lunes, 16 de mayo de 2016

“Me duele cómo somos”

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lunes 16 de mayo de 2016


Me duele cómo somos


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Por     Norma Domínguez

Joaquín Lavado sigue dinámico y acaba de editar otro libro, Simplemente (Ediciones de la Flor). Entre risas y reflexiones, dice que el gobierno de Cristina Kirchner “ha sido bastante autoritario y mandón” y que en el proyecto del presidente Mauricio Macri “hay poca sensibilidad”. “Mafalda nunca hubiera dicho ‘Paren el mundo que me quiero bajar’”, aseguró.

 –¡Hola, Joaquín! ¿O tengo que decir Quino? 
–Mejor Quino. ¿Usted vive acá? 

–Sí, vivo acá y espero vivir acá siempre y nunca tener que irme del país…
 –¡Qué decisión valiente! Todos alguna vez tuvimos esta dualidad en que no sabíamos muy bien qué hacer. Balanceándonos entre el irnos y el no irnos. Porque me muero si me quedo pero no vivo si me voy, como dice la canción… 

Quino se fue del país por primera vez en 1976 cuando comenzó la dictadura militar en la Argentina. Él y su esposa Alicia emigraron a Milán, y aunque regresó cuando volvió la democracia, pasó parte de su vida a caballo entre Italia, España y la Argentina. 

–Hablemos de los argentinos. Muchos coinciden en que es quien mejor los retrata en sus viñetas.
 –A mí me sorprende mi propio trabajo. Cómo tipifiqué tan bien tantos estilos de vida de acá. No sé cómo hice tan bien a Susanita, a Manolito, a Felipe… Felipe en realidad fue fácil porque soy yo.

 –Felipe es el bueno, el amable, el compañero… 
–El angustiado… (ríe bajito). Sobre todo el angustiado...

 –¿Cuántas quejas y protestas suyas puso en boca de Mafalda? 
–Todas las que he podido. Para eso ha sido bastante útil el personaje.

 –¿Le sorprende la vigencia y la universalidad de Mafalda? 
–La verdad que sí, y mucho. Es que el mundo no ha cambiado tanto como todos creemos. La humanidad en general no cambió. Comete siempre los mismos errores.

–¿En qué se inspira para crear sus personajes? A los oligarcas, al marido sumiso, al jefe omnipotente…
 –En la vida misma, en lo que veo que pasa. Y leyendo los diarios de aquí y la prensa internacional. Con lo que pasa solo en Argentina no alcanza. Quino perdió a sus padres siendo muy joven. Su madre murió de cáncer cuando él tenía solo 13 años y su padre, apenas dos años después. Fueron hechos muy horribles y que le provocaron un enorme enojo, al punto de tomar la decisión de no traer hijos a este mundo.

 –Siendo hijo de republicanos y con una abuela comunista… ¿cómo es ideológicamente Quino, además de rebelde?
 –Difícil definirlo. Anarquista no. No me puedo imaginar una ausencia total de gobierno. Porque si sin eso la Argentina es lo que es, no quiero pensar como sería si abrazamos la causa del libre albedrío, ¿no? (risas) Uno escucha las noticias del día y es una vergüenza nacional. Lo de Lázaro Báez… Espantoso. A mí me cuesta creer lo que estamos viviendo.

 –Usted dice que le da vergüenza que pasen cosas como lo de Lázaro Báez. ¿A qué se refiere?
 –La inconsciencia. Hoy escuché que Lázaro Báez está decaído y preocupado por lo que pueda pasar con sus hijos. ¡No entiendo! El los metió como testaferros de sus propiedades y ahora está preocupado. ¡Es de locos!

 –En este momento que hay muchos despidos de trabajadores y crisis de inflación, ¿cree que hay signos de insensibilidad social? 
–Ahora se está viendo demasiado. En el proyecto de Macri hay poca sensibilidad social. Pero no sé si se puede hacer otra cosa.

 –¿Con qué personajes se divierte más? 
–No diría que me divierto. A mí me duele bastante cómo somos. Creo que tenemos mucha gente muy creativa y veo que eso se pierde. Eso me angustia. 

–Si hoy Mafalda volviera a hablar, ¿qué protestas pondría en su boca? 
–Creo que se repetiría toda la misma situación. Porque no ha cambiado nada. Ni la composición social. Lo único diferente es que tendría más intercambio de información con esto de las redes sociales que para mí es algo desconocido. 

–¿Cree que hay libertad de expresión en la Argentina? 
–Me lo pregunto muchas veces y no sé. Durante el gobierno de Cristina creo que no ha habido. Ha sido un gobierno bastante autoritario y mandón. Ahora todavía no sé. 

