sábado 12 de noviembre de 2016
PANORAMA POLÍTICO
Mauricio Trump
Por Luis Bruschtein
"Todos tenemos un amigo que votó a Macri y ahora se lamenta porque ganó Trump" dice una frase que circula por las redes. Ironías aparte, tiene algo de razón, Macri es más parecido a Trump aunque quisiera parecerse a Hillary. Los dos son de derecha, pero Hillary es más presentable. Para los macristas, el triunfo de Trump en Estados Unidos fue como si los hubiera sorprendido un espejo caminando por Florida y los enfrentara a la imagen del empresario rústico, ignorante y oportunista para los negocios, que se desayunó al sistema político y alcanzó la presidencia. Trump y Macri fueron socios en un emprendimiento inmobiliario en Manhattan. Forman parte del mismo universo cultural. El aparato mediático del macrismo, Canal 13, TN, Lanata y demás, se apresuraron a disimular esas semejanzas, lo hicieron como si les dieran vergüenza. "Trump es de derecha, como el kirchnerismo pero sin doble discurso", dijeron.
Macri y Trump son parte de la propagación en todo el mundo de una hegemonía conservadora y regresiva. Se habla de Hillary como progresista y Trump conservador. Pero cada uno representa un aspecto diferente de la derecha. Es un fenómeno paradójico. Los obreros empleados y desempleados del cordón de óxido de los viejos estados industriales que hace pocas semanas votaron al izquierdista Bernie Sanders en la interna demócrata, ahora lo hicieron por el conservador Donald Trump. El principal motivo que traccionó esos votos las dos veces fue la necesidad de generar empleo y defender el que hay, un reclamo que relegó otros aspectos. Hubo "progresistas" que en Argentina votaron a la derecha y preferían que gane Hillary en Estados Unidos. Y hubo progresistas peronistas y no peronistas que preferían a Trump por sus promesas de menos intervencionismo. Cualquiera de los dos era un desastre para Argentina. Es posible que el intervencionismo de Trump sea menor, pero será más agresivo, sobre todo en la competencia con China. Rusia es más un problema para Europa y Alemania. Con Macri, Argentina quedó muy vulnerable ante la gestión de Trump. El presidente es más parecido a Trump y hasta puede entender su lógica chabacana de country de ricachones, pero necesitaba desesperadamente que ganara Hillary para mantener el Transpacífico, los tratados de libre comercio y las bajas tasas de interés de la Reserva Federal.
Hay similitudes para repartir. Pero a nadie le causaría sorpresa si se topara a Macri, Trump y Silvio Berlusconi abrazándose en Olivos. El abrazo kirchnerista, en todo caso fue entre Néstor, Lula y Chávez. Son fotos diferentes, con éticas y lógicas opuestas.
Los medios conservadores argentinos sueñan con parecerse a los grandes medios norteamericanos como The Washington Post o The New York Times, llamados "los medios serios" que apoyaron abiertamente la campaña de Clinton. Una gran cantidad de medios respaldó a la candidata y creó la sensación de que Trump no tuvo respaldo.
No fue tan así, porque en gran parte de su campaña recibió el soporte activo de Rupert Murdoch, el magnate mundial que encabeza un poderoso grupo multimedia que abarca desde prensa deportiva hasta la empresaria y bursátil, del ex News Corporations, hoy dividido en 21th Century Fox y NewsCorp. A los que se sumó una miríada de publicaciones localistas y el respaldo de los grandes Chicago Tribune y Los Angeles Times. The New York Times y The Washington Post son leídos por las capas medias y altas urbanas, pero los medios gráficos y de televisión, amarillistas y gritones, de Murdoch, son medios populares, que llegan a millones de esos trabajadores y campesinos del país profundo que pusieron su voto por Trump. Todos los medios, los que respaldaron a uno y otro son de derecha. En el sistema de medios norteamericano no existen medios importantes que expresen una mirada progresista y popular.
