Página/12
jueves 17 de noviembre de 2016
LA DEUDA INTERNA
EL SENADO APROBÓ POR 45 VOTOS A FAVOR Y SÓLO 13 EN CONTRA LA LEY IMPULSADA POR LOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y LA OPOSICIÓN
La Emergencia Alimentaria ya se cocina en el Congreso
La iniciativa propone aumentar la AUH un 15 por ciento y crear un millón de puestos de trabajo. Macri adelantó que podría vetarla.
Las organizaciones que impulsan la ley marcharán mañana al Congreso para pedir su aprobación en Diputados.
(Fuente: Leandro Teysseire)
Por Sebastian Abrevaya
El Senado le dio media sanción ayer a la ley de Emergencia Social, impulsada por un amplio grupo de movimientos sociales y de organizaciones de trabajadores informales. La iniciativa contó el apoyo de practicamente toda la oposición. A favor votaron 45 senadores, incluidos el Frente para la Victoria-PJ, parte del peronismo federal, el GEN, el Movimiento Popular Neuquino, Proyecto Sur y hasta Magdalena Odarda, de la Coalición Cívica. En contra, once senadores de Cambiemos y dos peronistas disidentes. El proyecto, que entre otras cosas establece el aumento del 15 por ciento en la Asignación Universal por Hijo y de la asignación por embarazo, pasará ahora a la Cámara baja, donde el oficialismo aprovechará la cercanía con el fin de las sesiones ordinarias para obstaculizar su sanción. De aprobarse, en el Gobierno ya especulan con la posibilidad de un segundo veto del presidente, Mauricio Macri, al igual que ocurrió con la ley antidespidos.
Casi sobre el cierre del año legislativo y con la situación económica y social en estado crítico, la Cámara alta avanzó con una iniciativa para paliar el ajuste sufrido por los sectores más vulnerables. La declaración de Emergencia Social y Alimentaria se extendería por el plazo de un año en todo el país. Se promueve la creación de un millón de nuevos empleos bajo el Programa Solidario de Ingreso Social con Trabajo y se constituye el Consejo de la Economía Popular que intervendrá en la fijación de un salario social complementario. Además se creará el Registro Nacional de la Economía Popular (RENATREP) bajo la órbita del Ministerio de Trabajo en el cual deberán inscribirse todos los trabajadores de la Economía Popular como requisito para percibir el salario social complementario.
“Aquellos que realizan un trabajo deben ser considerados trabajadores y el camino que estamos haciendo con la media sanción de esta ley, es avanzar hacia ese lugar de una sociedad más justa, más igualitaria y más integrada”, aseguró ayer el senador Juan Manuel Abal Medina, uno de los firmantes de la iniciativa junto a Teresita Luna (Movimiento Evita) y Jaime Linares (GEN). Abal Medina calificó la ley como “histórica” ya que representa “un paso muy importante para salir de la idea de los planes sociales y pasar a la idea del trabajo”.
Según cálculos estimativos, el costo fiscal de la propuesta es de mil millones de pesos para diciembre y de aproximadamente otros once mil millones para el 2017. Para desactivar una de las críticas que se le realizan desde el macrismo respecto del impacto negativo en las cuentas públicas, se presentó en Diputados un proyecto de ley que busca gravar los plazos fijos, la minería y el juego. De todas maneras, esta medida no avanzó aún en la Cámara baja y el tiempo legislativo para su aprobación se achica cada vez más.
Desde Cambiemos el radical Luis Naidenoff salió al cruce: “Generar expectativas de crear un millón de puestos de trabajo no podemos hacerlo sólo con el objeto de conseguir un título de la emergencia”, disparó el senador formoseño y dijo que la iniciativa es “un catálogo de buenas intenciones”. “Se puede decir que Diputados avance en impuestos al juego y a los plazos fijos o el giro de utilidades de empresas al exterior. Me parece bien, pero es el reino del revés”, agregó y le apuntó al kirchnerismo, al decir que “nunca, en doce años, se quiso gravar al juego o a los plazos fijos”.
La senadora del PRO, Laura Rodríguez Machado, sugirió que la iniciativa responde a la búsqueda de apoyo de algunos senadores por parte de las organizaciones sociales. “Tenemos que gobernar no sólo para aquellas organizaciones sociales que nos acompañan y nos apoyan políticamente. Las leyes tienen que ser universales”, señaló Rodríguez Machado, quien sostuvo que las personas deben “tener un trabajo digno y no esperar el apalancamiento del Estado”. “¿Antes no había pobres acá? Lo que no había eran estadísticas oficiales”, agregó el salteño Juan Carlos Romero, uno de los dos peronistas disidentes que junto a Roberto Basualdo votó en contra.
Detrás del proyecto se encuentra un importante colectivo de agrupaciones sociales que incluyen a la Confederación de la Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), Barrios de Pie y la Corriente Clasista y Combativa (CCC). Estas organizaciones, junto a la CGT y otros sectores sindicales y políticos como el Movimiento Evita encabezarán mañana una manifestación frente al Congreso para reclamar que se avance con la sanción definitiva en la Cámara de Diputados (ver nota aparte). Además, el proyecto cuenta con el aval de la Iglesia Católica. Varios de sus impulsores mantienen un fluído vínculo con el Papa Francisco y participaron del último Encuentro Internacional de Movimientos Populares organizado en el Vaticano.
De hecho, ayer varios senadores tomaron las palabras de Jorge Bergoglio en el cierre de aquel encuentro para fundamentar su posición favorable a la iniciativa. La peronista federal, Liliana Negre de Alonso, leyó en el recinto parte de aquel discurso con las consignas tierra, techo y trabajo. “¿Qué tiene de malo que el Congreso legisle sobre políticas públicas sociales?”, preguntó Negre, en clara respuesta a las críticas de Rodríguez Machado. Fernando “Pino” Solanas, de Proyecto Sur, calificó el proyecto como “absolutamente necesario” y cuestionó a los que plantearon que el Estado no puede enfrentar el costo de la medida. “Es falso que no tenemos recursos, lo que tenemos es una grandísima insensibilidad social”, completó. Desde el kirchnerismo, la senadora Virginia García también acompañó la iniciativa para reivindicar “la lucha de las organizaciones sociales que lo promovieron”. Sin embargo, advirtió que la propuesta “considera a nuestros compatriotas como beneficiarios y no como sujetos de derecho”. Otros senadores como José Mayans o Graciela De la Rosa detallaron el fuerte impacto negativo de las políticas adoptadas por Mauricio Macri en estos 11 meses de gestión.