–¿Cuál de sus libros representa más a Quino? 
–Creo que por el título sería A mí no me griten. 

–Cuando publicó A mí no griten era una época poco libre en la Argentina. ¿Había una especie de pedido de auxilio en esas viñetas? 
–Creo que sí. Esos libros son de antes y durante la dictadura. Eran las ganas de decirle a la gente “a ver si cambiamos un poco”. Decirle que no puede ser que sigamos siempre con las mismas manías y las mismas frustraciones. Quino describió: “En 1964 nace ‘Mafalda’, una niña que intenta resolver el dilema de quiénes son los buenos y quiénes los malos en este mundo”. La tira cumplió 50 años en 2014 y fue traducida a más de 30 idiomas. 

–¿“Paren el mundo que me quiero bajar”? 
–Esa es una frase que jamás dijo Mafalda y hasta hoy no sé por qué se la atribuyeron. Y no la hubiera dicho nunca porque ella no quiere que la bajen de este mundo: ¡ella quiere quedarse y modificarlo! 

–Cuando sucedió el atentado yihadista a Charlie Hebdo vimos lo trágico que es callar al humorista, callar cualquier voz. ¿Cómo vivió ese momento? 
–Me pareció un horror. Tengo amigas que han venido siguiendo las viñetas de Charlie Hebdo y me dijeron: “Bueno, al final hicieron bien, porque se les fue la mano…”. A mí me parece una barbaridad. Nunca me han preguntado sobre el Ejército Islámico (EI). Y me asusta mucho. Es una guerra terrible. Y además es una guerra contra un ejército que no tiene uniforme ni bandera… Me asusta que ellos nos conocen muchísimo a nosotros y nosotros a ellos no. Están en todos lados y cuando nos golpean lo hacen con una precisión terrible. He escuchado “acá nunca van a llegar”. Ya tuvimos la AMIA y el atentado a la embajada de Israel. Y es muy peligroso. Quino ha contado que llora ante la violencia y el sufrimiento de los más débiles. No tiene vergüenza de confesar que tiene ataques de llanto ante las decapitaciones perpetradas por el terrorismo islámico o cuando ve a pequeños mexicanos cruzar la fatídica frontera con Estados Unidos. 

–¿De qué le gusta hablar cuando está con amigos? 
–De cine. Me gusta mucho el cine. Ahora estoy un poco averiado de la vista y no puedo ir al cine. Eso es muy desagradable y muy triste. Un glaucoma muy perverso

 –¿Y el fútbol le gusta? 
–El fútbol no me gusta. Soy un total ignorante del tema. Eso es algo que lamenté mucho con el Negro (Roberto) Fontanarrosa y él también lo lamentaba. Me decía: “Perdoname, pero no puedo ser amigo de una persona a la que no le interesa el fútbol”. Por eso nunca llegamos a ser amigos íntimos, creo. 

–¿Y cómo tiene que ser una persona para que sea su amigo íntimo? 
–Tiene que amar el cine, por supuesto. Y haber visto mucho cine. Yo empecé a ir al cine a los ocho años y he visto películas de John Ford y de los mejores directores norteamericanos. Ese cine lo extraño mucho hoy también porque ha desaparecido bastante. El cine de Ingmar Bergman, todo el cine mudo de Charlie Chaplin, Buster Keaton…

 –¿El cine ha influido en su carrera?
 –Mucho. Porque yo empecé haciendo humor mudo y es lo que más interesa. Fue en gran parte mi inspiración. Me interesa como se resuelve una situación sin ponerle palabras. Yo veía las películas sin subtítulos porque quería saber si a partir de la imagen me daba cuenta de la historia que me estaban contando. 

–¿En Sí cariño influyó su esposa? 
–¡Nooo! Yo recibí una herencia del humorismo argentino, que eran señoras gordas, con el palo de amasar… y mi mujer no tiene nada que ver con eso. Una herencia de Rico Tipo, Patoruzú, que se hacían chistes sobre las suegras o el jefe de la oficina, que era un crápula…

 –También hay una serie de libros de la época del menemismo, con unos personajes oligarcas, bastante… 
–Repugnantes (agrega con énfasis, antes de que termine la pregunta). Es que para mí esa época fue terrible. 

–¿Sigue dibujando? 
–Ya no. Las limitaciones físicas no me dejan. Tampoco puedo ir más al cine, y eso me entristece mucho. 

–¿Qué hace con esa infinidad de historias que imagina? ¿No las graba? 
–No. Me las censuro. Dejar de dibujar ha sido muy triste para mí…


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