La batalla también se dio en las redes. Trump usó una artillería pesada de botts y trolls, y docenas de personas creando contenidos y estrategias provocativas para involucrar audiencias, además de su intervención personal. En Twitter, Trump tiene 11 millones de seguidores, en tanto que Clinton, con una campaña muchísimo más costosa y el apoyo de los medios "serios" tenía ocho millones. En Facebook, la relación era 10,2 millones de "me gusta" en la página del republicano, a 5,5 millones de la demócrata. Las declaraciones más bizarras del empresario recalentaban las redes. Podría decirse que el lenguaje ramplón y berreta que usó Trump encajaba mejor en la lógica crispada de las redes.
Otro parecido: la etiqueta más popular de Trump en Twitter fue #CorruptaHillary. Fue su caballito de batalla: "Hillary es tan corrupta que la echaron de la Comisión Watergate. ¿Cuán corrupto tienes que ser para que te echen de la Comisión Watergate? Bastante corrupto", repitió en varios de sus discursos. La acusación de corrupción a su adversaria llevó a la presidencia a un empresario de la construcción, donde todos los norteamericanos saben que se lava dinero y que allí anidan mafias de las más pesadas. En Argentina, ese mismo discurso "anticorrupción" contra su oponente llevó al poder a un empresario que hizo su fortuna como proveedor del Estado que, como todo el mundo sabe, es un negocio plagado de tramposos y coimeros. La coincidencia es también que ambos presidentes fueron socios.
Los servicios de inteligencia: otro respaldo que se escapa en la mayoría de los análisis. El FBI respaldó abiertamente a Trump con fuertes operaciones de inteligencia. Pocos días antes de la elección, James Comey, director del FBI, hizo filtrar una carta donde informaba al Congreso que se había abierto una investigación sobre e-mails de Clinton. Fue un golpe mortal a la ex primera dama, terminó de alejar a mujeres, latinos y negros que directamente no fueron a votar. Ojo: en el equipo de Trump sobresale Rudolf Giuliani, lobbista del mundo de las armas y de la seguridad y un contacto directo con los servicios.
Es difícil englobar esta irrupción generalizada de las derechas con respaldo de masas en el mundo. Tienen signos diferentes en cada país y los significados tampoco son los mismos cuando se trata de economías centrales o economías periféricas. Y es difícil hacerlo en un mundo cambiante donde al producirse con rapidez muchas veces los procesos son asincrónicos: Macri y Trump surgen cuando decayó la estrella de Il Cavaliere Silvio Berlusconi en Italia.
Cuando habla de los derechos de las minorías, de la inmigración o de las mujeres, Trump saca conceptos del ideario restaurador y neoconservador que busca restringir derechos. "A todas las mujeres les gusta que les digan un piropo, aquellas que se ofenden, no les creo. No puede haber nada más lindo que un piropo, por más que esté acompañado de una grosería, que te digan qué lindo culo tenés, está todo bien". Bueno, ese no fue Trump, fue Macri. Trump dijo: "Cuando eres una estrella, las mujeres te dejan hacerles cualquier cosa, agarrarlas por el coño, lo que sea". Bernasconi tiene a docenas. Para Trump, los inmigrantes latinos son lo peor, "violadores y ladrones". Va en línea con lo de "resaca" como los calificó el senador Miguel Angel Pichetto y ratificó Claudio Avruj, el secretario de Derechos Humanos de Macri, que antes había dicho que acabaría "con el curro de los derechos humanos". Trump prometió que sacará el plan de salud para los pobres, el Obamacare. Hay muchas acá sobre ese tema, desde la frase del radical Ernesto Sanz de que la plata de la AUH se va por la canaleta de la droga o la que dijo hace pocos días el mismo Macri al canal de La Nación de que había "muchos argentinos que son pobres y no se habían dado cuenta". Se dan cuenta con él, pero eran pobres de antes.