Será ahora el turno de la Cámara baja. Según su reglamento tiene hasta el 20 de noviembre para emitir dictamen, por lo que los plazos están más que ajustados. La atención estará depositada en la actitud que tomen el massismo y el Bloque Justicialista, que han actuado como aliados del oficialismo en varias oportunidades.
EL GOBIERNO REACCIONÓ FRENTE A LA CALIFICACIÓN QUE HIZO LAVAGNA DE LA POLÍTICA ECONÓMICA
¿Es o no una vuelta a los ’90 y a la dictadura?
Alfonso Prat-Gay se ofendió por la afirmación de su antiguo rival, Roberto Lavagna, de que el plan económico del macrismo es tan neoliberal como el del menemismo y de la dictadura. Lo comparó, en tono despectivo, con Hebe de Bonafini. El análisis de Cifra.
Roberto Lavagna, Domingo Cavallo, José Alfredo Martínez de Hoz y Alfonso Prat-Gay, en una polémica sobre el modelo del macrismo.
Consultado sobre el modelo económico del macrismo, el ex ministro de Economía y asesor del Frente Renovador, Roberto Lavagna, no soólo advirtió que “no genera desarrollo” sino que lo asemejó con el programa de “los militares y los noventa”. Las comparaciones entre la política económica de Cambiemos y el esquema instalado entre 1976 y 2001 comenzaron con las primeras transformaciones estructurales –desregulación financiera, liberalización comercial, realineamiento de la política exterior y redefinición del rol del Estado – y se agudizaron a la luz de sus consecuencias sociolaborales y productivas. Hasta los comentarios de Lavagna, exponente de un espacio político asociado al proyecto de Cambiemos, los funcionarios recurrían en forma excluyente a la muletilla de la “herencia”. Sin abandonar esa estrategia, la discusión por la caracterización del proceso en marcha comenzó a sumar argumentos oficiales: “Este es un régimen totalmente diferente, con una flotación cambiaria que nos permite amortiguar los movimientos del exterior”, sostuvo ayer el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, quien comparó a Lavagna con Hebe de Bonafini, con un sentido despectivo.
A la hora de defender su programa económico, el titular del Palacio de Hacienda se limitó a reducir la última dictadura militar y la convertibilidad a reglas cambiarias estrictas como la “tablita” de Martínez de Hoz o el 1 a 1, ignorando el resto de las transformaciones que caracterizaron a la etapa neolibral: la reforma financiera, el endeudamiento externo, la flexibilización laboral, el desmantelamiento del entramado productivo, la pérdida de capacidades tecnológicas estatales, la cesión de soberanía a tribunales extranjeros y las privatizaciones, entre otros elementos. Por eso, Prat- Gay destacó que hoy las autoridades económicas tienen la posibilidad de recurrir a una devaluación, denominada “la flotación cambiaria” y que, por ejemplo, redundó a principios de semana en un alza de 60 centavos en el precio del dólar.
Para descalificar a Lavagna, con quien mantiene una disputa de largo aliento, desde la época en la que convivían en el gabinete de Néstor Kirchner, el funcionario recordó que Hebe de Bonafini, titular de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, realizó un paralelismo similar entre Macri y la dictadura. A pesar de la lluvia de críticas que cayeron sobre Bonafini a comienzos de año por las comparaciones elegidas y la crudeza de sus declaraciones, los argumentos elegidos no se limitaban a cuestionar los lineamientos de la política económica sino que incorporaban elementos referidos a la disputa entre los distintos bloques de poder y su vínculo con el nuevo patrón de acumulación. Todos esos elementos fueron ignorados en la crítica de Lavagna y la defensa de Prat-Gay o las réplicas ensayadas por el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el ministro de Interior y Transporte, Rogelio Frigerio.
Desde una perspectiva más amplia que excede la discusión sobre las tasas de interés y el precio del dólar, distintos investigadores y académicos como el equipo del Cifra que dirige el economista Eduardo Basualdo explican desde comienzos de 2016 que “la estrategia económica de la alianza Cambiemos reflejó un giro copernicano en el tipo de Estado a través de la implementación de un fuerte shock ortodoxo de carácter neoliberal”. En ese sentido, además de cuestionar el proceso de desregulación y el ajuste recesivo enfatizan que “el objetivo prioritario e innegociable para el conjunto de las fracciones del capital que conforman el actual bloque de poder es que desde el Estado se impulse un giro copernicano en la relación entre el trabajo y el capital reduciendo significativamente tanto el salario real como la ocupación, porque recién bajo esas circunstancias sería posible retomar los dogmas de fe por parte de la ortodoxia económica”.
A pesar del éxito relativo exhibido hasta ahora por las autoridades para garantizar la viabilidad de esa estrategia, en el Cifra advierten desde febrero que “las contradicciones entre los integrantes del bloque de poder (la oligarquía agropecuaria, los grupos económicos, el capital extranjero radicado en el país y el capital financiero) están centradas, como ocurrió otras tantas veces, en determinar de qué manera se distribuye el excedente expropiado a los trabajadores con las actuales políticas económicas”.
“Sabíamos que era un año difícil, un año de transición para nosotros y para el mundo”, explicó ayer Prat-Gay. Además de enfatizar la aparente “fortaleza” frente a la incertidumbre global, exacerbada por situaciones como el triunfo de Donald Trump, el funcionario destacó el incremento del endeudamiento externo en más de 40 mil millones de dólares.
