lunes 30 de mayo de 2016
"Veo a la industria un poco quedada"
Por Amadeo Lukas
La vorágine en la que se desenvuelve en la obra El quilombero es casi la misma por la que atraviesa en su vida artística. Luis Ziembrowski no para de trabajar en todos los medios audiovisuales que tiene a mano, tanto el teatro como el cine y la TV lo convocan y lo tienen como protagonista. Es el caso de la película El patrón, que coprotagoniza y que obtuvo una docena de nominaciones para los Cóndor de Plata de la Asociación de Cronistas Cinematográficos. En la televisión está haciendo Psiconautas y una miniserie sobre el film Kryptonita, con los mismos personajes y bajo la dirección y autoría de los mismos responsables del film, que lo tiene muy entusiasmado. En teatro, además, está por reponer Los corderos, en el Cervantes. "Estas cosas fluctúan, pero estoy en un momento de muchísimo trabajo. En cuanto a El quilombero, la comedia es un registro por el que a mí me gusta mucho transitar, aunque quizás en una línea más ligada al absurdo. Quizás en el terreno de la comedia de enredos es mi primera experiencia. Más aún en esta, tan vertiginosa."
–Se aprecia un gran despliegue físico e histriónico tuyo y en general los actores están todo el tiempo en frenético movimiento, no se detienen.
–Me gusta entrar en esa impronta, y si bien hablamos de un espectáculo teatral comercial, agrego acá algunas cositas de ese absurdo que yo he cultivado en obras off. Lo más importante es que nos divertimos mucho con tanto despliegue, y además es un gran entrenamiento. Y por ese movimiento al que hacés referencia, esta obra se aprecia más viéndola de lejos que de cerca. Al alejarte un poco ves mejor a la velocidad que vamos y los desplazamientos actorales que hay en cada escena.
–¿Como si fuera una coreografía, no?
–Sí, hay un mecanismo que planteó originalmente (Arturo) Puig que luego se fue aceitando hasta volverse una suerte de danza, que se siguió armando a lo largo de las funciones hasta quedar asentada como ahora. También pasa que antes me cansaba más y ahora no tanto, aún haciendo dos funciones porque administro mejor mis movimientos, ya no tan alocadamente, aunque siga manteniendo esa velocidad física.
–El patrón obtuvo un récord de nominaciones para los Cóndor de Plata y vos sos parte de esos méritos.
–La película tiene grandes valores. Se introduce en lugares muy potentes y relevantes, tanto emocionales como sociales e ideológicos. Para mí, El patrón nos lleva a los orígenes de la esclavitud, a esa relación terrible entre el dominador y el dominado, con el que Joaquín Furriel, como ese Hermógenes que trabaja en esa carnicería, armó un rol realmente entrañable. Y al mismo tiempo la paradoja que ese personaje tan débil y sumiso, también es capaz de matar, una gran parábola muy bien urdida por el director y el actor principal. Yo me sumo en un contrapunto muy fuerte, en el que a veces desaparezco del drama, pero cuando irrumpo, lo hago dentro de un carácter bestial.
-Otro personaje muy paradojal tuyo es el de El eslabón podrido, un film gore que se proyectó en el Bafici y que está próximo a estrenarse.
–Sí, una tragedia rural estremecedora. Ese Raulo que me tocó hacer es hermoso, y a la vez un monstruo, y me emociona por ambas cosas, por el desafío actoral que significó para mí. Me acompañaron nada menos que Marilú Marini y una actriz joven y prometedora como Paula Brasca. Hay mucha sangre y muerte, mundos habituales para mí en el cine, también presentes en El patrón y en otros films para los que me han llamado, cosa que me hace indagar en asuntos muy profundos de mi persona (risas). También tengo para estrenar Operación México, una historia sobre la dictadura muy siniestra, sobre un centro de detención y tortura que manejaba Galtieri. Una trama sobre la extorsión, había que traicionar para sobrevivir.
–¿Te sentís un actor emblemático del cine nacional, en el que también aportaste no hace mucho tu faz de cineasta?
–No soy ningún emblema, simplemente soy convocado para participar en películas independientes y lo acepto con gusto. Me gusta acompañar y aportar lo mío en creaciones de otros que me parecen interesantes. Aunque en estos momentos, te digo, me convocan menos, la verdad, así que aprovecho la oportunidad para mencionarlo públicamente y también para que se reactive un poco la industria, que la veo un poco quedada.
–¿Pensás que esta falta de rodajes actual puede volver crítica la presencia en salas del cine nacional en el 2017?
–Todo parecería indicar que sí, pero, quién sabe, quizás, como dice el presidente y como también dicen Marcos Peña y el secretario de Energía, en el segundo bimestre, todo se reactiva. Ojalá, pero la verdad que yo tiendo a dudarlo. Creo que a mitad de año va a haber problemas serios, pueden pasar cosas espantosas que ya vivimos en otros años. Me parece que lo que puede ocurrir es que la historia se vuelva a repetir, pero lo peor de nuestra historia. Es lo que se ve venir, salvo que exista un plan maravilloso que aún desconocemos.
–Quizás el plan sea el mismo que se aplica en otros países de la región…
–Algo de eso hay, las historias que han vivido nuestra patria y otras del continente muchos las tenemos a flor de piel y sabemos muy bien lo que significaron, porque tenemos conciencia social; mientras que a otros les importa nada, se acomodan dentro de una ideología que lamentablemente es la que está rigiendo. Y eso viene desde el imperio, hoy muchos sólo miran hacia el norte y colaboran en esa desarticulación de valores que se han construido. Porque parece que las cosas que se hacen nunca alcanzan, se hizo todo lo mejor que se pudo pero no alcanza, nada sirve. Los gobiernos que enfrentan poderes fácticos tienen un límite, y entonces, ¿qué pasa? Vuelven los poderes fácticos, porque los mandatos populares no pudieron lograr desenmascararlos y desactivarlos. Y esa es la nefasta repetición que se nos está viniendo encima. Además, los medios de comunicación son parte del entramado, con su uniformidad en el tratamiento de las noticias, aplicando un relato que focaliza en la reiteración de ciertos acontecimientos que se convierten en realidades virtuales creídas por masas de gente mientras le pasan por el costado hechos y situaciones mucho más graves que no pueden ver en su real magnitud. Habría que perforar esa coraza mediática para empezar a ver las cosas que no nos quieren contar, y si eso es casi infranqueable para uno, imaginate para los demás, para los que están inmersos en eso.
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