Es probable que muchos votos de Trump hayan sido antisistema. Pero Trump es producto del sistema. Los mismos medios y periodistas que en Argentina estaban desolados por la derrota de Hillary Clinton, coincidían con Trump en su diatriba contra los inmigrantes. En Argentina se viene una crisis social muy fuerte y esos discursos que estimulan la guerra entre pobres son funcionales a la derecha. Ellos aquí y Trump allá, son una consecuencia del esquema de valores que puso en juego el neoliberalismo en su confrontación crispada con las experiencias democráticas y populares: la antipolítica, la exaltación de la riqueza como máxima virtud, la naturalización de la pobreza, la leyenda del empresario sin cultura ni escrúpulos que triunfó. Trump abona al mismo clima de época que Macri, que Uribe y el No a la paz en Colombia y que el Brexit en Gran Bretaña.
ACTO DEL EVITA CON SECTORES DEL PJ
Unidad contra el ajuste de Macri
Dirigentes del PJ, el massismo, la CGT y la Iglesia asistieron a un plenario de la agrupación. Reclamo por la emergencia social.
Navarro, Taiana, Magario, Katopodis, Acaputto y Carlotto en el plenario nacional
del Movimiento Evita.
El Movimiento Evita realizó ayer un plenario nacional con el planteo de "unidad" para "enfrentar el ajuste macrista" como eje central. Dirigentes del Frente Renovador como los diputados Felipe Solá y Facundo Moyano; intendentes peronistas como Verónica Magario, de La Matanza, y Gabriel Katopodis, de San Martín; el diputado Héctor Daer, en representación del triunvirato que conduce la CGT; el senador del PJ-FpV Juan Manuel Abal Medina y dirigentes sociales y políticos de diversas tendencias intra y extra muros del peronismo se acercaron al evento para ponerle el cuerpo a esa idea y se mezclaron entre los más de dos mil congresales reunidos por la organización que conduce Emilio Pérsico. "El proceso de unidad que creemos necesario es con todos ellos", indicó a Página/12 el responsable de movimientos sociales del Evita, Gildo Onorato, y aseguró que la apuesta del espacio a futuro es conformar "una expresión política de oposición, que no caiga en el aislamiento infantil ni en el colaboracionismo con el Gobierno".
Las coincidencias entre los presentes quedaron explícitas en varios de los discursos. El presidente del Parlasur y miembro de la mesa de conducción del Evita, Jorge Taiana, sostuvo que el plenario expresó "una voluntad de representar a los más humildes y construir la unidad del peronismo"; Katopodis, más tarde, habló de "construir una nueva mayoría" y apuntó que la "tarea" del peronismo es constituirse como "una oposición clara" y "conducir un frente social amplio y plural".
El congreso tuvo lugar en el predio que el gremio UPCN tiene en la ciudad de La Plata, que el Evita vistió con una gigantografía que llevaba impresa la consigna "Tierra, Techo y Trabajo" acompañada por el rostro de Eva Perón y la estrella federal. Con las "Tres T" de fondo disertaron Taiana, Daer, Magario, Katopodis y la Secretaria de género de UTE-CTA Carolina Brandariz, el presidente de la Pastoral Social porteña Carlos Acaputto y Fernando "Chino" Navarro.
La amplitud de la convocatoria resaltó las ausencias. La más importante fue la de dirigentes cercanos a la ex presidenta Cristina Kirchner. "Nosotros invitamos a todos los sectores del peronismo", aclaró Onorato. "De Cristina tenemos una gran valoración, pero hoy tenemos visiones distintas de por qué estamos en esta situación", explicó. "No queremos volver de la misma manera, a lo que ya hicimos, porque no alcanzó, por distintos motivos, para no perder. Hay que reconstruir una mayoría política con todos los sectores populares, independientemente de que hayan sido o no parte del gobierno anterior", precisó.
Mas allá de los debates internos del peronismo, el Evita tiene en el horizonte la marcha del próximo viernes que protagonizarán la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (Ctep), Barrios de Pie y la Corriente Clasista y Combativa (CCC) junto a la CGT y la Federación Agraria. El reclamo es la sanción de la ley de Emergencia Social, que está cerca de obtener media sanción en el Senado pese a la oposición del Gobierno. "Se va a votar en las dos cámaras este año", confía Onorato, amparado en "todo un acumulado que le da legitimidad" al proyecto, en referencia a la marcha de San Cayetano a Plaza de Mayo, el proceso de unidad con la CGT y el apoyo indirecto que recibieron por parte del Papa Francisco.
La marcha del viernes cerrará un año intenso políticamente para el Evita, que además de acercarse a la CGT, consolidar lazos con el Papa y conformar un bloque social con poder de movilización callejera junto a Barrios de Pie y la CCC, rompió con el bloque del FpV en el Congreso. "Siempre tuvimos autonomía política. Quizás se note más en este momento de mucho debate en el movimiento nacional", dijo Onorato.
CAÍDA DE CASI EL 4 POR CIENTO EN LA BOLSA Y EN
EL VALOR DEL PESO ARGENTINO FRENTE AL DÓLAR.
LA DIVISA TREPÓ CASI 40 CENTAVOS
En la era Trump, lo que reluce es incertidumbre
Hubo fuertes descensos en el mercado bursátil, principalmente en empresas involucradas con la exportación. Ante el riesgo de medidas proteccionistas en Estados Unidos, cayó fuerte la acción de San Miguel, la empresa que pelea por la venta de limones al país de Trump.
Otra jornada intensa en la Bolsa. Descensos del 6 al 8 por ciento por temor a la pérdida del mercado estadounidense.
La victoria de Donald Trump sigue generando tensiones en el mercado local. La Bolsa porteña anotó ayer una baja del 3,9 por ciento y el dólar aumentó tanto en el segmento minorista como en el mayorista. El resultado de las elecciones en Estados Unidos genera preocupación entre los inversores de países emergentes y, en particular, en la Argentina, que en los últimos meses avanzó en un programa de fuerte apertura de las cuentas externas, con desregulación en la compra de dólares y endeudamiento, lo que la vuelve más vulnerable ante turbulencias en el mercado internacional.
San Miguel es una de las acciones que más bajaron en el MerVal, al anotar ayer una merma del 12,4 por ciento. Esta es la empresa que iba a recibir autorización para empezar a exportar limones al mercado norteamericano y con la victoria de Trump el negocio podría quedar a medio camino (ver aparte). Otras compañías con bajas fueron Petrobras (-6,0 por ciento), Mirgor (-8,4) y Central Costanera (-7,6). A diferencia de este desempeño, YPF marcó una suba del 0,6 por ciento y Tenaris del 0,1. El dólar cerró ayer en 15,48 pesos, con un aumento de 19 centavos, para finalizar en el mayor nivel del último mes. La cotización del mayorista también marcó una fuerte suba, al cerrar en 15,40, con un avance de 33 centavos. Las reservas internacionales del Central cerraron ayer en 36.959 millones de dólares (37.959 millones si se computa el pase pasivo con la banca externa), al disminuir en 57 millones respecto de la jornada anterior.
Para las autoridades del Central, la suba del dólar es buena noticia. Federico Sturzenegger, el presidente de la entidad, asegura en cada una de sus conferencias de prensa que tener un "tipo de cambio flexible" le permite a la economía suavizar el efecto de un shock externo, como fue el Brexit y ahora podría ser la victoria de Trump. El modelo de Sturzenegger, sin embargo, no contempla la posibilidad de que una devaluación vuelva a provocar presiones en los precios internos, que en octubre ya mostraron un salto al ubicarse por encima del 2 por ciento.
Las críticas y advertencias por la mayor vulnerabilidad a las turbulencias internacionales que se fueron abandonando por el abandono de las políticas anticíclicas desde la instalación del nuevo gobierno se profundizaron tras el triunfo de Trump. Incluso la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner había alertado el jueves, en Florencio Varela, que "este modelo de apertura indiscriminada nos expone a los vendavales que puedan venir; pero esto no va a ser culpa de que alguien tome una decisión en la Reserva Federal o que un presidente de un país tome una decisión proteccionista", mencionó.
El nuevo escenario internacional, con el triunfo del candidato republicano en los Estados Unidos, implica riesgos financieros adicionales en el sector externo. Una eventual suba en las tasas de interés internacionales (que podría alentar Trump para atraer capitales hacia su país), impactaría directamente en los países que contraten deuda, tanto por el mayor costo financiero por la eventual dificultad para acceder a fondos en el mercado global.
El resto de los países de la región también mostraron presiones negativas esta semana por la victoria de Trump, en particular la economía mexicana, donde la moneda se depreció ayer otro 6 por ciento.
Golpe a los limones
San Miguel cayó ayer 12,4 por ciento, mientras que marcó un retroceso del 8,2 por ciento el jueves y del 3,8 por ciento el miércoles. El triunfo de Trump en las elecciones de Estados Unidos generó un fuerte impacto para esta compañía que se dedica a la exportación de limones. La administración de Barack Obama había dado indicios de que iba a levantar las trabas a la compra de limones argentinos luego de quince años, pero los avances no se concretaron y con la llegada de Trump podría frustrarse la oportunidad de la firma tucumana de venderle a la potencia mundial. El gobernador de Tucumán, Juan Manzur, viajará el viernes 27 hacia Nueva York y Washington para tratar de acelerar los tiempos. La apuesta es terminar de destrabar el ingreso al mercado norteamericano antes del 20 de enero, cuando asumirá Trump, pero no es seguro que la gestión de Obama no prefiera dejarle la decisión a su sucesor. El candidato republicano hizo campaña asegurando que avanzaría en un fuerte proteccionismo comercial, con el objetivo de recomponer la producción y el empleo local.
OPINIÓN
El otro fin de ciclo
Por Atilio A. Boron
En el último año hablar del "fin del ciclo progresista" se había convertido en una moda en América latina. Uno de los supuestos de tan temeraria como infundada tesis era la continuidad de las políticas de libre cambio y de globalización comercial impulsadas por Washington desde los tiempos de Bill Clinton y que, pensaban, serían continuadas por su esposa Hillary para otorgar sustento a las tentativas de recomposición neoliberal en curso en Argentina y Brasil. Enfrentados al tsunami Trump se miran desconcertados y muy pocos, tanto aquí como en Estados Unidos, logran comprender lo sucedido. Hablan de la "sorpresa" del martes a la madrugada, pero como observaba con astucia Omar Torrijos, en política no hay sorpresas sino sorprendidos. Veamos por qué.
Primero, Hillary Clinton hizo su campaña proclamando su orgullo por haber colaborado con la Administración Barack Obama, sin detenerse un minuto a pensar que la gestión de su mentor fue un verdadero fiasco. Sus promesas del "Sí, podemos" quedaron rápidamente sepultadas por las intrigas y presiones de lo que los más agudos observadores de la vida política estadounidense denominan "el gobierno invisible". Sus tentativas reformistas en el plano doméstico naufragaron sistemáticamente, y no siempre por culpa de la mayoría republicana en el Congreso. Su intención de cerrar la cárcel de Guantánamo se diluyó sin dejar mayores rastros y Obama, galardonado con un inmerecido Premio Nobel, careció de las agallas necesarias para defender su proyecto y se entregó sin luchar. Otro tanto ocurrió con el "Obamacare", la malograda reforma del absurdo y carísimo e ineficiente sistema de salud de Estados Unidos, fuente de encendidas críticas sobre todo entre los votantes de la tercera edad. No mejor suerte corrió la reforma financiera, luego del estallido de la crisis del 2008 y que, pese a la hojarasca producida por la Casa Blanca y distintas comisiones del Congreso, siguió dejando en pie la impunidad del capital financiero para hacer y deshacer a su antojo. Mientras, los ingresos de la mayoría de la población económicamente activa registraban -no en términos nominales sino reales- un estancamiento de más de veinte años las ganancias del uno por ciento más rico de la sociedad norteamericana crecieron astronómicamente. Tan es así que un autor como Zbigniew Brzezinski, tan poco afecto al empleo de las categorías del análisis marxista, venía hace un tiempo expresando su preocupación porque los fracasos de la política económica de Obama encendiese la hoguera de la lucha de clases en Estados Unidos. En realidad esta venía desplegándose con toda fuerza desde comienzos de los noventas sin que él se diera cuenta. En materia de reforma migratoria Obama tiene el dudoso honor de haber sido el presidente que más migrantes indocumentados deportó, incluyendo un exorbitante número de niños que querían reunirse con sus familias. En resumen, Clinton se ufanaba de ser la heredera del legado de Obama, y aquél había sido un desastre.
Pero, segundo, el legado de Obama no pudo ser peor en política internacional. Se pasó ocho años guerreando en los cinco continentes, y sin cosechar ninguna victoria. Al contrario, la posición relativa de Estados Unidos en el tablero geopolítico mundial se debilitó significativamente a lo largo de estos años. Por eso fue un acierto propagandístico de Donald Trump cuando utilizó para su campaña el slogan de "¡Hagamos que Estados Unidos sea grande otra vez!" Obama propició golpes militares en América Latina (en Honduras, Ecuador, Paraguay) y envió al Brasil a Liliana Ayalde, la embajadora que había urdido el golpe contra Lugo para hacer lo mismo contra Dilma. Atacó a Venezuela con un estúpido decreto diciendo que el gobierno bolivariano era una amenaza excepcional a los intereses y la política exterior de Estados Unidos. Reanudó las relaciones diplomáticas con Cuba pero no hizo nada para acabar con el bloqueo. Orquestó el golpe contra Gadaffi inventando unos "combatientes por la libertad" que resultaron ser mercenarios del imperio. Y Hillary merece la humillación de haber sido derrotada por Trump aunque nomás sea por su repugnante risotada cuando le susurraron al oído, mientras estaba en una audiencia, que Gadaffi había sido capturado y linchado. Luego de eso, Obama y su Secretaria de Estado repitieron la operación contra Bashir al Assad y destruyeron Siria al paso que, como confesó la Clinton, "nos equivocamos al elegir a los amigos" y dieron origen al tenebroso Estado Islámico. Declaró una guerra económica no sólo contra Venezuela sino también contra Rusia e Irán, aprovechándose del derrumbe del precio del petróleo originado en el robo de ese hidrocarburo por los jihadistas que ocupaban Siria e Irak. Y para contener a China desplazó gran parte de su flota de mar al Asia Pacífico, obligó al gobierno de Japón a cambiar su constitución para permitir que sus tropas salieran del territorio nipón e instaló dos bases militares en Australia para, desde el Sur, cerrar el círculo sobre China.
Con Trump en la Casa Blanca la globalización neoliberal y el libre comercio pierden un aliado crucial. El magnate se manifestó en contra del TTP, habló de poner fin al NAFTA, y se declaró a favor de una política proteccionista, a la vez que propone un acuerdo con Rusia para estabilizar la situación en Siria. Los gobiernos que se ilusionaban pensando que el futuro de nuestro países pasaría por "insertarse en el mundo" vía libre comercio (TTP, Alianza del Pacífico, Acuerdo Unión Europea-Mercosur) más les vale vayan aggiornando su discurso y comenzar a leer a Alexander Hamilton, primer Secretario del Tesoro de Estados Unidos, y padre fundador del proteccionismo económico. Sí, se acabó un ciclo: el del neoliberalismo, cuya malignidad convirtió a Europa en una potencia de segundo orden e hizo que Estados Unidos se internara por el sendero de la decadencia imperial. Paradojalmente, la elección de un xenófobo y misógino millonario norteamericano podría abrir, para América Latina, insospechadas oportunidades para romper la camisa de fuerza del neoliberalismo y ensayar otras políticas económicas. Como diría Eric Hobsbawm, se vienen "tiempos interesantes."
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