Prat-Gay y la deuda
Tras endeudar al país en menos de un año por el equivalente a unos 50.000 millones de dólares, el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, aseguró ayer que no habrá para lo que resta de 2016 – poco más de un mes – nuevas colocaciones en los mercados externos. El funcionario celebró además la “prudencia y previsión” que tuvo el gobierno nacional al momento de tomar deuda en el exterior y acceder a tasas más bajas que las que podría obtener ahora. “Sabíamos que era un año difícil, un año de transición para nosotros y para el mundo. Había muchas incertidumbres que atravesar”, explicó Prat Gay en referencia a las elecciones presidenciales en Estados Unidos. “Por eso tuvimos la prudencia y la previsión de adelantar buena parte de ese financiamiento en los primeros meses del año”, agregó en una disertación sobre “El Poder Transformador de la Creatividad”, en el marco del evento Ideas Innovadoras organizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en la Usina del Arte, en el barrio de La Boca. Consultado sobre nuevas emisiones de deuda que no tengan como destino el mercado externo, se limitó a contestar: “Cuando lo hagamos se van a enterar”.
OPINIÓN
Doctrina Cocodrilo
Por Raúl Kollmann
En Comodoro Py le dicen, jocosamente, la doctrina Cocodrilo, en referencia al boliche erótico que funciona en la zona de Palermo. Dicen que allí hasta Bill Clinton presenció un baile desnudista.
Hace unos años, un particular denunció a Cocodrilo. Le dijo a la justicia que investigara qué estaba pasando dentro del boliche que había tanta fiesta y tantas chicas. En aquel entonces el juez rechazó la denuncia porque señaló que la justicia no puede ni debe investigar una denuncia general, tienen que ser hechos concretos, precisos, delitos descriptos con minuciosidad.
Con la denuncia de ayer del fiscal Guillermo Marijuán – según dicen jueces de Comodoro Py – pasa lo mismo: “investiguen qué hicieron las 52 universidades estatales con la plata que recibieron”, le dijo el fiscal de la campera y la excavadora a los magistrados. No se trata de ninguna denuncia precisa, descripta con algún rigor, diciendo en tal universidad pasó tal cosa y en tal otra universidad los fondos se usaron de forma irregular. Es como decir, investiguen lo que cobran los abogados o los jueces o los fiscales.
En los últimos tiempos, más de un camarista llama a ese tipo de denuncias “salir de pesca”, es decir tirar una red enorme a ver si queda algo. Y eso está, en teoría, rigurosamente prohibido. Es la doctrina Cocodrilo: usted tiene que denunciar un delito determinado, no una inmensidad imprecisa.
El tema es que hay juzgados de Comodoro Py en los que ya no está vigente el derecho. Y las universidades nacionales, sobre todo las del conurbano, son algo así como un símbolo del “populismo” que despierta un asombroso odio de clase. ¿Qué es eso de llevar universidades a zonas no-tradicionales?
Como hay zonas de los tribunales a los que les dicen “embajadas”, porque no rige la ley argentina, no puede descartarse que algún magistrado se largue a “salir de pesca”, pasando por encima, incluso, de la doctrina Cocodrilo.
El juez de la Cámara de Casación Penal, Juan Carlos Gemignani, sufrió un revés judicial.
Martínez de Giorgi concluye que no sólo De Vido no ofreció ninguna dádiva para obtener beneficios de los jueces y Expucci no encubrió nada, sino que se imposible hablar de delito alguno. Señaló que el material, más allá de ser útil para la Casación y todos los tribunales del país que lo necesiten, “carece de entidad para afectar la imparcialidad de funcionario público alguno”. “Lejos está de constituir dádiva alguna”, remarca. El jueza analiza que teniendo en cuenta que el material ofrecido por el Ministerio de Planificación fue informado a los jueces de Casación en noviembre de 2015; “considerando el tiempo transcurrido hasta que el doctor Gemignani advirtió la supuesta comisión de delitos (alrededor de nueve meses después)”; “y concatenado ello con la circunstancia de que la presente denuncia y su ampliación fueron radicadas el día 1ro. de agosto de 2016; es decir, cuatro días después de que aquel magistrado ordenara una detención en perjuicio de la Secretaria de ese tribunal, Dra. María Amelia Expucci (…) resulta manifiesta la circunstancia de que la presente denuncia respondería a un intento del denunciante de justificar su conducta anterior, en perjuicio de la nombrada Expucci”, sostuvo, textual, el juez Martínez de Giorgi.
El episodio de la detención de Expucci en el destacamento policial que está en la planta baja de Comodoro Py, fue el último día de la feria judicial de invierno. Gemignani estaba de turno y le ordenó a la secretaria que fuera a hacer un inventario del material que estaba en una de las salas de audiencias en el “ala Retiro” del edificio. Ella dijo que no estaba entre las tareas que le correspondían y que, en todo caso, debía consultarle al juez con quien ella trabajaba en esos días, Eduardo Riggi. El equipamiento había sido gestionado en 2015, durante la presidencia de Casación de Ana María Figueroa, con quien Gemignani tiene una pésima relación. Expucci, trabaja habitualmente con Figueroa. A los gritos, el juez le ordenó a dos policías que estaban de custodios que la arrestaran por no obedecerle. Al rato la denunció por desobediencia y justo le tocó también el expediente a Martínez de Giorgi, quien liberó a la joven y terminó dictando su sobreseimiento. Ella luego lo denunció a él por privación ilegal de la libertad.
La fiscalía Paloma Ochoa pidió su indagatoria e incluso señaló su actitud como un abuso de su posición de poder y de violencia de género. Gemignani retrucó con una recusación contra Ochoa, a quien acusó de liderar la protesta de Ni Una Menos dentro de los tribunales de Retiro que, según su interpretación, eran un escrache contra su persona. Se refería a la protesta del 19 de octubre contra la violencia contra las mujeres que se hizo en todo el país como eco del femicidio de Lucía Pérez, en Mar del Plata. El juez Rodolfo Canicoba Corral tiene a cargo esa causa, y debe decidir sobre la recusación y el pedido de indagatoria. El fallo de Martínez de Giorgi, al atribuirle el armado de una causa para justificarse, podría empeorar su situación.
El enumera una serie de hechos que desnudarían el ensañamiento del camarista. En 2015 el Consejo de la Magistratura le pidió al Ministerio de Planificación colaboración para mejorar la situación edilicia de dependencias judiciales; el 20 de mayo de 2015, se firmó el Convenio Marco de Colaboración entre Planificación, el Ministerio de Justicia y el consejo para obras de refacción y ampliación de instalaciones más renovación de equipamiento en dependencias judiciales. El acuerdo fue publicado en la web del Consejo. En un acuerdo de “superintendencia” de Casación el 10 de noviembre de 2015, se analizó la posibilidad de instalar un “Núcleo de Acceso al Conocimiento (NAC)” que ponía a disposición el ministerio como parte del Plan Argentina Conectada. Según declaró el secretario Manuel Montesano Rebón, desde hacía tres años la Cámara reclamaba tecnología para videoconferencias, por lo que este material era bien recibido. Según Martínez de Giorgi, ningún juez de Casación se opuso. Como broche, el tema quedó incluido en un informe de gestión que fue presentado el 21 de diciembre en un acto donde estuvieron Garavano, todos los camaristas, fiscales y defensores y otros. Nadie advirtió ninguna irregularidad.
Así, Expucci tiene otra causa menos y Gemignani un problema más. Insólitamente a ella la Casación todavía la investiga como parte como para testear si efectivamente desobedeció y si estuvo bien que la encarcelaran. El martes se reunieron los presidentes de las cuatro salas: Alejandro Slokar (presidente del Tribunal) y Figueroa dijeron que había que cerrar ese expediente interno; pero Riggi y el propio Gemignani dijeron que faltaban medidas. Angela Ledesma estuvo de acuerdo con agotar todo lo que quede pendiente. El Consejo de la Magistratura también tiene una investigación contra el juez.
El mismo martes de las elecciones en Estados Unidos, cuando todavía no se sabía del triunfo de Donald Trump, me compré, en una librería cordobesa, un libro que me llamó la atención por su título: Edad oscura americana, la fase final del imperio, escrito por un profesor retirado de la enseñanza universitaria llamado Morris Berman. Algo en él, tal vez su título con resabios apocalípticos, me atrajo y, no más comenzar su lectura, me encontré con un notable análisis de la sociedad estadounidense y lo que para el autor representaba la travesía de esa nación hacia su decadencia. Había sido escrito en los años posteriores al 11/9 y en pleno segundo gobierno de George Bush, su potencia anticipatoria no dejó de inquietarme. Al caer el día de ese martes 8 se esparció globalmente la noticia, sorprendente para la inmensa mayoría, del triunfo del magnate de la torre neoyorquina y de la retórica cloacal de la misoginia, el nacionalismo anacrónico del sueño imperial, el racismo y la xenofobia centrada en los latinos y los musulmanes pero que irradia sobre todo tipo de minorías raciales, sexuales, nacionales y religiosas que conforman el complejo mosaico de Estados Unidos.
Estupor, incredulidad, preocupación, rechazo fueron algunas de las manifestaciones sobre todo de los grandes medios de comunicación globales y del establishment financiero internacional que habían apostado decididamente por Hillary Clinton, la candidata del proyecto de expansión neoliberal. Un outsider de la política, un personaje que parece salido de una caricatura de baja calidad, un fanfarrón que heredó los millones de su padre y que está seguro, como una inmensa mayoría de los estadounidenses, que América es el centro del universo y la nación especialmente elegida por Dios para gobernar el planeta (siempre recuerdo una encuesta hecha por Gallup hace unos años en la que el 97 por ciento de los habitantes del imperio no sólo se declaraban creyentes sino que además estaban convencidos de que Dios los había elegido a cada uno en particular). Pero dejemos estos notables rasgos de la cultura del país de Lincoln, rasgos que se asocian al otro apabullante culto del alma estadounidense: la fetichización del dinero y del triunfo personal que sólo alcanza su concreción a través del éxito económico.
Trump supo leer el resentimiento que recorre el núcleo profundo de la clase media baja blanca, los ex trabajadores industriales que se quedaron sin industrias cuando éstas, siguiendo las necesidades del capital de buscar países y geografías de bajos salarios, inexistentes leyes laborales y segura rentabilidad, abandonaron las ciudades estadounidenses dejando un tendal de desocupados y generalizando la baja de los salarios que, desde la época de Reagan –el comienzo del giro neoliberal y del fin del Estado de Bienestar–, vienen profundizando su caída libre. Los antiguos trabajadores blancos ya no sólo de las regiones sureñas y de los estados agrícolas del centro del país sino también de la región de las grandes industrias y de las grandes siderurgias y minas (pensemos en Pensilvania, Michigan, Ohio, Tennessee, Indiana, Iowa, Virginia occidental, entre otros estados) hace mucho tiempo que mastican su resentimiento, su oscuro malestar al saberse olvidados después de ser proclamados la base de la nación. Trump les habló a ellos, lo hizo en su lenguaje y agregándole una retórica de reality show, apeló a sus instintos y a sus afectos, se detuvo en sus prejuicios más acendrados, les recordó que ellos, “los hacedores de América”, eran desplazados por los nuevos inmigrantes que venían a amenazar su estilo de vida. Les recordó el destino de grandeza de un país elegido por Dios. Les permitió, por un instante, sentirse parte de una esperanza convertida en mito fundacional.
Trump, su triunfo inesperado, también viene a expresar el declive de la hegemonía del proyecto neoliberal. El punto de inflexión que quizás anuncia la crisis, bajo la impronta de un candidato de una derecha oscura que movilizó los peores instintos discriminatorios de la masa de sus votantes, de una reorganización económica planetaria que impactó no sólo sobre las naciones periféricas ampliando la miseria, la exclusión y la concentración de la riqueza, sino que también, como ya lo señalé, erosionó la vida de un amplio sector de estadounidenses, blancos sobre todo, que fueron cayendo en una espiral de degradación y desesperanza. El triunfo de Trump debe ser leído como un golpe durísimo, por ahora en un plano imaginario, contra la financiarización del capital, contra los tratados de libre comercio, contra el despojamiento de los trabajadores manuales en nombre de la globalización y las nuevas tecnologías y como el predominio de una plutocracia que se convirtió, en las últimas tres décadas, en la acaparadora monstruosa de la mayor parte de la riqueza producida por el conjunto de la humanidad. Esto no significa, dejémoslo en claro, que Trump sea el nuevo heraldo de una lucha contra las injusticias y la desigualdad, nada de eso. El, en todo caso, supo tocar la fibra de un electorado olvidado y desangrado, supo apelar, como también lo está haciendo la extrema derecha en Europa, a valores y prácticas que les hacen creer a esas masas despojadas que ellos reconstruirán el Estado de Bienestar y recuperarán los viejos modos y valores de su nación antes de caer en la “podredumbre de inmigraciones tercermundistas”. Trump, como los franceses del Frente Nacional o los actuales conservadores ingleses liderados por Theresa May que parece, por sus promesas bienestaristas, una laborista de los míticos “treinta gloriosos años” que se convirtieron en nostalgia con la llegada de Margaret Thatcher, recogen a los millones de trabajadores abandonados y traicionados por los demócratas en Estados Unidos y por la socialdemocracia en Europa que, desde la década del ochenta, se dejaron conducir por el proyecto neoliberal. A eso hay que agregarle la profunda crisis iniciada en el 2008 y que sigue expandiéndose por el mundo. Por ahora, y para desgracia de la humanidad, las alternativas al modelo especulativo financiero vienen de la mano de retóricas de derechas nacionalistas y racistas que no presagian otra cosa que expansión de la crisis y violencia discriminatoria. Trump no tardará en mostrar ese rostro perverso de los neopopulismos reaccionarios, lejanos herederos del viejo fascismo. Así está el mundo.
Pero también, y esto no hay que dejar de señalarlo, el triunfo del Trump constituye un extraño giro en el sistema de la economía-mundo y en el núcleo del poder político neoliberal. El velo que las retóricas políticamente correctas echaban sobre una realidad malsana, la lógica del ocultamiento disfrazada de esplendor consumista y la invención de una realidad guionada por Hollywood acabaron por desgarrarse no sólo a partir del resultado electoral sino, fundamentalmente, por el contenido brutal, directo, inmisericorde de la campaña de Trump que, si utilizamos un giro lacaniano, puso en evidencia “lo real” de la sociedad contemporánea y arrojó al tacho de los desperdicios toda la impostura de lo políticamente correcto. Crisis de representación, caída en abismo de las certezas que articulaban el orden forjado, en las últimas décadas, por una ideología capaz de expandir indefinidamente su imaginario socio-cultural. Algo está crujiendo en ese orden que, paradójicamente y mientras muestra su crisis en los países centrales, reingresó en la vida de los argentinos de la mano de Mauricio Macri y sus gerentes.
Trump es una nueva oscuridad (nunca una alternativa emancipatoria puede forjarse apropiándose, bajo la supuesta lógica de la “astucia de la razón”, del giro hacia la derecha nacionalista y xenófoba de la sociedad), pero es también un síntoma de un sistema impiadoso e impúdico que no hace otra cosa que lanzar al planeta hacia la barbarie y la destrucción. “Algo huele a podrido en Dinamarca”, mientras la restauración conservadora mezclada con demagogias de antiguas estirpes fascistoides parece haberle tomado el pulso a una época dominada por la expansión de la alquimia de individualismo, sociedad del espectáculo, fragmentación, malestar, resentimiento y utopía regresiva. Las derechas reaccionarias europeas se preparan para dar su propio salto hacia el poder aprovechando el impulso que ha generado la derrota del establishment financiero-político de Washington que apostó fuertemente a la continuidad representada por Hillary Clinton y que dejó al descubierto la degradación que invade a la casta política formateada desde las usinas del neoliberalismo. En todo caso, Trump puso de manifiesto el hartazgo de amplios estratos populares y de clase media ante un sistema que promete la bonanza infinita mientras acelera el derrumbe de las expectativas de esos mismos sectores. Pero también abrió las compuertas para que avance la antipolítica junto con la expansión de sentimientos forjados en los talleres del prejuicio, la discriminación, el resentimiento y la ignorancia, materias primas de los lenguajes audiovisuales que tan ingeniosamente supo utilizar y aprovechar el propio Donald Trump en sus incursiones televisivas.
Nunca tan acertada la antigua maldición china: “ojalá que vivas tiempos interesantes”. Esa es la promesa que nos ofrece la nueva realidad estadounidense: el abandono de la impostura democrática liberal entramada con la crueldad de la economía global, el descrédito de las retóricas multiculturalistas, el “retorno de los dioses dormidos” asociados a los nacionalismos de extrema derecha, la ficción de la recuperación de las utopías comunitaristas en medio de la proliferación de un capitalismo desenfrenado y la transformación del lenguaje político en una jerga vulgar y arrasadora de cualquier atisbo de acción crítica y reflexiva. Y, sin embargo, como decía el poeta, “allí donde crece el peligro también crece lo que salva”. Lo cierto es que una extraña e inesperada fisura se ha abierto en el muro del sistema. El peligro es que nos lleve hacia la oscuridad. La oportunidad es que abra otras compuertas como las que supimos abrir a medias en Sudamérica durante 15 años de desafíos a un orden global atravesado por la injusticia, la violencia y la desigualdad. Las máscaras han caído, es responsabilidad de las tradiciones emancipatorias, populares y democráticas impedir que otras, todavía más perversas, las reemplacen.
En Comodoro Py le dicen, jocosamente, la doctrina Cocodrilo, en referencia al boliche erótico que funciona en la zona de Palermo. Dicen que allí hasta Bill Clinton presenció un baile desnudista.
Hace unos años, un particular denunció a Cocodrilo. Le dijo a la justicia que investigara qué estaba pasando dentro del boliche que había tanta fiesta y tantas chicas. En aquel entonces el juez rechazó la denuncia porque señaló que la justicia no puede ni debe investigar una denuncia general, tienen que ser hechos concretos, precisos, delitos descriptos con minuciosidad.
Con la denuncia de ayer del fiscal Guillermo Marijuán – según dicen jueces de Comodoro Py – pasa lo mismo: “investiguen qué hicieron las 52 universidades estatales con la plata que recibieron”, le dijo el fiscal de la campera y la excavadora a los magistrados. No se trata de ninguna denuncia precisa, descripta con algún rigor, diciendo en tal universidad pasó tal cosa y en tal otra universidad los fondos se usaron de forma irregular. Es como decir, investiguen lo que cobran los abogados o los jueces o los fiscales.
En los últimos tiempos, más de un camarista llama a ese tipo de denuncias “salir de pesca”, es decir tirar una red enorme a ver si queda algo. Y eso está, en teoría, rigurosamente prohibido. Es la doctrina Cocodrilo: usted tiene que denunciar un delito determinado, no una inmensidad imprecisa.
El tema es que hay juzgados de Comodoro Py en los que ya no está vigente el derecho. Y las universidades nacionales, sobre todo las del conurbano, son algo así como un símbolo del “populismo” que despierta un asombroso odio de clase. ¿Qué es eso de llevar universidades a zonas no-tradicionales?
Como hay zonas de los tribunales a los que les dicen “embajadas”, porque no rige la ley argentina, no puede descartarse que algún magistrado se largue a “salir de pesca”, pasando por encima, incluso, de la doctrina Cocodrilo.
EL JUEZ MARTÍNEZ DE GIORGI CONCLUYÓ QUE EL CAMARISTA INTENTÓ INVENTAR UNA CAUSA
Gemignani, un#MachoMenos sin coartada
El juez federal sostuvo que ni la fiscal Expucci ni el ex ministro De Vido – denunciados por Gemignani - habían incurrido en ningún delito y que la supuesta dádiva era equipamiento enviado por un convenio oficial. El juez de la Cámara de Casación ahora sumó un nuevo problema.
Un fallo del juez federal Marcelo Martínez de Giorgi dejó al borde del ridículo al juez de la Cámara de Casación Penal, Juan Carlos Gemignani, al concluir que intentó inventar una causa penal por dádivas y encubrimiento contra una secretaria para justificar que la tuvo detenida e incomunicada durante casi dos horas. El camarista decía que la chica, Amelia Expucci, había desobedecido su orden de hacer un inventario de material informático para videoconferencias que había enviado el Ministerio de Planificación Federal porque en realidad era una suerte de soborno al tribunal. Pero Martínez de Giorgi dijo que el equipamiento había sido enviado como parte de un convenio oficial, publicitado, que todo el mundo dentro y fuera de Casación lo sabía, que nadie se opuso, que lo había pedido el Consejo de la Magistratura ante el reclamo de mejoras edilicias y actualización de sistemas de la mayoría de los tribunales, y que incluso fue mencionado en un acto de presentación de un informe de gestión de 2015 ante el actual ministro de Justicia, Germán Garavano. La resolución sobresee a Expucci y al ex ministro Julio De Vido, y puede empeorar la situación de Gemignani en el expediente que tramita en su contra por la privación ilegal de la libertad de la mujer, en el que recusó a la fiscala que quiere indagarlo por participar de la protesta de “Ni Una Menos”.
Martínez de Giorgi concluye que no sólo De Vido no ofreció ninguna dádiva para obtener beneficios de los jueces y Expucci no encubrió nada, sino que se imposible hablar de delito alguno. Señaló que el material, más allá de ser útil para la Casación y todos los tribunales del país que lo necesiten, “carece de entidad para afectar la imparcialidad de funcionario público alguno”. “Lejos está de constituir dádiva alguna”, remarca. El jueza analiza que teniendo en cuenta que el material ofrecido por el Ministerio de Planificación fue informado a los jueces de Casación en noviembre de 2015; “considerando el tiempo transcurrido hasta que el doctor Gemignani advirtió la supuesta comisión de delitos (alrededor de nueve meses después)”; “y concatenado ello con la circunstancia de que la presente denuncia y su ampliación fueron radicadas el día 1ro. de agosto de 2016; es decir, cuatro días después de que aquel magistrado ordenara una detención en perjuicio de la Secretaria de ese tribunal, Dra. María Amelia Expucci (…) resulta manifiesta la circunstancia de que la presente denuncia respondería a un intento del denunciante de justificar su conducta anterior, en perjuicio de la nombrada Expucci”, sostuvo, textual, el juez Martínez de Giorgi.
El episodio de la detención de Expucci en el destacamento policial que está en la planta baja de Comodoro Py, fue el último día de la feria judicial de invierno. Gemignani estaba de turno y le ordenó a la secretaria que fuera a hacer un inventario del material que estaba en una de las salas de audiencias en el “ala Retiro” del edificio. Ella dijo que no estaba entre las tareas que le correspondían y que, en todo caso, debía consultarle al juez con quien ella trabajaba en esos días, Eduardo Riggi. El equipamiento había sido gestionado en 2015, durante la presidencia de Casación de Ana María Figueroa, con quien Gemignani tiene una pésima relación. Expucci, trabaja habitualmente con Figueroa. A los gritos, el juez le ordenó a dos policías que estaban de custodios que la arrestaran por no obedecerle. Al rato la denunció por desobediencia y justo le tocó también el expediente a Martínez de Giorgi, quien liberó a la joven y terminó dictando su sobreseimiento. Ella luego lo denunció a él por privación ilegal de la libertad.
La fiscalía Paloma Ochoa pidió su indagatoria e incluso señaló su actitud como un abuso de su posición de poder y de violencia de género. Gemignani retrucó con una recusación contra Ochoa, a quien acusó de liderar la protesta de Ni Una Menos dentro de los tribunales de Retiro que, según su interpretación, eran un escrache contra su persona. Se refería a la protesta del 19 de octubre contra la violencia contra las mujeres que se hizo en todo el país como eco del femicidio de Lucía Pérez, en Mar del Plata. El juez Rodolfo Canicoba Corral tiene a cargo esa causa, y debe decidir sobre la recusación y el pedido de indagatoria. El fallo de Martínez de Giorgi, al atribuirle el armado de una causa para justificarse, podría empeorar su situación.
El enumera una serie de hechos que desnudarían el ensañamiento del camarista. En 2015 el Consejo de la Magistratura le pidió al Ministerio de Planificación colaboración para mejorar la situación edilicia de dependencias judiciales; el 20 de mayo de 2015, se firmó el Convenio Marco de Colaboración entre Planificación, el Ministerio de Justicia y el consejo para obras de refacción y ampliación de instalaciones más renovación de equipamiento en dependencias judiciales. El acuerdo fue publicado en la web del Consejo. En un acuerdo de “superintendencia” de Casación el 10 de noviembre de 2015, se analizó la posibilidad de instalar un “Núcleo de Acceso al Conocimiento (NAC)” que ponía a disposición el ministerio como parte del Plan Argentina Conectada. Según declaró el secretario Manuel Montesano Rebón, desde hacía tres años la Cámara reclamaba tecnología para videoconferencias, por lo que este material era bien recibido. Según Martínez de Giorgi, ningún juez de Casación se opuso. Como broche, el tema quedó incluido en un informe de gestión que fue presentado el 21 de diciembre en un acto donde estuvieron Garavano, todos los camaristas, fiscales y defensores y otros. Nadie advirtió ninguna irregularidad.
Así, Expucci tiene otra causa menos y Gemignani un problema más. Insólitamente a ella la Casación todavía la investiga como parte como para testear si efectivamente desobedeció y si estuvo bien que la encarcelaran. El martes se reunieron los presidentes de las cuatro salas: Alejandro Slokar (presidente del Tribunal) y Figueroa dijeron que había que cerrar ese expediente interno; pero Riggi y el propio Gemignani dijeron que faltaban medidas. Angela Ledesma estuvo de acuerdo con agotar todo lo que quede pendiente. El Consejo de la Magistratura también tiene una investigación contra el juez.
Trump, crisis neoliberal y el fantasma de la derecha extrema
“Lo cierto es que una extraña e inesperada fisura se ha abierto en el muro del sistema. El peligro es que nos lleve hacia la oscuridad. La oportunidad es que abra otras compuertas como las que supimos abrir a medias en Sudamérica durante 15 años de desafíos a un orden global atravesado por la injusticia, la violencia y la desigualdad.”
Por Ricardo Forster
El mismo martes de las elecciones en Estados Unidos, cuando todavía no se sabía del triunfo de Donald Trump, me compré, en una librería cordobesa, un libro que me llamó la atención por su título: Edad oscura americana, la fase final del imperio, escrito por un profesor retirado de la enseñanza universitaria llamado Morris Berman. Algo en él, tal vez su título con resabios apocalípticos, me atrajo y, no más comenzar su lectura, me encontré con un notable análisis de la sociedad estadounidense y lo que para el autor representaba la travesía de esa nación hacia su decadencia. Había sido escrito en los años posteriores al 11/9 y en pleno segundo gobierno de George Bush, su potencia anticipatoria no dejó de inquietarme. Al caer el día de ese martes 8 se esparció globalmente la noticia, sorprendente para la inmensa mayoría, del triunfo del magnate de la torre neoyorquina y de la retórica cloacal de la misoginia, el nacionalismo anacrónico del sueño imperial, el racismo y la xenofobia centrada en los latinos y los musulmanes pero que irradia sobre todo tipo de minorías raciales, sexuales, nacionales y religiosas que conforman el complejo mosaico de Estados Unidos.
Estupor, incredulidad, preocupación, rechazo fueron algunas de las manifestaciones sobre todo de los grandes medios de comunicación globales y del establishment financiero internacional que habían apostado decididamente por Hillary Clinton, la candidata del proyecto de expansión neoliberal. Un outsider de la política, un personaje que parece salido de una caricatura de baja calidad, un fanfarrón que heredó los millones de su padre y que está seguro, como una inmensa mayoría de los estadounidenses, que América es el centro del universo y la nación especialmente elegida por Dios para gobernar el planeta (siempre recuerdo una encuesta hecha por Gallup hace unos años en la que el 97 por ciento de los habitantes del imperio no sólo se declaraban creyentes sino que además estaban convencidos de que Dios los había elegido a cada uno en particular). Pero dejemos estos notables rasgos de la cultura del país de Lincoln, rasgos que se asocian al otro apabullante culto del alma estadounidense: la fetichización del dinero y del triunfo personal que sólo alcanza su concreción a través del éxito económico.
Trump supo leer el resentimiento que recorre el núcleo profundo de la clase media baja blanca, los ex trabajadores industriales que se quedaron sin industrias cuando éstas, siguiendo las necesidades del capital de buscar países y geografías de bajos salarios, inexistentes leyes laborales y segura rentabilidad, abandonaron las ciudades estadounidenses dejando un tendal de desocupados y generalizando la baja de los salarios que, desde la época de Reagan –el comienzo del giro neoliberal y del fin del Estado de Bienestar–, vienen profundizando su caída libre. Los antiguos trabajadores blancos ya no sólo de las regiones sureñas y de los estados agrícolas del centro del país sino también de la región de las grandes industrias y de las grandes siderurgias y minas (pensemos en Pensilvania, Michigan, Ohio, Tennessee, Indiana, Iowa, Virginia occidental, entre otros estados) hace mucho tiempo que mastican su resentimiento, su oscuro malestar al saberse olvidados después de ser proclamados la base de la nación. Trump les habló a ellos, lo hizo en su lenguaje y agregándole una retórica de reality show, apeló a sus instintos y a sus afectos, se detuvo en sus prejuicios más acendrados, les recordó que ellos, “los hacedores de América”, eran desplazados por los nuevos inmigrantes que venían a amenazar su estilo de vida. Les recordó el destino de grandeza de un país elegido por Dios. Les permitió, por un instante, sentirse parte de una esperanza convertida en mito fundacional.
Trump, su triunfo inesperado, también viene a expresar el declive de la hegemonía del proyecto neoliberal. El punto de inflexión que quizás anuncia la crisis, bajo la impronta de un candidato de una derecha oscura que movilizó los peores instintos discriminatorios de la masa de sus votantes, de una reorganización económica planetaria que impactó no sólo sobre las naciones periféricas ampliando la miseria, la exclusión y la concentración de la riqueza, sino que también, como ya lo señalé, erosionó la vida de un amplio sector de estadounidenses, blancos sobre todo, que fueron cayendo en una espiral de degradación y desesperanza. El triunfo de Trump debe ser leído como un golpe durísimo, por ahora en un plano imaginario, contra la financiarización del capital, contra los tratados de libre comercio, contra el despojamiento de los trabajadores manuales en nombre de la globalización y las nuevas tecnologías y como el predominio de una plutocracia que se convirtió, en las últimas tres décadas, en la acaparadora monstruosa de la mayor parte de la riqueza producida por el conjunto de la humanidad. Esto no significa, dejémoslo en claro, que Trump sea el nuevo heraldo de una lucha contra las injusticias y la desigualdad, nada de eso. El, en todo caso, supo tocar la fibra de un electorado olvidado y desangrado, supo apelar, como también lo está haciendo la extrema derecha en Europa, a valores y prácticas que les hacen creer a esas masas despojadas que ellos reconstruirán el Estado de Bienestar y recuperarán los viejos modos y valores de su nación antes de caer en la “podredumbre de inmigraciones tercermundistas”. Trump, como los franceses del Frente Nacional o los actuales conservadores ingleses liderados por Theresa May que parece, por sus promesas bienestaristas, una laborista de los míticos “treinta gloriosos años” que se convirtieron en nostalgia con la llegada de Margaret Thatcher, recogen a los millones de trabajadores abandonados y traicionados por los demócratas en Estados Unidos y por la socialdemocracia en Europa que, desde la década del ochenta, se dejaron conducir por el proyecto neoliberal. A eso hay que agregarle la profunda crisis iniciada en el 2008 y que sigue expandiéndose por el mundo. Por ahora, y para desgracia de la humanidad, las alternativas al modelo especulativo financiero vienen de la mano de retóricas de derechas nacionalistas y racistas que no presagian otra cosa que expansión de la crisis y violencia discriminatoria. Trump no tardará en mostrar ese rostro perverso de los neopopulismos reaccionarios, lejanos herederos del viejo fascismo. Así está el mundo.
Pero también, y esto no hay que dejar de señalarlo, el triunfo del Trump constituye un extraño giro en el sistema de la economía-mundo y en el núcleo del poder político neoliberal. El velo que las retóricas políticamente correctas echaban sobre una realidad malsana, la lógica del ocultamiento disfrazada de esplendor consumista y la invención de una realidad guionada por Hollywood acabaron por desgarrarse no sólo a partir del resultado electoral sino, fundamentalmente, por el contenido brutal, directo, inmisericorde de la campaña de Trump que, si utilizamos un giro lacaniano, puso en evidencia “lo real” de la sociedad contemporánea y arrojó al tacho de los desperdicios toda la impostura de lo políticamente correcto. Crisis de representación, caída en abismo de las certezas que articulaban el orden forjado, en las últimas décadas, por una ideología capaz de expandir indefinidamente su imaginario socio-cultural. Algo está crujiendo en ese orden que, paradójicamente y mientras muestra su crisis en los países centrales, reingresó en la vida de los argentinos de la mano de Mauricio Macri y sus gerentes.
Trump es una nueva oscuridad (nunca una alternativa emancipatoria puede forjarse apropiándose, bajo la supuesta lógica de la “astucia de la razón”, del giro hacia la derecha nacionalista y xenófoba de la sociedad), pero es también un síntoma de un sistema impiadoso e impúdico que no hace otra cosa que lanzar al planeta hacia la barbarie y la destrucción. “Algo huele a podrido en Dinamarca”, mientras la restauración conservadora mezclada con demagogias de antiguas estirpes fascistoides parece haberle tomado el pulso a una época dominada por la expansión de la alquimia de individualismo, sociedad del espectáculo, fragmentación, malestar, resentimiento y utopía regresiva. Las derechas reaccionarias europeas se preparan para dar su propio salto hacia el poder aprovechando el impulso que ha generado la derrota del establishment financiero-político de Washington que apostó fuertemente a la continuidad representada por Hillary Clinton y que dejó al descubierto la degradación que invade a la casta política formateada desde las usinas del neoliberalismo. En todo caso, Trump puso de manifiesto el hartazgo de amplios estratos populares y de clase media ante un sistema que promete la bonanza infinita mientras acelera el derrumbe de las expectativas de esos mismos sectores. Pero también abrió las compuertas para que avance la antipolítica junto con la expansión de sentimientos forjados en los talleres del prejuicio, la discriminación, el resentimiento y la ignorancia, materias primas de los lenguajes audiovisuales que tan ingeniosamente supo utilizar y aprovechar el propio Donald Trump en sus incursiones televisivas.
Nunca tan acertada la antigua maldición china: “ojalá que vivas tiempos interesantes”. Esa es la promesa que nos ofrece la nueva realidad estadounidense: el abandono de la impostura democrática liberal entramada con la crueldad de la economía global, el descrédito de las retóricas multiculturalistas, el “retorno de los dioses dormidos” asociados a los nacionalismos de extrema derecha, la ficción de la recuperación de las utopías comunitaristas en medio de la proliferación de un capitalismo desenfrenado y la transformación del lenguaje político en una jerga vulgar y arrasadora de cualquier atisbo de acción crítica y reflexiva. Y, sin embargo, como decía el poeta, “allí donde crece el peligro también crece lo que salva”. Lo cierto es que una extraña e inesperada fisura se ha abierto en el muro del sistema. El peligro es que nos lleve hacia la oscuridad. La oportunidad es que abra otras compuertas como las que supimos abrir a medias en Sudamérica durante 15 años de desafíos a un orden global atravesado por la injusticia, la violencia y la desigualdad. Las máscaras han caído, es responsabilidad de las tradiciones emancipatorias, populares y democráticas impedir que otras, todavía más perversas, las reemplacen.
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