. 

En otras palabras, una derecha ignorante, básica, con cuadros empresariales bien que no políticos y publicistas que sirven para ganar elecciones pero no a fin de tripular circunstancias críticas. Los socios ideológicos que tanto festejaron el triunfo de Macri, y tantos que lo votaron hoy espantados porque ganó Trump, ya venían preguntándose dónde estará el estadista que necesitan; y la respuesta ya no es que alcanza con Durán Barba, ni con el pintoresquismo denunciativo de la doctora Carrió, ni con los amigos estadounidenses y del mundo financiero internacional ni con el machaque anti K de los medios propios (bastaría con ver las andanadas que la última semana, coladas entre el monotema Trump, le dedicó Clarín al estado de una economía desmayada, con los industriales preocupados porque su capacidad ociosa promedia el 40 por ciento mientras lo único que hace el Gobierno es sacar cuentas ortodoxas desde el Banco Central. ¿Acaso perciben que hay un modelo pero no un plan ni un director confiable?). 

No hay ningún gobierno en el mundo que se haya endeudado al ritmo de éste en tan corto lapso. Se apoya con dólares de ingreso meramente especulativos para respaldar su déficit de producción, mientras espera la lluvia inversora que, además de no llegar, gracias a Trump amenaza con no llegar nunca.

Los intereses del complejo industrial-militar-financiero de los Estados Unidos están muy por delante de los arrebatos que sirven para ganar elecciones, y este Pato Donald deberá demostrar que tiene capacidad de conducción. Pero por lo pronto, el gobierno macrista desactivó todos los mecanismos preventivos contra alternativas como el triunfo de un tipo como Trump. Un ricachón vulgar, patético, heredero de una fortuna que no construyó, que supo sintonizar con las excitaciones masivas de cambio y que, se supone, deberá cumplir con alguna de las promesas que vertió. Por caso, liquidar los tratados de libre comercio que son el acuerdo entre el zorro y las gallinas – visto en concepción internacional – pero también el perjuicio para los trabajadores estadounidenses. Eso no nos interesa demasiado por aquí, y hasta podría beneficiarnos. Pero como quiera que sea, desde el punto de vista económico Argentina no representa un punto estratégico para Estados Unidos y hasta tiene problemas para venderle limones.

Entonces, no tiene sentido suponer que la victoria de Trump puede significar un cambio radical en las falsas expectativas creadas por el macrismo sobre la colaboración de Washington para allegar inversiones. Por allá tienen intereses tan permanentes como el carácter cipayo de varios de por acá.























OPINIÓN



Por          Miguel Hein


"Esto es una mierda", dijo Lionel Messi, reconociendo que la goleada recibida en el Mineirao ante Brasil no fue un hecho aislado, sino otro eslabón en una cadena conformada por desinteligencias con los dirigentes, lesiones recurrentes, nulo funcionamiento colectivo, flojos rendimientos de las individualidades, malos resultados. En tren de explicar esta actualidad que aleja a la Argentina de Rusia 2018, vale la pena prestar atención al contexto donde transcurre la crisis: la agonía estructural del fútbol argentino. Ese proceso de disolución también conlleva la falta de proyecto para la Selección.

Después de la eliminación en la fase clasificatoria para México 70 y del paso irrelevante por Alemania 74, César Luis Menotti puso las bases de un proyecto de trabajo inédito para la Selección que reportó el título en el Mundial 78 y en el Mundial de Juveniles de Japón 79. Más allá de la gloria deportiva, lo interesante fue el desarrollo de ese proyecto. Se formaron varios seleccionados que permitieron integrar al equipo mayor a los mejores futbolistas, jugaran en Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Italia, México, España o donde fuere. 

Con otra filosofía, tras el fracaso en España 82, Carlos Salvador Bilardo sentó las bases de otro proyecto, también coronado con un título mundial (México 86) y un subcampeonato (Italia 90). El Narigón hizo todas las pruebas habidas y por haber. Reunió a los jugadores que estaban en Europa para entrenamientos especiales. Trabajó con los que trajinaban las canchas locales, fueran pocos o muchos. Intenso, polémico, locuaz, tuvo un proyecto, lo defendió a capa y espada, y así le fue.

Tan buenos resultados entre los mayores hicieron que la AFA repitiera la receta con los juveniles, con José Pekerman a la cabeza. Y vaya que la claridad de objetivos que perseguía el actual entrenador de Colombia arrojó éxitos, repitiendo títulos en el sub-20 y en otras categorías formativas.

En esa misma idea de construcción de proyectos no se pueden pasar por alto los nombres de Alfio Basile, Marcelo Bielsa y de Gerardo Martino. Tal vez en la interrupción de lo que venía gestando el Tata esté la génesis de lo que hoy vive el representativo nacional. Las dolorosas derrotas ante Chile en las finales de las Copas América de 2015 y 2016 pusieron en discusión los lineamientos del proyecto del rosarino, justo cuando el técnico entregaba señales de que estaba a la búsqueda de encontrar los protagonistas adecuados para desarrollar su idea, un proceso que quedó trunco por el portazo al que lo empujaron los dirigentes al negarle los jugadores para concurrir a los Juegos Olímpicos de Río 2016. Ese equipo y esa experiencia eran fundamentales para solidificar y empezar a ver crecer el proyecto Martino.

El alejamiento del Tata obligó a salir a buscar un nuevo DT. Y después del cuestionado casting de Armando Pérez, la investidura cayó en Bauza. ¿Por qué se lo eligió? Es necesario creer que se debió a su proyecto, porque para bombero hay otros entrenadores con mejores antecedentes. Obviamente, que el desarrollo de un proyecto demanda tiempo, algo que las Eliminatorias Sudamericanas no prestan. Pero hay que encontrarlo. 

He ahí tal vez el mayor déficit del corto período del Patón al frente de la Selección. Cuando la idea está clara hace falta hallar a los protagonistas y que éstos se apropien de la misma y la plasmen en el campo lo más rápidamente posible. Y el camino más directo para lograr tal cosa son los entrenamientos. Y si los jugadores que están en Europa y en otras latitudes no disponen de tiempo hay que probar con los mejores del fútbol doméstico. Al menos darles la oportunidad de que esa suma de horas de trabajo tal vez supla talentos más acotados.

Los malos resultados no deben ser la única variable para dejar de lado un proyecto, salvo que éste no exista o tenga vida únicamente en la mente de Bauza, y ni los jugadores ni los dirigentes quieran contribuir a su desarrollo.






No hay comentarios: